A través del arabesco mudable de las nubes altas, movedizas, se asoma la luna, que inunda de luz a las parejas enamoradas, que se arrullan a la sombra del naranjo y la toronja.
El aire, voluptuosamente abrasador y sofocante por la fragancia del heliotropo, se encandece aún más con las palabras de amor y las canciones. Los jardines, los bosques y las aguas, durmiéndose serenamente, prestan oídos al ruiseñor... ¡Amor, amor!
Ante la ventana de una de las casitas está parado un hermoso hidalgo. Éste rasguea las cuerdas con los dedos, tiembla, arde y canta. La ventana está cerrada, pero él no se desanima: ¡para eso es un español1! Su canto inflamará el corazón de la inaccesible, la ventana cederá a la presión de la mano pequeña, del corazón dócil, ¡y el asunto está en el sombrero2 de alas anchas!
El aire, voluptuosamente abrasador y sofocante por la fragancia del heliotropo, se encandece aún más con las palabras de amor y las canciones. Los jardines, los bosques y las aguas, durmiéndose serenamente, prestan oídos al ruiseñor... ¡Amor, amor!
Ante la ventana de una de las casitas está parado un hermoso hidalgo. Éste rasguea las cuerdas con los dedos, tiembla, arde y canta. La ventana está cerrada, pero él no se desanima: ¡para eso es un español1! Su canto inflamará el corazón de la inaccesible, la ventana cederá a la presión de la mano pequeña, del corazón dócil, ¡y el asunto está en el sombrero2 de alas anchas!
II
El hidalgo canta una hora, otra, la tercera... El oriente empieza a blanquear y a sonrosarse. En la guitarra estallan una tras otra la quinta, la tercera... En la frente del rostro hermoso brota un sudor que empieza a gotear sobre la tierra caliente, pero... él aún canta.
-¡Plenus venter non studet libenter3! –canta finalmente. -¡Imperfectum conjunctivi passivi4!*
Tras la ventana se oyen unos pasos. ¡Al fin pues! La ventana se abre con chirrido, y en ésta aparece una donna encantadora, maravillosa, abrasadora... El hidalgo se queda pasmado de éxtasis y se ahoga de felicidad. ¡Oh, instantes maravillosos! Ella se asoma a medias por la ventana y, con los ojos negros brillando, dice:
-¿Usted parará alguna vez o no? ¡Es ruin y vil! ¡Usted no me deja dormir! Si usted no para, muy señor mío, me veré obligada a dormir con el alguacil.
-¡Plenus venter non studet libenter3! –canta finalmente. -¡Imperfectum conjunctivi passivi4!*
Tras la ventana se oyen unos pasos. ¡Al fin pues! La ventana se abre con chirrido, y en ésta aparece una donna encantadora, maravillosa, abrasadora... El hidalgo se queda pasmado de éxtasis y se ahoga de felicidad. ¡Oh, instantes maravillosos! Ella se asoma a medias por la ventana y, con los ojos negros brillando, dice:
-¿Usted parará alguna vez o no? ¡Es ruin y vil! ¡Usted no me deja dormir! Si usted no para, muy señor mío, me veré obligada a dormir con el alguacil.
III
La ventana se cierra azotándose. El hidalgo se acuchilla. Acta.
*En la traducción significa: “¡Oh, mejor mátame, pero sale! ¡Si no sales, mi sangré salpicará tu ventana!, ¡me muero!” (Nota de Antón Chejov).
1Frase de La Pericola, ópera bufo de Jacobo Offenbach.
2El asunto está en el sombrero (locución usual), el asunto está en el bolsillo, es nuestro.
3Plenus venter non studet libenter, vientre lleno para el estudio no es bueno
4¡Imperfectum conjunctivi passivi!, ¡Imperfecto conjuntivo pasivo!
Título original: Otviorgnutaya liubov, publicado por primera vez en la revista Mirskoi tolk, 1883, Nº 2, con la firma: “La tuerca Nº 6”.
Imagen: Joaquín Sorolla, Clotilde en la ventana, 1888.
*En la traducción significa: “¡Oh, mejor mátame, pero sale! ¡Si no sales, mi sangré salpicará tu ventana!, ¡me muero!” (Nota de Antón Chejov).
1Frase de La Pericola, ópera bufo de Jacobo Offenbach.
2El asunto está en el sombrero (locución usual), el asunto está en el bolsillo, es nuestro.
3Plenus venter non studet libenter, vientre lleno para el estudio no es bueno
4¡Imperfectum conjunctivi passivi!, ¡Imperfecto conjuntivo pasivo!
Título original: Otviorgnutaya liubov, publicado por primera vez en la revista Mirskoi tolk, 1883, Nº 2, con la firma: “La tuerca Nº 6”.
Imagen: Joaquín Sorolla, Clotilde en la ventana, 1888.