sábado, 24 de noviembre de 2007

Algo


1. El sr. Guliévich (autor)1 y el ahogado

El viernes 10 de junio2, en el jardín Ermitage, ante los ojos del público, se suicidó el conocido y talentoso publicista Iván Ivánovich Ivánov. Éste se ahogó en el estanque... ¡Descansa en paz honrado, generoso, caído en la flor de los años trabajador! (El difunto no tenía aún 30 años).
Aún en la mañana del viernes, el difunto consumió pepino en salmuera y escribió un folletín travieso, a mediodía almorzó en su círculo de amigos alegremente, a las siete de la noche paseaba con las cocottes por el jardín, y a las ocho... ¡se quitó la vida! Iván Ivánovich pasaba por un hombre alegre, disipado, amante del vivir...
En la muerte nunca pensaba, y más de una vez se jactó de que viviría “aún tanto”, aunque se embriagaba mortalmente. ¡Se pueden imaginar por eso, cuán asombrosamente se alargaron las fisonomías de todos los que lo conocían, cuando su cadáver fue sacado del verde estanque!
-¡Aquí algo no está bien! –repercutió por el jardín. -¡Aquí huele a violencia! El difunto no tenía ni acreedores, ni esposa, ni suegra... ¡él amaba la vida! ¡Él no pudo ahogarse él mismo!
La idea de la violencia cedió su lugar a la sospecha cuando el imitador de sonidos, el sr. Yegórov, declaró que él vio cómo, un cuarto de hora antes de su trágico deceso, el difunto paseaba en bote con el sr. Guliévich (autor). Se aprestaron a buscar al sr. Guliévich, y resultó que el autor entre paréntesis había escapado.
Detenido en la c. de Siérpujov, el sr. Guliévich (autor) demostró al principio que saber, no sabía nada, pero después, cuando le dijeron que la confesión atenuaba la culpa, rompió a llorar, y confesó todo de puro corazón. En el sumario preliminar atestiguó lo siguiente.
-A Ivánov lo conozco no hace mucho. Lo conocí porque respeto a la gente de la prensa (en el acta la palabra “respeto” está tachada). Emparentado con él no estaba, asuntos no tenía ninguno. La tarde fatídica lo convidé con té y porter, porque respeto la literatura (“respeto” está tachado de nuevo y junto a éste, con una menuda letra protocolar, está escrito: “¡¡Qué terquedad!!”). Después del té, Iván Ivánovich dijo que ahora no estaría mal pasear en botecito. Yo convine con él, y nos montamos en el bote.
“¡Cuente pues algo!” –me rogó Iván Ivánovich, cuando nos alejamos hacia el centro del lago.
-Yo no me hice de rogar mucho, y empecé con mi clásico: “Si a usted le place”... Después de las primeras dos-tres frases, Iván Ivánovich se agarró la barriga, se tambaleó, y en el copioso, frondoso follaje (?) del Ermitage repercutió la risa amistosa (?) del venerable publicista... Cuando yo (autor) terminé el segundo chiste, Iván Ivánovich se empezó a carcajear, se tambaleó con la carcajada... Era una carcajada homérica. Así podía carcajearse sólo Homero (?). Se tambaleó, cayó en el borde... el bote se inclinó, y la marejada plateada ocultó a los ojos de la generosa Rusia... ¡y no puedo!, ¡¡me... ahogan las lágrimas!!
Este testimonio en nada concuerda con el testimonio del sr. Yegórov3. El venerable imitador de sonidos demostró que Ivánov no se carcajeó en absoluto. Al contrario, cuando él escuchaba al sr. Guliévich (autor), su rostro estaba triste y agrio hasta lo imposible. El sr. Yegórov, hallándose en la orilla, oyó y vio cómo, al final del segundo chiste, Ivánov se agarró la cabeza y exclamó: “¡Qué viejo y aburrido es todo en este mundo! ¡Qué tedio!” Exclamó y, ¡cayó al agua!
Al jurado le queda ahora decidir, cuál de estos testimonios merece más crédito. El sr. Guliévich está bajo fianza.
La muerte de Ivánov no es el primer caso mortal en el jardín Ermitage, y ya es hora de proteger, al público no culpable de nada, de la repetición de semejantes hechos... Por lo demás, yo bromeo4.

2.La patata y el tenor

Cuán a veces son nocivos los víveres, lo puede atestiguar el siguiente extracto de El charlatán médico:
“Hace días, tuve que convencerme otra vez del daño de las sustancias feculentas –escribe el dr. B. –En mi policlínico, se presentó el cantante Sh-mov5, con una queja de estrechez y espasmos en la garganta. Al examinar su garganta con el espejo, advertí en las mismas cuerdas vocales una patata del tamaño de un huevo de gallina; la patata ya se había hinchado y dado retoños. Respondiendo a mis preguntas, el desdichado tenor me dijo que la patata se le había trabado en la garganta unos cinco años antes, y ya había dado fruto unas cinco veces (¡sic!)
-¡En cinco años escupí cinco sacos de patatas! –dijo, sonriendo con amargura.
Cuando le propuse al enfermo una operación, se negó en redondo, tras declarar que la patata no le molestaba en nada cantar. Yo le rogué cantar algo. Él, amablemente, aceptó mi ruego y cantó algo de Cagliostro6. Realmente, su voz servía aún para el canto.
-¿Y eso no importa, que su voz recuerda un poco la voz de un chacal joven? –le pregunté.
-Pienso, que no importa... –me respondió el cantante”.
(El char. med., 22)

1A.A. Guliévich, actor cómico del grupo teatral de Mijaíl Lientóvskii, humorista, colaborador de El despertador, se anuncia en los afiches de sus piezas como “Guliévich (autor)”.
2El viernes 10 de junio se celebra en el jardín Ermitage La gran, brillante, inaudita en Moscú fiesta de la “Consagración de la primavera” (GZTM, afiche).
3Yegórov, actor, imitador de sonidos del grupo teatral de Mijaíl Lientóvskii.
4En la revista, bajo esta frase, aparece el siguiente pie de página: “La redacción de El despertador, por su parte, atestigua que el autor bromea, y que toda esta historia, de principio a fin, es inventada, para gran satisfacción del sr. Guliévich (Nota de la red).”
5Sherómov, tenor del Teatro de opereta de Mijaíl Lientóvskii.
6Cagliostro en Viena, ópera cómica en tres actos con música de Richard Strauss. Puesta en el jardín Ermitage bajo el título de Cagliostro el gran hechicero en Viena.

Título original: Koe-chto, publicado por primera vez en la revista Budilnik, 1883, Nº 24, con la firma: “El hermano de mi hermano”.
Imagen: Claude Monet, The White Water Lilies, 1899.