El archivero Obluckkóv estaba parado junto a la puerta, y escuchaba. Allí, detrás de la puerta, para su gran horror se decían unas cosas, ¡que el mismo diablo habría palidecido al escucharlas!
Hablaba el mismo jefe, Arjíp Arjípich... Lo escuchaban tales personajes,
como él mismo...
-¡Y vi pues a una muchacha ayer, mes amis! -masculló
con sus labios ancianos...-. ¡Una
muchacha prodigiosa!
Y el jefe emitió con los labios el sonido,
que emiten al ver un esturión sabroso.
-¡Una muchacha maravillosa!
-¿Dónde pues? -le preguntó uno de los “mes amis”.
-Hace días estuve de visita donde el archivero… Obluchkóv...
ese, que de costado parece un mono...
Yo, después del año nuevo, a todos les hago una visita… Eso en
su género… mmm... es chic… ¡Liberal!
Je, je, je... Yo a ti, canalla,
te pongo al mismo nivel… ¡pero tú mira! ¡Je, je, je! Bueno, y
les gusta... El jefe, dicen, es un encanto... Mmm... Bueno...
Paso yo, hace días, por donde Obluchkóv... Llamo… No está en casa... ¿Quién pues está en casa? La señora, dicen, está en casa... Entro… Imagina ahora pues, mon cher,
a una pequeña, rolliza, rosada...
boonita… Je, je, je... Ella se
levanta del diván… palidece… Se asustó de la jefatura… Me
siento. Esto lo otro... Le digo una gentileza, y la tomo de la barbilla rolliza… redonda...
Obluchkóv palideció y frunció el ceño.
Obluchkóv palideció y frunció el ceño.
-La tomo de… la barbilla… Se sonroja... Hablamos... ¡Una
muchacha tan ingenua! ¡En esas mujeres,
me gusta horriblemente la ingenuidad! ¡No
reconozco a las no ingenuas! Me
siento a su lado en el diván… No se
resiste... La tomo del talle... Je,
je, je... ¡Boonita, un diablo!
Obluchkóv guiñó los ojos y se
puso púrpura. Él, un hombre respetuoso, tímido, sintió el fuerte deseo de golpear la calva
de su excelencia. ¡El pobre archivero
amaba a su mujer!
-Mmm... La tomé del talle... En la mejilla.
-¡Mientes! -dijo el ami.
-¡Mientes! -dijo el ami.
-¡Lo Juro! ¡En... la mejilla! Je, je,
je... Yo, dice, le permito besarme, su excelencia, sólo porque usted es bueno... gentil... ¡Y me besa
en la cabeza!
Obluchkóv sintió que las rodillas se le doblaban. Sus dientes castañearon de cólera.
Obluchkóv sintió que las rodillas se le doblaban. Sus dientes castañearon de cólera.
-¡Me besa en la cabeza!..
Yo en su pecho... Je, je... ¡Y tal morro como Obluchkóv, tiene una mujer tan maravillosa! ¡Un fenómeno! ¿Ah? ¡Arde! ¡Llamea! Al
final de todo, me pidió un brazalete...
Le prometí… Je, je, je... El sábado por la
tarde, mandaré a Obluchkóv a algún
lugar... al diablo, y yo a ella... De antemano saboreo... Je, je, je...
Obluchkóv se empezó a sofocar... Se agarró el corazón con una mano, de la manija de la puerta con la otra... Un minuto más, ¡y... no soportará!
Obluchkóv se empezó a sofocar... Se agarró el corazón con una mano, de la manija de la puerta con la otra... Un minuto más, ¡y... no soportará!
-¿Bueno, qué pues? ¿Hubo punto suspensivo? –preguntó el ami.
-Mmm... cómo decirte. Casi... casi hubo... Cuando
ya la apretaba entre
mis brazos, y nuestros labios se fundían en un beso, entró Obluchkóv...
Bueno, por supuesto... ¡fue embarazoso pues! ¡Molestó, el cerdo!
Obluchkóv no soportó.
Temblando, olvidando todo en el mundo,
sediento de venganza, tironeó la manija
de la puerta y entró volando al aposento, inundado de luz.
En ese aposento, en una mesa verde
estaban sentados tres viejos. Éstos fumaban puros y, con unos ojos
aceitosos, se echaban miradas el uno al otro. Obluchkóv
voló hacia la mesa, apretó los
puños, farfulló... Los viejos
alzaron hacia él sus ojos asombrados...
-¿Qué
se le ofrece? -preguntó una voz severa-. ¡Quién eeh... le permitió eeh... joven!
-Yo... yo... su excelencia...
-farfulló Obluchkóv, inclinando la cerviz ante esos ojos por costumbre y con una voz imperiosa.
-¿Qué
se le ofrece? ¿Usted escuchaba?
-Yo... soy culpable, su excelencia... Si
hubiera sabido, no… hubiera llegado a casa... su excelencia... Culpable... No adiviné... Perdone... el sábado, me iré.
Decía eso, ¡pero él mismo quería rajar la
calva lustrosa!
Título original: Revnivii muzh i jrabrii liubovnik, publicado por primera vez en la revista Mirskoi tolk, 1883, Nº 6, con la firma: "La tuerca N° 101010101".
Imagen: Boris Kustodiev, Portrait of D.F. Bogoslovsky, 1902.
Título original: Revnivii muzh i jrabrii liubovnik, publicado por primera vez en la revista Mirskoi tolk, 1883, Nº 6, con la firma: "La tuerca N° 101010101".
Imagen: Boris Kustodiev, Portrait of D.F. Bogoslovsky, 1902.