martes, 20 de noviembre de 2007

Un caso venenoso


Cuán peligroso es a veces suscribirse a los periódicos lo atestigua el siguiente caso, que tuvo lugar no hace tanto tiempo en una de las redacciones moscovitas.
El folletinista S.M., en espera del redactor, a quien se presentó para el cobro del honorario, estaba sentado en la oficina, bostezaba y, sin nada que hacer, hojeaba los libros de la oficina. Junto a él estaba sentado el secretario y pasaba el lápiz por la mesa tontamente. ¿Y han visto ustedes alguna vez las mesas de las redacciones? ¡Interesantes mesas! Están todas arañadas, manchadas, abarrotadas de garabatos, jetotas, firmas. Se encuentran no raras veces firmas de personas célebres... Esos garabatos son notables: atestiguan cuán largo tiempo se espera el honorario y qué aburrido es su cobro... Tras lidiar con los libros, S.M. tomó maquinalmente el lápiz de manos del secretario, y empezó a pasarlo por La abeja del Don1... ¡Qué aburrido! Del lápiz pasó a la barrita de direcciones. Éstas son unas barritas comunes, en las que yacen unas cajetillas pequeñas. Cada cajetilla está compuesta de papelitos, en cada papelito está inscrita la dirección del suscriptor. S.M. empezó a examinar las cajetillas con pereza... Yélzis, Berdiánsks, Orlís, Skurátovs… Ivánovs, Petróvs, Sídorovs... ¡Qué aburrido!
“Hum… ¿Y cuál Elena Petróvna Piávkina es ésta? Hum... En Rostóv del Don... ¡Qué diablos! ¡Es ella!”
S.M. volteó en sus manos la dirección de Piávkina y la leyó otra vez...
“¡Sí, es ella! –decidió. –Cinco años antes me abandonó y me llevó mil rublos... Hum... Cinco años la busqué y no la encontré... ¡Me alegro mucho! Hay que tomar medidas”.
El folletinista apuntó la dirección de Elena Petróvna, sonrió y, regocijado, empezó a caminar por la oficina.
-¡Lo convido hoy a un almuerzo! –se dirigió al secretario. -¡Va por mí la moneda!
Al otro día S.M. estuvo donde su abogado. ¡Pobre Elena Petróvna!

1La abeja del Don, periódico de Rostóv del Don.

Título original: Yadovitii sluchai, publicado por primera vez en la revista Zritiel, 1883, Nº 14, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Edgar Degas, Portraits in a New Orleans Cotton office, 1873.