miércoles, 26 de marzo de 2008

El cómico1


El cómico Iván Akímovich metió las manos en los bolsillos de su pantalón ancho, se volvió hacia la ventana, y clavó sus ojos indolentes en la ventana de la casa de enfrente. Pasaron unos cinco minutos en silencio...
-¡Qué aburri-miento! –bostezó la ingénue María Andréevna. -¿Y por qué calla, Iván Akímich? ¡Si vino y me impidió aprenderme el papel, pues siquiera converse! Es insufrible usted, en verdad...
-Hum... Me dispongo a decirle una cosa, pero como que es incómodo... Se lo digo con franqueza, sin delicadeza... a lo mujík, y usted ahora me condena, lo toma a burla... ¡No, mejor no se lo digo! Me muerdo la lengua contra el mal...
“¿De qué pues él, se dispone a hablar?” –pensó la ingénue. –Está excitado, como que mira extraño, cambia un pie por el otro... ¿Y no querrá acaso, declararme el amor? Hum... ¡Una desgracia con estos golfillos! Ayer el primer violín se me declaró, hoy todo el ensayo el raisonneur2 suspiró... ¡Se arrebataron todos con el aburrimiento!
El cómico se apartó de la ventana y, acercándose a la cómoda, se puso a examinar las tijeras y la latita de pomada labial.
-Asssí... Quisiera decírselo, pero tengo miedo... es incómodo... Se lo digo con franqueza, a la rusa, y usted ahora: ¡ignorante!, ¡mujík!, esto, lo otro... La conozco... Mejor es callar...
“¿Y qué decirle, si en realidad empieza a declararme el amor? –continuó pensando la ingénue. –Él es bueno, generoso así, talentoso, pero... no me gusta. No es nada bonito... Anda encorvado, y en la cara como que unas ampollas... La voz ronca... Y además, esas maneras... ¡No, nunca!”
El cómico caminó en silencio por la habitación, se tumbó en la butaca con pesadez y, ruidosamente, atrajo hacia sí el periódico de la mesa. Sus ojos recorrieron el periódico, como buscando algo, después se detuvieron en una letra, y se adormecieron.
-¡Señor... siquiera si hubiera moscas! –rezongó él. –Con todo, es más alegre...
“Por lo demás, sus ojos no son feos –continuó pensando la ingénue. –Pero lo mejor que tiene es el carácter, y en los hombres no es tan importante la belleza como el alma, la mente... Casarse con él es posible, se puede aún, pero vivir así con él... ¡por nada! Cómo él, no obstante, me miró ahora... ¡Me quemó! ¡Y por qué tiene miedo, no entiendo!”
El cómico suspiró con pesadez y gimió. Se veía que le costaba caro su silencio. Se puso rojo como un cangrejo, y torció la boca hacia un lado... Su rostro expresaba sufrimiento...
“Es posible, con él, vivir así, se puede –no dejaba de pensar la ingénue. –Recibe un buen salario... En todo caso, es mejor vivir con él, que con algún capitán mugroso. ¡En verdad, agarraré y le diré que estoy de acuerdo! ¿Para qué ofenderlo, al pobre, con un rechazo? ¡Él así, vive con tanta amargura!
-¡No! ¡No puedo! –gimió el cómico, levantándose y arrojando el periódico. -¡Así es pues, mi naturaleza anatémica! ¡No me puedo vencer! ¡Pégueme, regáñeme, y se lo diré, María Andréevna!
-Pero hable, hable. ¡Basta de hacer de mendigo!
Mátushka! ¡Hijita! Perdóneme generosamente... le beso la mano de rodillas...
De los ojos del cómico brotaron unas lágrimas del tamaño de guisantes.
-¡Sí, hable... maldito! ¿Qué pasa?
-¿No tiene usted, hijita... una copita de vodka? ¡Me arde el alma! ¡Tengo en la boca, después de la bebedera de ayer, tal óxido, acidez y peróxido, que no hay químico que entienda! ¿Me cree? ¡Me revuelve el alma! ¡No puedo vivir!
La ingénue se sonrojó, frunció el ceño, pero después cayó en la cuenta, y le dio al cómico una copita de vodka... Éste bebió, revivió, y empezó a contar chistes.

1Nikolai Léikin escribe a Chejov el 21 de enero de 1884: “Si usted desea que en el Nº 4 se coloque algo suyo, pues mándelo para el martes” (GBL).
Chejov escribe a Léikin el 22 de enero: “Por esta vez le envío una pequeña tontería (…) Si hubiera sabido antes que María Ivánovna no serviría, acaso hubiera escrito algo más sensato”.
2Raisonneur, personaje que representa la moral o el razonamiento correctos, encargado de dar a conocer la visión que el autor tiene de la situación.

Título original: Komik, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 4, con la firma: “A. Chejonté”.
Imagen: Constantin Korovin, Portrait of Fedor Chaliapin, 1911.