viernes, 16 de noviembre de 2007

La colección


Hace días pasé a ver a mi amigo, el periodista Mísha Kovróv1. Estaba sentado en su diván, se limpiaba las uñas y tomaba té. Me propuso un vaso.
-Yo sin pan no tomo –dije. -¡Vamos por el pan!
-¡Por nada! A un enemigo, dígnate, lo convido con pan, pero a un amigo, nunca.
-Es extraño... ¿Por qué pues?
-Y mira por qué... ¡Ven acá!
Mísha me llevó a la mesa y extrajo una gaveta:
-¡Mira!
Yo miré en la gaveta y no vi, resueltamente, nada.
-No veo nada... Unos trastos... Unos clavos, trapitos, colitas...
-¡Y precisamente eso, pues, y mira! ¡Hace diez años que reúno estos trapitos, cuerditas y clavitos! Una colección memorable.
Y Mísha apiló todos los trastos en sus manos, y los vertió sobre una hoja de periódico.
-¿Ves este cerillo quemado? –dijo, mostrándome un cerillo ordinario, ligeramente carbonizado. –Este es un cerillo interesante. El año pasado lo hallé en una rosca, comprada en la panadería de Sevastiánov. Casi no me atraganté. Mi esposa, gracias, estaba en la casa, y me golpeó por la espalda, si no así, y se me hubiera quedado este cerillo en la garganta. ¿Ves esta uña? Hace tres años fue hallada en un bizcocho, comprado en la panadería de Filíppov. El bizcocho, como ves, estaba sin manos, sin pies, pero con uñas. ¡El juego de la naturaleza! Este trapito verde hace cinco años habitaba en un embutido, comprado en uno de los mejores almacenes moscovitas. Esa cucaracha reseca se bañaba alguna vez en una sopa, que yo me tomé en el buffet de una estación ferroviaria, y este clavo en una albóndiga, en la misma estación. Esta colita de rata y pedacito de cordobán fueron hallados ambos en un mismo pan de Filíppov. El boquerón, del que quedan ahora sólo las espinas, mi esposa lo halló en una torta, que le fue obsequiada en el onomástico. Esta fiera, llamada chinche, me fue obsequiada en una jarra de cerveza, en un tugurio alemán... Y ahí, ese pedacito de guano, casi no me lo tragué, comiéndome una empanada en una taberna... Y por el estilo, querido.
-¡Admirable colección!
-Sí. Pesa libra y media, sin contar todo lo que yo, por descuido, alcancé a tragarme y digerir. Y me he tragado yo, probablemente, unas cinco, seis libras...
Mísha tomó la hoja de periódico con cuidado, contempló la colección por un instante y la vertió de vuelta en la gaveta. Yo tomé el vaso con la mano, empecé a tomar té, pero ya no rogué mandar por el pan.

1“M. Kovróv”, seudónimo con que Chejov firma sus artículos en la revista El espectador, a principios de 1883.

Título original: Kollektzia, publicado por primera vez en la revista Zritiel, 1883, Nº 13, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Ilya Repin, Apples and Leaves, 1879.