La vieja nana le adivina al papásha intendente.
-Un camino –dice ella.
-¿A dónde?
La nana agita la mano hacia el norte. El rostro del papásha palidece.
-Usted va –agrega la vieja, -y tiene en las rodillas un saco de dinero...
Por el rostro del papásha corre un resplandor.
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Un burócrata está sentado a la mesa y, a la luz de dos velas, mira un espejo. Adivina: de qué estatura, color y temperamento será su nuevo jefe, aún no designado por nadie. Mira el espejo una hora, otra, la tercera... Por sus ojos corre un hormigueo, brincan unos palillos, vuelan unas plumas, ¡y el jefe no y que no! No se ve nada, ni jefes, ni subordinados. Pasa la cuarta hora, la quinta... Finalmente, se cansa de esperar al nuevo jefe. Se levanta, deja de la mano y suspira.
-El puesto queda vacante entonces -dice. –Y eso no es bueno. ¡No hay mal mayor, que la falta de jefe!
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La señorita está parada en el patio, tras el portón, y espera a un transeúnte. Necesita averiguar cómo se llamará su prometido. Alguien va. Ella abre la portezuela con rapidez y pregunta:
-¿Cómo se llama usted?
En respuesta a su pregunta oye un mugido, y por la portezuela entreabierta ve una gran cabeza oscura... En la cabeza unos cuernos...
“Es posible, cierto –piensa la señorita. –La diferencia está sólo en la jeta”.
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El redactor del periódico se sienta a adivinar sobre el destino de su hijo.
-¡Déjelo! –le dicen. -¡Qué gusto encuentra en deprimirse! ¡Déjelo!
El redactor no escucha y mira la borra de café.
-Dibujos hay muchos –dice. –Y el diablo los entiende... esto son unas costuras... Parecen asentadas... Y aquí una nariz... Como la de mi Makár... Un ternerito ahí... ¡No entiendo nada!
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Una doctora adivina ante el espejo y ve... unas tumbas.
“Una de dos –piensa. –O alguien morirá, o mi esposo este año va a tener mucha práctica...”
Título original: Gadalshiki y Gadalshitzi, publicado por primera vez en la revista Zritiel, 1883, Nº 1, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Mikhail Vrubel, Fortune-Teller, 1895.