Almorzaron. Los estómagos sentían una pequeña beatitud, las bocas bostezaban, los ojos se empezaron a estrechar con la dulce soñolencia. El esposo encendió un puro, se desperezó y se arrellanó en el sofacito. La esposa se sentó a la cabecera y empezó a tararear... Ambos eran dichosos.
-Cuenta algo... -bostezó el esposo.
-¿Y qué contarte? Mm... ¡Ah, sí! ¿Oíste? Sofie Okúrkova se casó con ese... cómo se llama... ¡con von Tromb! ¡Qué escándalo!
-¿Y en qué está el escándalo ahí?
-¡Pero si Tromb es un villano! Es un canalla... ¡un hombre sin vergüenza! ¡Sin ningún principio! ¡Un monstruo moral! Era el administrador del conde, se enriqueció, ahora sirve en la vía férrea, y roba... A la hermana la despojó... Un canalla y un ladrón, en una palabra. ¡¿Y casarse con semejante hombre?! ¡¿Vivir con él?! ¡Me asombro! Una muchacha tan moral y... ¡ahí tienes! ¡Yo por nada me casaría con ese sujeto! ¡Aunque fuera millonario! ¡Aunque fuera bonito como no sé qué, lo dejaría! ¡No puedo imaginar a un esposo villano!
La esposa se levantó y, sonrojada, indignada, caminó por la habitación. Sus ojos se encendían de cólera. Su franqueza era evidente...
-¡Ese Tromb es un bicho! ¡Y las mujeres que se casan con esos señores, son mil veces estúpidas y triviales!
-Así... Tú, se supone, no te casarías... N-sí... Bueno, ¿y si tú te enteraras ahora, de que yo también... soy un canalla? ¿Qué harías?
-¿Yo? ¡Te dejaría! ¡No me quedaría contigo ni un segundo! ¡Yo puedo amar sólo a un hombre honrado! ¡Si yo me enterara de que tú hiciste, siquiera, una centésima parte de lo que hizo Tromb, yo... al instante! ¡Adieu, entonces!
-Así... Hum... Cómo me eres... Y yo no sabía... Je-je-je... ¡Miente la mujercita y no se sonroja!
-¡Yo nunca miento! ¡Prueba pues a hacer una villanía, y verás!
-¿Para qué voy a probar? Tú misma sabes... Yo aún soy más puro que tu von Tromb... Tromb es un mosquito en comparación. ¿Tú pones ojos grandes? Esto es extraño... (Pausa.) ¿Cuánto yo cobro de salario?
-Tres mil al año.
-¿Y cuánto cuesta el collar, que te compré hace una semana? Dos mil... ¿No es así? Y el vestido de ayer, quinientos... La casa de campo, dos mil... Je-je-je. Ayer tu papá me mendigó mil...
-Pero Pierre, las ganancias colaterales pues...
-Los caballos... El doctor de la casa... Las cuentas de las modistas. Hace tres días perdiste a las cartas cien rublos...
El esposo se levantó, apoyó su cabeza sobre los puños y recitó toda un acta acusatoria. Tras acercarse al escritorio, le enseñó a su esposa varias pruebas materiales...
-Ahora ves, mátushka, que tu von Tromb es una tontería, un ladroncito de bolsillo en comparación conmigo... ¡Adieu! ¡Ve, y en adelante no juzgues!
He terminado. Acaso el lector preguntará aún:
-¿Y ella, se fue del esposo?
Sí, se fue... a la otra habitación.
Título original: Ushla, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 5, con la firma: “A. Chejonté”.
-Cuenta algo... -bostezó el esposo.
-¿Y qué contarte? Mm... ¡Ah, sí! ¿Oíste? Sofie Okúrkova se casó con ese... cómo se llama... ¡con von Tromb! ¡Qué escándalo!
-¿Y en qué está el escándalo ahí?
-¡Pero si Tromb es un villano! Es un canalla... ¡un hombre sin vergüenza! ¡Sin ningún principio! ¡Un monstruo moral! Era el administrador del conde, se enriqueció, ahora sirve en la vía férrea, y roba... A la hermana la despojó... Un canalla y un ladrón, en una palabra. ¡¿Y casarse con semejante hombre?! ¡¿Vivir con él?! ¡Me asombro! Una muchacha tan moral y... ¡ahí tienes! ¡Yo por nada me casaría con ese sujeto! ¡Aunque fuera millonario! ¡Aunque fuera bonito como no sé qué, lo dejaría! ¡No puedo imaginar a un esposo villano!
La esposa se levantó y, sonrojada, indignada, caminó por la habitación. Sus ojos se encendían de cólera. Su franqueza era evidente...
-¡Ese Tromb es un bicho! ¡Y las mujeres que se casan con esos señores, son mil veces estúpidas y triviales!
-Así... Tú, se supone, no te casarías... N-sí... Bueno, ¿y si tú te enteraras ahora, de que yo también... soy un canalla? ¿Qué harías?
-¿Yo? ¡Te dejaría! ¡No me quedaría contigo ni un segundo! ¡Yo puedo amar sólo a un hombre honrado! ¡Si yo me enterara de que tú hiciste, siquiera, una centésima parte de lo que hizo Tromb, yo... al instante! ¡Adieu, entonces!
-Así... Hum... Cómo me eres... Y yo no sabía... Je-je-je... ¡Miente la mujercita y no se sonroja!
-¡Yo nunca miento! ¡Prueba pues a hacer una villanía, y verás!
-¿Para qué voy a probar? Tú misma sabes... Yo aún soy más puro que tu von Tromb... Tromb es un mosquito en comparación. ¿Tú pones ojos grandes? Esto es extraño... (Pausa.) ¿Cuánto yo cobro de salario?
-Tres mil al año.
-¿Y cuánto cuesta el collar, que te compré hace una semana? Dos mil... ¿No es así? Y el vestido de ayer, quinientos... La casa de campo, dos mil... Je-je-je. Ayer tu papá me mendigó mil...
-Pero Pierre, las ganancias colaterales pues...
-Los caballos... El doctor de la casa... Las cuentas de las modistas. Hace tres días perdiste a las cartas cien rublos...
El esposo se levantó, apoyó su cabeza sobre los puños y recitó toda un acta acusatoria. Tras acercarse al escritorio, le enseñó a su esposa varias pruebas materiales...
-Ahora ves, mátushka, que tu von Tromb es una tontería, un ladroncito de bolsillo en comparación conmigo... ¡Adieu! ¡Ve, y en adelante no juzgues!
He terminado. Acaso el lector preguntará aún:
-¿Y ella, se fue del esposo?
Sí, se fue... a la otra habitación.
Título original: Ushla, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 5, con la firma: “A. Chejonté”.
Imagen: Ernest Joseph Laurent, M. and Mme. Bernheim de Villers.