sábado, 17 de enero de 2015

Sobre los derechos y obligaciones del ayudante del inspector


(Extracción del tomo III del código de leyes)1

1) El ayudante del inspector debe ayudar en todo al inspector, en cualquier momento del día y la noche, recordando que por la mínima desobediencia, responderá no sólo en el juicio final, sino aquí también, en la vida terrenal. Por lo demás, la ley no lo priva del derecho, a renunciar a la ayuda en los asuntos de propiedad familiar o personal. Así, no está obligado a ayudar al inspector en la procreación, y en el pago de las cuentas del inspector.
2) En la ropa no se diferencia en nada del inspector, pero en caso de ser un incendio potente, para que el sr. comisario de policía pueda distinguir al mayor del menor, debe dormir de noche sin indecibles.2 El senado le permite dormir con indecibles sólo en caso, de que el inspector convenga en dormir con pantalón.
3) A diferencia de los grandes de este mundo, y para mostrar a los subordinados que está satisfecho con los pequeños, tiene debajo de su cama un jarrón de noche microscópico, con cual está obligado a satisfacerse, incluso, en casos de inmoderado consumo de cerveza.
4) Sus derechos son en esencia los siguientes:
a) tiene una llave peculiar del water-closet, esa llave debe estar colgada en un lugar visible.
b) los viernes toma vapor en el baño.
c) ...

1Alusión irónica a los Estatutos sobre el servicio civil de Rusia, en particular a su sección Sobre los derechos y obligaciones generales del servicio civil 
2Indecibles (expresión familiar-jocosa), calzones.

Título original: O pravax i obiazannostiax pomoshnika inspektora, publicado por primera vez en Del álbum de A.P. Chejov, 1914, № 9400, sin firma.
Imagen: Boris Kustodiev, Self Portrait, 1905.

jueves, 15 de enero de 2015

El marido celoso y el amante valiente


El archivero Obluckkóv estaba parado junto a la puerta, y escuchaba. Allí, detrás de la puerta, para su gran horror se decían unas cosas, ¡que el mismo diablo habría palidecido al escucharlas!
Hablaba el mismo jefe, Arjíp Arjípich... Lo escuchaban tales personajes, como él mismo... 
-¡Y vi pues a una muchacha ayer, mes amis! -masculló con sus labios ancianos...-. ¡Una muchacha prodigiosa!
Y el jefe emitió con los labios el sonido, que emiten al ver un esturión sabroso.
-¡Una muchacha maravillosa!
-¿Dónde pues? -le preguntó uno de losmes amis”.
-Hace días estuve de visita donde el archivero… Obluchkóv... ese, que de costado parece un mono... Yo, después del año nuevo, a todos les hago una visita… Eso en su género… mmm... es chic… ¡Liberal! Je, je, je... Yo a ti, canalla, te pongo al mismo nivel… ¡pero tú mira! ¡Je, je, je! Bueno, y les gusta... El jefe, dicen, es un encanto... Mmm... Bueno... Paso yo, hace días, por donde Obluchkóv... Llamo… No está en casa... ¿Quién pues está en casa? La señora, dicen, está en casa... Entro… Imagina ahora pues, mon cher, a una pequeña, rolliza, rosada... boonita… Je, je, je... Ella se levanta del diván… palidece… Se asustó de la jefatura… Me siento. Esto lo otro... Le digo una gentileza, y la tomo de la barbilla rolliza… redonda...
Obluchkóv palideció y frunció el ceño.
-La tomo de… la barbilla… Se sonroja... Hablamos... ¡Una muchacha tan ingenua! ¡En esas mujeres, me gusta horriblemente la ingenuidad! ¡No reconozco a las no ingenuas! Me siento a su lado en el diván… No se resiste... La tomo del talle... Je, je, je... ¡Boonita, un diablo!
Obluchkóv guiñó los ojos y se puso púrpura. Él, un hombre respetuoso, tímido, sintió el fuerte deseo de golpear la calva de su excelencia. ¡El pobre archivero amaba a su mujer!
-Mmm... La tomé del talle... En la mejilla.
-¡Mientes! -dijo el ami.
-¡Lo Juro! ¡En... la mejilla! Je, je, je... Yo, dice, le permito besarme, su excelencia, sólo porque usted es bueno... gentil... ¡Y me besa en la cabeza!
Obluchkóv sintió que las rodillas se le doblaban. Sus dientes castañearon de cólera.
-¡Me besa en la cabeza!.. Yo en su pecho... Je, je... ¡Y tal morro como Obluchkóv, tiene una mujer tan maravillosa! ¡Un fenómeno! ¿Ah? ¡Arde! ¡Llamea! Al final de todo, me pidió un brazalete... Le prometí… Je, je, je... El sábado por la tarde, mandaré a Obluchkóv a algún lugar... al diablo, y yo a ella... De antemano saboreo... Je, je, je...
Obluchkóv se empezó a sofocar... Se agarró el corazón con una mano, de la manija de la puerta con la otra... Un minuto más, ¡y... no
soportará!
-¿Bueno, qué pues? ¿Hubo punto suspensivo? –preguntó el ami.
-Mmm... cómo decirte. Casi... casi hubo... Cuando ya la apretaba  entre mis brazos, y nuestros labios se fundían en un beso, entró Obluchkóv... Bueno, por supuesto... ¡fue embarazoso pues! ¡Molestó, el cerdo!
Obluchkóv no soportó.
Temblando, olvidando todo en el mundo, sediento de venganza, tironeó la manija de la puerta y entró volando al aposento, inundado de luz. En ese aposento, en una mesa verde estaban sentados tres viejos. Éstos fumaban puros y, con unos ojos aceitosos, se echaban miradas el uno al otro. Obluchkóv voló hacia la mesa, apretó los puños, farfulló... Los viejos alzaron hacia él sus ojos asombrados...
-¿Qué se le ofrece? -preguntó una voz severa-. ¡Quién eeh... le permitió eeh... joven!
-Yo... yo... su excelencia... -farfulló Obluchkóv, inclinando la cerviz ante esos ojos por costumbre y con una voz imperiosa.
-¿Qué se le ofrece? ¿Usted escuchaba?
-Yo... soy culpable, su excelencia... Si hubiera sabido, no… hubiera llegado a casa... su excelencia... Culpable... No adiviné... Perdone... el sábado, me iré.
Decía eso, ¡pero él mismo quería rajar la calva lustrosa!

Título original: Revnivii muzh i jrabrii liubovnik, publicado por primera vez en la revista Mirskoi tolk, 1883, Nº 6, con la firma: "La tuerca N° 101010101".
Imagen: Boris Kustodiev, Portrait of D.F. Bogoslovsky, 1902.