miércoles, 14 de noviembre de 2007

En el landó



Las hijas del consejero civil activo Brindin, Kitty y Zina, paseaban por la Niévskii1 en un landó. Con ellas paseaba su prima Marfúsha, una pequeña provinciana-hacendada de dieciséis años, que había venido en esos días a Peter2, a visitar a la parentela ilustre y echar una mirada a las "curiosidades". Junto a ella estaba sentado el barón Drunkel, un hombrecito recién aseado y demasiado, visiblemente cepillado, con un paletó azul y un sombrero azul. Las hermanas paseaban y miraban de soslayo a su prima. La prima las divertía y las comprometía. La inocente muchacha, que desde su nacimiento nunca había ido en landó ni oído el ruido capitalino, examinaba con curiosidad la tapicería del carruaje, el sombrero con galones del lacayo, gritaba a cada encuentro con el vagón de caballos... Y sus preguntas eran aún más inocentes y ridículas...
-¿Cuánto recibe de salario vuestro Porfírii? -preguntó ella entre tanto, señalando con la cabeza al lacayo.
-Al parecer, cuarenta al mes...
-¡¿Es po-si-ble?! ¡Mi hermano Seriózha, el maestro, recibe sólo treinta! ¿Es posible que aquí, en Petersburgo, se valore tanto el trabajo?
-No haga, Marfúsha, esas preguntas -dijo Zina, -y no mire a los lados. Eso es indecente. Y mire allá, mire de soslayo, si no es indecente, ¡qué oficial tan ridículo! ¡Ja-ja! ¡Como si hubiera tomado vinagre! Usted, barón, se pone así cuando corteja a Amfiládova.
-A ustedes, mesdames, le es ridículo y divertido, pero a mí me remuerde la conciencia -dijo el barón. -Hoy, nuestros empleados tienen una misa de réquiem a Turguéniev3, y yo por vuestra gracia no fui. Es incómodo, saben... Una comedia, pero de todas formas convenía haber ido, mostrar mi simpatía... por las ideas... Mesdames, díganme con franqueza, con la mano puesta en el corazón, ¿a ustedes les gusta Turguéniev?
-¡Oh sí... se entiende! Turguéniev pues...
-Y vaya pues... A todo el que le pregunto le gusta, y a mí... ¡no entiendo! ¡O yo no tengo cerebro o soy un escéptico incorregible, pero todo ese galimatías que levantan por Turguéniev me parece exagerado, si no ridículo! Es un escritor, no me pondré a negarlo, bueno... Escribe llano, el estilo por lugares es incluso ágil, tiene humor pero... nada particular... Escribe como todos los escritorzuelos rusos... Como Grigórevich, como Kraévskii... Ayer saqué a propósito de la biblioteca Las notas de un cazador4, las leí de cabo a rabo, y no encontré resueltamente nada particular... Ni autoconciencia, ni de la libertad de prensa... ¡ninguna idea! Y de la caza así, y no hay nada del todo. ¡Está escrito, por lo demás, no mal!
-¡En nada mal! ¡Él es muy buen escritor! ¡Y cómo escribía del amor! -suspiró Kitty. -¡Mejor que todos!
-Escribía bien del amor, pero los hay mejores. Jean Richepin, por ejemplo. ¡Qué clase de encanto! ¿Usted leyó su Bisco? ¡Otro asunto! ¡Usted lee, y siente cómo todo eso existe en la realidad! ¿Y Turguéniev... qué escribió? Todo ideas... ¿pero qué ideas hay en Rusia? ¡Todo de tierras extranjeras! ¡Nada original, nada autóctono!
-¡Y la naturaleza cómo la describía él!
-A mí no me gusta leer las descripciones de la naturaleza. Se extienden, se extienden... "El sol se puso... los pájaros cantaron... el bosque susurra...". Yo siempre me paso esos encantos. Turguéniev es un buen escritor, no lo niego, pero yo no le reconozco esa capacidad de crear maravillas, como dicen de él. Le dio, al parecer, un empujón a la autoconciencia, y cierta vergüenza política ahí, en el pueblo ruso, la pellizcó por lo vivo... No veo todo eso... No entiendo...
-¿Y usted leyó su Oblómov5? -preguntó Zina. -¡Ahí él está en contra del régimen de servidumbre!
-Cierto... ¡Pero es que yo también estoy en contra del régimen de servidumbre! ¿Y gritan así por mí?
-¡Ruéguenle que se calle! ¡Por Dios! -le susurró Marfúsha a Zina.
Zina, asombrada, echó una mirada a la inocente, tímida muchacha. Los ojos de la provinciana recorrían el landó con inquietud, de un rostro al otro, brillaban con un sentimiento no bueno y, al parecer, buscaban sobre quién derramar su odio y desprecio. Sus labios temblaban de ira.
-¡Es indecente, Marfúsha! -susurró Zina. -¡Usted tiene lágrimas!
-Dicen asimismo que él tuvo una gran influencia en el desarrollo de nuestra sociedad -continuó el barón. -¿Dónde se ve eso? Yo no veo esa influencia, hombre pecador. En mí, por lo menos, él no tuvo ni la mínima influencia.
El landó se detuvo junto a la entrada de los Brindin.

1La célebre avenida Niévskii de San Petersburgo.
2Peter, forma familiar y cariñosa en que los rusos llaman a San Petersburgo.
3“Le envío En el lando, donde se trata de Turguéniev”, escribe Chejov al redactor de la revista Retazos, con motivo de la muerte reciente de Iván Turguéniev.
4Los apuntes de un cazador, cuentos de Iván Turguéniev sobre la vida de los siervos de la gleba en la Rusia zarista.
5Oblómov, novela de Iván Goncharóv sobre un joven aristócrata incapaz de actuar, a pesar de sus buenas intenciones.

Título original: V lando, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 39, con la firma: "A. Chejonté".
Imagen: Iván Kramskoi, Unknown Woman, 1883.