lunes, 26 de noviembre de 2007

Escenas del pasado reciente


En la dirección del banco público, en el gabinete del director, ante un entremés decente, están sentados el mismo director Ríkov1 y un señor con patillas canosas, una Anna2 al cuello y un fuerte olor a fleur d’orange. En la fisonomía afeitada del último nada una sonrisa indulgente, en los ademanes suavidad...
-Sí –dice el señor, echando la ceniza del tabaco. -¡Qué asuntos pues! Está el parto de mi esposa, después el viaje a Niza, luego la boda de mi hermana... ¡hasta el cuello! A la fuerza me disponía a verlo. Me dispuse, me dispuse, y finalmente estoy donde usted, alma mía... ¿Bueno? ¿Cómo andan mis endosos? ¿Seguro se aburren? Je-je... El plazo de éstos era para agosto, y ahora ya es diciembre. ¿Qué le parece semejante esmero? Je-je... A quién, a quién, y un servidor de las finanzas debería ser más esmerado... ¡Pardon, me disculpo!
-¡Qué le pasa... perdone! ¡Nosotros lo olvidamos!... Je-je...
-Ahí, por mis endosos, se debe, al parecer, unos trescientos mil y los por cientos... si no miento, unos veinte mil y pico. ¿Así? El endoso, por supuesto, lo pasaremos, alma mía, Iván Gavrílich, pero cómo hacer con los por cientos, por Dios no sé... Ahora pagárselos yo no puedo, dejarlos así también es incómodo. Usted, hijito, conoce la teneduría mejor que yo, y conoce todas esas sutilezas... ¿Cómo hacer?
-¡Muy sencillo! Los endosos los cambiaremos por unos nuevos, y los por cientos, su excelencia, se los anotaremos a la deuda capital...
-¡Usted es grande, mon cher! Bueno, ahora el segundo ruego... Mi esposa se compró una pequeña casa de campo... tal granja sabe... con un plazo de tres años. Mañana, alma mía, imagine, es el plazo de pago. ¡Necesito a toda costa cuarenta y cuatro mil! Yo sé, que usted no me los negará, querido mío, pero hay sólo una incomodidad... aquí en Skopín, excepto usted, ¡yo no tengo a ningún conocido! ¿Quién me firmará el impreso?
-Eso no es, en esencia, importante, su excelencia... Le hallaremos un firmante de impreso. ¡Iván, ven acá!
Entra el guarda Iván.
-Sirve el té –le dice Ríkov, -¡y mira, fírmale a su excelencia el impreso!
El impreso es firmado, y el señor satisfecho presenta a Iván una moneda de dos grívens.

xxx

Asamblea de la dúma3 de Skopín. Se examinan los balances anuales del banco. Ríkov está sentado junto al alcalde.
-Necesitamos, señores, elegir al cajero del banco –dice el alcalde. –Recomiendo a Kíchkin. Es un hombre honesto y honrado...
-Los ausentes no pueden ser elegidos –dice Ríkov, que sospecha en Kíchkin un hombre “dañino”.
-¿Y dónde está pues Kíchkin, hermanos? –se susurran los unos a los otros los votantes, intercambiando miradas. -¿Acaso no está?
-No... Él dispuso así, que Kíchkin tuvo que irse de la ciudad, a mirar los rieles, y la citación se la entregaron en el mismo momento, cuando tomaba el tren...
-¡Pícaro, bribón! A Afonásov lo emborrachó, a Iván lo sobornó, a Igor lo tomó de esclavo... Estos mismos balances, supongamos, examinar... ¿Pero para qué verlos? ¡Es sólo una burla! ¡Una ratería!
-¡Y usted, señor, más bajito! –bisbisea un idiota de nariz roja con unos zapatos rugosos nuevos, por todas las señas un secuaz de Ríkov. -¡Usted mismo debe, y dice esas palabras!
-¡Yo solo no debo, todos le deben!
-Cállense todos entonces.
-Los balances, señores, yo propongo aprobarlos sin discusión –dice el alcalde. –En el banco todo marcha favorablemente, y si en los periódicos escriben, pues ustedes mismos saben, que los periódicos están creados por un espíritu impuro para eso, para inculcarle la mentira diabólica a la gente... Yo encuentro todo correcto y detallado... ¿Nadie desea objetar nada?
Semión, Piótr y Yóna quisieran objetar, pero cada uno debe 30 000.
-¡En ese caso propongo –continúa el alcalde, -expresar nuestra gratitud a I.G. Ríkov por la excelente tenencia de los asuntos bancarios!
-¡Agradecemos! ¡Agradecemos!
Ríkov asiente con la cabeza y se va a casita.

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Oficina de correos. El administrador de correos Peróv, que recibe mensualmente de Ríkov 57 rub., platica con el “solicitante” (en Skopín, el administrador de correos es el jefe).
-¿Qué se le ofrece?
-Hace dos meses yo envié una carta a la redacción de Tiempo nuevo, y esa carta resulta que no fue recibida. ¿Puedo acaso averiguar sobre el destino de esa carta? Después, no recibí el Nº 41 de El Heraldo, donde se incluye la correspondencia de Skopín. El club tampoco recibió ese número.
-¡Le ruego no acodarse!
-Hace tres días que mi conocido no recibe las Novedades, donde hay también correspondencia de Skopín. Después, ¿no me puede acaso explicar, dónde está esa carta mía, que yo envié en julio a Moscú, a la redacción de El Correo? ¡Esa, imagine, tampoco fue recibida!
-¡Ahora ya son las 3, y se suspende la recepción de toda clase de correspondencia! ¡Venga mañana!

1Iván Ríkov, director del Banco de Skopín, ciudad pequeña de la región Riazánskaya, al suroeste de Moscú.
2Anna, Orden del imperio zarista.
3Dúma (término histórico), asamblea legislativa en la Rusia zarista.

Título original: Kartinki iz nedavnievo proshlovo, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 48, con la firma: “A. Chejonté”.
Imagen: Ivan Kramskoy, Portrait of the Author Dmitry Grigorovich, 1876.