viernes, 14 de marzo de 2008

El buen conocido


Por el hielo espejeante patinan las botas de montar masculinas y las botas de ribetes femeninas. Los pies que patinan son tantos que, si estuvieran en China, no alcanzarían para éstos los palos de bambú. El sol brilla con una viveza peculiar, el aire tiene una nitidez peculiar, las mejillas arden con más viveza que la habitual, los ojos prometen más de lo debido... ¡Vive y disfruta hombre, en una palabra! Pero...
“¡Caramillo! –dice el destino en la persona de mi... buen conocido.
Yo, lejos del patinaje, estoy sentado en un banco, bajo un árbol pelado, y platico con “ella”. Estoy dispuesto a comérmela con el sombrero, la pelliza y las piernas, en las que brillan los patines, ¡es tan bonita! ¡Sufro y, al mismo tiempo, disfruto! ¡Oh, amor! Pero... caramillo...
Ante nosotros pasa nuestro “abre y cierra” del departamento, nuestro Argos y Mercurio, nuestro pastelero y mandadero, Spiévsip Makárov. En sus manos los chanclos de alguien, masculinos y femeninos, deben ser de sus eminencias. Spiévsip me hace el saludo militar y, mirándome con ternura y amor, se detiene junto al mismo banco.
-Hace frío, su excelen... ex... ¡Para un tesito, pues! Je-je-je...
Yo le doy una moneda de dos grívens. Esa amabilidad lo conmueve hasta lo imposible. Él parpadea fuertemente, mira alrededor y dice en susurro:
-¡Mucha lástima me da con usted, es ofensivo, su excelencia!.. ¡Un horror de lástima! Como si usted fuera mi hijo... ¡Un hombre es usted, de oro! ¡Un alma! ¡La bondad! ¡El humilde nuestro! Cuando hace poco él, o sea su eminencia, se abalanzó sobre usted, ¡me agarró la angustia! ¡Por Dios! Pienso, ¿para qué él a él? Tú eres un vago, y un mocoso, y te voy a echar, esto, lo otro... ¿Por qué? Cuando usted salió de él, así no tenía su cara. Por Dios... Y yo miro, y me da lástima... ¡Oh, yo siempre siento cordialidad por los funcionarios!
Y, dirigiéndose a mi vecina, Spiévsip agrega:
-Y son muy malos aquí, en cuanto a los papeles pues. No es asunto de ellos, los papeles mentales... Si fueran por la línea comercial o... por la religiosa... ¡Por Dios! Ni un papel les sale bien... ¡Todo en vano! Bueno, y cascan las nueces... Él mismo se lo comió a él por completo... Mandarlo a paseo quiere... Y a mí me da lástima. Su excelencia es buena...
¡Ella me mira a los ojos con la más ofensiva compasión!
-¡Vete! –le digo a Spiévsip, sofocado...
Siento que hasta los chanclos se me sonrojaron. ¡Me abochornó, el canalla! Y a un costado, tras unos arbustos pelados, está sentado su pápienka, que escucha y nos mira con curiosidad para que yo, en lo adelante, hasta el “titular”, no me atreva a pensar en... Al otro costado, tras otros arbustos, deambula su mámienka y la observa a “ella”. Yo siento esos cuatro ojos... y estoy dispuesto a morirme...

Título original: Dobrii znakomii, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1882, Nº 52, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen:
Louis Valtat, Patinadores en invierno (El jardín del Pequeño Trianón en Versalles), 1900.