lunes, 26 de noviembre de 2007

En la sesión magnética


La gran sala brillaba con las luces y rebosaba de personas. En ésta reinaba el magnetizador. Éste, a pesar de su miseria física e informalidad, irradiaba, brillaba y refulgía. Le sonreían, aplaudían, obedecían... Ante él palidecían.
Hacía literalmente milagros. A uno lo adormeció, al otro lo entumeció, al tercero lo puso con la nuca en una silla y los talones en la otra... A un periodista alto y delgado lo encorvó en una espiral. Hacía, en una palabra, sabe el diablo qué. En particular, tenía una fuerte influencia en las damas.
Éstas caían bajo su mirada, como moscas. ¡Oh, los nervios de las mujeres! ¡Si no fuera por éstos, se viviría aburrido en este mundo!
Tras experimentar su arte diabólico en todos, el magnetizador se acercó a mí.
-Me parece que usted tiene una natura muy flexible -me dijo. -Usted es tan nervioso, expresivo... ¿No le gustaría dormirse?
¿Por qué no dormirse? Dígnate, querido, prueba. Me senté en una silla en medio de la sala. El magnetizador se sentó en una silla vis-à-vis, me tomó de las manos, y clavó sus terribles ojos de serpiente en mis pobres ojos.
Nos rodeó el público.
-Tsss... ¡Señores! Tsss... ¡Más silencio!
Nos calmamos... Estábamos sentados, nos mirábamos a las pupilas el uno al otro... Pasó un minuto, dos... Me corrió un hormigueo por la espalda, el corazón me empezó a palpitar, pero yo no quería dormir...
Estábamos sentados... Pasaron cinco minutos, siete...
-¡No se entrega! -dijo alguien. -¡Bravo! ¡Gallardo el hombre!
Seguíamos sentados, nos mirábamos... No quería dormir, ni incluso dormitar... Con el protocolo de la dúma1 o del zémtsvo2 ya hace rato que estaría dormido... El público empezó a susurrar, a soltar risillas... El magnetizador se confundió y empezó a parpadear... ¡Pobrecito! ¿A quién le gusta sufrir un fiasco? ¡Sálvenlo espíritus, envíen a Morfeo a mis párpados!
-¡No se entrega! -dijo la misma voz. -¡Es suficiente, deje! ¡Yo lo decía pues, que todo esto son trucos!
Y entonces, en el momento cuando yo, atendiendo a la voz del amigo, hice un movimiento para levantarme, mi mano tanteó en su palma un objeto extraño... Tras poner en acción el tacto, reconocí el objeto como un papelito. Mi papásha era doctor, y los doctores reconocen al solo tacto la calidad de los papelitos. Según la teoría de Darwin yo, con muchas otras capacidades, heredé de papásha esa simpática capacidad. En el papelito reconocí un billete de cinco rublos. Al reconocerlo, me dormí al momento.
-¡Bravo, magnetizador!
Los doctores que estaban en la sala se acercaron a mí, me rodearon, me olfatearon y dijeron:
-N-sí... Está adormecido...
El magnetizador, satisfecho con el éxito, agitó las manos sobre mi cabeza, y yo, dormido, caminé por la sala.
-¡Tetanícele la mano! -propuso alguien. -¿Puede? Que su mano se entumezca...
El magnetizador (¡un hombre no tímido!) extendió mi brazo derecho y empezó a realizar sobre éste sus manipulaciones: palpar, soplar, palmar. Mi mano no se movía. Colgaba como un trapo, y no pensaba entumecerse.
-¡No hay tétanos! Despiértelo, si no es nocivo pues... Él es débil, nervioso...
Entonces, mi mano izquierda sintió en su palma un billete de cinco rublos... La irritación, mediante la reflexión, se trasmitió de la izquierda a la derecha, y al momento la mano se entumeció.
-¡Bravo! ¡Vean, que dura y fría está! ¡Como la de un muerto!
-Anestesia total, disminución de la temperatura y debilitamiento del pulso -informó el magnetizador.
Los doctores empezaron a tantear mi mano.
-Sí, el pulso está más débil -observó uno de ellos. -Un tétanos total. La temperatura es mucho más baja...
-¿Y con qué explicar eso? -preguntó una de las damas.
El doctor se encogió de hombros de modo significativo, suspiró y dijo:
-¡Nosotros tenemos sólo los hechos! Las explicaciones, ¡ay!, no...
Ustedes tienen los hechos, y yo dos billetes de cinco rublos. Los míos valen más... Gracias al magnetismo y a esto, y la explicación no me hace falta...
¡Pobre magnetizador! ¿Y para qué te ligaste conmigo, con un áspide?

PS. Bueno, ¿no es una maldición? ¿No es una puercada?
Ahora recién supe, que los billetes de cinco rublos me los ponía en el puño no el magnetizador, sino Piótr Fedórich, mi jefe...
-Eso- dice, -yo te lo hacía para conocer tu honradez...
¡Ah, qué diablos!
-Es una vergüenza, hermano... No está bien... No lo esperaba...
-Pero es que yo tengo hijos, su excelencia... Esposa... Madre... Con la carestía actual...
-No está bien... Y aún quieres editar tu periódico también... Lloras cuando lees discursos en los almuerzos... Es una vergüenza... Yo pensaba que eras un hombre honrado, y resulta que eres un... happen sie gewesen...3
Tuve que devolverle los dos billetes de cinco rublos. ¿Qué hacer pues? El renommée4 vale más que el dinero.
-¡Contigo yo no estoy enojado! -dice el jefe. -Vete al diablo, tu natura es pues así... ¡Pero ella! ¡Ella! ¡A-som-broso! ¡Ella, la dulzura, la inocencia, el blanmange5 y demás! ¿Ah? ¡Pues y ella se dejó tentar por el dinero! ¡Se durmió también!
Por la palabra ella mi jefe sobreentiende a su esposa, Matrióna Nikoláevna...

1Dúma (término histórico), asamblea legislativa en la Rusia zarista.
2Zémstvo (término histórico), administración local o provincial dirigida por la nobleza en la Rusia zarista.
3Happen sie gewesen (expresión absurda), persona que acepta soborno.
4Renomée, fama, renombre.
5Blanmange, jalea de almendra.

Título original: Na magneticheskom seanse, publicado por primera vez en la revista Zritiel, 1883, Nº 7, con la firma: "El hombre sin bazo".
Imagen: Ilya Repin, A Newspaper Seller in Paris, 1873.