viernes, 29 de febrero de 2008

Remedios caseros


Para que la mantequilla no se ponga rancia, cómetela con rapidez.
Para las chinches. Pesca a una chinche y explícale que el alimento vegetal, por la cantidad de sustancias nitrogenadas y grasas contenidas en éste, no cede en absoluto al animal, y aconséjale amistosamente cambiar de régimen. Y si las últimas deducciones de la ciencia no influyen en ella, pues sólo te resta levantar el dedo y exclamar: “¡Húndete en la maldad, chupasangre!”, y soltar a la canalla. Tarde o temprano el bien triunfará sobre el mal.
Para las cucarachas. Es sabido que las cucarachas nos las trajeron de Alemania1, y por eso es totalmente legal y fundado solicitar la expulsión de éstas, en orden administrativo, a su lugar patrio.
Para las pulgas. Cásate. Todas tus pulgas pasarán a tu esposa, ya que es sabido que las pulgas pican más gustosas a las mujeres que a los hombres. Lo último depende no tanto de las cualidades de una u otra sangre, como de la avenencia de los trajes femeninos con el cómodo acantonamiento de los insectos: es espacioso y a la misma vez confortable.
Para las polillas. Pon en tu pelliza unas dos decenas de tarántulas y escorpiones, dándoles a cada uno de éstos una parcela por separado.
Para el orzuelo en el ojo. Enséñale al enfermo la higa. Si el sujeto, adornado con el orzuelo, es de un rango mayor que tú, pues enséñale la higa dentro del bolsillo.
Para la falta de dinero. Agarra a Rothschild2, al barón Ginsburg y a Poliakóv3, siéntalos a jugar al stúkolka4 contigo, y juega fuerte. Mientras más fuerte la apuesta, tanto mejor. Si perdiste, pues no les pagues, ya que tus rivales, sin eso, ya tienen mucho dinero; si ganas, pues dicha tuya.
Para la cólera del jefe. Agarra al jefe, llévalo al baño y ponle la cabeza bajo la ducha fría. Si esto no ayuda, pues abraza al jefe, bésalo, lloriquea y dile: “¡Olvidemos todo lo que hubo entre nosotros!” Y si esto no ayuda, pues palmea al jefe por el estómago y dile: “¡Eh, tío, tío! ¡Acaso nos podemos pelear contigo!”, y demás.
Para la infidelidad matrimonial. Agarra a tu esposo infiel y cuélgale de la frente el letrero: “Se prohíbe terminantemente a las personas extrañas”, y demás…
Para la humedad en la casa. Polvorea las paredes con talco infantil o pégales periódicos secos…

1Cucarachas, “prusianas”.
2L. Rothschild, miembro de una poderosa familia de banqueros, agente financiero del gobierno ruso.
3S.S. Poliakóv, magnate, constructor y concesionario de las vías férreas Járkovskii-Azóvskii, Kúrsko-Járkovskii y Fástovskii.
4Stúkolka, juego de cartas.

Título original: Domashnie sriedstva, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 49, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Insectos, www.hablandodetodo.net.

martes, 26 de febrero de 2008

Chejov a A.S. Suvórin


Moscú, 17 de octubre de 1889.


En cuanto a la sección médica para el calendario1, le escribí ayer. Hoy Ostróvskii, sobre el que también ya le escribí, trajo todo un fardo de cuentos de su hermana.

A Górieva2 la golpean e injurian, y por supuesto, con injusticia, ya que golpear e injuriar públicamente se debe sólo por mal, y eso con análisis. Pero Górieva es terriblemente mala. Yo estuve una vez en su teatro, y casi no me morí de tedio. El conjunto es gris, las pretensiones aplastantes.

No se alegre de que entró usted en mi pieza. Temprano cantó el pajarito. Su turno aún está en adelante. Si estoy vivo, describiré las noches de Feodósia que pasamos juntos en las pláticas, y esa pesca, cuando usted caminaba por los pilotes del molino de los Lintvarióv –más de usted por ahora no necesito. En la pieza usted no está y no puede estar, aunque Grigoróvich, con la perspicacia que le es propia, ve lo contrario. En la pieza se habla de un hombre tedioso, con amor propio, rígido, que leyó sobre arte 25 años y no entendió nada; de un hombre que produce en todos tristeza y aburrimiento, que no permite la risa y la música, y demás y demás, y con todo eso sumamente dichoso. No crea, por Dios, a todos esos señores que buscan en todo, ante todo, lo malo, que miden a todos por su rasero, y atribuyen a otros sus rasgos personales de zorro y tejón. ¡Ah, qué contento está ese Grigoróvich! Y cómo se alegrarían todos ellos, si yo le pusiera a usted arsénico en el té, o resultara un espía que sirve en la III sección. Usted dirá, por supuesto, que todo eso son tonterías. No, no son tonterías. Si mi pieza fuera, pues todo el público, con la mano ligera de los mentirosos shelopáevs, diría mirando la escena: “¡Así es Suvórin! ¡Así es su esposa! Hum... ¡Dígame, y nosotros no lo sabíamos!”

Es una pequeñez, de acuerdo, pero de esas pequeñeces perece el mundo. En estos días me encontré en el teatro con un literato petersburgués. Entablamos conversación. Tras conocer por mí, que en verano estuvieron en la casa, en distintos momentos, Pleschéev, Barantzévich, usted, Svobódin y otros, él suspiró con compasión y dijo:

-En vano piensa usted que eso es buena propaganda. Usted se equivoca bastante si cuenta con ellos.

O sea, a usted yo lo invité a la casa para que haya quién escriba de mí, a Svobódin lo invité para que haya a quién imponerle mi pieza. Y después de la conversación con el literato, tengo ahora en la boca tal sensación, como si en lugar de vodka me hubiera tomado una copita de tinta con moscas. Todo esto son pequeñeces, tonterías, pero si no hubiera esas pequeñeces, toda la vida humana se compondría continuamente de alegrías, y ahora ésta es a la mitad repulsiva.

Si a usted le sirven café, pues no intente buscar en éste cerveza. Si yo le ofrezco ideas profesorales, pues créame, y no busque en éstas ideas chejovianas. Agradezco humildemente. En todo el relato3 hay sólo una idea que yo comparto, y que está en la cabeza del yerno del profesor, el estafador Gnekker, es –“¡se chifló el viejo!” Todo lo restante está inventado y hecho... ¿Dónde halló usted la publicística? ¿Es posible que valore tanto las opiniones en general, sean las que sean, que ve el centro de gravedad sólo en éstas, y no en su forma de expresión, no en su procedencia, y demás? Significa, que y El discípulo de Bourget es publicística? Para mí, como autor, todas esas opiniones, por su esencia, no tienen ningún valor. El asunto no está en su esencia, ésta es variable y no nueva. Toda la esencia está en la naturaleza de esas opiniones, en su dependencia de las influencias externas, y demás. Éstas, es necesario considerarlas como las cosas, como los síntomas, del todo objetivamente, sin intentar ni convenir con éstas, ni disputar a éstas. ¿Si yo describo el baile de San Vito, pues usted no lo mirará desde el punto de vista de un coreógrafo? ¿No? Lo mismo es necesario con las opiniones. Yo no tenía la pretensión, en absoluto, de aturdirlo con mis asombrosas visiones del teatro, la literatura y demás; sólo quería valerme de mis conocimientos, y representar ese círculo vicioso donde, tras caer, el hombre bueno e inteligente, con todo su deseo de recibir de Dios la vida tal como es, y pensar de todos de forma cristiana, quiera o no quiera, murmura entre dientes, gruñe como un esclavo e injuria a las personas, incluso, en esos instantes, cuando se obliga a expresarse bien de éstas. Quiere interceder por los estudiantes pero, excepto hipocresía e injuria poblana, no le sale nada... Por lo demás, todo esto es una larga historia.

Sus hijitos brindan grandes esperanzas. El precio del Cien cabezas4 lo subieron, y su volumen lo redujeron. Me prometieron por los cuentos un barrilito de vino, y me engañaron, y para que no me enojara, pusieron mi retrato vis á vis con el sha de Persia. A propósito del sha. Leí hace poco los versos El concierto político, donde se habla del sha aproximadamente así: y el sha de Persia, excéntrico siempre, se fue a París, para comparar su (...) con la torre Eiffel. Venga a Moscú. Iremos juntos al teatro.


Suyo, A. Chejov.


1El Calendario ruso, edición de A.S. Suvórin.

2Elizavéta Górieva, actriz dramática, tiene su propio teatro en Moscú.

3Una historia aburrida.

4En el calendario Cien cabezas se publican los cuentos de Chejov El escapado y El champagne.


Imagen Sergey Svetoslavsky, View from a window of the Moscow School of Painting, 1878.

lunes, 25 de febrero de 2008

Chejov a A.S. Suvórin


Moscú, 18-23 de diciembre de 18891.


...las crónicas, los folletines, las tonterías, los vodeviles, las historias aburridas, la gran cantidad de errores e incongruencias, los puds de papeles escritos, el premio académico, la vida de Potiómkin, y en todo eso no hay una sola línea que tuviera a mis ojos un significado literario serio. Hubo una cantidad de trabajo forzado, pero no hubo ni un solo instante de trabajo serio. Cuando leí en estos días La tragedia familiar, de Biézhetskii2, pues ese cuento me provocó algo parecido a una sensación de compasión por el autor; exactamente la misma sensación experimento cuando veo mis libritos. En esa sensación hay una verdad del tamaño de una mosca, pero mi aprensión y envidia por los trabajos ajenos la inflan hasta las magnitudes de un elefante. Yo apasionadamente quisiera esconderme en algún lugar unos cinco años, y dedicarme a un trabajo minucioso, serio. Me hace falta estudiar, estudiarlo todo desde el mismo principio, ya que yo, como literato, soy un ignorante craso; me hace falta escribir a conciencia, con sentimiento, con sentido, escribir no cinco pliegos al mes, sino un pliego en cinco meses. Hay que irse de casa, hay que empezar a vivir con 700-900 r. al año, y no con 3-4 mil, como ahora, hay que abandonar mucho, pero en mí hay más pereza jojóla3 que valentía.

Vendí El silvano a Abrámova4, eso en vano. Significa, calcula mi alma indolente, que para 3-4 meses me alcanzará el dinero. Esa es mi lógica jojóla. ¡Ah, qué basura se hizo ahora la gente joven!

La salud de toda la gente de casa se recuperó. Yo tampoco toso ya. Terriblemente quisiera verme con usted. Llegaré, debe ser, a principios de enero.

Los días se hacen más largos. Volteó hacia la primavera, e invierno no hubo aún.

En enero me caerán 30 años. Una vileza. Y yo tengo un estado de ánimo tal, como si tuviera 22 años.

No se enferme, por favor, y dígale a Anna Ivánovna que le regale sus enfermedades a alguien.

¿No irme acaso a Peter, a pasar el año nuevo?

Suyo, A. Chejov.


1
El principio de esta carta no se conservó.
2La tragedia familiar, cuento de Alexéi Máslov (“Biézhetskii”) publicado en Tiempo nuevo, 1889 (Nos. 4954 y 4955, 12 y 18 de diciembre).
3Jojól (expresión familiar, anticuada, jocosa), ucraniano.
4Chejov firma un contrato el 20 de diciembre para ceder los derechos de la pieza El silvano al teatro de María Abrámova, por un plazo hasta el 15 de febrero de 1890.

Imagen: Igor Raevitch, After Snowfall, 2000.


domingo, 24 de febrero de 2008

Chejov a A.S. Suvórin


Moscú, 27 de diciembre de 1889.


Las vírgenes jóvenes y los corderitos inocentes me traen sus obras, del montón de basura escogí un cuentito, lo corregí y se lo envío. Léalo. Es pequeño y sin pretensiones. Probablemente, servirá de sabadito. Se titula La mañana del notario Gorshkóv.

Con el tono de Jean Scheglóv, que le ruega hablarle de teatro, yo le ruego: “¡Permítame hablarle de literatura!” Cuando yo, en una de mis últimas cartas, le escribía sobre Bourget y Tolstoi1, pues pensaba menos que todo en las bonitas odaliscas, y en que el escritor debe representar sólo los placeres serenos. Yo sólo quería decir que los mejores escritores modernos, que amo, sirven al mal, ya que destruyen. Unos de ellos, como Tolstói, son unos (...) Otros pues son unos (...), no saciados de cuerpo, pero sí saciados de espíritu, que refinan su fantasía hasta los diablitos verdes, e inventan al inexistente semidiós Sixte2 y los experimentos “psicológicos”. Es verdad, Bourget puso un final feliz, pero ese final banal pronto se olvida, y en la memoria quedan sólo Sixte y los “experimentos”, que matan cien conejos de una vez: y comprometen a los ojos del vulgo la ciencia, de la que, semejante a la esposa de César, no se debe sospechar, y maltratan desde la altura de la grandeza del escritor la conciencia, la libertad, el amor, el honor, la moral, inculcando en el vulgo la seguridad de que todo eso, que contiene en él a la fiera y lo diferencia del perro, y que fue alcanzado por medio de una lucha secular con la naturaleza, puede ser desacreditado, fácilmente, por los “experimentos” si no ahora, pues en el futuro. ¿Es posible que semejantes autores “obliguen a buscar lo mejor, obliguen a pensar y reconocer que lo infame es realmente infame”? ¿Es posible que ellos obliguen a “renovarse”? No, ellos obligan a Francia a “degenerar”, y en Rusia ayudan al diablo a reproducir esas larvas y cochinillas que llamamos intelectuales. La lánguida, apática, perezosa, filosofante, fría intelectualidad, que no puede inventarse, de ningún modo, un modelo decente para los billetes de crédito, que no es patriótica y es abatida, insulsa, que se embriaga con una copita y visita el burdel de cincuenta kópeks, que gruñe y niega gustosamente todo, ya que para un cerebro perezoso es más fácil negar que afirmar, que no se casa y renuncia a educar a los niños, y demás. Un alma lánguida, unos músculos lánguidos, ausencia de movimiento, inestabilidad de ideas, y todo eso a costa de que la vida no tiene sentido, de que las mujeres tienen (...) y de que el dinero es el mal.

Donde hay degeneración y apatía, ahí hay perversión sexual, corrupción fría, abortos, vejez prematura, juventud gruñona, ahí hay decadencia de las artes, indiferencia hacia la ciencia, ahí hay injusticia en toda su forma. La sociedad que no cree en Dios, pero teme a los agüeros y al diablo, que niega a todos los médicos y, al mismo tiempo, llora hipócritamente a Bótkin3 y se inclina ante Zajárin4, no se atreverá a decir una palabra sobre que conoce la justicia.

Alemania no conoce a los autores del género de Bourget y Tolstoi, y en eso está su dicha. En ésta hay ciencia, patriotismo, buenos diplomáticos, y todo lo que quiera. Ésta golpeará a Francia, y sus aliados serán los autores franceses.

Me molestaron al escribir, si no le escribiría hoy cinco pliegos. Alguna vez después.

Hoy va El silvano. El IV acto es totalmente nuevo. De su existencia está obligado a usted y a Vladímir Nemiróvich-Dánchenko quien, tras leer la pieza, me hizo varias indicaciones muy prácticas. Los hombres no se saben los papeles y actúan no mal, las damas se saben los papeles y actúan infame. Acerca de cómo se retirará mi pieza le escribirá el tedioso Filíppov5, que me pidió en estos días un sujeto para una carta a usted. Gente aburrida.

Lo felicito por la fiesta.


Suyo, A. Chejov.


A todos los suyos un saludo desde el fondo del alma.


1Probablemente, en la primera parte de la carta del 18-23 de diciembre de 1889, que no se conservó.

2Adrien Sixte, personaje principal de El discípulo, novela de Paul Bourget.

3Serguéi Bótkin, terapeuta, uno de los fundadores de la ciencia médica moderna en Rusia.

4Profesor G. Zajárin, médico ruso.

5Serguéi Filíppov (de seudónimo “Mólotov”), reseñista teatral y literato, colaborador de El Observador.


Imagen: Alexander Kosnichev, Winter with Churches in the Background, 2003.

jueves, 21 de febrero de 2008

La estadística


Cierto filósofo dijo que si los carteros supieran cuántas tonterías, trivialidades y disparates tienen que cargar en sus bolsas, no correrían con tanta rapidez y, seguramente, exigirían un aumento de salario. Eso es verdad. Otro cartero, sofocándose y rompiéndose la cabeza, vuela al sexto piso en aras de llevar sólo una línea: “¡Almita! ¡Te beso! ¡Tuyo, Míshka!”, o una tarjeta de visita: “Kolonión Pantalónovich Podbriúshkin”. Otro pobrecito llama a una puerta un cuarto de hora, se congela y consume para llevar a su destino, la escabrosa descripción de una orgía en casa del capitán Epíshkin. El tercero, como un poseso, corre por el patio y busca al portero, para entregar al inquilino una carta en la que dicen “¡que no te encuentre, porque te voy a partir la jeta!”, o “¡besar a los queridos niños y a Aniútochka por el día de cumpleaños!” ¡Y si los ves, así piensas que cargan al mismo Kant o Spinoza!
Un ocioso Shpiékin1, a quien le gustaba meter las narices y averiguar “qué hay de nuevo en Europa2”, compuso una especie de tabla estadística, que constituye un precioso aporte a la ciencia. Por este producto de las observaciones de largos años se ve que, en general, el contenido de las cartas de los habitantes oscila según la temporada. En primavera predominan las cartas amorosas y curativas, en verano las domésticas y aleccionadoras-matrimoniales, en otoño las de bodas y naipes, en invierno las de servicio y chismosas. Si tomar las cartas de todo un año
al por mayor, y poner en marcha el método porcentual, pues por cada cien cartas tocan:

setenta y dos tales, que se escriben en vano, por hacer algo, sólo porque se tiene a la mano el papel y el timbre. En tales cartas se describen los bailes y la naturaleza, le dan vueltas a la noria, recogen agua en cesto, preguntan: “¿Por qué usted no se casa?”, se quejan del aburrimiento, se lamentan, informan que Anna Semiónovna está en un estado interesante, ruegan reverenciar “¡a todos!¡a todos!”, regañan porque no los visitan, y demás.
cinco amorosas, de las cuales sólo en una se hace una petición de mano;
cuatro felicitatorias;
cinco que piden en préstamo hasta el primer cobro,
tres terriblemente fastidiosas, escritas por una mano femenina y olorosas a mujer; en éstas recomiendan a un “joven”, o ruegan conseguir algo como una contraseña teatral, un libro nuevo y por el estilo; al final disculpas, por que la carta está escrita de forma ininteligible y descuidada;
dos con versos enviadas a la redacción;
una “inteligente”, en la que Iván Kuzmích expresa a Semión Semiónovich su opinión sobre la cuestión búlgara o el perjuicio de la publicidad3,
una en la que el esposo, en nombre de la ley, exige que la esposa regrese a casa para la “convivencia conjunta”;
dos al sastre con el ruego de coser un pantalón nuevo y esperar por la vieja deuda;
una que recuerda sobre la vieja deuda;
tres de negocio y
una terrible, llena de lágrimas, ruegos y quejas. “Ahora murió papá” o “¡Se suicidó Kólia, apúrense!”, y demás.

1Shpiékin, administrador de correos que lee por curiosidad las cartas ajenas enviadas por correo, personaje de El inspector, comedia de Nikolai Gógol.
2Cita incorrecta de las palabras del administrador de correos de El inspector: “me gusta a muerte saber, qué hay de nuevo en el mundo” (act. I, esc. 2).
3La ley del 4 de septiembre de 1881 sobre la protección intensiva y de excepción, establece el derecho del ministro de asuntos internos y general, gobernador de la sección de asuntos judiciales, a escuchar tras las puertas cerradas.

Título original: Statistika, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1886, Nº 42, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Vincent Van Gogh, Cartero Roulin, XIX.

lunes, 18 de febrero de 2008

Libro para niños


Prólogo. ¡Gentiles y queridos niños! Sólo es feliz en esta vida, quien es honrado y justo. Los miserables y los canallas no pueden ser felices, y por eso sean honrados y justos. No hagan trampas a las cartas, no porque les pueden pegar por eso con un candelabro, sino porque eso no es honrado; obedezcan a los mayores, no porque por desobedecer los conviden con una papilla de abedul1, sino porque así lo exige la justicia. Les propongo de enseñanza varios cuentos y relatos…

1. La avaricia castigada. Tres amigos, Ivánov, Petróv y Smirnóv, entraron a una taberna a almorzar. Ivánov y Petróv no eran avariciosos, y por eso pidieron enseguida para sí un almuerzo de sesenta kópeks. Pero Smirnóv, siendo avaricioso, renunció al almuerzo. Le preguntaron sobre el motivo de su renuncia.
-No me gusta el schi de las tabernas, -dijo. –Y además pues, tengo nada más que seis grívens en el bolsillo. Tengo que dejar pues para los cigarrillos. Miren qué: me voy a comer una manzana.
Tras decir esto, Smirnóv pidió una manzana y empezó a comerla, echando miradas con envidia a sus amigos, que se comían el schi y las ortegas sabrosas. Pero la idea de que había gastado lo consolaba poco. Cuál no sería su asombro, cuando en la cuenta entregada leyó lo siguiente: “2 almuerzos-1 r. 20 k., una manzana- 75 kop.”. Desde ese entonces, él nunca escatima ni compra frutas en los buffets de las tabernas.
2. El mal ejemplo es contagioso. Un rublo de oro se hizo amigo de un almuerzo pastoso de un rublo, y empezó a desviarlo del camino de la verdad.
-¡Amigo mío! –le decía al almuerzo de un rublo. -¡Échame una mirada! ¡Yo soy mucho menor, pero cuán mejor que tú soy! ¡Sin hablar ya del resplandor que despido, qué caro soy! ¡Mi valor nominal es igual a 5 r. 15 k., y entre tanto la gente da por mí ocho y pico!
Y largo tiempo turbó él de esa forma al almuerzo de un rublo. El almuerzo escuchó-escuchó, y finalmente se desvió. Al poco tiempo le decía al rublo de crédito ruso:
-¡Qué lástima me da contigo, rublo infeliz! ¡Y qué ridículo eres! Mi valor nominal es igual a un rublo, y entre tanto, por mí pagan ahora en las tabernas un rublo y cuarto, ¡tú pues… tú!, ¡oh, vergüenza!, ¡tú eres más barato que tu valor! ¡Ja, ja!
-¡Amigo mío! –le observó el rublo dócilmente. -¡Tú y tu amigo, el rublo de oro, construyeron su grandeza sobre mi humillación, y yo me alegro de que pude servirles!
Al almuerzo de un rublo le dio mucha vergüenza.
3. La ingratitud ejemplar. Un hombre piadoso convocó a su patio, el día de su onomástico, a todos los cojos, ciegos, purulentos e indigentes de toda la ciudad, y empezó a convidarlos con un almuerzo. Los convidó con schi de vigilia, guisantes y empanadas con pasas. “¡Coman a la gloria de Dios, hermanos míos!” –decía a los mendigos, rogándoles comer. Éstos comían y no agradecían. Tras almorzar, los indigentes, cojos, ciegos y purulentos le rezaron a Dios con rapidez, y salieron a la calle.
-¿Bueno, qué? ¿Cómo los convidó el hombre piadoso? –se dirigió a uno de los cojos un alguacil que estaba parado no lejos.
El cojo dejó de la mano y no respondió nada. Entonces el alguacil se dirigió con la misma pregunta a uno de los purulentos.
-¡Me hizo perder el apetito! –respondió el purulento, dejando de la mano con despecho. -¡Hoy nos espera aún almorzar en el entierro de la mercader Yárlikova!
4. El castigo merecido. Un chico malo tenía la mala costumbre, de escribir en las vallas palabras indecentes. Escribía, y no pensaba que sería castigado por eso. Pero niños, ni una mala acción pasa sin castigo. Una vez, yendo junto a la valla, el chico malo tomó una tiza y, en el lugar más visible, escribió: “¡Imbécil! ¡Imbécil! ¡Imbécil!” La gente pasaba junto a la valla y leía. Pasó el Inteligente, leyó y siguió adelante. Pasó el Imbécil, leyó y llevó al chico malo a juicio por difamación.
-¡Lo llevo a juicio, no porque me sea ofensivo ese escrito -dijo el Imbécil, -sino por principio!
5. El celo excesivo. En un periódico aparecieron gusanos. Entonces el redactor llamó a los pájaros del pantano, y les dijo: “¡Picoteen a los gusanos!” Los pájaros empezaron a picotear, y se comieron no sólo a los gusanos, sino también al periódico y al mismo redactor.
6. La mentira vale hasta la verdad. El rey persa Darío, antes de morir, llamó a su lugar a su hijo Artajerjes, y le dijo:
-¡Hijo mío, me muero! Después de mi muerte convoca a todos los sabios de la tierra, y proponles resolver esta tarea. A los que la resuelvan hazlos tus ministros.
Y tras inclinarse hacia el oído del hijo, Darío le susurró el secreto de la tarea.
Después de la muerte de su padre, Artajerjes convocó a todos los sabios de la tierra y, dirigiéndose a ellos, dijo:
-¡Sabios! Mi padre me encargó darles esta tarea para resolver. Quien la resuelva, ése será mi ministro.
Y Artajerjes les dio a los sabios la tarea. Todos los sabios eran cinco.
-¿Pero quién pues, soberano, va a controlar nuestras soluciones? –preguntó al rey uno de los sabios.
-Nadie -respondió el rey. –Yo creeré en vuestra palabra honrada. Si ustedes me dicen que la resolvieron, les creeré sin verificar.
Los sabios se sentaron a la mesa y empezaron a resolver la tarea. Ese mismo día, por la tarde, uno de los sabios se presentó al rey y le dijo:
-Yo resolví la tarea.
-Excelente. Sé mi ministro.
Al otro día la tarea fue resuelta por tres sabios más. Se quedó en la mesa sólo un sabio, de nombre Artozoster. Éste no podía resolver la tarea. Pasó una semana, pasó un mes, y él todavía estaba sentado con la tarea y sudaba con la solución. Pasó un año, pasaron dos años. Palideció, adelgazó, se encogió, emborronó cien resmas de papel, pero la solución aún estaba lejos.
-¡Mándalo a ejecutar, rey! –decían los cuatro ministros que resolvieron la tarea. –Él, al hacerse pasar por un sabio, te engañó.
Pero el rey no ejecutó a Artozoster, y esperó con paciencia. A los cinco años Artozoster fue a ver al rey, cayó de rodillas ante él y dijo:
-¡Soberano! ¡Esa tarea es insoluble!
Entonces el rey levantó al sabio, lo besó y le dijo:
-¡Tienes razón, sabio! Esa tarea es realmente insoluble. Pero, al intentar resolverla, tú resolviste la tarea principal escrita en mi corazón: tú me demostraste que en la tierra hay aún personas honradas. ¡Y ustedes –se dirigió a sus cuatro ministros,- son unos rufianes!
-¿Ahora nosotros, por lo tanto, debemos largarnos de aquí?
-¡No, quédense! –dijo Artajerjes. –Aunque son unos rufianes, me es penoso separarme de ustedes. Quédense.
Y ellos, gracias a Dios, se quedaron.
7. Y por el mal hay que estar agradecido. “¡Oh, gran Zeus! ¡Oh, fuerte tonante! –rezaba un poeta a Zeus. -¡Mándame a la musa para la inspiración! ¡Te lo ruego!”
Zeus no había estudiado historia antigua. No es extraño por eso que se equivocó y, en lugar de Melpómene, le mandó al poeta a Terpsícore. Terpsícore se le apareció al poeta, y el último, en lugar de trabajar en las revistas y cobrar por eso un honorario, ingresó a una clase de baile. Bailó cien días y cien noches sin descanso, hasta que pensó:
“Zeus no me escuchó. Se rió de mí. Yo le pedí inspiración, y él me enseñó a sacar la rodilla…”
Y el insolente escribió un epigrama corrosivo sobre Zeus. El tonante se enfureció y le lanzó uno de sus rayos. Así murió el poeta.
Conclusión. Así niños, la virtud tiunfa.

1En Rusia, en esa época, se zurra a los niños con ramas de abedul.

Título original: Sbornik dlya dietiei, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 49, con la firma: “A. Chejonté”.
Imagen: Valentin Serov, The Children. Sasha and Yura Serov, 1899.

domingo, 17 de febrero de 2008

Del mundo científico


La víctima de la ciencia


La esposa se acerca al esposo sentado al escritorio.

-Por el día lees tus conferencias repugnantes, después de almuerzo duermes como un muerto, por la noche miras las estrellas por el telescopio… ¡Toda la noche! ¡Y esto se extiende desde el día de nuestra boda! ¡Es horrible! ¿Es posible, bárbaro, que no te haga falta descendencia?


Los niños


-Mi padre es profesor, consejero secreto, célebre, escribió muchos libros pero, entre nosotros… es un incapaz… un estúpido…

-¿Y el mío pues? ¡Tú no conoces al mío! ¡Deja, le digo, tu fisiología estúpida, dedícate a la práctica! ¡La prática te va a dar veinte mil al año! ¡Pues no, no conviene, cerdo viejo! Para él, ves, un salario es suficiente…


El vehemente


-¡Yo demostré la existencia del alma! ¡Iré aún más lejos, qué diablos! ¡Les voy a demostrar que el alma es un cuerpo gaseoso, y se convierte en un cuerpo líquido bajo la presión de setecientas atmósferas! ¡¡Sí!!


Los especialistas en el baño


-Cuando miro a estas personas, me parece que estoy en el depósito de cadáveres.

-Y a mí me parece que todos son modelos.


El anatomista Gruber es el culpable


-¡No la molesten, señores! Vámonos de la habitación… ¡Ella, pobrecita, tiene una desgracia familiar! ¡Su marido recibió un dos en anatomía!


El científico seductor


-Je-je-je… La invité… la convidé con una cena y con champagneLe prometí comprarle un brazalete… Y cuando se embriagó y se recostó en mi pecho, ¡agarré y le medí el cráneo! ¡Un tipo galo hermoso! ¿Sabe a qué es igual el diámetro post-frontal de su cráneo? ¡No lo va a creer!

Título original: V uchonom mire, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 10, con dibujos de V.I. Porfíriev y la firma: “A. Chejonté”.
Imagen:
Ilya Repin, Rest, Portrait of Vera Repina, Artist's Wife, 1882.

lunes, 11 de febrero de 2008

El tutor


Yo vencí mi timidez y entré al gabinete del general Shmigálov. El general estaba sentado a la mesa y distribuía el patiencecaprice de dame”...1
-¿Qué se le ofrece, querido mío? –me preguntó con cariño, señalando con la cabeza la butaca.
-Yo vengo a verlo, su excelencia, por un asunto –dije, sentándome y abrochándome la levita sin saber para qué. –Yo vengo a verlo por un asunto que tiene un carácter personal, no de servicio. Yo vine a pedirle la mano de su sobrina, Varvára Maxímovna.
El general, con lentitud, volvió su rostro hacia mí, me echó una mirada con atención y dejó caer las cartas al suelo. Movió los labios largo tiempo y dijo:
-¿Usted... este?.. ¿Se chifló, o qué? ¿Se chifló, le pregunto? ¿Usted... se atreve? -silbó, amoratándose. -¡¿Se atreve, chiquillo, mocoso?! Se atreve a bromear... muy señor mío...
Y dando una patada, Shmigálov gritó tan fuerte, que incluso temblaron los cristales.
-¡¡De pie!! ¡Usted olvida con quién habla! ¡Dígnese a retirarse y no mostrarse a mis ojos! ¡Dígnese a salir! ¡Fuera!
-¡Pero yo quiero casarme, su excelencia!
-¡Puede casarse en otro lugar, pero no en mi casa! ¡Usted aún no creció hasta mi sobrina, muy señor mío! ¡Usted no le es pareja! Ni su fortuna, ni su posición social le dan derecho a proponerme esa... ¡propuesta! ¡Esto es una insolencia de su parte! ¡Lo perdono, chiquillo, y le ruego no molestarme más!
-Hum... Usted ya despidió a cinco novios de esa manera... Pero al sexto no logrará despedirlo. Yo sé la causa de esos rechazos. Mire qué, su excelencia... Le doy mi palabra de honor que, después de casarme con Varia, no le voy a exigir ni un kópek de ese dinero, que usted malgastó siendo el tutor de Varia. ¡Le doy mi palabra de honor!
-¡Repita, qué usted dijo! –profirió el general con una especie de voz no natural, bombástica, inclinándose y corriendo al trote cochinero hacia mí, como un ánsar exasperado. -¡Repite! ¡Repite, canalla!
Yo repetí. El general se sonrojó y echó a correr.
-¡Sólo esto faltaba! –empezó a temblequear, corriendo y alzando los brazos. –¡Sólo faltaba, que mis súbditos me hicieran unas ofensas terribles, indelebles en mi propia casa! ¡Dios mío, hasta dónde he llegado! ¡Me siento... mal!
-¡Pero le aseguro, su excelencia! ¡No sólo no le voy a pedir, sino que incluso, ni con una sola palabra le voy a insinuar que usted, por debilidad de carácter, malgastó el dinero de Varia! ¡Y a Varia le voy a ordenar callar! ¡Palabra de honor! ¿Por qué se acalora, rompe la cómoda? ¡No lo voy a llevar a juicio!
-¡Cualquier chiquillo, mocoso... mendigo... se atreve a decirme, directo a la cara, tales ignominias! ¡Dígnese a salir joven, y recuerde que esto yo nunca lo voy a olvidar! ¡Usted me ofendió terriblemente! ¡Por lo demás... lo perdono! Usted dijo esa insolencia por su ligereza, por estupidez... ¡Ah, no se digne a tocar mi mesa con sus dedos, que se lo lleve el diablo! ¡No toque las cartas! ¡Váyase, estoy ocupado!
-¡Yo no toco nada! ¿Qué inventa usted? ¡Yo le doy mi palabra de honor, general! ¡Le doy mi palabra, que incluso no lo voy a insinuar! ¡Y a Varia le voy a prohibir exigirle a usted! ¿Qué más le hace falta pues? Es un excéntrico usted, por Dios... Usted malgastó los diez mil, que le dejó su padre... ¿Bueno, y qué? Diez mil no es mucho dinero... Se puede perdonar...
-¡Yo no malgasté nada... sí! ¡Yo ahora le voy a probar! Ahora mismo... ¡Yo le voy a probar!
El general, con manos trémulas, extrajo de la mesa una gaveta, sacó de ahí un fajo de ciertos papeles y, rojo como un cangrejo, empezó a hojearlos. Los hojeó largo tiempo, con lentitud y sin objetivo. El pobre estaba terriblemente emocionado y confundido. Para su suerte, el lacayo entró al gabinete y anunció que el almuerzo estaba servido.
-Bueno... ¡Después de almuerzo le voy a probar! –empezó a farfullar el general, ocultando los papeles. –De una vez para siempre... para evitar los chismes... ¡Déjeme sólo almorzar... va a ver! Cualquier, perdona señor... mocoso, granuja... la leche en los labios no se le secó... ¡Vaya a almorzar! Yo después de almuerzo... le...
Fuimos a almorzar. Durante el primer y el segundo plato el general estuvo enojado y arrugado. Salaba su sopa con frenesí, rugía como un trueno lejano y se movía en la silla ruidosamente.
-¿Por qué estás tan malo hoy? -le observó Varia. –No me gustas cuando estás así... en verdad...
-¡Cómo te atreves a decir que yo no te gusto! –se enfureció con ella el general.
Durante el tercero y el último plato, Shmigálov suspiró profundamente y parpadeó. Por su rostro se extendió una expresión de abatimiento, de apocamiento... ¡Empezó a parecer tan desdichado, ofendido! De la frente y la nariz le salía un sudor grueso. Después del almuerzo, el general me invitó a su gabinete.
-¡Hijo mío! –empezó, sin mirarme y tirando con sus manos de mi faldón. –Tome a Varia, yo estoy de acuerdo... Usted es un hombre bueno, noble... Estoy de acuerdo... Los bendigo... a ella y a ti, mis ángeles... Tú discúlpame, que yo antes de almuerzo te reprendí aquí... me enojaba... Eso yo, de cariño pues... de padre... Pero sólo, este... yo gasté no diez mil, sino, este... dieciséis mil... Yo y esos, que la tía Natalia le dejó a ella, los derroché... los perdí... Vamos a brindar con champagne... por la dicha… ¿Me perdonas?
Y el general clavó en mí sus ojos grises, prestos a llorar y, al mismo tiempo, jubilosos. Yo le perdoné aún los seis mil y me casé con Varia.
¡Los buenos cuentos siempre terminan con una boda!

1Patiencecaprice de dame”, solitario «capricho de dama».

Título original: Opiekun, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 43, con la firma: “A. Chejonté”.
Imagen: Ilya Repin, Portrait of V. K. Pleve, 1902.

viernes, 8 de febrero de 2008

Ideas no putrefactas


¿Quieren que en el Polo norte crezcan los dátiles y las ananás? Envíen allá a los secretarios de los consistorios eclesiásticos y a los mensajeros de los consejos médicos. Mejor que ellos, nadie sabrá calentar el ambiente.
Todo en la naturaleza es racional. Al convertir al hombre, al final de su vida, en un arenillero, la naturaleza dispersa a la vez los borrones de tinta, producidos por éste en el transcurso de toda su vida...
Y los parientes lejanos son, en esencia, nuestros cercanos. Ámalos.
No el lugar adorna al hombre, sino el hombre al lugar. Por eso no el teatro adorna al alguacil, parado a la entrada del teatro, sino el alguacil adorna al teatro.
Es mejor un canario perverso, que un lobo piadoso.
Si tu esposa llora a menudo, pues emplea el papel secante. No es ingenioso, pero en cambio es práctico.

Título original: Ne tlietvornie misli, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 11, con la firma: “El hombre sin bazo”.

Imagen: Osip Braz, Antón Chejov, 1898.

jueves, 7 de febrero de 2008

El informe


A su excelencia, el sr. Comisario del 2do campamento.

Informe:
Tengo el honor de informar a su excelencia, que en el boscaje Mijalkóvskii, cerca de Barranca vieja, pasando el puentecito, he descubierto, sin ningún signo de vida, el cadáver colgado de un hombre muerto, llamado, como se ve por sus papeles, soldado de fila retirado, Stepán Maxímov Kachagóv, de 51 años. Por la suma y restantes harapos, se evidencia que es un mendigo. Excepto la cuerda, no se encontró ningún efecto en el cuerpo, las cosas están completas en éste. Las causas de este suicidio no las he descubierto, pero todo es por el vodka. Los mujíks de Zhábrovski vieron cómo él salía de la taberna. ¿Ordena radactar el acta o esperar a su excelencia?

El sub-oficial, Denis Ch.

Informó: El hombre sin bazo.

Título original: Donesenie, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 13, sin título, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Horca, www.amigoperro.