Describo por orden:
Casa Nº 113. En el apartamento Nº 2 nos encontramos con un hombre instruido y, por todas las apariencias, bien intencionado, pero muy extraño. Dándonos los festivos, dijo:
-Siendo acaudalado, yo doy con gusto, pero siendo al mismo tiempo un hombre de ciencia, y habituado a entender los objetos y las acciones a través del estudio de las causas y las raíces, yo desearía saber si ¿existe un derecho moral, por el que ustedes van por las casas y recogen los festivos, o ahí no hay derecho y ustedes actúan à vol d’oiseau1?
Advirtiendo en esa pregunta una curiosidad provechosa, me senté a la mesa con entremés y expliqué:
-La gratitud es una cualidad propia de las almas elevadas y generosas. Esa cualidad la tiene el hombre de nacimiento, y es nuestra obligación suscitarla en los habitantes por todos los medios, y no dejar que se extinga. El habitante, al dar los festivos, se ejercita a la vez en el sentimiento de gratitud. Nosotros, en verdad, debemos ejercitarlo a usted en ese sentimiento siempre, en los días corrientes y en los festivos, pero ya que sobre nosotros pesan muchas otras obligaciones, además del cobro de los festivos, pues el habitante debe contentarse con varios días al año, confiando que en el futuro, con la simplificación de las relaciones humanas, los festivos van a cobrarse diariamente.
Casa N° 114. El propietario de casa Shvein, dando diez rublos, sonrió con dulzura y me estrechó la mano calurosamente. Se debe suponer, que en la casa del canalla el patio no está limpio o alguien vive sin pasaporte.
Casa N° 115. La consejera titular Pierejúdova, cuando entré a la sala, se ofendió por que yo tenía los chanclos fangosos. Por lo demás, dio tres rublos. El inquilino Briujánskii, a mi exigencia de cumplir con el deber civil, se rehusó, alegando carencia de dinero. Entonces le expliqué:
-Cada habitante, en vísperas de la fiesta, antes de hacer los gastos comunes en los objetos de lujo, premedita a quién y cuánto darle, y se aconseja para ese caso con los miembros de su familia, tras lo cual toma el dinero y lo divide en partes, conforme al número de cobradores. Si no tiene dinero, pues toma prestado; si por algún motivo no puede pedir prestado, pues toma a su familia y escapa a Egipto... ¡Me asombro, cómo puede usted aún hablar conmigo!
Apunté su apellido.
Casa N° 116. El general Brindin, viviente en el apartamento Nº 3, dándonos 5 rub., dijo:
-Alguna vez, en mi gobierno, yo luché contra este mal y sufrí; al final de todo, me dieron por el gorro. ¡Un mal, a saber, invencible!.. ¡Ahí tienen, tomen! Al diablo con ustedes...
¡Un general, y qué extraños conceptos sobre el deber civil!
1À vol d’oiseau, ...
Título original: Prazdnichnie, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 12, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: John Singer Sargent, Pressing the Grapes: Florentine Wine Cellar, 1882.
Casa Nº 113. En el apartamento Nº 2 nos encontramos con un hombre instruido y, por todas las apariencias, bien intencionado, pero muy extraño. Dándonos los festivos, dijo:
-Siendo acaudalado, yo doy con gusto, pero siendo al mismo tiempo un hombre de ciencia, y habituado a entender los objetos y las acciones a través del estudio de las causas y las raíces, yo desearía saber si ¿existe un derecho moral, por el que ustedes van por las casas y recogen los festivos, o ahí no hay derecho y ustedes actúan à vol d’oiseau1?
Advirtiendo en esa pregunta una curiosidad provechosa, me senté a la mesa con entremés y expliqué:
-La gratitud es una cualidad propia de las almas elevadas y generosas. Esa cualidad la tiene el hombre de nacimiento, y es nuestra obligación suscitarla en los habitantes por todos los medios, y no dejar que se extinga. El habitante, al dar los festivos, se ejercita a la vez en el sentimiento de gratitud. Nosotros, en verdad, debemos ejercitarlo a usted en ese sentimiento siempre, en los días corrientes y en los festivos, pero ya que sobre nosotros pesan muchas otras obligaciones, además del cobro de los festivos, pues el habitante debe contentarse con varios días al año, confiando que en el futuro, con la simplificación de las relaciones humanas, los festivos van a cobrarse diariamente.
Casa N° 114. El propietario de casa Shvein, dando diez rublos, sonrió con dulzura y me estrechó la mano calurosamente. Se debe suponer, que en la casa del canalla el patio no está limpio o alguien vive sin pasaporte.
Casa N° 115. La consejera titular Pierejúdova, cuando entré a la sala, se ofendió por que yo tenía los chanclos fangosos. Por lo demás, dio tres rublos. El inquilino Briujánskii, a mi exigencia de cumplir con el deber civil, se rehusó, alegando carencia de dinero. Entonces le expliqué:
-Cada habitante, en vísperas de la fiesta, antes de hacer los gastos comunes en los objetos de lujo, premedita a quién y cuánto darle, y se aconseja para ese caso con los miembros de su familia, tras lo cual toma el dinero y lo divide en partes, conforme al número de cobradores. Si no tiene dinero, pues toma prestado; si por algún motivo no puede pedir prestado, pues toma a su familia y escapa a Egipto... ¡Me asombro, cómo puede usted aún hablar conmigo!
Apunté su apellido.
Casa N° 116. El general Brindin, viviente en el apartamento Nº 3, dándonos 5 rub., dijo:
-Alguna vez, en mi gobierno, yo luché contra este mal y sufrí; al final de todo, me dieron por el gorro. ¡Un mal, a saber, invencible!.. ¡Ahí tienen, tomen! Al diablo con ustedes...
¡Un general, y qué extraños conceptos sobre el deber civil!
1À vol d’oiseau, ...
Título original: Prazdnichnie, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 12, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: John Singer Sargent, Pressing the Grapes: Florentine Wine Cellar, 1882.