sábado, 24 de noviembre de 2007

Los disfrazados II


Salgan a la calle y miren a los disfrazados.
Aquí camina con aire respetable, alzando la cabeza con dignidad, algo disfrazado de hombre. Este “algo” está gordo, adiposo y calvo. Está vestido con elegancia, a la moda y bien abrigado. En el pecho los dijes, en los dedos las sortijas macizas. Dice tonterías, pero con sentido, con claridad, con disposición. Esto recién almorzó, bebió mucho brebaje eliseeviano y ahora resuelve la cuestión: ¿dirigirme a la casa de Adelia, acostarme acaso a dormir o sentarme pues con el wint? Dentro de tres horas esto va a cenar, dentro de cinco a dormir. Mañana se va a despertar a mediodía, va a almorzar, va a beber mucho brebaje y se va a dedicar a la misma cuestión de nuevo. Pasado mañana también… ¿Quién es?
Es el cerdo.
Aquí vuela en un trineo lujoso un vejestorio con traje de dama benefactora. Se disfrazó con destreza: en el rostro una importancia estúpida, a los pies un faldero, en la trasera el lacayo. En el sac voyage1 descansan 1013 r. 43 k., que ella ha recolectado para la humanidad sufrida. De ese dinero, los pobres recibirán sólo 43 kop., los restantes 1013 r. irán a los gastos de beneficencia. Ella ama la beneficencia, ya que en ningún lugar se puede cotillear tanto y con tanto gusto, arrancarle el pellejo al prójimo, hacer diabluras y salir seco del agua, como en la palestra de la beneficencia… ¿Quieren saber quién es esta benefactora?
Es el pimentero del diablo.
Aquí corre una zorra… El maquillaje es excelente: incluso tiene el hocico peludo2. Mira melosamente, habla en tenor, con lágrimas en los ojos. Si la escuchan, pues es la víctima de la intriga humana, de las malas pasadas, de la ingratitud. Ella busca comprensión, suplica que la entiendan, se queja, lacrimea. Escúchenla, pero no caigan en sus garras. Ella los limpiará, los pondrá como un trapo, los soltará sin camisa, ya que ella es el empresario.
Aquí marcha un disfrazado de reseñista. Este se maquilló sin fortuna. Por su ladrido incurioso, arrebatar el caviar y enseñar los dientes no es difícil reconocer en él al perro de presa.
Un poco lejos de él brinca un disfrazado de dramaturgo. Este algo se esconde bajo cuerda y mira a todos lados con timidez, como si hubiera hurtado algo… Está vestido de petimetre, parlotea en francés y se jacta de que figura en la correspondencia de Sardou. Su talento es excepcional, hornea los dramas como las hojuelas, y puede escribir con las dos manos a la vez. Pero los contemporáneos no lo reconocen… Ellos saben que bajo la envoltura del dramaturgo se esconde el cortador de un taller de moda.
Aquí va un sujeto maquillado de perdido. Tiene puesto un gorrito roto, un paletó usado y unos chanclos no cepillados… Mira de soslayo las casas y busca el letrero Cantina o Taberna. Le hace falta beber… Bebe él cada diez minutos: por el día vodka, por la noche cerveza, por la mañana agua de soda. El estado “achispado” es su norma. Sólo en estado de ebriedad puede hablar con inteligencia, pensar, ganarse un pedazo de pan, amar al prójimo, despreciar. Sobrio es lánguido, estúpido, cruel. Vive como un cerdo. No tiene estaca ni patio. Habita en algún lugar en casa del diablo, en un traspatio, le alquila a una viuda-funcionaria una habitación oscura y húmeda. No tiene familia, y además, es difícil imaginarlo con familia. Morirá junto a la valla, pero lo van a enterrar con chic, con necrologías y discursos, porque él es un talento.
Y aquí está parado un disfrazado de talento. Está abstraído, fruncido y lacónico. No lo moleste: él piensa u observa. Calarlo, saber qué clase de pájaro es, es difícil, porque rara vez condesciende a la franqueza. Comúnmente, no es descifrable pero, al encontrar en algún lugar, en un restaurante o una velada, a un joven venerador de talentos, intenta exponer todo su “programa”: todo en este mundo no sirve, todo se ha trivializado, ensuciado, vendido, arruinado; si la humanidad desea salvarse, pues debe proceder así, no de otra forma. Turguéniev, en su opinión, es bueno pero… Tolstói también es bueno pero… Al hablar de su “programa”, él nunca agrega ese “pero”. Todos no lo entienden, todos le ponen la zancadilla pero, de todas formas, mete sus narices en todas partes, olfatea por todas partes, da vueltas por todas partes, como el diablo antes de maitines. Lo soportan, no lo echan porque sin pescado el cangrejo es pescado, y porque en Rusia se puede ser, hasta el fin de los días, un “principiante y un brindador de esperanzas”. A su trabajo le otorga un significado inmenso, y por eso se cuida como a las niñas de los ojos. No bebe, viaja a curarse a menudo y se rodea de un confort estricto. En la casa, cuando está sentado en su gabinete y crea la “palabra nueva”, todos andan de puntillas. Guarde Dios si en el gabinete no hace 15 grados, si tras la puerta tintinea un platito o empieza a chillar un niño –se agarra los cabellos y dice con voz pectoral: “Maaaldición… ¡Ni qué decir, es buena la vida del escritor!” Cuando escribe oficia: arruga la frente, muerde la pluma, resuella, resopla, a cada rato tacha… Para sacarse la idea, la agudeza, la comparación afortunada del cerebro, pone en marcha una presión de cuarenta caballos de fuerza; para ser realista, artístico, propende al rasero, a la fotografía, a los maniquíes. Trabaja sólo para el arte… Por lo demás, si el señor Wolf3 deseara hacerle un encargo de 10 pliegos a 300 rub. por pliego, pues él le va a agradecer al creador… Probablemente, ustedes ya lo reconocieron…
Es el ganso palmeado4.

1Sac voyage, saco de viaje.
2Tiene el hocico peludo (vulgarismo), tiene las manos manchadas, tiene la cara enfangada.
3M.O. Wolf, fundador de una firma editorial de San Petersburgo.
4Ganso palmeado (vulgarismo), buena pieza.

Título original: Riazhonie, publicado por primera vez en la Peterburgskaya gazieta, 1886, Nº 1, con la firma: “Ruver”.
Imagen: Pierre-Auguste Renoir, La Loge, 1874.