jueves, 15 de noviembre de 2007

Una natura enigmática


Un coupe1 de primera clase.
En el diván, revestido de terciopelo frambuesa, está semi-acostada una damita bonita. Un costoso abanico con flecos cruje en su mano apretada de modo convulsivo, el pince nez2, a cada rato, cae de su nariz bonita, el broche del pecho ya asciende, ya desciende como una barca entre las olas. Está emocionada… Enfrente de ella, en un diván, está sentado un funcionario de gobierno de encargos especiales, un joven escritor principiante, que publica en las gacetas de gobierno cuentos cortos o, como él mismo los llama, "novellas" de la gran vida mundana… Él la mira a la cara, la mira fijamente, con aire de conocedor. Él observa, estudia, capta esa natura excéntrica, enigmática, la entiende, la concibe… Su alma, toda su psicología, la tiene en la palma de su mano.
-¡Oh, yo la concibo! –dice el funcionario de encargos especiales, besando su mano cerca del brazalete. –Su alma fina, sensible, busca la salida del laberinto… ¡Sí! ¡Es una lucha terrible, monstruosa pero… no se desanime! ¡Saldrá vencedora! ¡Sí!
-¡Descríbame, Voldemar3! –dice la damita sonriendo con tristeza. –Mi vida está tan llena, es tan variada, tan abigarrada… ¡Pero lo principal es que soy infeliz! Soy una mártir al gusto de Dostoiévskii… ¡Muéstrele al mundo mi alma, Voldemar, muéstrele esta pobre alma! Usted es un psicólogo. No ha pasado ni una hora desde que estamos en el coupe y hablamos, ¡y ya me concibió toda, toda!
-¡Hable! ¡Le suplico, hable!
-Escuche. Yo nací en una familia de funcionario pobre. Mi padre es un buen chico, inteligente pero… el espíritu de los tiempos y del medio… vous comprenez4, yo no culpo a mi pobre padre. Él bebía, jugaba a las cartas… aceptaba sobornos… Mi madre pues… ¡Pero qué decir! La necesidad, la lucha por el pedazo de pan, la conciencia de la nulidad… ¡Ah, no me obligue a recordar! Tuve que abrirme camino yo sola… La deformada instrucción del instituto, la lectura de las novelas estúpidas, los errores de la juventud, el tímido primer amor… ¿Y la lucha contra el medio? ¡Es horrible! ¿Y las dudas? ¿Y los tormentos con la naciente falta de fe en la vida, en sí misma?.. ¡Ah! Usted es escritor y nos conoce a nosotras, las mujeres. Usted va a entender… Por desgracia, yo estoy dotada de una natura amplia… ¡Yo esperaba la felicidad, y cuál! ¡Ansiaba ser una persona! ¡Sí! ¡Ser una persona, en eso veía mi felicidad!
-¡Maravillosa! –murmura el escritor besando la mano cerca del brazalete. -¡No la beso a usted, divina, sino al sufrimiento humano! ¿Recuerda a Raskólnikov5? Él besaba así.
-¡Oh, Voldemar! Yo necesitaba la gloria… el ruido, el esplendor, como toda natura poco corriente, ¿para qué ser modesta? Yo ansiaba algo extraordinario… ¡no femenino! Y mire… Y mire… apareció en mi camino un viejo general rico… ¡Entiéndame, Voldemar! ¡Pues eso fue un sacrificio, una renuncia, entienda! Yo no podía proceder de otra forma. Enriquecí a la familia, empecé a viajar, a hacer el bien… Y cómo sufría, qué insufribles y bajamente triviales eran para mí los abrazos de ese general, aunque hay que hacerle justicia, en su tiempo combatió con valentía. Había instantes… ¡instantes terribles! Pero me fortalecía la idea de que el viejo moriría hoy o mañana, de que yo empezaría a vivir como quería, me entregaría a la persona amada, sería feliz… ¡Y yo tengo a esa persona, Voldemar! ¡Dios lo ve, la tengo!
La damita sacude el abanico con intensidad. Su cara adquiere una expresión llorosa.
-Bueno, el viejo se murió… Me dejó algo, soy libre como un pájaro. Ahora pues vivir me hace feliz… ¿No es verdad, Voldemar? La felicidad toca a mi ventana. Basta sólo dejarla entrar pero… ¡no! ¡Voldemar, escuche, le suplico! Ahora pues entregarse a la persona amada, hacerse su amiga, su ayudante, la portadora de sus ideales, ser feliz… descansar… ¡Pero qué trivial, mezquino y estúpido es todo en este mundo! ¡Qué vil es todo, Voldemar! ¡Soy infeliz, infeliz, infeliz! ¡En mi camino hay de nuevo un obstáculo! ¡De nuevo siento que mi felicidad está lejos, lejos! ¡Ah, cuantos tormentos, si supiera! ¡Cuántos tormentos!
-¿Pero qué pues? ¿Qué se puso en su camino? ¡Le suplico, hable! ¿Qué pues?
-Otro viejo rico…
El abanico quebrado cubre la carita bonita. El escritor apoya su cabeza cavilosa sobre el puño, suspira y, con aire de conocedor-psicólogo, se queda pensativo. La locomotora silba y sisea, las cortinas de las ventanas se enrojecen con el sol poniente...

1Coupe, compartimiento, cada parte en que se divide un edificio, barco, vagón de tren.
2Pince nez, quevedos, lentes de forma circular con armadura a propósito para que se sujete en la nariz.
3¿Alusión irónica a monsieur Voldemar, personaje de El primer amor, novela de Iván Turguéniev?
4Vous comprenez, usted comprende.
5Rodión Raskólnikov, estudiante de derecho que asesina a una vieja prestamista, personaje principal de Crimen y castigo, novela de Fiódor Dostoiévskii.

Título original: Zagadochnaya natura, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 12, con la firma: "A. Chejonté".
Imagen: Valentin Serov, Portrait of Maria Akimova, 1908.