Un hermoso mediodía helado. El sol juega en cada copo de nieve. No hay nubes ni viento.
-¡Yo la amo! –susurra él.
En las mejillas de ella juegan cupidos rosados.
-¡Yo la amo! –continúa él... -¡Al verla por primera vez, entendí para qué vivo, y conocí el fin de mi vida! ¡La vida con usted, o la inexistencia absoluta! ¡Querida mía! ¡María Ivánovna! ¿Sí o no? ¡María! María Ivánovna... La amo... Mániechka... ¡Responda, o moriré pues! ¿Sí o no?
Ella levanta hacia él sus ojos grandes. Le quiere decir “sí”. Abre su boca.
-¡Ah! –grita ella.
Por los cuellos blancos como la nieve de él, pasándose la una a la otra, corren dos grandes chinches... ¡¡Oh, horror!!
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“Querida mámienka –escribía cierto pintor a su mámienka. -¡Voy a verla! ¡El jueves por la mañana voy a tener la dicha de apretarla contra mi pecho lleno de amor! Para alargar la dulzura del encuentro llevo conmigo... ¿A quién? ¡Adivine! ¡No, no adivinará, mámienka! ¡No adivinará! ¡Yo llevo conmigo al milagro de la belleza, a la perla del arte humano! Llevo (veo su sonrisa) ¡al Apolo del Belvedere!..”
“¡Querido Kóliechka! –respondió la mámienka. –Me alegro mucho de que vengas. ¡Qué Dios te bendiga! ¡Ven solo, y al señor del Belvedere no lo traigas contigo, para nosotros mismos no hay qué comer!..”
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El aire está lleno de fragancias que disponen a la ternura: huele a lila, a rocío, canta el ruiseñor, brilla el sol... y demás.
En el jardín urbano, en un banquito, bajo una ancha acacia, está sentado un estudiante de gimnasio de octavo grado, con un uniforme nuevecito, los lentes en la nariz y los bigotitos. A su lado una bonita.
El estudiante la tiene de la mano, tiembla, palidece, se sonroja y susurra palabras de amor.
-¡Oh, yo la amo! ¡Oh, si usted supiera cómo la amo!
-¡Y yo lo amo! –susurra ella.
El estudiante la toma por el talle.
-¡Oh vida! ¡Qué buena eres! ¡Me ahogo, me asfixio de felicidad! Tenía razón Platón, al decir que... ¡Sólo un beso! ¡Olia! ¡Un beso, y nada más en el mundo.
Ella, con languidez, baja los ojos... ¡Oh, y ella ansía un beso! Los labios de él se acercan a los labios rosados de ella... El ruiseñor canta aún más fuerte...
-¡Vaya a clase! –se oye un tenor trémulo sobre la cabeza del estudiante.
El estudiante levanta la cabeza, y por ésta se desliza el kepis... Ante él está el inspector...
-¡Vaya a clase!
-Gulp... ¡Ahora es el recreo grande, Alexánder Fiódorovich!..
-¡Vaya! ¡Usted ahora tiene lección de latín! ¡Se quedará hoy por dos horas!
El estudiante se levanta, se pone el kepis y va... va y siente en su espalda los ojos grandes de ella... Tras él va a pasitrote el inspector...
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En la escena dan Hamlet.
-¡Ofelia! –grita Hamlet. -¡Oh, ninfa!, recuerda mis pecados...
-¡Se le desprendió el bigote derecho! –susurra Ofelia.
-Recuerda mis pecados... ¿Ah?
-¡Se le desprendió el bigote derecho!
-¡Maaaldición!.. en tus santas plegarias...
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Napoleón I invita a la marquesa de Schally a un baile en palacio.
-¡Yo vendré con mi esposo, su alteza! –dice m-me Schally.
-Venga sola –dice Napoleón. –A mí me gusta la buena carne sin mostaza.
Título original: I to i sie, publicado por primera vez en la revista Zritiel, 1881, Nº 16, con la firma: “Antosha Ch”.
Imagen: Igor Grabar, September snow, 1903.