viernes, 30 de noviembre de 2007

Nido de campesinos


Alrededor de una hacienda señorial abandonada, de medio pelo, se agrupan unas dos decenas de casas de campo de madera, dispuestas como si estuvieran hilvanadas. En la más alta y visible de éstas azulea el letrero Taberna, y brilla al sol un samovar dibujado. Mezclados con los tejados rojizos de las casas de campo asoman tristemente, por aquí y por allá, los tejados combados y verdosos de moho de las caballerizas, los invernaderos y los graneros señoriales.
Es un mediodía de mayo. El aire huele a schi de vigilia y a carbonilla de samovar. El gerente Kuzmá Fiódorov, un mujík alto, maduro, con la camisa por fuera y en botas plegadas, camina alrededor de las casas de campo, y las muestra a los veraneantes-arrendadores. En su rostro están escritas la pereza estúpida y la indiferencia: si hay arrendadores o no, a él resueltamente le da igual. Tras él caminan tres: un señor pelirrojo en uniforme de ingeniero-ferroviario, una dama delgada en estado interesante y una muchacha de gimnasio.
-Pero qué casas de campo caras tiene usted, -frunce el ceño el ingeniero. –Todo es a cuatrocientos y trescientos rublos... ¡es horrible! Muéstrenos algo más barato.
-Hay y más baratas... De las baratas sólo quedan dos... ¡Pasen!
Fiódor conduce a los arrendadores a través del jardín señorial. Ahí sobresalen unos tocones y se seca un abetal ralo; sólo queda intacto un árbol alto, un viejo álamo esbelto, perdonado por el hacha como para que llore la suerte desdichada de sus coetáneos. De la tapia de piedra, las glorietas y las grutas quedan sólo huellas en forma de ladrillos tirados, trozos de cal y troncos podridos.
-¡Qué descuidado está todo! –dice el ingeniero, mirando con tristeza las huellas del esplendor de antaño. -¿Y dónde vive ahora su señor?
-Él no es señor, sino de los mercaderes. En la ciudad, alquila habitaciones amuebladas... ¡Pasen!
Los arrendadores se inclinan y entran a una pequeña construcción de piedra con tres rejillas, como ventanas de calabozo. De éstas emana humedad y olor a podrido. En la casita hay una habitación cuadrada, dividida en dos por un tabique de chillas nuevo. El ingeniero entorna los ojos sobre las paredes oscuras, y lee en una de éstas una inscripción con lápiz: “En esta morada de muertos se contagió de melancolía e intentó el suicidio el teniente Fildekósov”.
-Aquí, su excelencia, no se puede estar con gorro, -se dirige Fiódorov al ingeniero.
-¿Por qué?
-No se puede. Aquí había una bóveda, a un señor enterraron. Si levanta esa tabla y echa un vistazo debajo del suelo, pues verá los ataúdes.
-¡Qué novedades! –se horroriza la dama delgada. -¡Sin hablar ya de la humedad, aquí de la sola aprensión te mueres! ¡No deseo vivir con los muertos!
-A los muertos, señora, no se les toca. No son unos vagabundos cualquiera los enterrados, sino su propio prójimo, los señores. El verano pasado aquí, en esta misma bóveda, vivió el señor militar Fildekósov, y quedó totalmente satisfecho. Prometió venir este año, pero por algo no viene pues.
-¿Él intentó el suicidio? –preguntó el ingeniero, tras recordar la inscripción en la pared.
-¿Y usted de dónde sabe? Realmente, hubo eso señor. ¡Por algo todo el canutillo salió pues! Él no sabía que ahí, debajo del suelo, el reino de los cielos para ellos, yacen unos difuntos, bueno, y se le ocurrió entonces, una vez de noche, esconder debajo de la tarima un cuarto de vodka. Levantó esa tabla, y cuando vio que ahí había ataúdes, se chifló. Salió corriendo afuera y dale a dar alaridos. A todos los veraneantes los dejó pasmados. Después se empezó a debilitar. No hay en qué salir, y vivir da miedo. Al final, el señor no resistió, se levantó la mano. Suerte mía pues, que yo de antemano, por la casa, le cobré cien rublos, si no así se hubiera ido, es posible, por el susto. Mientras estaba acostado y se curaba, se acostumbró un poco... no es nada... Prometió venir de nuevo: “¡Yo, dice, estas aventuras las amo a muerte!” ¡Un excéntrico!
-No, muéstrenos ya otra casa de campo.
-Tengan la bondad. Todavía hay una, sólo que peor.
Kuzmá conduce a los veraneantes a un costado de la hacienda, a un lugar donde se levanta una leñera deshecha... Tras la leñera brilla un estanque cubierto de hierba y se oscurecen los cobertizos señoriales.
-¿Aquí se puede pescar? –pregunta el ingeniero.
-Cuanto le plazca... Pague cinco rublos por la temporada y pesque a su salud. O sea, con la caña en el río se puede, pero si desea pescar carasios en el estanque, pues ahí es un pago especial.
-El pescado es una tontería -observa la dama, -y sin éste se puede arreglarse. Pero en cuanto a las provisiones. ¿Los campesinos traen leche aquí?
-A los campesinos aquí, no se les permite venir, señora. Los veraneantes están obligados a recoger las provisiones en nuestra granja. Tal condición ya ponemos. No cobramos caro. La leche un cuartito por el par, los huevos, como de costumbre, tres gríviennikis1 por la decena, la mantequilla un poltínnik2... Las distintas verduras y legumbres, también donde nosotros las deben recoger.
-Hum... ¿y hongos, tienen dónde recoger?
-Si el verano es lluvioso, pues suele haber hongos. Recoger se puede. Aporten por la temporada seis rublos por persona, y recojan no sólo hongos, sino hasta bayas. Eso se puede. A nuestro bosque, el camino va a través del río. Desean, van por el vado, no desean, vayan por el torrente. Sólo vale un quintito pasar por el torrente. Hacia allá un quinto, y desde allá un quinto. Y si algunos señores desean cazar, juguetear con la escopeta, pues nuestro dueño no objeta. Dispara cuanto quieras, sólo ten un recibo contigo, para que pagues diez rublos. Y el baño aquí es maravilloso. La orilla está limpita, en el fondo hay arena, cualquier profundidad: y por la rodilla, y por el cuello. No cohibimos. Por una vez un quinto, y si por la temporada, pues cuatro con una poltína3. ¡Como si estás todo el día en el agua!
-¿Y los ruiseñores aquí cantan? –pregunta la muchacha.
-Hace poco cantaba uno tras el río, pero mi hijito lo atrapó, se lo vendió al tabernero. ¡Pasen!
Kuzmá conduce a los arrendadores a un pequeño cobertizo antiguo con ventanas nuevas. Adentro, el cobertizo está dividido por unos tabiques en tres tabucos. En dos tabucos hay unos graneros vacíos.
-¡No, a dónde vivir ahí! –declara la dama delgada, echando una ojeada con aprensión a las paredes sombrías y los graneros. -Esto es un cobertizo, y no una casa de campo. Y no hay nada que ver, George... Ahí, seguro, gotea y sopla. ¡Es imposible vivir!
-¡La gente vive! –suspira Kuzmá. –Sin pájaros, como se dice, hasta una cazuela de ruiseñores, y cuando no hay casas de campo, así ésta entra por el alma buena. Si usted no la alquila, pues otros la van a alquilar, y ya alguien va a vivir en ésta. Para mí, esta casa de campo, es la más apropiada para ustedes; en vano usted, este mismo... escucha a su esposa. Mejor en ningún lugar la va a encontrar. Y yo, a ustedes, les cobraría más barato. Ésta anda por ciento cincuenta, y yo les cobraría ciento veinte.
-No, querido, no va. Adiós, disculpe que lo molestamos.
-No es nada. Que estén saludables.
Y, siguiendo con los ojos a los veraneantes que se retiran, Kuzmá tose y agrega:
-Para un tesito se debería, con vuestra gracia. Unas dos horas, seguro, los conduje. ¡Un poltínnik pues, ya no escatimen!

1Gríviennik (expresión familiar), moneda de diez kópeks.
2Poltínnik (expresión familiar), moneda de cincuenta kópeks.
3Poltína (vulgarismo, de poltínnik), moneda de cincuenta kópeks.

Título original: Kulache gnezdo, publicado por primera vez en la Peterburgskaya gazieta, 1885, Nº 139, con la firma “A. Chejonté”.
Imagen: Feodor Vasilyev, Street in a Village, 1868.

El carbón ruso (Una historia verídica)


Una hermosa mañana de abril, le comte1 ruso Tulúpov iba en un barco alemán por el Rin hacia abajo y, por hacer algo, platicaba con un “salchichero2”. Su interlocutor, un joven alemán enjuto, todo compuesto de una fisonomía arrogante y científica, suficiencia personal y unos cuellos fuertemente almidonados, se recomendó como el maestro de minas Arthur Imbs, y con terquedad no cambiaba la empezada conversación, que ya cansaba al conde, sobre el carbón de piedra ruso.
-El destino de nuestro carbón es muy lamentable, -dijo entre tanto el conde, soltando un suspiro de conocedor científico. –Usted no se puede imaginar: Petersburgo y Moscú viven con carbón inglés, Rusia quema en sus estufas sus lujosos bosques vírgenes, ¡y entre tanto, las entrañas de nuestro sur contienen unas riquezas inagotables!
Imbs movió la cabeza con tristeza, graznó con fastidio y solicitó una carta de Rusia.
Cuando el lacayo trajo la carta, el conde pasó su uña del meñique por la orilla del Mar de Azóv, arañó con la misma uña al lado de Járkov y profirió:
-Aquí pues... en general... ¿Entiende? ¡¡Todo el sur!!
Imbs quería averiguar con más exactitud, los lugares precisos donde se escondía nuestro carbón, pero el conde no dijo nada definido; señaló con su uña por toda Rusia de modo desordenado, y una vez incluso, deseando mostrar la rica en carbón región del Don, señaló el gobierno de Stávropol. El conde ruso, por lo visto, conocía mal la geografía de su patria. Éste se asombró terriblemente, e incluso expresó incredulidad en su rostro, cuando Imbs le dijo que en Rusia había montañas de los Cárpatos.
-Yo mismo tengo, sabe, en la región del Don, una granja, -dijo el conde. –Ocho mil desiatínas3 de tierra. ¡Una hermosa granja! Carbón hay en ésta, imagínese... ¡eine zahllose... eine oceanische Menge4! Millones ocultos en la tierra... se pierden en vano... Hace tiempo ya que sueño con dedicarme a esa cuestión... Busco una ocasión... un hombre apropiado. ¡Nosotros en Rusia no tenemos pues especialistas! ¡Un despoblado absoluto!
Empezaron a hablar de los especialistas en general. Hablaron mucho y largo tiempo... Terminó en que el conde saltó de pronto, como pinchado, se golpeó la frente y dijo:
-¿Sabe qué? Yo me alegro mucho de que lo encontré a usted. ¿No quiere ir a mi granja? ¿Ah? ¿Qué tiene que hacer aquí, en Alemania? ¡Aquí, científicos alemanes, sin usted hay muchos, y en mi granja usted hará una obra! ¡Y qué obra!.. ¿Quiere? ¡Convenga pronto!
Imbs frunció el ceño, caminó por el camarote de una esquina a la otra y, tras razonar y sopesar, convino.
El conde le estrechó la mano y gritó por champagne...
-Bueno, ahora estoy tranquilo -dijo. –Voy a tener carbón...
A la semana Imbs, cargado de libros, planos y esperanzas, iba ya a Rusia, soñando con los rublos rusos de modo insensato. En Moscú, el conde le dio doscientos rublos, la dirección de la granja y le ordenó ir al sur.
-Vaya a gusto y empiece allá... Yo, puede ser, en otoño llegue. Escriba, cómo y qué...
Al arribar a la granja de Tulúpov, Imbs se instaló en la accesoria y, al otro día mismo de su llegada, se dedicó a “abastecer a Rusia de carbón”. A las tres semanas, le envió al conde la primera carta. “Yo ya conocí el carbón de su tierra -escribía después de un largo y tímido preámbulo, -y encontré que, gracias a su baja calidad, éste no merece que lo extraigan de la tierra. Si éste fuera tres veces mejor, y entonces no convendría tocarlo. Aparte de la calidad del carbón, a mí me sorprende, asimismo, la total ausencia de demanda. Su vecino, el productor carbonero Alpátov, tiene preparados quince millones de puds5, y entre tanto, no hay nadie que le dé, siquiera, un kópek por pud. El camino de carbón de piedra Doniétzkaya, que va a través de su granja, está construido, especialmente, para el transporte del carbón de piedra pero, como resulta, por éste, en todo su tiempo de existencia, no se ha logrado pasar aún ni un pud. Hay que ser deshonesto o demasiado superficial, para darle a usted, siquiera, una gota de esperanza en el éxito. Me atreveré asimismo a agregar, que su posesión está a tal grado arruinada y disuelta, que la extracción de carbón y en general cualquier innovación, sea cual sea, constituyen un lujo.” Al final de todo, el alemán rogaba al conde recomendarlo a otro “Fürsten oder Grafen6 ruso, o enviarle “ein wenig7 para el camino de regreso a Alemania. En espera de la benévola respuesta, Imbs se dedicó a pescar carasios y a cazar codornices al son del caramillo.
La respuesta a esta carta la recibió no Imbs, sino el gerente, el polaco Dierzhínskii. “Y al alemán dígale que él no entiende ni diablos, -escribía el conde en el post scriptum. “Yo le enseñé su carta a un ingeniero de minas (consejero secreto de Mléev), y esta provocó risa. Por lo demás, no lo retengo. Que se vaya a gusto. Dinero pues para el camino él tiene. Yo le di 200 rub. Si él gastó en el camino 50, pues entonces le quedarán 150 rub.”. Al conocer esta respuesta, Imbs se asustó terriblemente. Se sentó y cubrió con su letra alemana, corrida, dos hojas de papel de correo. Le rogaba al conde perdonarlo con generosidad, porque le había ocultado en la primera carta muchas cosas “muy importantes”. Con lágrimas en los ojos y remordimiento de conciencia, escribía que los restantes después del camino de Moscú 172 rublos, él cometió la imprudencia de perderlos a las cartas con Dierzhínskii. “Posteriormente, yo le gané a él 250 rublos, pero él no me los da, aunque recibió de mí toda mi pérdida, y por eso me atrevo a acudir a su omnipotencia, obligue al estimado señor Dierzhínskii a pagarme siquiera la mitad, para que yo pueda dejar Rusia y no comer en vano de su pan”. Mucha agua corrió al mar, y muchos carasios y codornices cazó Imbs, hasta que recibió la respuesta a esta segunda carta. Una vez, a fines de julio, el polaco entró a su habitación y, tras sentarse en la cama, empezó a recordar en voz alta todas las palabrotas que existen en la lengua alemana.
-¡Un asno asombroso este conde! –dijo, golpeando con la visera el borde de la mesa. –Me escribe que se va por unos días a Italia, y no me da ninguna disposición respecto a usted. ¿A dónde lo voy a meter a usted? ¿Vodka picar con usted, o qué? ¡Y para qué diablos se le dio ese carbón! ¡El carbón a él le hace falta tanto, como a mí su fisonomía, que se lo lleve el diablo! ¡Y usted también es bueno, ni qué decir! ¡Un estúpido, un malcriado andariego le parloteó por hacer algo, y usted le creyó!
-¿El conde se va a Italia? –se asombró Imbs, palideciendo. -¿Y el dinero, me lo envió? ¡¿No?! ¿Y cómo me voy a ir yo de aquí? ¡Pues yo no tengo ni un kópek!.. Escúcheme, estimado señor Dierzhínskii... Si usted no me puede dar su pérdida pues, ¿no me compraría acaso mis libros y planos? ¡En Rusia los venderá por una suma muy grande!
-En Rusia no hacen falta sus libros y planos.
Imbs se sentó y se quedó pensativo. Mientras el polaco llenaba el aire de su bilis, el alemán resolvía su cuestión utilitaria, y sentía con todos sus instintos alemanes cómo se le malograba la sangre en esos instantes. Adelgazó, engordó, y la expresión de arrogancia científica del rostro cedió lugar a una expresión de dolor, de desesperación... La conciencia de un cautiverio sin salida, lejos de las olas del Rin y de la compañía de los maestros de minas, le hizo llorar... Por la noche, estaba sentado junto a la ventana y miraba la luna... Alrededor había silencio. Por algún lugar lejano chirriaba un acordeón y gemía una quejumbrosa cancioncita rusa. Esos sonidos le apretaron el corazón a Imbs... Se apoderó de él tal añoranza por la patria, por el derecho y la justicia, que hubiera dado toda su vida sólo por hallarse esa noche en la casa...
“¡Y aquí brilla esta luna, y allá brilla, y qué diferencia!” –pensaba.
Toda la noche añoró Imbs. A la mañana, no soportó la añoranza y decidió irse. Tras colocar sus libros y planos “inútiles en Rusia” en el morral, bebió agua en ayunas y, exactamente a las cuatro de la mañana, se encaminó a pie hacia el norte. Decidió ir a ese mismo Járkov, que hacía tan poco había arañado el conde en la carta con su uña rosada. En Járkov esperaba encontrar alemanes, que pudieran darle dinero para el camino.
-En el camino, dormido, me quitaron las botas –contaba Imbs a sus amigos, sentado al mes en el mismo barco. -¡Tal es "la honestidad rusa”! Pero, al final de todo, hay que hacerles justicia: de Slaviánsk a Járkov, un conductor ruso me llevó por cuarenta kópeks, el dinero que me dieron por mi pipa de cáñamo. ¡Eso es deshonesto, pero en cambio es muy barato!

1Comte, conde.
2“Salchichero”, apodo burlesco o injurioso que ponen los rusos a los alemanes en la Rusia zarista.
3Desiatína, antigua medida rusa de superficie igual a 1,09 ha.
4¡Eine zahllose... eine oceanische Menge!, ¡un infinito… una masa oceánica!
5Pud, antigua medida rusa de peso igual a 16, 3 kg.
6Fürsten oder Grafen, príncipe o conde.
7Ein wenig, un poco.

Título original: Russkii ugol, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 30, con la firma: “A. Chejonté”.
Imagen: Ivan Aivazovsky, The Great Roads at Kronstadt, 1836.

Chejov a A.S. Suvórin


Moscú, 28 de febrero de 1890.

Recibí los libros y el atlas de Kruzenshtern. Le envío la reverencia y la gratitud, y a su biblioteca dígale que le debo la vida hasta la tumba. Mañana le enviaré a través de la tienda: 1) El índice de La antigüedad rusa, 2) Visheslávziev, 3) El heraldo de Europa de 1872, VIII, y 4) 3 tomos de la Antología marina (1858, XII, 1859, II, y 1859, X), que dígnese dar al estimado Vasílii para su entrega al pobre Konstantín Fiódorovich1. El 2do tomo de Kruzenshtern ya se lo envié a usted, y el atlas se lo mandaré al instante que saque las copias.
Con los libros lo voy a fastidiar hasta mi propia partida. Y ahora le adjunto la lista de las revistas que necesito. Crea, su excelencia, que yo ya fui castigado lo suficiente por la molestia: por la lectura de los libros enviados por usted me salieron cucarachas en el cerebro. Es un trabajo tan minucioso, anatémico que, al parecer, moriré de angustia antes de llegar a Sajalín2.
Mañana es primavera, y dentro de 10-15 días llegan volando las alondras. ¡Pero ay! -la incipiente primavera me parece ajena, ya que me iré de ésta.
En Sajalín hay un pescado muy rico, pero bebidas alcohólicas no hay.
Ahora es indudable que la pieza de Máslov irá3. ¿Significa, que usted vendrá a principios de abril a los ensayos? Usted lo prometió.
¡Que lo guarden todos los santos!

Suyo, A. Chejov.

Nuestros sres. geólogos, ictiólogos, zoólogos y demás son unas personas terriblemente incultas. Escriben en tal lenguaje tosco, que no sólo es aburrido leer, sino que incluso por momentos debes rehacer las frases, para entender. Pero en cambio una importancia y una seriedad a rabiar. En esencia, es una puercada.

1Konstantín Vinográdov, fiscal, conocido de Alexéi Suvórin.
2En su Del pasado lejano, María Chejova refiere: “Él empezó a prepararse para el viaje gradualmente. Leía libros sobre Sajalín, recojía materiales, e intentó aun en Moscú averiguar sobre Sajalín todo lo que pudiera servirle en lo adelante. Estudió el clima y la naturaleza de Siberia y Sajalín, los trabajos de los viajeros anteriores, los materiales estadísticos y otros” (cap. VII, pag. 88).
3El seductor sevillano se estrena en el Teatro Máli de Moscú el 9 de abril de 1890.

Imagen: Alexey Savrasov, The Rooks Have Come, 1871.

Chejov a Al.P. Chejov


Moscú, 25 de febrero de 1890.

¡Infusorio!
Me es imperioso conocer, lo más detalladamente posible, la literatura periodística sobre Sajalín, ya que ésta me interesa no sólo por el lado de las noticias ofrecidas por ésta. Las noticias, por supuesto, por sí mismas pero, Gúsiev1, necesito también la ilustración histórica de los hechos que conforman la esencia de esas noticias. Los artículos fueron escritos o por personas que nunca estuvieron en Sajalín, y no entienden nada del asunto, o por personas interesadas, que en la cuestión de Sajalín hicieron un capital y conservaron la inocencia. La valentía de los primeros y el subterfugio de los segundos, como elementos ofuscadores y obstructores, deben ser para un investigador más valiosos que todas las noticias, que en su mayoría son casuales y erróneas; esos elementos caracterizan, excelentemente, la actitud de nuestra sociedad en general hacia el asunto, y hacia el carcelario en particular. Al autor y sus motivos lo entenderás sólo entonces, cuando leas su artículo por completo.
En todo caso, libera a la Biblioteca pública de tus visitas. Es suficiente eso que hiciste. Lo restante será copiado por la hermana, a quien alquilé y empezará su asistencia a la Biblioteca Rumiántziev desde la 3ra semana de cuaresma. Y para ti, imbécil, hallaré otro trabajo. Reverencia hasta los pies y pide perdón. Todo lo que te hará falta hacer, lo hallarás en la carta que recibirás en la 4ta o 5ta semana de cuaresma... Y en cuanto a los piojos puedo decir sólo una cosa: ¡mi muerte es la suciedad! El Zájar2 de Oblómov y Alexánder Chejov dicen que sin los piojos y las chinches no se puede arreglarse –eso es muy científico; y yo, imagina, vi más de una vez familias, que no tienen idea de esos bichos. Para los piojos ayudan muchas cosas. Pregunta en la farmacia por el cocimiento de sibanilla.
Todos los nuestros están saludables. Una reverencia a Natalia Alexándrovna3, Kúka y el ahijado4.

Tu benefactor, A. Chejov.

1“Gúsiev”, seudónimo con que Alexánder Chejov firma los artículos que publica en los periódicos humorísticos de Moscú y San Petersburgo en su época de estudiante universitario.
2Zájar, sirviente de Iliá Oblómov, personaje principal de Oblómov, novela de Iván Goncharóv.
3Natalia Chéjova (Golden de nacimiento), segunda esposa de Alexánder Chéjov.
4Nikolai y Antón, hijos de Alexánder Chejov.

Imagen: Valentin Serov, Winter in Abramtsevo. The Mansion. Study, 1886.

Chejov a A.S. Suvórin


Moscú, entre 19 y 21 de febrero de 1890.

Gracias por las gestiones. El Atlas de Kruzenshtern1 lo necesito ahora o al regreso de Sajalín. Mejor ahora. Usted escribe que su carta es mala. Por eso es que la necesito, porque es mala, la buena yo ya la compré donde Ilín por 65 kóp.
Todo el santo día leo y escribo, leo y escribo... Mientras más leo, más fuerte es la convicción de que en dos meses, no alcanzaré a hacer ni un cuarto de lo que pensaba, y pues más de dos meses no puedo estar sentado en Sajalín: ¡los barcos-canallas no esperan! El trabajo es variado pero tedioso... Hay que ser un geólogo, un meteorólogo, un etnógrafo, y yo no estoy acostumbrado a eso, y me aburro. Voy a leer sobre Sajalín hasta marzo, mientras haya dinero, y después me sentaré con los cuentos.
No recuerdo por qué me colgué en la carta a Pleschéev. Probablemente, por la ebriedad. Le escribí yo, por supuesto, a modo de broma y al parecer así: “... por lo que deberían, al mismo tiempo, colgarme y hacerme general”. Lo último lo merezco en absoluto, ya que en Peter bebí tanto, ¡que Rusia debe estar orgullosa de mí! Recuerdo asimismo escribí a Pleschéev que viviendo en Peter, en un mes, yo hice tanto cuanto mis jóvenes amigos, que están enojados conmigo por algo2, no hacen en todo un año; y no mentía, ya que cada uno de mis amigos es 12 veces más holgazán que yo. Viviendo en su casa, yo leí mucho, vi y oí mucho, y cociné la papilla3 no sólo con Gálkin –y todo eso a despecho de beber vino y caminar de una esquina a la otra.
M-me Liénskaya4 se embadurnó la cara de tocino. Estuvo Mámishev5 y se enojó, por que el documento de garantía de 30 años se lo enviaron a Zvienígorod, y no a Volokolámsk, donde él vive. Yo dije que usted es el culpable.
Si tiene en su biblioteca Las crónicas con pluma y lápiz6, de Visheslávziev, pues envíemelas. Habrá de mi parte una gratitud.
Estuvo en casa Ostróvskii7 y preguntó por el destino del libro de su hermana8. Yo dije que usted y Neupokóev9 están insatisfechos con los dibujos y el formato. Él respondió así: “Si los dibujos no le gustan, pues éstos se pueden arrojar, encargar unos nuevos; y el formato, al igual que todo lo demás, depende en absoluto del parecer de la tipografía”. ¿Se le puede escribir que su libro se va a publicar en verano? ¡Ah, qué tabacos apestosos tiene él! Cada visita suya, gracias a esos tabacos anatémicos suyos, me infunde terror. Dijo que su hermano ministro10 contrajo diabetes.
La sonata a Kreutzer11 en Moscú tiene éxito.
¿Por qué no me envía los cuentos12? Yo hoy o mañana le enviaré el cuento de Lázariev (Gruzínskii)13. Con el aumento del honorario y la expedición del periódico mi protegido Ezhóv14 está conmovido, y le agradece con lágrimas en los ojos y temblor en la voz, tendiendo las manos al cielo, con una plegaria de encomienda a usted y a toda su familia de toda clase de bienestar por los siglos de los siglos, amén.
En mi trabajo sajaliniano me mostraré tal científico hijo de perra, que usted sólo abrirá los brazos. Yo pues robé de los libros ajenos muchas ideas y conocimientos, que daré como míos. En nuestro siglo práctico no se puede de otra forma. Dígale a Alexéi Alexéevich15 que vaya a la orilla del Murgáb16.
Leí que la reina rumana17 escribió una pieza de la vida (?) popular y la va a poner en el teatro de Bucarest. Un autor a quien no se puede abuchear. Y yo con gusto la abuchearía.
Liénskii me dijo que, “al parecer, quieren poner” la pieza18 de Máslov19. Más pues de su pieza no oí nada.
Que esté saludable. Que Dios le dé todo lo bueno.
Con respeto

Henry Block and Co20.

¿Cómo viven sus muy estimados caballos? Bueno sería pasear por algún lugar.

1Atlas compuesto por el contra-almirante Iván Kruzenshtern, quien realiza un viaje por mar alrededor del mundo de 1803 a 1806.
2En su Del pasado lejano, María Chejova observa: “Las malas lenguas, posteriormente, corrieron rumores de que Antón Pávlovich iba a Sajalín, al parecer, a cuenta de la redacción del periódico Tiempo nuevo. Eso ofendía a mi hermano, y yo recuerdo bien cómo él se inquietaba y perturbaba con semejantes infundios” (cap. VII, pag. 92).
3Cocinar la papilla (locución usual), llegar a hacer algo, asar castañas, hacer migas.
4Lidia Liénskaya (baronesa Korf), esposa del actor Alexánder Liénskii.
5Vasílii Mámishev, juez de instrucción de Zvienígorod, pariente de Alexéi Suvórin.
6Crónicas con pluma y lápiz, de Visheslávziev, quien realiza un viaje por mar alrededor del mundo de 1857 a 1860.
7Piótr Ostróvskii, ingeniero, crítico literario, hermano del escritor Alexánder Ostróvskii.
8Nadiézhda Ostróvskaya, escritora infantil, hermana del escritor Alexánder Ostróvskii.
9Arkádii Neupokóev, oficinista, director de la tipografía de Alexéi Suvórin.
10Mijaíl Ostróvskii, ministro de bienes estatales, hermano del escritor Alexánder Ostróvskii.
11Ver la nota 1 de la carta de Chejov a Alexéi Pleschéev del 15 de febrero de 1890.
12Chejov había pedido a Alexéi Suvórin que le enviara las obras de los autores jóvenes para hacerle correcciones estilísticas.
13Alexánder Lázariev (“A. Gruzínskii”), periodista, escritor, poeta.
14Nikolai Ezhóv (“Don Quijote de la Mancha”), escritor y periodista.
15Alexéi Alexéevich Suvórin, periodista, redactor del periódico Tiempo nuevo, hijo de Alexéi Suvórin.
16En las cercanías de Miérvskii, en la orilla del río Murgáb, se encuentra una “granja estatal” creada con tierras expropiadas a la población civil.
17Elizavéta, reina rumana que escribe bajo el seudónimo “Carmen Silva”.
18El seductor sevillano.
19Alexéi Máslov (“Biézhetskii”), escritor y periodista.
20Henry Block and Co., casa bancaria de Moscú.

Imagen: Denis Sholokhov, Novospassky monasterio, Moscú.

Tasa boticaria


-¡Padrecito! ¡Iván Ivánovich! ¡¡En qué estado está usted!!
-Mi mujer se enfermó… estuve en la botica… necesitaba comprarle una mixtura, y estas píldoras… Gracias a que, por relación, me hicieron un descuento: me dejaron el sombrero y la corbata… de todas formas, no da tanta vergüenza, ¿sabe?, con corbata…

Título original: Aptiekarskaya taksa, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 15, con dibujo de V.I. Porfíriev y la firma: “A.Ch.”.
Imagen: Camille Pissarro, The Boulevard Montmartre on a Winter Morning, 1897.

Preguntas y respuestas


Preguntas
1)¿Cómo averiguar las ideas de ella?
2)¿Dónde puede leer un iletrado?
3)¿Me ama la esposa?
4)¿Dónde se puede estar sin querer?

Respuestas
1)Hágale un registro.
2)En los corazones.
3)¿De quién?
4)En la comisaría.

Título original: Voprosi i otvieti, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 7, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Ivan Kramskoy, Portrait of the Artist Alexander Litovchenko, 1878.

El consejo


La puerta más ordinaria, de dormitorio. Está hecha de madera, pintada con una pintura blanca ordinaria, cuelga de unos ganchos simples, pero... ¿por qué es tan imponente? ¡Así exhala Olimpo! Al otro lado de la puerta está sentado... por lo demás, eso no es asunto nuestro.
De este lado están parados dos hombres que razonan:
Merci!
-Eso para usted, para la leche de los niños. Por sus trabajos, Maxím Ivánich. Pues tres años se alarga el asunto, no es broma... Disculpe, que es poco... ¡Procure sólo, padrecito! (Pausa.) Yo quisiera, benefactor, agradecerle a Porfírii Semiónich... Él es mi principal benefactor, y de él, más que todo, depende mi asunto... Obsequiarle, como un presente, no molestaría... unos doscientos, trescientos...
-¿A él... cientos? ¿Qué le pasa? ¡Pero usted se quemó, pariente! ¡Persígnese! Porfírii Semiónich no es así, para...
-¿No lo acepta? Lástima... Yo pues de alma, Maxím Ivánich... Esto no es ningún soborno... Esto es un presente, con pureza de alma... por los trabajos excesivos... Yo pues no soy insensible, entiendo su trabajo... ¿Quién ahora, por un salario, se hecha tal peso sobre sí? Hum... Así pues... Esto no es un soborno sino, así decir, un donativo legal...
-¡No, eso es imposible! ¡Él es tal hombre... tal hombre!
-¡Yo lo conozco, Maxím Ivánich! ¡Un hombre excelente! Y tiene un corazón super bondadoso, un alma filantrópica... humanista... Un cariño así... Te mira, y toda tu psicología te la revuelve... Yo rezo por él día y noche... ¡Sólo que el asunto pues, se alarga mucho tiempo! Bueno, y eso no es nada... Y por todas esas virtudes quisiera agradecerle a él... Unos trescientos rublos, por ejemplo...
-No lo va a aceptar... ¡Su naturaleza es otra! ¡La severidad! Y no se le acerque... Trabaja, se molesta, no duerme por las noches, y respecto a la gratitud u otra cosa, ni-ni... Unas reglas así. Y así decir, ¿para qué le hace falta a él su dinero? ¡Él mismo es millonario!
-Qué lástima... ¡Y yo quería tanto mostrarle a él mis sentimientos! (En voz baja) Y además, mi asunto se movería... ¡Pues tres años se alarga, padrecito! ¡Tres años! (En voz alta.) No sé, ni cómo proceder... Caí en el desánimo, benefactor mío... ¡Ayúdeme, padrecito! (Pausa.) Unos trescientos yo puedo... Eso seguro. Siquiera en este momento...
-Hum... Sí... ¿Cómo hacer pues? (Pausa.) Yo a usted, mire qué le aconsejo. Si ya desea agradecerle a él por el beneficio y la molestia, pues... permítame, yo le voy a decir... Informar... Yo a él puedo aconsejarle...
-¡Por favor, padrecito! (Pausa prolongada.)
-Merci... Él lo va a apreciar... Sólo que usted, no trescientos rublos... Con ese dinero sarnoso no se le acerque... Para él eso es cero, una nulidad... un gas... Usted déle mil...
-¡Dos mil! –dice alguien al otro lado de la puerta.
La cortina cae. ¡Pero que nadie piense mal de esto!

Título original: Soviet, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 7, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Ivan Kramskoy, Mina Moiseyev, Study, 1882.

jueves, 29 de noviembre de 2007

Chejov a M.I. Chaikóvskii


Moscú, 16 de febrero de 1890.

Querido Modést Ilích, su Sinfonía me gustó mucho, sobre las bellezas escénicas de la pieza yo sé juzgar sólo al regresar del teatro, y por eso permítame no hablar de éstas. Las virtudes literarias pues no ofrecen la mínima duda. Es una pieza inteligente, intelectual, escrita en un lenguaje excelente, y que produce una impresión muy definida. A pesar de que la mitad de los personajes no parece típica, de que las figuras como Mílochka están tocadas sólo casi-casi, la vida cotidiana se dibuja con claridad y yo, gracias a su pieza, tengo ahora una imagen de un medio que antes no conocía. Es una pieza útil. Lamento que yo no soy un crítico, de otra forma le escribiría una carta larga, y le demostraría que su pieza es buena.
Usted, al parecer, decía que su pieza no la entenderá el público, ya que la pieza dibuja un medio especial. Al leer la pieza yo, lo confieso, esperaba algo resalado pero, además de la “sinfonía”, la “ópera” y el “motivito”, no encontré nada especial, y por eso me permitiré no compartir sus temores.
Elena está bien hecha, aunque habla por lugares en un lenguaje masculino. El lugar, donde ella recuerda a la cantante de Mongeim, salió no lo suficiente cálido, precisamente, gracias a esa manera de expresarse a lo masculino. Los signos de puntuación en ese recuerdo yo los pondría de otra forma; por ejemplo, después de las palabras “con el ridicule1 en las manos”, pondría punto suspensivo, después la palabra “ella” la tacharía. Si, por lo demás, las cantantes como Elena se masculinizan, pues no tengo razón. Todo esto son pequeñeces.
Yádrintziev se parece al Adáshev2 de Suvórin. Jódikov está hecho excelentemente, el tío es un muy gentil cerdo... Más que todo me gustaron el I, II y V actos, menos que todos el III, donde Mílochka no tiene ni una frase jugosa, larga, sino sólo una suerte de sollozo. El final es agudo, mejor no se puede pensar.
A Jódikov debe interpretarlo Svobódin.
Imagino qué bien saldría su Sinfonía en nuestro Teatro Máli. Aquí saben conversar en la escena –eso es importante. El segundo acto lo pondrían de maravilla.
Perdone, que escribo sabe el diablo cómo, sin pies ni cabeza. No sé expresar mis opiniones, aunque me llamo un literato.
A Sajalín voy en abril. Si antes de ese tiempo estará en Moscú, le ruego encarecidamente que me visite. Que esté saludable, y no olvide a su admirador y un poquito compañero de juerga.

A. Chejov.

1Ridicule (expresión anticuada), bolsita de mano de mujer.
2Adáshev, personaje de Tatiana Riépina, pieza de Alexéi Suvórin.

Imagen: Gustav Klimt, Auditorium in the Old Burgtheater.

Chejov a A.N. Pleschéev


Moscú, 15 de febrero de 1890.

Le respondo, querido Alexéi Nikoláevich, al instante de recibir su carta. ¿Ya fue su onomástico? ¡¡Sí, y yo lo olvidé!! Perdone, hijito, y reciba de mi parte una felicitación tardía.
¿Acaso no le gustó La sonata a Kreutzer?1 Yo no digo que sea una cosa genial, eterna –no soy juez ahí pero, en mi opinión, entre todo lo que se escribe ahora entre nosotros y en el extranjero, apenas se pueda encontrar algo semejante por la importancia de la idea y la belleza de la ejecución. Sin hablar ya de las virtudes artísticas, que por lugares son asombrosas, hay que dar gracias al relato ya sólo porque éste excita el pensamiento en extremo. Al leerlo, apenas te contienes para no gritar: “¡Eso es verdad!” o, “¡Eso es absurdo!” Es verdad, tiene unos defectos muy enojosos. Además de todo lo que usted enumeró, en éste hay algo aun, que no se quisiera perdonar a su autor, y precisamente –la valentía con que Tolstoi diserta de lo que no conoce y, por terquedad, no quiere entender. Así, sus juicios sobre la sífilis, las casas de educación, sobre la repulsión de las mujeres a la cópula y demás, no sólo pueden ser disputados, sino que denuncian abiertamente a un hombre ignorante, que no se tomó el trabajo en el transcurso de su larga vida, de leer dos-tres libritos escritos por los especialistas. Pero, de todas formas, esos defectos vuelan como las plumas al viento; debido a las virtudes del relato simplemente no los adviertes, y si los adviertes, pues sólo te enoja un poco que el relato no evitó la suerte de todas las obras humanas, que todas no son perfectas y no están libres de manchas.
¿Están enojados conmigo mis amigos y conocidos petersburgueses2? ¿Por qué? ¿Porque los cansé poco con mi presencia, que me cansó a mí mismo ya hace tiempo? Apacigüe sus mentes, dígales que en Petersburgo almorcé bastante, cené bastante, pero que no encanté ni a una sola dama, que yo cada día estaba seguro de que me iría por la noche en el de correo, que me retuvieron los amigos y la Antología marina3, que necesitaba hojear toda, empezando desde 1852. Viviendo en Peter, yo en un mes hice tanto, como no harán mis jóvenes amigos en todo un año. ¡Por lo demás, que se enojen!
Acerca de que me fui con Scheglóv a caballo a Moscú, telegrafió el joven Suvórin a los nuestros por broma, y los nuestros se lo creyeron; en lo que respecta a los 35 000 mensajeros4 que vinieron corriendo a mí desde el ministerio, para invitarme a ser gobernador general de la isla Sajalín, pues eso es simplemente un absurdo. Mi hermano Mísha escribió a los Lintvarióv que yo gestiono para entrar a Sajalín, y ellos, por lo visto, no así lo entendieron. Si ve a Gálkin-Vráskii, dígale que no se preocupe mucho por las reseñas para sus informes. De sus informes yo voy a hablar ampliamente en mi libro e inmortalizaré su nombre; los informes no son importantes: el material es admirable y rico, pero los autores-funcionarios no supieron aprovecharlo.
Todo el día estoy sentado, leo y hago extractos. En la cabeza y el papel no hay nada, excepto Sajalín. Una alienación. Mania Sachalinosa.
Hace poco almorcé en casa de Yermólova5. Una florecilla silvestre que, tras caer en un bouquet de claveles, se hizo más fragante por la buena vecindad. Así y yo, tras almorzar en casa de la estrella, sentía la aureola alrededor de mi cabeza dos días después.
Leí la Sinfonía de M. Chaikóvskii6. Me gustó. Se obtiene después de la lectura una impresión muy definida. La pieza debe tener éxito.
Adiós, hijito mío, venga. Un saludo a los suyos. Mi hermana y mi madre lo reverencian.

Suyo, A. Chejov.

1El Comité de censura prohíbe publicar en una revista La sonata a Kreutzer, novela de Liév Tolstoi; la editorial El mediador aprovecha la ocasión para imprimir 300 ejemplares litografiados que circulan de mano en mano.
2Alexéi Pleschéev escribe a Chejov el 13 de febrero de 1890: “Algunos amigos suyos se quedaron molestos con usted en Petersburgo (no del círculo de Tiempo nuevo, por supuesto) y, a decir verdad, no sin fundamento. Yo mismo, en parte, podría ser contado entre ellos. Ninguno alcanzó casi a platicar con usted como se debe. Usted iba a verlos a todos por un breve instante, siempre se apuraba a irse, como si hubiera ido por obligación, y finalmente se despidió diciéndole a unos que se iba hoy, a otros que mañana, y después se quedó aún dos semanas y medias en Petersburgo. Y eso, propiamente, significa en traducción a la lengua humana: déjenme en paz” (LN, tomo 68, pag. 356-357)
3Se refiere al Índice sistemático y alfabético de la Antología marina, 1848-1872 (SPb., 1875).
4Sobre los 35 000 correos véase el monólogo de Jlestakóv en El inspector, comedia de Nikolai Gógol.
5Chejov asiste a un almuerzo, junto a otros escritores y actores, en casa de María Yermólova, actriz del Teatro Máli. Sus palabras sobre ésta son una paráfrasis del poema Florecilla sencilla, silvestre... (1805), de Iván Dmítriev.
“Aprovechando la llegada de A.S. Suvórin, M.N. Yermólova invitó a almorzar a su casa a algunos escritores y artistas. Estuvo también A.P. Chejov. Hablaron, por supuesto, de teatro, recordaron a los actores pasados, se extasiaron con el pasado hermoso. Y ahí, el siempre taciturno Chejov, al referirse a la situación actual del teatro, empezó a señalar las condiciones increíbles en que debía trabajar nuestro actor. Aproximadamente, eran las ideas que Chejov (…) puso en boca de su Svietlovídov (El canto del cisne), y después en boca de la cazada Gaviota” (Nik. Abriénin. Memoria de A.P. Chejov, Teatro y arte, 1904, Nº 29, 18 de julio).
6Chejov lee la pieza de Modést Chaikóvskii en el manuscrito y escribe después a su autor sus impresiones.

Imagen: Denis Sholokhov, Monasterio Donskoi.

Chejov a M.N. Gálkin-Vráskii


Petersburgo, 20 de enero de 1890.

¡Su excelencia, muy señor mío, Mijaíl Nikoláevich!
Suponiendo, en la primavera de este año, dirigirme con fines científicos y literarios a la Siberia Oriental, y deseando, entre tanto, visitar la isla Sajalín, tanto su parte central como sureña, me tomo la libertad de rogar humildemente a su excelencia, prestarme el posible concurso en mi alcance de los referidos fines.
Con sincero respeto y devoción, tengo el honor de ser de su excelencia un humilde servidor1.

Antón Chejov.

Día 20 de enero de 1890.
Pequeña Italiana, 18, apto. de A.S. Suvórin.

1Chejov entrega personalmente esta carta en la cancillería de la Gerencia principal de cárceles. Posteriormente, explica a Gálkin-Vráskii los objetivos de su viaje y le solicita un permiso por escrito para la inspección de las cárceles de Sajalín; después de recibir al autor, Gálkin-Vráskii da al gobernador de la isla Sajalín la orden secreta de no permitir a Chejov acercarse a los deportados políticos.

Imagen: Vasily Surikov, Monument to Peter the Great on Senate Square in St Petersburg.

La tarea


Propongo a la solución del lector una tarea.
Yo, mi esposa y la suegra salimos a las 2 de la madrugada de una casa, donde los tres estuvimos fiestando en la boda de un pariente lejano nuestro. En la boda, por supuesto, bebimos y picamos.
-En mi estado yo no puedo ir a pie -declaró mi esposa. –Alquila, Kiriúsha, a un cochero.
-¡Sabe Dios lo que inventas, Dásha! –protestó la suegra. -¡Con la carestía actual, cuando no hay para el pan y el té... no hay leña, y tú para el cochero! ¡No la escuches, padrecito!
Pero yo, preciando la salud de mi esposa y el fruto del amor de mi desdichada1 (el lector, por supuesto, ya adivinó que mi esposa estaba en un estado interesante), y hallándome en ese estadio de beatífica, humilde y sabia ebriedad, cuando el andar a pie sirve de excelente, didáctico y auxiliar paseo para entender la teoría de Copérnico sobre la rotación de la tierra, no escuché a la suegra y le grité al cochero. El cochero se acercó rodando y... Pero aquí empieza la misma tarea.
Las medidas de los trineos de plaza ustedes las conocen. Yo soy un literato, de lo que se deduce que soy flaco y de poco peso. Mi esposa también es flaca, pero de todas formas es más ancha que yo, ya que sus medidas diametrales han aumentado por voluntad del destino. Y la suegra constituye en sí una distancia de inmensa medida, su diámetro es igual a su longitud, su peso es de 7 puds2 con 24 libras.
-Los tres no nos sentamos con un cochero –dije yo. –Hay que alquilar a otro más.
-¿Tú, padrecito, te volviste loco, o qué? –terqueó la suegra. -¡El apartamento, no hay con qué pagarlo, y tú quieres dos cocheros! ¡No lo voy a permitir! ¡Y mi bendición no la tendrán! ¡Los voy a maldecir!
-Pero entienda pues, mamásha –dije con la voz más reverente posible, -los tres, sentarnos, no podemos de ningún modo. Si usted se sienta pues, estando, gracias a Dios, rolliza, ocupará tres cuartas partes del asiento. Yo pues, como soy delgado, es posible, aún me puedo sentar a su lado, pero Dáshenka, en ocasión de su estado, no puede sentarse a su lado. ¿Dónde pues se va a sentar ella?
-¡Como quieran, mis torturadores! –dejó de la mano la suegra. -¡Pero para alquilar a otro cochero no tienen mi bendición!
-Bueno... –empecé a pensar en voz alta. –Yo, como el delgado, me sentaré con usted, pero entonces Dáshenka no tiene donde sentarse, y si yo me siento con Dásha, no hay lugar para usted... Bueno... Espere... Si, supongamos, yo me siento con usted, y a Dásha nos la ponemos sobre las rodillas, pero... eso es físicamente imposible: los malditos trineos son estrechos... Bueno, ¿y si, supongamos, yo me siento con mamásha, y tú, Dásha, en el pescante, al lado del cochero?... Dásha, ¿quieres al lado del cochero?
-¡Yo soy una viuda noble –se enojó la suegra, -y no permitiré, que mi carne y mi sangre esté sentada al lado de un mujík! ¿Y dónde se ha visto eso, que las damas se sienten en los pescantes?
-En ese caso, he aquí cómo haremos –dijo mi ocurrente esposa. –Mamásha se sentará como es debido, y yo me sentaré abajo, a sus pies, me encogeré, me achicaré, y me voy a mantener en ese lugarcito vacío, que está a su lado; tú pues, Kiriúsha, te sentarás en el pescante... Tú no eres noble, tú puedes en el pescante...
-Así pues así, -me rasqué la nuca, -pero yo estoy bebido, y puedo caerme del pescante...
-¡Te amonaste! –rezongó la suegra. –Bueno, si tienes miedo a caerte del pescante, así, párate en la trasera y agárrate fuerte del espaldar con las manos... Iremos despacio, no te caerás...
Por muy borracho que estuviera, rechacé ese proyecto deshonroso con desprecio: un literato ruso, y de pronto, ¡¿en la trasera?! ¡Sólo eso faltaba!.. Agotado con la ebriedad y el rompecabezas, con la solución de la tarea que se me había dado, yo ya estaba dispuesto a dejarlo y dirigirme a casa a pie, cuando de pronto el cochero se volteó hacia nosotros y dijo:
-Ustedes hagan así...
Y nos propuso un proyecto que fue aceptado.
¿En qué estribaba ese proyecto?
PS. Manual temporal para los no adivinos: según el proyecto del cochero, yo me senté al lado de la suegra, y mi esposa estaba tan cerca de mí, que me podía susurrar en la oreja. “Tú, Kiriúsha, me empujas con el codo. ¡Échate un poquito para atrás!” El cochero estaba sentado en su lugar. Después de esto, no es difícil adivinar.
Solución de la tarea.
Yo estaba sentado al lado de la suegra, de espalda al cochero y con las piernas colgando por fuera, por encima del espaldar del trineo. Mi esposa estaba parada en el trineo en ese lugar, donde deberían estar mis piernas, si yo hubiera estado sentado como una persona, y se agarraba de mis hombros.

1“El fruto del amor de mi desdichada”, de Bajo la tarde de un otoño encapotado, poema de Alexánder Púshkin.
2Pud, antigua medida rusa de peso igual a 16, 3 kg.

Título original: Zadacha, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 46, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Boris Kustodiev, Merchant Wife at Tea Table, 1918.

Mi Domostrói1


Por la mañana, cuando yo, recobrado del sueño, me paro ante el espejo y me pongo la corbata, a mi habitación entran en silencio y con ceremonia mi suegra, mi esposa y mi cuñada. Ellas se ponen en fila y, sonriendo con respeto, me dan los buenos días. Yo les asiento con la cabeza y les doy un discurso, en el que les explico que el cabeza de la casa, soy yo.
-Yo a ustedes, racailles2, les doy de comer, de beber, las instruyo –les digo-, les enseño, lerdas, el juicio y la razón, y por eso ustedes están obligadas a respetarme, a venerar, palpitar, maravillarse con mis obras, y a no salirse de los límites de la obediencia ni un milímetro, en caso contrario... ¡Oh, cien diablos y una bruja, ustedes me conocen! ¡Al cuerno del carnero las mando! ¡Yo les enseñaré, dónde invernan los cangrejos3!, y demás.
Tras escuchar mi discurso, mis inquilinas salen y se dedican a la tarea. Mi suegra y mi esposa corren a las redacciones con los artículos: mi esposa a El despertador, mi suegra a Las noticias del día, a donde Lípskierov4. Mi cuñada se sienta a pasar en limpio mis folletines, relatos y tratados. Para el cobro del honorario envío a mi suegra. Si el editor paga poco, convida con “desayunos” pues, antes de enviar por el honorario, alimento tres días a mi suegra sólo con carne cruda, la exaspero hasta la furia y le inculco un odio invencible a la tribu editorial; ella, roja, feroz, borbotando, va por la paga, y no hubo una ocasión en que volviera con las manos vacías. Dentro de sus obligaciones está la protección de mi persona de la importunidad de los acreedores. Si los acreedores son muchos y no me dejan dormir, pues le inoculo a mi suegra la rabia, según el método de Pasteur, y la pongo en la puerta: ¡no se cuela ni un bribón!
En el almuerzo, cuando me deleito con las legumbres y el ganso con col, mi esposa se sienta al piano y toca para mí algo de Boccaccio, Elena y Las campanas de Corneville5, y mi suegra y mi cuñada bailan la cachucha alrededor de la mesa. A esa que me complace en particular, le prometo regalarle un libro de mi creación, con el facsímile del autor, y no mantengo la promesa, ya que la afortunada ese mismo día, con alguna acción, se atrae mi cólera, y de esa forma pierde el derecho al premio. Después de almuerzo, cuando me relajo en el diván, expandiendo el olor del tabaco a mi alrededor, mi cuñada lee en voz alta mis obras, y mi suegra y mi esposa escuchan.
-¡Ah, qué bien! –están obligadas a exclamar. -¡Excelente! ¡Que profundidad de pensamiento! ¡Que mar de sentimiento! ¡Maravilloso!
Cuando empiezo a dormitar, ellas se sientan a un costado y susurran en voz alta, para que yo pueda oír:
-¡Es un talento! ¡No, es un extraordinario talento! ¡La humanidad pierde mucho, al no intentar entenderlo! ¡Pero qué dichosos somos nosotros, los insignificantes, que vivimos bajo un mismo techo con tal genio!
Si yo me duermo, pues la de guardia se sienta a mi cabecera y me espanta las moscas con un abanico.
Al despertarme, yo grito:
-¡Pelmas, el té!
Pero el té ya está listo. Me lo traen y me ruegan con una reverencia:
-¡Coma, padre y benefactor! Aquí tiene la confitura, aquí el bollito... Reciba nuestra ofrenda posible.
Después del té, comúnmente, las castigo por los desacatos en contra del bienestar hogareño. Si no hay desacatos, pues el castigo se registra a cuenta del futuro. El grado del castigo corresponde a la magnitud del desacato.
Así, si estoy insatisfecho con la copia, la cachucha o la confitura, pues la culpable está obligada a aprender de memoria varias escenas de la vida del mercader, correr en un solo pie por todas las habitaciones e ir por la obtención del honorario a la redacción, en la que yo no trabajo. En caso de desobediencia o expresión de disgusto, recurro a medidas más severas: encierro en la despensa, doy a oler alcohol de amoníaco y demás. Si mi suegra empieza a alborotar, pues mando por el alguacil y el portero.
Por la noche, cuando duermo, todas mis tres inquilinas no duermen, caminan por las habitaciones y hacen guardia, para que los ladrones no roben mis obras.

1Domostrói, código de reglas cotidianas y preceptos de la Rusia antigua, regulado por el arcipestre Silvestre.
2Racaille, canalla, chusma.
3Yo le enseñaré, dónde invernan los cangrejos (amenaza), aproximadamente, le enseñaré lo que es bueno.
4Abrám Lípskierov, periodista, editor del periódico ilustrado Las noticias del día, muy popular en Moscú.
5Boccaccio, opereta de Franz von Suppé; La hermosa Elena, opereta de Jacobo Offenbach; Las campanas de Corneville, opereta de Robert Planquette.

Título original: Moi domostroi, publicado por primera vez en la revista Budilnik, 1886, Nº 42, con la firma: “El hermano de mi hermano”.
Imagen: Joaquin Sorolla y Bastida, Mi mujer y mis hijas en el jardín.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

La plática del ebrio con el diablo sobrio


El antiguo funcionario de la dirección intendente y secretario colegiado retirado, Lajmátov, estaba sentado a la mesa de su casa y, bebiendo la decimosexta copita, meditaba sobre la fraternidad, la igualdad y la libertad1. De pronto, detrás de la lámpara, se le apareció el diablo... Pero no se asuste, lectora. ¿Sabe usted, qué es el diablo? Es un joven de aspecto agradable, con una jeta negra como las botas y unos expresivos ojos rojos. En la cabeza tiene, aunque no está casado, unos cuernitos... Un peinado à la Capoule2. El cuerpo está cubierto de lana verde y huele a perro. Abajo de la espalda cuelga el rabo, que termina en una flecha... En lugar de dedos, garras, en lugar de pies, pezuñas de caballo. Lajmátov, al ver al diablo, se turbó un poco pero después, al recordar que los diablos verdes tienen la estúpida costumbre de aparecerse a todos los hombres bebidos en general, pronto se tranquilizó.
-¿Con quién tengo el honor de hablar?- se dirigió al no invitado visitante.
El diablo se confundió y bajó los ojos.
-No se cohíba usted- continuó Lajmátov.- Venga más cerca... Yo soy un hombre sin prejuicios, y puede hablar conmigo con franqueza... de alma... ¿Quién es usted?
El diablo, indeciso, se acercó a Lajmátov y, doblando la cola debajo de sí, reverenció con amabilidad.
-Yo soy el demonio, o el diablo... –se recomendó. –Funjo como funcionario de encargos especiales ante su excelencia en persona, el director de la cancillería infernal, ¡el sr. Satanás!
-He oído, he oído... Mucho gusto. ¡Siéntese! ¿No quiere vodka? Me alegro mucho... ¿Y a qué usted se dedica?
El diablo se confundió aún más...
-Hablando con propiedad yo, ocupaciones definidas, no tengo... –respondió con turbación, tosiendo y sonándose la nariz “a la jeroglífico”. –Antes, realmente, teníamos una ocupación... Tentábamos a los hombres... los desviábamos del camino del bien hacia la senda del mal... Pero ahora esa ocupación, entre nous soit dit3, no vale ni una escupida... Ya no hay caminos de bien, no hay de qué desviar. Y además, los hombres se han hecho más pícaros que nosotros... Dígnese pues a tentar a un hombre, cuando él en la universidad terminó todas las ciencias, “¡pasó por el fuego, el agua y los tubos de cobre4!” ¿Cómo puedo yo enseñarle a robar un rublo, cuando usted ya se hurtó mil sin mi ayuda?
-Es así... Pero, no obstante, ¿usted pues se dedica a algo?
-Sí... Nuestro puesto anterior, ahora, puede ser sólo nominal pero, a pesar de todo, tenemos trabajo... Tentamos a las damas de clase, empujamos a los jóvenes a escribir versos, obligamos a los mercaderes borrachos a golpear los espejos... En la política pues, en la literatura y en la ciencia, ya hace tiempo que no nos metemos. No entendemos ni un pepino de eso... Muchos de nosotros colaboran en El jeroglífico5, los hay incluso tales, que dejaron el infierno e ingresaron a los hombres... Esos diablos retirados, que ingresaron a los hombres, se casaron con mercaderes ricas y viven ahora de modo estupendo. Algunos de ellos se dedican a la abogacía, otros editan periódicos, ¡en general, son hombres muy prácticos y respetados!
-Disculpe por la pregunta indiscreta: ¿qué salario recibe usted?
-La situación nuestra es la anterior... –respondió el diablo.-La plantilla no ha cambiado nada... El apartamento, la iluminación y la calefacción son públicos, como antes... Salario pues no nos dan, porque nosotros todos nos consideramos fuera de plantilla, y porque el diablo es un puesto honorable... En general, hablando con franqueza, se vive mal, aunque vayas por el mundo... Gracias a los hombres que nos enseñaron a aceptar sobornos, si no ya hace tiempo que nos hubieran degollado... Sólo vivimos con las ganancias... Abasteces de provisiones a los pecadores, bueno y... te empeñas... Satanás envejeció, se va siempre a ver a Zukki6, no está para rendir cuentas ahora...
Lajmátov sirvió al diablo una copita de vodka. Éste bebió y se soltó a hablar. Reveló todos los secretos del infierno, desahogó el alma, lloró un poco y le gustó tanto a Lajmátov, que éste lo dejó incluso pernoctar en su casa. El diablo durmió en la estufa y deliró toda la noche. A la mañana desapareció.

1“Libertad, Igualdad, Fraternidad”, lema de la revolución francesa.
2Joseph Capoule, tenor francés de la Ópera de San Petersburgo con reputación de ser un gran conocedor de la moda.
3Entre nous soit dit, entre nosotros sea dicho.
4“Pasar por el fuego, el agua y los tubos de cobre”, alusión a la fórmula de los alquimistas para trasmutar los metales en oro.
5El jeroglífico, revista semanal de “ciencias ocultas” de pacotilla.
6Virginia Zukki, bailarina italiana que actúa en los teatros de Moscú y otras ciudades de Rusia.

Título original: Bicieda pianovo s triezvim chortom, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1886, Nº 6, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Mikhail Vrubel, Portrait of a Businessman K. Artsybushev, 1895-1896.

El perdón


En el día del perdón1 yo, según la costumbre cristiana y según mi cordialidad, los perdono a todos...
Al cerdo triunfante2 lo perdono, por que éste... contiene en sí triquina.
Perdono en general todo lo viviente, apretado, opresivo y asfixiante... como: las botas apretadas, el corset, las ligas y demás.
Perdono a los boticarios, por que preparan tintas rojas.
Al soborno, por que lo aceptan los funcionarios.
A la papilla del abedul3 y a las lenguas antiguas, por que nutren a los jóvenes y brindan placer a los ancianos4, y no al revés.
A La voz5, por que se cerró.
A los consejeros activos, por que gustan de comer bien.
A los mujíks, por que son malos gastrónomos.
Perdono al billete del rublo... A propósito: un secretario del consistorio, teniendo en sus manos un rublo recién ganado, decía al diácono: “¡Pues ves, mira tú conmigo, padre diácono! ¡De ningún modo entiendo mi carácter! Tomemos siquiera pues, este rublo de ejemplo... ¿Qué es? Cae pues, está humillado, deshonrado, se ennegreció más que el hollín, perdió toda honesta reputación, ¡y yo lo quiero! Lo quiero a pesar de todos sus defectos, y lo perdono... ¡Nada puedes hacer, hermano, con mi buen carácter!” Así pues y yo...
Me perdono, por que no soy un noble y no empeñé aún la posesión de mis padres.
A los literatos los perdono, por que aún y hasta ahora existen.
Perdono a Okréitz6, por que su Rayo no es tan suave como se requiere.
Perdono a Suvórin7, los planetas, los cometas, las damas de clase, a ella y, finalmente, al punto, que me impide perdonar hasta el infinito.

1El día 19 de febrero de 1884 cae domingo, último día del carnaval y vísperas de cuaresma; ese domingo, por costumbre, las personas se piden perdón las unas a las otras, y se perdonan a sí mismas.
2La imagen proviene de la escena dramática El cerdo triunfante o la plática del cerdo con la verdad, cap. VI del ciclo En el extranjero, de Mijaíl Saltikóv-Schedrín.
3Polémica sobre la autorización de los castigos corporales en las escuelas secundarias, en los que se utilizan ramas de abedul.
4Cita incorrecta de En el día de la ascensión al trono de toda Rusia de su majestad la soberana emperatriz Elizavéta Petróvna, en el año de 1747, oda de Mijaíl Lomonósov.
5La voz, periódico social, político y literario de San Petersburgo, suspendido en 1883 por tendencia liberal.
6Stanisláv Okréitz, redactor de El rayo, revista conservadora semanal.
7Alexéi Suvórin, periodista, editor del periódico Tiempo nuevo, amigo de Chejov.

Título original: Proschenie, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 7, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Osip Braz, Antón Chejov, 1898.

Testamento del viejo año 1883


¡Amadísimo hijo mío, Año 1884!
Estando en mi sano juicio y con plena razón, un poco, por lo demás, “achispado” (estuve, ¿sabes?, donde Savrasiénkov2, y me tomé antes de la partida ½ botella de champagne finlandés, aunque el “achispado” no impide preparar las actas notariales a nadie, incluso a los notarios), te testo lo siguiente:

1)Todo el globo terráqueo con sus cinco partes del mundo, los océanos, las cordilleras, los periódicos, los comprachicos3, París, las cocottes de ambos sexos y todas las edades, el Polo norte, el talco pérsico, el teatro de Móshnin4, el ungüento de Ivánov5, Schestiórkin6, los hacendados en bancarrota, las colonias, los cocodrilos, Okréitz7 y demás.
2)Dinero no te testo, ya que no tengo. En toda mi estancia anual en el globo terráqueo no lo vi en ningún lugar, ni en la caja de una vía tan rica como la Lozóvo-Sevastópol. Algo parecido al dinero vi sólo en las cajas de crédito, en las cañas de las botas de los señores taberneros, en el baúl del turco de Taganróg, Valiano8, y en los bolsillos de los camareros moscovitas.
3)Junto a los viejos chanclos te testo lo que me testaron los abuelos y los bisabuelos (empezando desde el año 1800), y lo que tendrás que, probablemente, dejar a tus nietos y bisnietos:
a)El coro de cantores y jetudos.
b)Los compositores de polcas y valses.
c)El cuentista Guliévich (autor)9, su frac, cilindro y maneras.

Si sabes vender estos trastos viejos a los traperos tártaros, pues te llamarán, por lo menos, benefactor de la humanidad.

4)Termina el asunto de Kórsov y Zakzhévskii10 y, para complacer a las señoras moscovitas, empieza otro.
5)Pon en este testamento los signos de puntuación, y si tú mismo no sabes, pues encárgale hacer eso a alguno de los colaboradores de El despertador.
6)En calidad de secretario me llevo conmigo al Estío al poeta y ex redactor Stálinskii11.
7)Me llevo conmigo también la pelliza del pintor Ch.12, con lo que haré un gran servicio a los señores estetas.
8)Más nada te testo.

Tu padre, Año 1883.

Fiel al original:
El hermano de mi hermano.

1Los “documentos jurídicos”, género común en la prensa humorística de la Rusia zarista. Véase, por ejemplo:
“Tres documentos sobre el año 1883. I. Acta acusatoria. II. Demanda civil. III. Veredicto del juzgado de la Historia (Víctor Bilíbin), (Retazos, 1884, Nº 1, 7 de enero). Víctor Bilíbin nombra asimismo al año 1883 “hijo de la eternidad”, y su veredicto de la Historia dice: “Y las pérdidas, ocasionadas por éste, cobrárselas al doble a su heredero legal, el año 1884.”
2K.E. Savrasiénkov, dueño de un hotel y un restaurante de Moscú, en el boulevard Tvierdskáya.
3Miembros de asociaciones delictivas dedicadas al secuestro, compra y venta de niños en España, Inglaterra, Alemania y Francia en los siglos XIII-XVII.
4El folletín Entre los gentiles moscovitas, de El despertador, informa: “Este teatro, como se sabe, en verano parecía una lavandería o una herrería, y en invierno en éste, por una paga de arriendo bastante modesta, los aficionados demolían el drama ” (1884, Nº 41, pag. 492).
5Véase Semblanza de las celebridades contemporáneas, pag. …
6I.I. Shestiórkin, jefe del Consejo de pequeños burgueses de Moscú.
7Stanisláv Okréitz, redactor de El rayo, revista semanal conservadora.
8Mark Valiano, mercader de Tanganróg, que hace fortuna en el comercio de mercancías de contrabando.
9A.A. Guliévich, actor cómico del grupo teatral de Mijaíl Lientóvskii, anunciado en los afiches de sus piezas como “Guliévich (autor)”.
10Gottfried Gering (“Bogomír Kórsov”) e Y.F. Zakzhévskii, actores de la Ópera imperial de Moscú involucrados en un largo proceso judicial, donde Zakzhévskii acusa a Kórsov de calumnia.
11E. Stálinskii, redactor de la revista Moscú, vendida en subasta en 1883.
12Probablemente, alusión a Nikolai Chejov, hermano fallecido del escritor.

Título original: Zavieshanie starovo, 1883vo goda, publicado por primera vez en la revista Budilniki, 1884, Nº 1, con la firma del texto.
Imagen: Victor Vasnetsov, At a Bookseller's, 1876.

Contrato del año 1884 con la humanidad


En el año mil ochocientos ochenta y cuatro, el 1er día de enero, nosotros, los abajo firmantes, la Humanidad por una parte y el Nuevo año 1884 por la otra, concertamos entre sí un convenio por el cual: 1)Yo, la Humanidad, me comprometo a esperar y despedir al Nuevo año 1884 con champagne, visitas, escándalos y actas. 2)Me comprometo a nombrar con su nombre a todos los calendarios existentes en el globo terráqueo. 3)Me comprometo a depositar en él grandes esperanzas. 4)Yo, el Nuevo año 1884, me comprometo a no satisfacer esas esperanzas. 5)Me comprometo a tener no más de 12 meses. 6)Me comprometo a dar a todos los Kasián, deseosos de celebrar el onomástico, un veintinueve de febrero. 7)En caso de incumplimiento de alguno de estos puntos por una de las partes, se pagará 10 000 rublos de multa en billetes de banco, a gríviennik por rublo. 8)Este convenio se conserva por ambas partes de forma sagrada e inviolable; el convenio original lo tiene la Humanidad, y la copia el Nuevo año 1884.

El Nuevo año 1884 metió la mano en esto.
La Humanidad.

Este convenio lo presenta a mí, al Hombre sin bazo, notario temporal, en mi oficina situada en casa del diablo, el no portador de rango Nuevo año 1884, viviente en el calendario del secretario de gobierno, A.S. Suvórin1, y la Humanidad, viviente bajo la luna, conocidos míos en persona y tenedores de capacidad legal para la ejecución de las actas.
De la Asamblea municipal se recauda 18 rub. 14 kóp., de Las campanas de Corneville 3 rub.50 kóp. 2, a favor de los heridos en la batalla de B. Markiévich con el Comité literario teatral3 1 rub.12 kóp.

Notario: El hombre sin bazo.
M.P.

1Calendario ruso del año 1884 de A. Suvórin, publicado en San Petersburgo.
2Las campanas de Corneville, opereta de Robert Planquette (1877). El Calendario ruso del año 1885 de A. Suvórin informa en su sección Anales rusos: “El conocido empresario Lientóvskii, por la puesta de la 6ta opereta sin permiso de los autores, ha sido condenado por el Tribunal del distrito de Moscú a prisión domiciliaria…”.
3El drama El tufo de la vida, de Boliesláv Markiévich, es, en palabras de su autor, “rechazado por el Comité teatral literario” y “desechado por la Dirección de teatros imperiales” (véase Cartas de B.M. Markiévich al conde A.K. Tolstoi, P.K. Schebálskii y otros, SPb., 1885). En su sección Retazos de la vida moscovita, de Retazos, Chejov escribe: “Vimos y olimos El tufo de la vida –drama del conocido petimetre moscovita y hombre de salón, B. Markiévich, ese mismo drama que, con tal estruendo, se hundió en la tierra en el Comité literario teatral. Con no menor estruendo se hundió éste en el teatro de Lientóvskii…”(1884, Nº 7, 18 de febrero).

Título original: Kontrakt 1884 goda s cheloviechestvom, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 2, con la firma del texto.
Imagen: First Russian stamp.