lunes, 18 de febrero de 2008

Libro para niños


Prólogo. ¡Gentiles y queridos niños! Sólo es feliz en esta vida, quien es honrado y justo. Los miserables y los canallas no pueden ser felices, y por eso sean honrados y justos. No hagan trampas a las cartas, no porque les pueden pegar por eso con un candelabro, sino porque eso no es honrado; obedezcan a los mayores, no porque por desobedecer los conviden con una papilla de abedul1, sino porque así lo exige la justicia. Les propongo de enseñanza varios cuentos y relatos…

1. La avaricia castigada. Tres amigos, Ivánov, Petróv y Smirnóv, entraron a una taberna a almorzar. Ivánov y Petróv no eran avariciosos, y por eso pidieron enseguida para sí un almuerzo de sesenta kópeks. Pero Smirnóv, siendo avaricioso, renunció al almuerzo. Le preguntaron sobre el motivo de su renuncia.
-No me gusta el schi de las tabernas, -dijo. –Y además pues, tengo nada más que seis grívens en el bolsillo. Tengo que dejar pues para los cigarrillos. Miren qué: me voy a comer una manzana.
Tras decir esto, Smirnóv pidió una manzana y empezó a comerla, echando miradas con envidia a sus amigos, que se comían el schi y las ortegas sabrosas. Pero la idea de que había gastado lo consolaba poco. Cuál no sería su asombro, cuando en la cuenta entregada leyó lo siguiente: “2 almuerzos-1 r. 20 k., una manzana- 75 kop.”. Desde ese entonces, él nunca escatima ni compra frutas en los buffets de las tabernas.
2. El mal ejemplo es contagioso. Un rublo de oro se hizo amigo de un almuerzo pastoso de un rublo, y empezó a desviarlo del camino de la verdad.
-¡Amigo mío! –le decía al almuerzo de un rublo. -¡Échame una mirada! ¡Yo soy mucho menor, pero cuán mejor que tú soy! ¡Sin hablar ya del resplandor que despido, qué caro soy! ¡Mi valor nominal es igual a 5 r. 15 k., y entre tanto la gente da por mí ocho y pico!
Y largo tiempo turbó él de esa forma al almuerzo de un rublo. El almuerzo escuchó-escuchó, y finalmente se desvió. Al poco tiempo le decía al rublo de crédito ruso:
-¡Qué lástima me da contigo, rublo infeliz! ¡Y qué ridículo eres! Mi valor nominal es igual a un rublo, y entre tanto, por mí pagan ahora en las tabernas un rublo y cuarto, ¡tú pues… tú!, ¡oh, vergüenza!, ¡tú eres más barato que tu valor! ¡Ja, ja!
-¡Amigo mío! –le observó el rublo dócilmente. -¡Tú y tu amigo, el rublo de oro, construyeron su grandeza sobre mi humillación, y yo me alegro de que pude servirles!
Al almuerzo de un rublo le dio mucha vergüenza.
3. La ingratitud ejemplar. Un hombre piadoso convocó a su patio, el día de su onomástico, a todos los cojos, ciegos, purulentos e indigentes de toda la ciudad, y empezó a convidarlos con un almuerzo. Los convidó con schi de vigilia, guisantes y empanadas con pasas. “¡Coman a la gloria de Dios, hermanos míos!” –decía a los mendigos, rogándoles comer. Éstos comían y no agradecían. Tras almorzar, los indigentes, cojos, ciegos y purulentos le rezaron a Dios con rapidez, y salieron a la calle.
-¿Bueno, qué? ¿Cómo los convidó el hombre piadoso? –se dirigió a uno de los cojos un alguacil que estaba parado no lejos.
El cojo dejó de la mano y no respondió nada. Entonces el alguacil se dirigió con la misma pregunta a uno de los purulentos.
-¡Me hizo perder el apetito! –respondió el purulento, dejando de la mano con despecho. -¡Hoy nos espera aún almorzar en el entierro de la mercader Yárlikova!
4. El castigo merecido. Un chico malo tenía la mala costumbre, de escribir en las vallas palabras indecentes. Escribía, y no pensaba que sería castigado por eso. Pero niños, ni una mala acción pasa sin castigo. Una vez, yendo junto a la valla, el chico malo tomó una tiza y, en el lugar más visible, escribió: “¡Imbécil! ¡Imbécil! ¡Imbécil!” La gente pasaba junto a la valla y leía. Pasó el Inteligente, leyó y siguió adelante. Pasó el Imbécil, leyó y llevó al chico malo a juicio por difamación.
-¡Lo llevo a juicio, no porque me sea ofensivo ese escrito -dijo el Imbécil, -sino por principio!
5. El celo excesivo. En un periódico aparecieron gusanos. Entonces el redactor llamó a los pájaros del pantano, y les dijo: “¡Picoteen a los gusanos!” Los pájaros empezaron a picotear, y se comieron no sólo a los gusanos, sino también al periódico y al mismo redactor.
6. La mentira vale hasta la verdad. El rey persa Darío, antes de morir, llamó a su lugar a su hijo Artajerjes, y le dijo:
-¡Hijo mío, me muero! Después de mi muerte convoca a todos los sabios de la tierra, y proponles resolver esta tarea. A los que la resuelvan hazlos tus ministros.
Y tras inclinarse hacia el oído del hijo, Darío le susurró el secreto de la tarea.
Después de la muerte de su padre, Artajerjes convocó a todos los sabios de la tierra y, dirigiéndose a ellos, dijo:
-¡Sabios! Mi padre me encargó darles esta tarea para resolver. Quien la resuelva, ése será mi ministro.
Y Artajerjes les dio a los sabios la tarea. Todos los sabios eran cinco.
-¿Pero quién pues, soberano, va a controlar nuestras soluciones? –preguntó al rey uno de los sabios.
-Nadie -respondió el rey. –Yo creeré en vuestra palabra honrada. Si ustedes me dicen que la resolvieron, les creeré sin verificar.
Los sabios se sentaron a la mesa y empezaron a resolver la tarea. Ese mismo día, por la tarde, uno de los sabios se presentó al rey y le dijo:
-Yo resolví la tarea.
-Excelente. Sé mi ministro.
Al otro día la tarea fue resuelta por tres sabios más. Se quedó en la mesa sólo un sabio, de nombre Artozoster. Éste no podía resolver la tarea. Pasó una semana, pasó un mes, y él todavía estaba sentado con la tarea y sudaba con la solución. Pasó un año, pasaron dos años. Palideció, adelgazó, se encogió, emborronó cien resmas de papel, pero la solución aún estaba lejos.
-¡Mándalo a ejecutar, rey! –decían los cuatro ministros que resolvieron la tarea. –Él, al hacerse pasar por un sabio, te engañó.
Pero el rey no ejecutó a Artozoster, y esperó con paciencia. A los cinco años Artozoster fue a ver al rey, cayó de rodillas ante él y dijo:
-¡Soberano! ¡Esa tarea es insoluble!
Entonces el rey levantó al sabio, lo besó y le dijo:
-¡Tienes razón, sabio! Esa tarea es realmente insoluble. Pero, al intentar resolverla, tú resolviste la tarea principal escrita en mi corazón: tú me demostraste que en la tierra hay aún personas honradas. ¡Y ustedes –se dirigió a sus cuatro ministros,- son unos rufianes!
-¿Ahora nosotros, por lo tanto, debemos largarnos de aquí?
-¡No, quédense! –dijo Artajerjes. –Aunque son unos rufianes, me es penoso separarme de ustedes. Quédense.
Y ellos, gracias a Dios, se quedaron.
7. Y por el mal hay que estar agradecido. “¡Oh, gran Zeus! ¡Oh, fuerte tonante! –rezaba un poeta a Zeus. -¡Mándame a la musa para la inspiración! ¡Te lo ruego!”
Zeus no había estudiado historia antigua. No es extraño por eso que se equivocó y, en lugar de Melpómene, le mandó al poeta a Terpsícore. Terpsícore se le apareció al poeta, y el último, en lugar de trabajar en las revistas y cobrar por eso un honorario, ingresó a una clase de baile. Bailó cien días y cien noches sin descanso, hasta que pensó:
“Zeus no me escuchó. Se rió de mí. Yo le pedí inspiración, y él me enseñó a sacar la rodilla…”
Y el insolente escribió un epigrama corrosivo sobre Zeus. El tonante se enfureció y le lanzó uno de sus rayos. Así murió el poeta.
Conclusión. Así niños, la virtud tiunfa.

1En Rusia, en esa época, se zurra a los niños con ramas de abedul.

Título original: Sbornik dlya dietiei, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 49, con la firma: “A. Chejonté”.
Imagen: Valentin Serov, The Children. Sasha and Yura Serov, 1899.