En un coche de plaza rápido como un rayo, usted se acerca rodando a la entrada, inundada de luz... Pasando al respetable portero de alfiler brillante, pone un pie sobre un peldaño cubierto por una alfombra de terciopelo, y en un instante lo envuelve la exuberancia de las plantas tropicales. Las esbeltas palmeras, latanias y filodendros se reflejan en los infinitos espejos y, formando un océano de verdor, transportan su imaginación al país de Cooper1 y de Mayne Reid2. Usted, fascinado, se queda pasmado, pero pronto la ráfaga furiosa de un rabioso vals resucita su alma sensible, y de nuevo se siente en Europa, en la cuna de la civilización... Las miradas fogosas de criaturas celestes, poéticas le envían amor, los hombros desnudos lo llaman al pasado... Usted empieza a recordar... La infancia, la juventud con sus rosas, ella... ¡Es extraño! Una hora antes estaba convencido de que no era capaz de amar, de que su alma había muerto para siempre, por los siglos, de que le era ridículo este balbuceo, ridículo este vals... ¿y qué pues? Hoy su alma vive de nuevo de lo que se reía ayer.
Fatigado por el vals, agotado, sintiendo una dulce languidez, se sienta a una mesa verde... Ahí una nueva serie de placeres... Pasa media hora y el billete amarillo, que al principio del juego puso ante sí, se convierte en una montaña de billetes de banco, acciones, endosos... Una sensación, conocida de Creso y de Rothschild, se apodera de su alma... Pero eso no es todo... La suerte, por lo visto, decidió no detenerse... Dos honrados plebeyos, con los rostros demacrados por los trabajos y los sufrimientos, lo toman de los brazos y lo conducen... Usted se siente un pontífice, conducido por obedientes sacerdotes... Transcurre un minuto lleno de espera, y dos manos poderosas lo bajan por una escalera marmórea adornada con estatuas. En el aire repercute el sonido de un clásico cogotazo, y usted, rodando hacia abajo, ve la sonrisa que le envía una Venus marmórea...
1James Fenimore Cooper, novelista norteamericano, autor de El último de los mohicanos y La pradera, entre otras obras.
2Thomas Mayne Reid, “Mayne Reid”, novelista norteamericano, autor de El jinete sin cabeza y Los tiradores de rifle, entre otras obras.
Título original: Idillia, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 34, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Fatigado por el vals, agotado, sintiendo una dulce languidez, se sienta a una mesa verde... Ahí una nueva serie de placeres... Pasa media hora y el billete amarillo, que al principio del juego puso ante sí, se convierte en una montaña de billetes de banco, acciones, endosos... Una sensación, conocida de Creso y de Rothschild, se apodera de su alma... Pero eso no es todo... La suerte, por lo visto, decidió no detenerse... Dos honrados plebeyos, con los rostros demacrados por los trabajos y los sufrimientos, lo toman de los brazos y lo conducen... Usted se siente un pontífice, conducido por obedientes sacerdotes... Transcurre un minuto lleno de espera, y dos manos poderosas lo bajan por una escalera marmórea adornada con estatuas. En el aire repercute el sonido de un clásico cogotazo, y usted, rodando hacia abajo, ve la sonrisa que le envía una Venus marmórea...
1James Fenimore Cooper, novelista norteamericano, autor de El último de los mohicanos y La pradera, entre otras obras.
2Thomas Mayne Reid, “Mayne Reid”, novelista norteamericano, autor de El jinete sin cabeza y Los tiradores de rifle, entre otras obras.
Título original: Idillia, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 34, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Venus d'Arles, Louvre, Francia(cortesía de Corel Corporation).