-Sírveme, hijito, un fiambre
friecito... Bueno, y vodkita...
(Epitafio)
Ahora estoy sentado, añoro y cavilo.
En tiempos de antaño, en mi hacienda patrimonial habían gallinas, gansos y pavos, un ave estúpida, irracional, pero muy, muy sabrosa. En mi establo de caballos se reproducían y multiplicaban "ah, ustedes, mis caballos, mis caballos...", los molinos no estaban sin trabajar, las minas daban carbón, las mujeres recogían frambuesa. En las desiatínas2 sobreabundaban la flora y la fauna, quieres come, quieres dedícate a la zoología y la botánica... Se podía sentarse en primera fila, y jugar a las cartitas, y agarrar a la querida...
¡Ahora no es así, no es así del todo!
Hace un año, en el día de Elías, estaba sentado en mi terraza y añoraba. Ante mí estaba la tetera, llena de un té de a rublo... Una pena me roía el alma, quería llorar a gritos...
Yo añoraba y no advertí, cómo se me acercó Efím Zúzikov, el tabernero, mi antiguo siervo. Éste se acercó y, con respeto, se detuvo junto a la mesa.
-¡Si mandara, señor, a pintar el tejado! -dijo, poniendo sobre la mesa una botella de vodka. -El tejado es de hierro, sin pintura se oxida. Y óxido, se sabe, hay... ¡Le van a salir huecos!
-¿Con qué dinero pues voy a pintar, Efímushka? -digo. -Tú mismo sabes...
-¡Tómelo prestado! Si no, le van a salir huecos... Si mandara aún, señor, a contratar a un guarda para el jardín... ¡Se roban los árboles!
-¡Ah, de nuevo pues hace falta dinero!
-Yo le doy... Es lo mismo, me lo va a devolver. No por primera vez toma pues...
Me soltó Zúzikov quinientos rublos, tomó el endoso y se fue. Tras su salida, yo apoyé la cabeza sobre los puños y empecé a cavilar sobre el pueblo y sus propiedades... Quería incluso escribir un artículo para El pensa...
-Se las da de bienhechor, de magnánimo... ¿por qué? Porque yo lo... azoté alguna vez... ¡Qué ausencia de rencor! ¡Aprendan extranjeros!
A la semana se me incendió el cobertizo en el patio. El primero que vino corriendo al incendio fue Zúzikov. Él, con sus propias manos, destrozó el cobertizo y arrastró sus lonas para, en caso de algo, cubrir con éstas mi casa. Temblaba, estaba rojo, mojado, como si defendiera sus bienes.
-Ahora hay que construir uno nuevo -me dijo después del incendio. -Yo tengo un bosquecito, le voy a enviar... Si mandara, señor, a limpiar el estanque... Ayer pescaban carasios, y toda la red se rompió con las algas... Trescientos rublos cuesta... ¡Tome! No por primera vez toma pues...
Y por el estilo... Limpiaron el estanque, pintaron todos los tejados, repararon las caballerizas, y todo eso con el dinero de Zúzikov.
Hace una semana viene a verme Zúzikov, se para en la puerta y, con respeto, tose en el puño.
-Y no reconoces ahora vuestra hacienda pues -dice. -Es hora de que viva un conde o un príncipe... Y limpiaron los estanques, y plantaron la sementera, nacieron los caballitos...
-¡Y todo por ti, Efímushka! -digo, casi no llorando de ternura.
Me paro y, de la manera más sincera, abrazo al mujík...
-Dios quiera, se arreglen los asuntos, te lo voy a devolver todo, Efímushka... Con por cientos. ¡Déjame abrazarte otra vez!
-Todo lo reparó y acomodó... ¡Dios ayudó! Ahora queda sólo una cosa: fumarse al zorro de aquí...
-¿Cuál zorro, Efímushka?
-Se sabe cuál...
Y, tras callar un poco, Zúzikov agrega:
-El ujier del juzgado vino ahí... Usted, las botellas, recójalas pues... No sea que el ujier las vea... Y piense que en mi hacienda el único asunto es la borrachera... ¿Una casucha ordena alquilarle en el pueblo, o se va a la ciudad?
Ahora estoy sentado y cavilo.
1Alusión a La depauperación, cuentos y crónicas de Serguéi Terpigóriev (“Atáva”) publicados en 1880.
2Desiatína, antigua medida rusa de superficie igual a 1,09 ha.
Título original: Dobrodetielnii kabatchik, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 32, con la firma: "A. Chejonté".
Imagen: Ilya Repin, A Peasant with an Evil Eye, 1877.
En tiempos de antaño, en mi hacienda patrimonial habían gallinas, gansos y pavos, un ave estúpida, irracional, pero muy, muy sabrosa. En mi establo de caballos se reproducían y multiplicaban "ah, ustedes, mis caballos, mis caballos...", los molinos no estaban sin trabajar, las minas daban carbón, las mujeres recogían frambuesa. En las desiatínas2 sobreabundaban la flora y la fauna, quieres come, quieres dedícate a la zoología y la botánica... Se podía sentarse en primera fila, y jugar a las cartitas, y agarrar a la querida...
¡Ahora no es así, no es así del todo!
Hace un año, en el día de Elías, estaba sentado en mi terraza y añoraba. Ante mí estaba la tetera, llena de un té de a rublo... Una pena me roía el alma, quería llorar a gritos...
Yo añoraba y no advertí, cómo se me acercó Efím Zúzikov, el tabernero, mi antiguo siervo. Éste se acercó y, con respeto, se detuvo junto a la mesa.
-¡Si mandara, señor, a pintar el tejado! -dijo, poniendo sobre la mesa una botella de vodka. -El tejado es de hierro, sin pintura se oxida. Y óxido, se sabe, hay... ¡Le van a salir huecos!
-¿Con qué dinero pues voy a pintar, Efímushka? -digo. -Tú mismo sabes...
-¡Tómelo prestado! Si no, le van a salir huecos... Si mandara aún, señor, a contratar a un guarda para el jardín... ¡Se roban los árboles!
-¡Ah, de nuevo pues hace falta dinero!
-Yo le doy... Es lo mismo, me lo va a devolver. No por primera vez toma pues...
Me soltó Zúzikov quinientos rublos, tomó el endoso y se fue. Tras su salida, yo apoyé la cabeza sobre los puños y empecé a cavilar sobre el pueblo y sus propiedades... Quería incluso escribir un artículo para El pensa...
-Se las da de bienhechor, de magnánimo... ¿por qué? Porque yo lo... azoté alguna vez... ¡Qué ausencia de rencor! ¡Aprendan extranjeros!
A la semana se me incendió el cobertizo en el patio. El primero que vino corriendo al incendio fue Zúzikov. Él, con sus propias manos, destrozó el cobertizo y arrastró sus lonas para, en caso de algo, cubrir con éstas mi casa. Temblaba, estaba rojo, mojado, como si defendiera sus bienes.
-Ahora hay que construir uno nuevo -me dijo después del incendio. -Yo tengo un bosquecito, le voy a enviar... Si mandara, señor, a limpiar el estanque... Ayer pescaban carasios, y toda la red se rompió con las algas... Trescientos rublos cuesta... ¡Tome! No por primera vez toma pues...
Y por el estilo... Limpiaron el estanque, pintaron todos los tejados, repararon las caballerizas, y todo eso con el dinero de Zúzikov.
Hace una semana viene a verme Zúzikov, se para en la puerta y, con respeto, tose en el puño.
-Y no reconoces ahora vuestra hacienda pues -dice. -Es hora de que viva un conde o un príncipe... Y limpiaron los estanques, y plantaron la sementera, nacieron los caballitos...
-¡Y todo por ti, Efímushka! -digo, casi no llorando de ternura.
Me paro y, de la manera más sincera, abrazo al mujík...
-Dios quiera, se arreglen los asuntos, te lo voy a devolver todo, Efímushka... Con por cientos. ¡Déjame abrazarte otra vez!
-Todo lo reparó y acomodó... ¡Dios ayudó! Ahora queda sólo una cosa: fumarse al zorro de aquí...
-¿Cuál zorro, Efímushka?
-Se sabe cuál...
Y, tras callar un poco, Zúzikov agrega:
-El ujier del juzgado vino ahí... Usted, las botellas, recójalas pues... No sea que el ujier las vea... Y piense que en mi hacienda el único asunto es la borrachera... ¿Una casucha ordena alquilarle en el pueblo, o se va a la ciudad?
Ahora estoy sentado y cavilo.
1Alusión a La depauperación, cuentos y crónicas de Serguéi Terpigóriev (“Atáva”) publicados en 1880.
2Desiatína, antigua medida rusa de superficie igual a 1,09 ha.
Título original: Dobrodetielnii kabatchik, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 32, con la firma: "A. Chejonté".
Imagen: Ilya Repin, A Peasant with an Evil Eye, 1877.