lunes, 31 de marzo de 2008

La obcecación (Cuento infantil)


Un inteligente, muy respetado comisario de distrito tenía una mala costumbre, y exactamente: estando en compañía, le gustaba jactarse de sus dotes que, hay que hacerle justicia, tenía muchas. Se jactaba de su mente, energía, fuerza, forma de pensar, y demás.
-¡Yo soy fuerte! –decía. –Quiero, rompo la cerradura, quiero, me como a un hombre con trigo... Puedo destruir Cartago, y cortar el nudo gordiano con un hacha. ¡Miren cómo soy!
Él se jactaba y todos se admiraban. Por desgracia, el comisario no había terminado un curso en ningún lugar, y no leía las Escrituras; no sabía que la obcecación y el orgullo son, en esencia, vicios indignos de un alma generosa. Pero un hecho lo ajuició. Una vez, pasó por casa de su amigo, un viejo jefe de bomberos y, viendo allí una sociedad numerosa, empezó a jactarse. Tras beberse tres copitas de vodka, abrió los ojos y dijo:
-¡Miren, insignificantes! ¡Miren y entiendan! ¡El sol, que está en los cielos con los demás astros y nubes! ¡Él va de oriente a occidente, y nadie puede cambiar su ruta! ¡Y yo puedo! ¡Puedo!
El viejo jefe de bomberos le sirvió la cuarta copita y observó amistosamente:
-¡Creo! Para la mente humana no hay nada imposible. Esa mente lo ha superado todo. Ésa puede romper las cerraduras, construir una torre hasta el cielo, cobrarle un soborno a un muerto... ¡todo lo puede! Pero, Piótr Yevtrópich, me atrevo a agregar, hay una cosa que no puede vencer no sólo la mente humana, sino hasta su fuerza.
-¿Y qué cosa es? –sonrió el obcecado con desprecio.
-Usted puede vencer todo, pero no se puede vencer a sí mismo. ¡Sí! Gnothi seauton1, decían los antiguos... Conócete a ti mismo... Y usted, a sí mismo, no se puede ni conocer, ni vencer. Contra tu propia naturaleza no irás. ¡Sí!
-¡No, iré! ¡Y me venceré!
-¡Ay, no se vencerá! ¡Créale al viejo, no se vencerá!
Se armó una discusión. Terminó en que el viejo jefe de bomberos llevó al orgulloso a una tienda de baratijas, y le dijo:
-Ahora les mostraré... Este tendero, en ese cofrecito, tiene un billete de diez rublos. Si usted se puede vencer, pues no tome ese dinero...
-¡Y no lo tomaré! ¡Me venceré!
El orgulloso cruzó las manos sobre el pecho y, ante la atención general, empezó a vencerse. Largo tiempo luchó y sufrió. Media hora abrió los ojos, se sonrojó y apretó los puños, pero al final no resistió, extendió maquinalmente la mano hacia el cofrecito, sacó el billete de diez rublos y, temblorosamente, lo metió en su bolsillo.
-¡Sí!- dijo él. -¡Ahora entiendo!
Y desde entonces ya jamás se jactó de su fuerza.

1Gnothi seauton, conócete a ti mismo. Inscripción en el frontón del templo de Apolo, en Delfos, que Sócrates toma como divisa.

Título original: Samoobolschenie, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 20, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Victor Vasnetsov, Ivan Petrov, a Peasant from Vladimir Province, Study, 1883.

sábado, 29 de marzo de 2008

Chejov a A.S. Suvórin


Moscú, 28 de noviembre de 1888.


Las ideas felices1, querido Alexéi Serguéevich, no conviene del todo. El lector está habituado a buscar bajo ese título ideas de índole bernardoniana2. En segundo, ese título no una vez ya fue explotado por los periódicos menores.

Mi cuento3 lo terminaré en su casa, y si sirve para el Tiempo nuevo, pues voy a estar muy contento. Yo lo hubiera terminado ya hace tiempo, pero me molestan así, como nunca antes me molestaron. Los visitantes no tienen fin... ¡Simplemente una tortura! Son tantas conversaciones superfluas sobre el diablo sabe qué, que me aturdí y sueño con Petersburgo como con la tierra prometida. Me sentaré en su cuartito de atrás y no voy a salir.

El cuento sale aburrido. Aprendo a escribir “razonamientos”, e intento apartarme del lenguaje coloquial. Antes de proceder a la novela, hay que habituar la mano propia a trasmitir libremente la idea en forma narrativa. A esa doma me dedico yo ahora. Le daré a leer. Si mis experiencias sirven para algo, pues tómelas, si no sirven, pues así dígalo. Yo tengo mucha mercancía inservible, y no me siento mal por que no la publico. El sujeto del cuento es así: curo a una dama joven, conozco a su esposo, un hombre honrado, que no tiene convicciones ni una visión del mundo; gracias a su situación como ciudadano, amante, esposo, hombre pensante él, quiera o no quiera, se tropieza con cuestiones que, quiera o no quiera, pase lo que pase, debe resolver. ¿Y cómo resolverlas sin tener una visión del mundo? ¿Cómo? Nuestra relación culmina, en que él me da un manuscrito, su “crónica autobiográfica”, compuesto de una multitud de capítulos cortos. Yo escojo esos capítulos que me parecen más interesantes, y se los obsequio al benévolo lector. Mi cuento empieza directamente desde el capítulo VII, y termina en eso que ya es sabido hace tiempo, y precisamente, que una vida sensata sin una visión del mundo definida no es una vida, sino una carga, un horror. Tomo a un hombre saludable, joven, enamoradizo, que sabe beber, disfrutar la naturaleza, filosofar, no libresco y no desilusionado, sino un chico muy común.

Me sale no un cuento, sino un folletín.

Al director de los teatros moscovitas4 lo conozco perfectamente. En una buena mitad mentía sobre las mujeres.

A Echegaray5 se le puede interpretar en la sala de un pequeño burgués, y para Máslov6 es necesario eregir catedrales y cementerios. La diferencia es grande. Si la pieza7 de Máslov fuera tres veces peor pero ordinaria, de costumbres o golpeadora, pues hace tiempo ya que iría donde Korsh. ¡Toda la cuestión no está en si ésta es buena o no! ¿De dónde Máslov sacó que Petipa8 es un Don Juan? Ése es un francés rígido, charolado, y nada más.

Un saludo a los suyos. ¡Son excelentes sus sobres! Cuando me case con una rica, pues me compraré 100 rub. de sobres y 100 rub. de perfumes.


Suyo, A. Chejov.


¿En lugar de Las ideas felices no tomar acaso Sin título?


1Las ideas felices, cuento de Alexéi Suvórin.
2
F.K. Bernard, escritor humorista inglés.
3Chejov envía el cuento a Tiempo nuevo, después lee las galeras y las conserva con intención de continuar el cuento más adelante.
4Vladímir Bguichev, dramaturgo, director de los Teatros imperiales rusos.
5
José Echegaray, dramaturgo español, autor de La muerte en los labios y El gran Galeoto, entre otras obras.
6
Alexéi Máslov (de seudónimo “Biézhetzkii”), escritor y periodista.

7El seductor sevillano.

8Marius Petipa, célebre bailarín clásico y coreógrafo francés, maestro de ballet de la corte rusa.


Imagen: Alexander Danilichev, Still Life, 1981.


Chejov a A.S. Suvórin


Moscú, entre 20-25 de noviembre de 1888.


...¡Ah, qué cuento empecé! Lo llevaré y le rogaré a usted leerlo. Escribo sobre el tema del amor. Escogí la forma folletinesca-literaria. Un hombre honrado le llevó a un hombre honrado la esposa, y escribe sobre eso su opinión; vive con ella -una opinión; se separa -de nuevo una opinión. Fugazmente, hablo del teatro, del prejuicio de la “diferencia de convicciones”, del camino militar georgiano, de la vida familiar, de la incapacidad del intelectual contemporáneo ante esa vida1, de Pechórin2, de Oniéguin3, del Kazbék4... Tal vinaigrette5, que Dios me salve. Mi cerebro bate alas, pero adonde volar –no sé.

Usted escribe que los escritores son un pueblo escogido de Dios. No empezaré a discutir. Scheglóv me llama el Potiómkim6 de la literatura, y por eso no soy quien para hablar del camino espinoso, las desilusiones, y demás. No sé, si acaso sufrí alguna vez más de lo que sufren los zapateros, los matemáticos, los conductores; no sé quién predice por mi boca, Dios o alguien peor. Yo me permitiré constatar sólo una cosa, un pequeño desagrado que experimenté en mí mismo y que, probablemente, usted también conoce por experiencia. El asunto está he aquí en qué. Usted y yo queremos a las personas comunes, pero a nosotros nos quieren porque ven en nosotros personas no comunes. A mí, por ejemplo, me invitan a todas partes de visita, en todas partes me dan de comer y beber, como al general en la boda; mi hermana se perturba con que la invitan a todas partes, por que es hermana de un escritor. Nadie quiere querer en nosotros a las personas comunes. De aquí se deduce que si mañana nosotros, a los ojos de los buenos conocidos, nos mostramos como mortales comunes, pues nos dejarán de querer, y sólo nos van a compadecer. Y eso es infame. Es infame y que en nosotros quieren eso que nosotros, a menudo, no queremos y no estimamos en sí mismos. Es infame que yo tenía razón cuando escribía el cuento El pasajero de I clase7, donde el ingeniero y el profesor razonan sobre la fama.

Me iré a la granja. ¡Al diablo con ellos! Usted tiene Feodósia8.

A propósito de Feodósia y los tártaros. A los tártaros les malversaron la tierra, pero en su bienestar nadie piensa. Se necesitan escuelas tártaras. Escriba que el dinero, gastado en la salchichera Universidad de Diérptskii9, donde estudian los inútiles alemanes, el ministerio se lo dé para las escuelas a los tártaros, que son útiles a Rusia. Yo mismo escribiría sobre eso, pero no sé.

Léikin me envió un vodevil de su creación10 muy divertido. Es un hombre único en su género.

Que esté saludable y dichoso.


Suyo, A. Chejov.

Dígale a Máslov, que el destino de su pieza11 se resuelve: oscilación ya a uno, ya a otro lado. Pusieron una pieza española12 y se hundieron, a poner otra no se deciden.

1Posiblemente, una primera variante del relato El duelo.
2
Evguénii Oniéguin, personaje principal de Evguénii Oniéguin, novela en verso de Alexánder Púshkin.
3
Grigórii Pechórin, personaje principal de Un héroe de nuestro tiempo, novela de Mijaíl Liérmontov.
4Kazbék, montaña del Cáucaso, en Georgia, de 5 033 mts. de altura.
5
Vinaigrette, salpicón; ensaladilla rusa con remolacha; (expresión familiar), ensalada, mezcolanza, revoltijo.
6Grigórii Potiómkin (1739-91), general del ejército imperial ruso, favorito de la emperatriz Ekaterina II.
7El pasajero de I clase, publicado en el periódico Tiempo nuevo (1886, Nº 3765, con la firma: “An. Chejov”).
8Feodósia, ciudad a orillas del Mar Negro, donde Suvórin tiene una propiedad.
9Universidad de Diérptskii, fundada en 1802.
10
El compadre bombero, SPb., 1888.
11
El seductor sevillano.
12
El gran Galeoto, pieza del dramaturgo español José Echegaray, puesta en el Teatro de Korsh, de Moscú.

Imagen: Nikolai Dubovik, Landscape, 2003.

El otro aniversario


El orador. ¡Muy señores míos y muy señoras mías! ¡Levanten las copas por nuestro querido festejado, el estimado de todos Iván Ivánovich Ivánov! ¡¡Su aniversario estriba en que Iván Ivánovich, sólo durante el corriente año, ya estuvo presente en la celebración de cien aniversarios!!
La luna (ofendida). ¿Qué hacen ellos pues? ¡Celebran el aniversario de cierto Iván Ivánovich, y se olvidaron de mi aniversario!.. ¡Me parece que yo, desde la creación del mundo, vivo el año 7392!

Título original: I eschio yubilei, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1886, Nº 7, con dibujo de A.I. Liébediev.
Imagen:
Karl Eduard Blechen, Paisaje en el invierno con claro de luna, 1836.

viernes, 28 de marzo de 2008

De esto, de aquello...


Una de las piezas del dramaturgo moscovita M-eld1, sufrió un fiasco en su misma primera presentación. Paseándose por el foyer teatral y echando miradas sombrías a los lados, el autor preguntó a un amigo que encontró:
-¿Qué piensa usted de mi pieza?
-Yo pienso –respondió el amigo, –que usted se sentiría mucho mejor ahora, si esa pieza la hubiera escrito no usted, sino yo.

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Un hacendado, tras llamar a su casa a su viejo amigo, mandó a servirle media botella del añejo zimliánskoye...
-Bueno, ¿cómo hallas el vino? –le preguntó al amigo, cuando el vino fue bebido. -¡Qué bouquet, qué fortaleza! Ahora se ve, que tiene cincuenta años...
-Sí- convino el amigo, mirando de soslayo la media botella, -sólo que es muy poco para sus años...

xxx

Un actor importuna a su empresario, rogándole sobre la entrega del salario y amenazando, en caso contrario, con morir de hambruna.
-Basta de mentir pues, padrecito...-dice el empresario. –Por sus mejillas rosadas, rollizas, no se ve que usted se muera de hambre...
-¡Pero qué usted mira la cara! ¡La cara pues no es mía, sino de la dueña! ¡La dueña me alimenta a crédito!

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A un oficial, en Sevastópol, una granada que explotó le arrancó la pierna. Éste no perdió el ánimo, y empezó a usar una extremidad artificial. En la pasada campaña ruso-turca, durante la toma de Pliévna, le arrancaron la otra pierna. Lanzados en su ayuda, los soldados y los oficiales se quedaron perplejos en extremo con su aspecto sereno...
-¡Qué imbéciles pues! –se reía. –Sólo perdieron la carga en vano... ¡No saben, que yo en el convoy tengo aún un par de piernas buenas!

1D.A. Mansfield, dramaturgo fructífero, redactor de la revista ilustrada El arcoiris y de la revista literaria La época.

Título original: O tom, o siom, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 20, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen:
Ilya Repin, Portrait of the Chello-Player Alexander Verzhbilovich, 1895.

Sobre abril


Abril recibió su nombre del verbo latino de 4ta conjugación aperire, que significa abrir, desplegar, ya que en este mes la tierra se despliega, para dejar brotar de sí las plantas. Así se le despliega al joven la barbilla, para dar paso libre a la barba deseosa de crecer. En el reinado de Nerón, este mes fue llamado Neroneus, por los méritos obtenidos por Nerón en el servicio a la patria; pero después, por descuido de la policía romana y enfriamiento del patriotismo romano, perdió ese motejo. Tiene 30 días, según la cantidad de monedas de Judas. En los monumentos de la antigüedad, este mes se representa con un holgazán bailando, guiñando el ojo izquierdo y con los faldones levantados. En sus manos unas castañuelas, a sus pies un caramillo, de su bolsillo asoma media botella. Evidentemente, era un borracho, sabía muchos chistes escabrosos y vivía de medios indefinidos. Comúnmente, delante de su imagen se ponía la estatua de Venus. En el pedestal de esta estatua, un lector joven podría percibir no pocas figuras geométricas, referentes a la semejanza de los triángulos y la doctrina de los límites. Tanto Abril como Venus no entendían nada de geometría, y por eso aquí conviene percibir una alegoría: por el placer del amor, se puede pisotear incluso la geometría, ¡un sentido, si tomar en cuenta la cercanía de los exámenes, funesto! Nuestros antepasados nombraron a abril florescencia, o florecimiento, en honor de las flores, que florecen en este mes en las macetas de flores del lado Petersburgués, y en las fisonomías de los junkers1.
La costumbre de timar al prójimo el primer día de abril existe en todas partes, incluso en las orillas de Maklái2. Sobre la procedencia de esta costumbre disertan de forma diversa. Unos dicen que tuvo su inicio en las West Indies, donde los indios, ese día, se dedican a un timo inocente: se envían los unos a los otros a lugares distintos con pretextos inventados, y después se ríen a carcajadas de los engañados. Otros ponen esta costumbre en relación con las cuentas, que en la antigüedad preparaban los funcionarios de los consistorios para el primero de abril. Debido a que el timo mutuo se ha hecho en nuestro tiempo un fenómeno habitual, esta costumbre perdió su sal y empezó a esfumarse gradualmente, pero antaño, cuando mentían menos, estaba muy de moda. Cuentan que en uno de los primeros de abril, una trouppe de actores alemanes, que brindaba funciones en Petersburgo, en tiempos de Pedro, prometió una “función brillante”, y cuando el público empezó a quejarse en el teatro, colgó de la cortina una transparencia con el letrero: “Primero de abril”. No hubo espectáculo. Pedro no se enfadó con la broma y sólo, al salir del teatro, profirió: “¡El libertinaje de los comediantes!” Si esa trouppe no se olvidó de cobrarle dinero al público antes del espectáculo, pues se debe lamentar que no todos nuestros actores modernos conocen esa anécdota histórica3.

1Junker (expresión anticuada), cadete en la Rusia zarista.
2Orilla de la isla Nueva Guinea, bautizada con el nombre del etnógrafo y viajero ruso Nikolai Miklújo-Maklái.
3Iván Snieguirióv, en Las fiestas populares y los rituales supersticiosos rusos, refiere: “El engaño de abril es conocido históricamente en Rusia desde los tiempos de Pedro I, y con toda probabilidad es introducido por los alemanes que vivían en Rusia… En 1700, el dueño de una trouppe de comediantes alemanes de Moscú anunció que, el mismo día del espectáculo, se metería en una botella de comedor común. En la escena apareció una botella con el letrero: ‘Primero de abril’” (Moscú, 1838, cap. El primero de abril, pag. 60).

Título original: Ob aprelie, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 14, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen:
Nikolai Kozlov, Daisies, 2005.

jueves, 27 de marzo de 2008

El álbum


El consejero titular Krátierov, flaco y fino como la aguja del almirantazgo, anduvo adelante y, dirigiéndose a Zhmuíjov, dijo:
-¡Su excelencia! Movidos y tocados en toda el alma, por su jefatura longeva y cuidados paternales…
-Por más de, d
urante diez años enteros, -sugirió Zakúsin.
-Por más de, d
urante diez años enteros, nosotros, sus súbditos, en el día de hoy, memorable para nosotros… este.., le obsequiamos a su excelencia, como signo de nuestro respeto y profunda gratitud, este álbum con nuestros retratos, y deseamos que durante su vida memorable, aún por largo, largo tiempo, hasta la misma muerte, no nos abandone…
-Con sus sermones paternales en el camino de la verdad y el progreso… -agregó Zakúsin, secándose en la frente el sudor brotado por un instante; sentía, evidentemente, muchos deseos de hablar y, con toda probabilidad, tenía un discurso preparado. –¡Y que ondee -terminó, -su insignia aún por largo, largo tiempo en la palestra del genio, el trabajo y la auto conciencia de la sociedad!
Por la arrugada mejilla izquierda de Zhmuíjov se arrastró una lágrima.
-¡Señores! –dijo con voz trémula. –Yo no esperaba, no pensaba de ningún modo, que ustedes iban a festejar mi modesto aniversario… Estoy tocado… incluso… bastante… Este instante no lo olvidaré hasta la misma tumba, y créanme… créanme, amigos, que nadie les desea tanto bien como yo… Y si hubo algo, pues fue para vuestro provecho…
Zhmuíjov, el consejero civil activo, se besó con el consejero titular Krátierov, que no esperaba ese honor y palideció de éxtasis. Luego el jefe hizo un gesto con la mano, que significaba que no podía hablar por la emoción, y rompió a llorar, como si no le regalaran un álbum costoso sino, por el contrario, se lo quitaran… Después, un poco calmado, y diciendo aún unas pocas
palabras sentidas, y dejando a todos estrechar su mano, entre ruidosos clamores de júbilo, fue hacia abajo, se sentó en la carroza y, acompañado de bendiciones, se marchó. Sentado en la carroza, sintió en su pecho una afluencia de sensaciones jubilosas, no conocidas hasta entonces, y rompió a llorar otra vez.
En la casa lo esperaban nuevos júbilos. Allí su familia, sus amigos y conocidos le armaron tal ovación, que le pareció que él, en realidad, había traído a la patria mucho provecho, y que si no estuviera en este mundo pues, es posible, le habría ido muy mal a la patria. El almuerzo de aniversario estuvo compuesto, por completo, de brindis, discursos, abrazos y lágrimas. En una palabra, Zhmuíjov no esperaba de ningún modo, que sus méritos fueran tomados tan de corazón.
-¡Señores! –dijo antes del postre. –Hace dos horas recibí una satisfacción por todos los sufrimientos, por los que debe pasar el hombre que sirve, así decir, no a la forma, no a la letra, sino al deber. Yo, en todo mi tiempo de servicio, mantuve incesantemente el principio: no el público para nosotros, sino nosotros para el público. ¡Y hoy recibí la recompensa superior! Mis
súbditos me obsequiaron un álbum… ¡Miren! Estoy tocado.
Las fisonomías festivas se inclinaron hacia el álbum y empezaron a examinarlo.
-¡Y el álbum es bonito! –dijo la hija de Zhmuíjov, Ólia. –Pienso que cuesta unos cincuenta rublos. ¡Oh, qué encanto! Tú, papito, dame este álbum. ¿Oyes? Lo voy a guardar… Es tan bonito.
Después del almuerzo, Óliechka se llevó el álbum a su habitación y lo guardó en la mesa. Al otro día les sacó los funcionarios y los arrojó al suelo, y en lugar de éstos puso a sus amigas del instituto. Los uniformes consumados cedieron su lugar a las pelerinas blancas. Kólia, el hijito de su excelencia, recogió a los funcionarios y coloreó sus ropas con pintura roja. A los sin bigotes les dibujó unos bigotes verdes, a los imberbes unas barbas marrón. Cuando ya no hubo nada que colorear, recortó
figuritas de las tarjetas, les traspasó los ojos con alfileres y se puso a jugar a los soldaditos. Tras recortar al consejero titular Krátierov, lo fijó a una cajita de cerillos y, en ese estado, se lo llevó a su padre al gabinete.
-¡Papá, un monumento! ¡Mira!
Zhmuíjov se carcajeó, tosió un poco y, conmovido, besó la mejilla de Kólia fuertemente.
-Bueno ve, travieso, enséñale a mamá. Deja que mamá lo vea también.

Título original: Albom, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 18, con la firma: "A. Chejonté".
Imagen: Ivan Kramskoy, Portrait of the Artist Ivan Shishkin, 1880.

Una perra cara


El teniente Dúbov, un veterano del ejército no joven ya, y el servidor voluntario Knaps estaban sentados y bebían.
-¡Una perra excelente! –decía Dúbov, mostrando a Knaps su perra Mílka. -¡Una perra no-ta-ble! ¡Préstele atención al morro! ¡Sólo el morro lo que vale! ¡Si me tropiezo con un aficionado, así, por el morro solo, me dan doscientos rublos! ¿No me cree? En ese caso, usted no entiende nada.
–Yo entiendo, pero…
-¡Pues es un setter, un setter inglés de pura sangre! ¡Una muestra
1 asombrosa, y la intuición…el olfato! ¡Dios mío, qué olfato! ¿Sabe cuánto di por Mílka, cuando era un cachorro todavía? ¡Cien rublos! ¡Una perra divina! ¡Bri-bona, Mílka! ¡Im-bécil, Mílka! Ven acá, ven acá… canina, perrita mía…
Dúbov atrajo a Mílka hacia sí y la besó entre las orejas. De sus ojos brotaron lágrimas.
–No te voy a dar a nadie… mi bella… tamaña bandida. ¿Pues tú me quieres, Mílka? ¿Me quieres?.. ¡Bueno, fuera de aquí! –gritó de pronto el teniente. -¡Con las patas sucias te trepas directo al uniforme! ¡Sí Knaps, ciento cincuenta rublos di por el cachorro! ¡Por lo tanto, había por qué! Sólo una cosa me da lástima: ¡no tengo tiempo para cazar! Se muere sin tarea la perra, entierra su talento… Por eso pues la vendo. ¡Cómpremela Knaps! ¡Toda su vida me lo va a agradecer! Bueno, si tiene poco dinero, pues dígnese, se la cedo por la mitad… ¡Llévesela por cincuenta! ¡Róbeme!
-No hijito… -suspiró Knaps. –Si su Mílka fuera del sexo masculino pues, puede ser, se la compraría, pero…
-¿Mílka no es del sexo masculino? –se sorprendió el teniente. -¿Knaps, qué le pasa? ¿Mílka no es del sexo… masculino? ¡Ja-ja! ¿Así, qué es pues para usted? ¿Una perra? Ja-ja… ¡Buen chico! ¡Todavía no sabe distinguir un perro de una perra!
-Usted me habla, como si yo fuera un ciego o un niño… -se ofendió Knaps. -¡Por supuesto es una perra!
-¡Es posible que diga todavía, que yo soy una dama! ¡Ah, Knaps, Knaps! ¡Y todavía terminó el técnico también! ¡No, alma mía, es un perro verdadero, de pura sangre! Es poco eso, a cualquier perro le saca diez puntos, y usted… ¡no es del sexo masculino! Ja-ja…
-Perdone, Mijaíl Ivánovich, pero usted… simplemente, me considera un imbécil… Es hasta ofensivo…
-Bueno, no hace falta, al diablo con usted… No me la compre… ¡A usted no lo empujas! Pronto va a decir que eso no es el rabo, sino la pata… No hace falta. Quería pues hacerle una rebaja. ¡Vajramiéev, cognac!
El ordenanza sirvió más cognac. Los amigos se llenaron los vasos y se quedaron pensando. Pasó media hora en silencio.
-Y aunque sea del sexo femenino… -interrumpió el silencio el teniente, mirando la botella
sombríamente. -¡Un asunto asombroso! Para usted pues es mejor. Le va a dar cachorros, y lo que es un cachorro, pues es un cuarto… Cualquiera se lo va a comprar con gusto. ¡No sé por qué le gustan tanto los perros! Las perras son mil veces mejores. El sexo femenino es más reconocido, y apegado… Bueno, si ya le teme tanto al sexo femenino, pues dígnese, llévesela por veinticinco.
-No hijito… Ni un kópek le voy a dar. En primer lugar, no me hace falta una perra, y en segundo no tengo dinero.
-Así lo hubiera dicho antes. ¡Mílka, vete de aquí!
El ordenanza sirvió una tortilla. Los amigos la emprendieron con ésta y, callados, limpiaron la sartén.
-Es un buen chico usted, Knaps, honrado… -dijo el teniente, limpiándose los labios. –Me da lástima soltarlo así, qué diablos… ¿Sabe qué? ¡Llévese la perra de gratis!
-¿A dónde pues, hijito, me la voy a llevar? –dijo Knaps y suspiró. -¿Y quién va a lidiar con ella en mi casa?
-Bueno, no hace falta, no hace falta… ¡al diablo con usted! No quiere, y no hace falta… ¿A dónde va pues? ¡Siéntese!
Knaps, desperezándose, se levantó y tomó el gorro.
-Es hora, adiós… -dijo bostezando.
-Pero espere pues, lo voy a acompañar.
Dúbov y Knaps se vistieron y salieron a la calle. Los primeros cien pasos los dieron callados.
-¿No sabe, a quién se le podría dar la perra? –empezó el teniente. -¿No tiene unos conocidos así? La perra, usted la vio, es buena, de raza, pero… ¡a mí, resueltamente, no me hace falta!
-No sé, querido… ¿Qué conocidos pues, tengo yo aquí?
Hasta el mismo apartamento de Knaps los amigos no dijeron ni una palabra más. Sólo cuando Knaps le estrechó la mano al teniente y abrió su portezuela, Dúbov tosió y articuló como que indeciso:
-¿Usted no sabe, los desolladores de aquí, aceptan perros o no?
-Debe ser, aceptan… Seguro, no le puedo decir.
-La voy a mandar mañana con Vajramiéev… Al diablo con ella, que le arranquen la piel… ¡Perra mezquina! ¡Repugnante! Es poco que me armó una porquería en las habitaciones, ayer todavía se zampó toda la carne en la cocina, i-i-infame… Bueno si fuera una raza buena, pero el diablo sabe qué, un cruce de perro de corral con cerdo. ¡Buenas noches!
-¡Adiós! –dijo Knaps.
La portezuela se azotó y el teniente se quedó solo.

1Muestra, parada que hace el perro para levantar la caza, perro de muestra.

Título original: Dorogaya sobaka, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 45, con la firma: "A. Chejonté".
Imagen: Peter Severin Kroyer, El cazador con el perro, 1898.

miércoles, 26 de marzo de 2008

El cómico1


El cómico Iván Akímovich metió las manos en los bolsillos de su pantalón ancho, se volvió hacia la ventana, y clavó sus ojos indolentes en la ventana de la casa de enfrente. Pasaron unos cinco minutos en silencio...
-¡Qué aburri-miento! –bostezó la ingénue María Andréevna. -¿Y por qué calla, Iván Akímich? ¡Si vino y me impidió aprenderme el papel, pues siquiera converse! Es insufrible usted, en verdad...
-Hum... Me dispongo a decirle una cosa, pero como que es incómodo... Se lo digo con franqueza, sin delicadeza... a lo mujík, y usted ahora me condena, lo toma a burla... ¡No, mejor no se lo digo! Me muerdo la lengua contra el mal...
“¿De qué pues él, se dispone a hablar?” –pensó la ingénue. –Está excitado, como que mira extraño, cambia un pie por el otro... ¿Y no querrá acaso, declararme el amor? Hum... ¡Una desgracia con estos golfillos! Ayer el primer violín se me declaró, hoy todo el ensayo el raisonneur2 suspiró... ¡Se arrebataron todos con el aburrimiento!
El cómico se apartó de la ventana y, acercándose a la cómoda, se puso a examinar las tijeras y la latita de pomada labial.
-Asssí... Quisiera decírselo, pero tengo miedo... es incómodo... Se lo digo con franqueza, a la rusa, y usted ahora: ¡ignorante!, ¡mujík!, esto, lo otro... La conozco... Mejor es callar...
“¿Y qué decirle, si en realidad empieza a declararme el amor? –continuó pensando la ingénue. –Él es bueno, generoso así, talentoso, pero... no me gusta. No es nada bonito... Anda encorvado, y en la cara como que unas ampollas... La voz ronca... Y además, esas maneras... ¡No, nunca!”
El cómico caminó en silencio por la habitación, se tumbó en la butaca con pesadez y, ruidosamente, atrajo hacia sí el periódico de la mesa. Sus ojos recorrieron el periódico, como buscando algo, después se detuvieron en una letra, y se adormecieron.
-¡Señor... siquiera si hubiera moscas! –rezongó él. –Con todo, es más alegre...
“Por lo demás, sus ojos no son feos –continuó pensando la ingénue. –Pero lo mejor que tiene es el carácter, y en los hombres no es tan importante la belleza como el alma, la mente... Casarse con él es posible, se puede aún, pero vivir así con él... ¡por nada! Cómo él, no obstante, me miró ahora... ¡Me quemó! ¡Y por qué tiene miedo, no entiendo!”
El cómico suspiró con pesadez y gimió. Se veía que le costaba caro su silencio. Se puso rojo como un cangrejo, y torció la boca hacia un lado... Su rostro expresaba sufrimiento...
“Es posible, con él, vivir así, se puede –no dejaba de pensar la ingénue. –Recibe un buen salario... En todo caso, es mejor vivir con él, que con algún capitán mugroso. ¡En verdad, agarraré y le diré que estoy de acuerdo! ¿Para qué ofenderlo, al pobre, con un rechazo? ¡Él así, vive con tanta amargura!
-¡No! ¡No puedo! –gimió el cómico, levantándose y arrojando el periódico. -¡Así es pues, mi naturaleza anatémica! ¡No me puedo vencer! ¡Pégueme, regáñeme, y se lo diré, María Andréevna!
-Pero hable, hable. ¡Basta de hacer de mendigo!
Mátushka! ¡Hijita! Perdóneme generosamente... le beso la mano de rodillas...
De los ojos del cómico brotaron unas lágrimas del tamaño de guisantes.
-¡Sí, hable... maldito! ¿Qué pasa?
-¿No tiene usted, hijita... una copita de vodka? ¡Me arde el alma! ¡Tengo en la boca, después de la bebedera de ayer, tal óxido, acidez y peróxido, que no hay químico que entienda! ¿Me cree? ¡Me revuelve el alma! ¡No puedo vivir!
La ingénue se sonrojó, frunció el ceño, pero después cayó en la cuenta, y le dio al cómico una copita de vodka... Éste bebió, revivió, y empezó a contar chistes.

1Nikolai Léikin escribe a Chejov el 21 de enero de 1884: “Si usted desea que en el Nº 4 se coloque algo suyo, pues mándelo para el martes” (GBL).
Chejov escribe a Léikin el 22 de enero: “Por esta vez le envío una pequeña tontería (…) Si hubiera sabido antes que María Ivánovna no serviría, acaso hubiera escrito algo más sensato”.
2Raisonneur, personaje que representa la moral o el razonamiento correctos, encargado de dar a conocer la visión que el autor tiene de la situación.

Título original: Komik, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 4, con la firma: “A. Chejonté”.
Imagen: Constantin Korovin, Portrait of Fedor Chaliapin, 1911.

El examen (De la plática de dos personas muy inteligentes)


Hace unos días se presentó en el gabinete del padre el hijo mayor, y le anunció que deseaba salir de su tutela e ingresar a la sociedad por cuenta propia. Este anuncio lo motivó con la reciente llegada de su mayoría de edad (había cumplido exactamente 21 años).
-¡Está bien, hijo mío! –dijo el padre tras escucharlo. -Estoy de acuerdo pero, antes de empezar una vida por cuenta propia, debes pasar conmigo un pequeño examen mundano. Siéntate, te voy a examinar...
El hijo se sentó. El padre frunció el ceño y empezó:
-¿A qué huele en la boca cuando comes embutido?
-A expendio de embutido.
-Así, hijo mío. ¿Qué enjabonan las esposas sin jabón?
-La cabeza de los esposos.
-¿Qué sería, si las personas anduvieran patas arriba?
-Entonces Pirone cosería gorros y Posch cosería zapatos...
-Totalmente cierto. ¿Por qué el agua de mar es salada?
-Porque en ella nadan los arenques...
-¡Viejo, viejo! ¡Inventa algo tuyo!
-El agua de mar es salada porque... porque... en ella se bañan a veces los humoristas.
-Es posible... Antes preguntaban: ¿por qué los gansos nadan? Nosotros respondíamos: por la orilla... Ahora tú respóndeme: ¿de qué se alejan nadando los gansos palmeados?
-De las deudas, del servicio militar...
-¿Por qué no llevan los lentes en el cogote?
-Porque los lentes se rompen con los cogotazos.
-¿Por qué a un hombre no se le puede llamar cerdo?
-Porque te entrega al juez de paz.
-¿Qué pardillo terminó el curso en la universidad?
-El doctor Pardillo1.
-¿A quién se puede llamar criatura caída?
-Al hombre caído del tagarote.
-¿Dónde se puede tomar dinero prestado?..
El hijo levantó la cabeza y se quedó pensativo.
-¿No sabes, hijito? Bueno, no sirves pues tú para la sociedad... ¡Vive bajo mi tutela aún un mes! Dentro de un mes habrá un nuevo examen.

1Doctor Pardillo, médico-psiquiatra de San Petersburgo.

Título original: Ekzamen, publicado por primera vez en el periódico Novosti dnia, 1883, Nº 178, con la firma: “A. Chejov”.
Imagen: Carl von Marr, El Padre, John Marr, 1891.

Del diario de una señorita


13 de octubre. ¡Finalmente, en mi calle hay una fiesta1! Miro y no creo a mis ojos. Ante mis ventanas, hacia atrás y adelante, anda un trigueño alto, garboso, con unos ojos negros profundos. ¡Los bigotes son un encanto! Anda ya el quinto día, desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche, y siempre mira a nuestras ventanas. Hago ver que no presto atención.
15. Hoy, desde la misma mañana, hay una lluvia torrencial, y él, pobrecito, anda. En recompensa, le hice ojitos y le mandé un beso aéreo. Respondió con una sonrisa cautivadora. ¿Quién es él? Mi hermana Vária dice que él está enamorado de ella, y que se moja bajo la lluvia por ella. ¡Qué subdesarrollada es! Bueno, ¿puede acaso un trigueño amar a una trigueña? Mamá nos mandó a vestirnos mejor y a sentarnos junto a las ventanas. “Puede ser que sea algún ratero, y puede ser que sea un señor honrado” –dijo ella. Quel ratero... ¡Es una tonta usted, mamásha! 
16. Vária dice que yo me comí su vida. ¡Soy culpable yo, de que él me ama a mí, y no a ella! Con descuido le dejé caer una esquela en la acera. ¡Oh, pérfido! Se escribió con una tiza en su manga: “Luego”. Y después anduvo, anduvo, y escribió en las puertas vis-à-vis: “Yo no estoy en contra, sólo que luego”. Escribió con la tiza y lo borró con rapidez. ¿Por qué mi corazón late así? 
17. Vária me golpeó por el pecho con el codo. ¡Vil, envidiosa miserable! Hoy él detuvo al alguacil, y le habló de algo largo tiempo, señalando hacia nuestras ventanas. ¡Una intriga arma! Soborna, debe ser... ¡Son unos tiranos y unos déspotas ustedes, los hombres, pero que pícaros y hermosos son! 
18. Hoy, después de una larga ausencia, llegó por la noche mi hermano Seriózha. No alcanzó a acostarse en la cama, cuando lo llamaron de la comisaría. 
19. ¡Canalla!¡Miseria! Resulta que él, todos estos doce días, seguía las huellas de mi hermano Seriózha, que malgastó el dinero de alguien y se escondió.Hoy escribió en las puertas: “Yo estoy libre y puedo”. Cerdo... Le saqué la lengua. 

1Que haya en mi calle una fiesta (expresión popular), sobre el deseo de la llegada de tiempos mejores, la posibilidad de celebrar algo, y demás. 

Título original: Iz dnievnika odnoi dievitzi, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 44, con la firma : “El hombre sin bazo”.
Imagen: Constantin Korovin, In Front of the Open Window (Shalyapin's Daughters, Irina and Lidya), 1916.

lunes, 24 de marzo de 2008

M.V. Kiselióva a Chejov


Bábkino, principios de enero de 1887.

Empezaré, buenísimo Antón Pávlovich, por que el folletín
1 que me ha enviado no me gusta en absoluto, en absoluto, aunque estoy convencida de que a mi opinión se unirán muy pocos. Está bien escrito, los lectores hombres se harán más inteligentes, si el destino no los empujó a una Susana semejante, que supiera divertir su licencia; las mujeres la envidiarán en secreto, pero la mayor parte del público leerá con interés, y dirá: "¡Escribe fluido ese Chejov, es un bravo!”
Puede ser, a usted le van a satisfacer los 115 r. y esos juicios, pero a mí, en lo personal, me fastidia que un escritor de su clase, o sea, no privado de Dios, me muestre sólo la “pila de estiercol”. La suciedad, los canallas y las canallas pululan en el mundo, y la impresión que éstos producen no es nueva, pero en cambio, qué gratitud sientes por ese escritor que, al pasarlo a usted por todo el hedor de la pila de estiercol, de pronto saca de ahí un germen perlado. Usted no es corto de vista, y es perfectamente capaz de encontrar ese germen, ¿para qué pues, entonces, sólo la pila? Deme el germen, para que en mi memoria se esfume toda la suciedad de la situación; a usted, yo tengo derecho a exigirle eso, y a los otros, que no saben distinguir y encontrar a la persona entre los animales de cuatro patas, ni me pondré a leerlos. Mi mirada, por supuesto, no puede tener significado para usted, pero, en calidad de buena conocida suya, yo me permitiré expresarla, además de que usted mismo me dio ese derecho, al enviarme el folletín.
Puede ser, sería mejor callar, pero yo quisiera ansiosamente regañarlo a usted y a sus redactores abyectos, que estropean su talento con tanta indiferencia. Si fuera redactor, yo, para su propio provecho, le devolvería ese folletín. A disculparme con usted por la brusquedad de mi juicio no me pondré, usted sabe que yo o digo la verdad o callo, y si a mí ya me llegó al corazón la necesidad de decir la verdad (yo no soy el papa romano, puedo equivocarme, puedo juzgar de modo femenino, ¡puedo ser hasta directamente estúpida!), pues la diré sin ambages. Bueno, hasta pronto, le estrecho la mano, y… ¡su folletín, de todas formas, es super-repusilvo! Ofrézcale escribir éstos (¡por su contenido!) a esos diversos escritorzuelos de espíritu bajo y desheredados de la fortuna, como pues: O. Kreitz, Pince-nez, Aloe ¡y tutti quanti ineptos!
¡Por las fiestas que llegan!
¡A todos una reverencia diligente!

M.K.

1) Por regla, se acostumbra a robar sólo algo valioso, y si mis palabras merecieran ser robadas, pues bailo la tarantella con éxtasis de orgullo.
2) Por Anna Pávlovna usted nunca fue castigado, por consiguiente, no hay nada que perdonar.
3) ¿Por qué no escribe en El pensamiento ruso?
4) Su folletín lo cuidaré y se lo devolveré al encuentro, ¡espero que no se enfade por mi crítica!

1Chejov envía a María Kiselióva su cuento Tina, publicado en el periódico Tiempo nuevo, Nº 3832, 1886, con la firma: "An. Chejov".


Imagen: Antón Shumeyko,
Kremlin de Rostóv a la noche, 2003.

Chejov a M.V. Kiselióva

Moscú, 14 de enero de 1887.

Su Arca es muy simpática, estimada María Vladímirovna; hay aspereza, pero la brevedad y la manera masculina del cuento lo compensan todo1. No deseando actuar como un juez unipersonal de su criatura, se la envío para lectura a Suvórin, un hombre bastante entendido. Su opinión se la informaré a tiempo… Y ahora permítame disputarle su crítica… Incluso su elogio de En el camino no apaciguó mi cólera de autor, y me apresuro a vengarme por Tina. Cuídese, y para no caerse desmayada, agárrese más fuerte del espaldar de la silla. Bueno, empiezo…
Cada artículo crítico, hasta el injurioso e injusto, es recibido comúnmente con una reverencia silenciosa, tal es la etiqueta literaria... Responder no se acostumbra, y a todos los que responden les reprochan, justamente, un excesivo amor propio. Pero ya que su crítica tiene el carácter de “una plática nocturna en el flanquito de la accesoria de Bábkino, o en la terraza de la casa señorial, en presencia de Ma Pa
2, el Monedero falso3 y Levitán”, y ya que ésta, obviando las partes literarias del cuento, traslada la cuestión a un terreno común, pues yo no pecaré contra la etiqueta si me permito continuar nuestra plática.
Ante todo, yo así mismo, como usted, no amo la literatura de esa tendencia, sobre la que usted y yo estamos tratando. Como lector y habitante, yo me aparto de ésta
con gusto, pero si me pregunta mi opinión honesta y sincera sobre ésta, pues le diré que la cuestión sobre su derecho a la existencia aún está abierta, y no resuelta por nadie, aunque Olga Andréevna4 piensa que la resolvió. Y yo, y usted, y los críticos de todo el mundo no tenemos ningún antecedente sólido, para tener derecho a negar esa literatura. Yo no sé quién tiene razón: ¿Homero, Shakespeare, Lope de Vega, en general los antiguos, que no temían revolver la “pila de estiércol”, pero eran mucho más estables que nosotros en el sentido moral, o los escritores modernos, solemnes en el papel, pero fríamente-cínicos en el alma y la vida? Yo no sé quién tiene mal gusto: ¿los griegos acaso, que no se avergonzaban de ensalzar el amor, tal como es éste realmente en la hermosa naturaleza, o los lectores de Gaboriau5, Marlitt6, Pierre Bobo7? Semejante a las cuestiones sobre la no resistencia al mal, el libre albedrío y demás, esa cuestión puede ser resuelta sólo en el futuro. Nosotros podemos sólo recordar sobre ésta, pero resolverla significa salirnos de los límites de nuestra competencia. La referencia a Turguéniev y a Tolstói, que eludieron “la pila de estiércol”, no aclara esta cuestión. Su aprensión no demuestra nada: pues hubo y antes de ellos una generación de escritores, que consideraba una suciedad no sólo a “los canallas y las canallas”, sino incluso la descripción de los mujíks y los funcionarios por debajo de los titulares. Y un período, por muy floreciente que sea, no nos da derecho a extraer una conclusión a favor de una u otra tendencia. La referencia a la influencia corruptora de la tendencia nombrada tampoco resuelve la cuestión. Todo en esta tierra es relativo y aproximado. Hay personas a las que corrompe incluso la literatura infantil, que con peculiar placer leen en los salmos y las parábolas de Salomón lugarcitos picantes, hay y tales, que mientras más conocen la suciedad cotidiana, más puras se hacen. Los publicistas, los juristas y los médicos, dedicados a todos los secretos del pecado humano, no son conocidos como inmorales; los escritores realistas, muy a menudo, son más morales que los archimandritas. Y al final de todo, ninguna literatura puede hacer sombra con su cinismo a la vida real, con una copita usted no embriagará a ese, que ya se bebió un barril entero.
2) Que en el mundo “pululan los canallas y las canallas”, eso es verdad. La naturaleza humana no es perfecta, y por eso sería extraño ver en la tierra sólo a los justos. Pensar que es obligación de la literatura desenterrar de la pila de canallas un “germen”, significa negar la misma literatura. La literatura de ficción se llama de ficción, porque dibuja la vida tal como es en la realidad. Su designio es la verdad incondicional y honesta. Reducir sus funciones a tal especialidad como la obtención del “germen”, es tan mortal para ésta, como si usted obligara a Levitán a dibujar un árbol, tras ordenarle no tocar la corteza sucia ni las hojas amarillentas. Yo estoy de acuerdo, el “germen” es una cosa buena, pero es que un literato no es un confitero, un retocador, un divertido; es un hombre obligado, contratado por la conciencia de su deber y vergüenza; si le dan el anillo, que ponga el dedillo, y por muy espantoso que le resulte, está obligado a combatir su aprensión, a manchar su imaginación con la suciedad de la vida. Él es lo mismo que cualquier simple corresponsal. ¿Qué diría usted si un corresponsal, por un sentimiento de aprensión o por el deseo de darle gusto a los lectores, describiera sólo a los alcaldes honestos, las señoritas sublimes y los ferroviarios virtuosos?
Para los químicos no hay nada que no sea impuro en la tierra. Un literato debe ser tan objetivo como un químico; debe renunciar a la subjetividad cotidiana, y saber que las pilas de estiércol en el paisaje juegan un papel muy honorable, y que las malas pasiones son tan propias de la vida como las buenas.
3) Los literatos son hijos de su siglo y por eso, como todo el público restante, deben subordinarse a las condiciones exteriores de la convivencia. Así, deben ser incondicionalmente decentes. Sólo eso tenemos derecho a exigirle a los realistas. Por lo demás, contra la ejecución y la forma de
Tina usted no dice nada... Por lo tanto, yo fui decente.
4) Yo, confieso, rara vez platico con mi conciencia cuando escribo. Se explica eso con la costumbre y la menudencia del trabajo. Y por eso, cuando expreso una u otra opinión sobre la literatura, no me tomo en cuenta.
5) Usted escribe: “
Si fuera redactor, yo, para su propio provecho, le devolvería ese folletín”. ¿Por qué no ir más lejos? ¿Por qué no tomar de reata a los propios redactores que publican tales cuentos? ¿Por qué no anunciar también una severa amonestación a la Dirección central de asuntos de prensa, que no prohíbe los periódicos amorales?
Lamentable sería el destino de la literatura (grande y menuda) si la entregaran al arbitrio de las visiones personales. Eso es uno. En segundo, no hay una policía que se considere competente en los asuntos de la literatura. Yo estoy de acuerdo, sin el freno y el palo no se puede, ya que incluso en la literatura se inmiscuyen los tahúres pero, cómo no lo piense, no inventará una mejor policía para la literatura, que la crítica y la vergüenza personal de los autores. Pues desde la creación del mundo inventan, pero no inventaron nada mejor...
Usted desearía pues, que yo sufriera una pérdida de 115 rublos, y que el redactor me armara una confusión. Otros, entre ellos su padre, están en éxtasis con el cuento. Los cuartos le envían cartas injuriosas a Suvórin, difamando de cualquier modo al periódico, a mí, y demás. ¿Quién tiene la razón? ¿Quién es el verdadero juez?
6) Luego usted escribe: “
Ofrézcale escribir éstos a esos diversos escritorzuelos de espíritu bajo y desheredados de la fortuna, como pues: Okréitz, Pince-nez, Aloe… ” ¡Que la perdone Alá, si usted escribió esas líneas con sinceridad! El tono indulgente-despectivo en relación con las personas pequeñas, sólo porque éstas son pequeñas, no le hace honor al corazón humano. En la literatura los rangos pequeños son tan necesarios como en el ejército, así dice la cabeza, y el corazón debe decir aún más…
¡Uf! La fatigué con mi largueza… ¡Si hubiera sabido que la crítica saldrían tan larga, no me hubiera puesto a escribir… ¡Perdone, por favor!
Nosotros iremos. Queríamos ir el 5 pero… me lo impidió el congreso de médicos; tras éste me lo impidió el día de Tatiana, y el 17 tenemos una velada: ¡¡el onomástico de “él”!! Un baile brillante con judías, indias y las Yáshenkas
8. Después del 17 vamos a designar el día para el viaje a Bábkino.
Usted leyó mi En el camino… Bueno, ¿qué le parece mi audacia? Escribo de lo “inteligente” y no temo. En Peter causé un furor estrepitoso. Un poco antes diserté sobre la “no resistencia al mal”
9, y también asombré al público. Los números navideños de todos los periódicos me regalaban cumplidos, y en el librito de diciembre de La Riqueza rusa, donde publica Liév Tolstoi, hay un artículo de Oboliénskii (dos pliegos de imprenta) bajo el título Chejov y Koroliénko. El chico se extasía conmigo, y demuestra que yo soy más artista que Koroliénko… Probablemente, miente, pero de todas formas empiezo a sentir un mérito en mí: yo soy el único que, no publicando en las revistas gruesas, y escribiendo la basura periodística, conquistó la atención de los críticos de orejas caídas, un ejemplo así aún no hubo… El Observador me injurió, ¡y le tocó por eso10! A fines del año 86 yo me sentía un hueso que habían arrojado a los perros…
La pieza de Vladímir Petróvich se publica en la Bilioteca teatral
11, de donde será enviada a todas las grandes ciudades.
Yo escribí una pieza en cuatro cuartitos
12. Ésta se va a interpretar en 15-20 minutos. Es el drama más pequeño del mundo. Va a actuar en ella el conocido Davídov, que sirve ahora con Korsh. Se publica en La Temporada, y por todo eso se agotará. En general, es mucho mejor escribir las cosas pequeñas que las grandes: poca pretensión, y tiene éxito… ¿qué más pues hace falta? Mi drama lo escribí en 1 hora y 5 minutos. Empecé otro pero no lo terminé13, ya que no hay tiempo.
A Alexéi Serguéevich le escribiré cuando él regrese de Volokolámsk… La reverencia más profunda a todos. Usted, por supuesto, perdone que le escribo una carta tan larga. Se me soltó la mano…
Felicito a Sásha y a Serguéi por el año nuevo.
¿Recibe Seriózha el Alrededor del mundo?
Devoto y respetuoso

A.Chejov.

1El arca de Hércules, cuento de María Kiselióva corregido por Chejov; se publica en la revista El manantial, en marzo de 1888.
2"Ma-Pa”, apodo de María Chejova, hermana del escritor.
3Monedero falso, perro de los Kiselióv.
4Olga Andréevna Golojvástova, escritora, vive en Voskresiénsk.
5Emile Gaboriau, escritor francés, autor de las novelas policiacas El expediente y El caso Lerouge, entre otras.
6Eugenia Marlitt, escritora alemana, autora de La princesita de los brezos y La casa de los búhos, entre otras novelas.
7Piótr Boboríkin (de seudónimo “Pierre Bobo”), escritor.
8María Yánova y Nadiézhda Yánova, hermanas, conocidas de la familia Chejov, notorias por sus actitudes de “señorita”.
9En La hermana (Tiempo nuevo, 1886, 22 de noviembre), Chejov lo titula después Buenas personas.
10
Reseña anónima de la revista El Observador, Nº 12, con una crítica de los Cuentos abigarrados, de Antón Chejov.
11El pájaro de fuego, pieza de Vladímir Biéguichev (padre de María Kiselióva), publicada en la Biblioteca teatral, dirigida por S. Rassójin.
12El Canto del cisne (Kalsjás).
13Probablemente, Hamlet, príncipe de Dinamarca.

Imagen: Antón Shumeyko, Madrugada, 2003.