viernes, 30 de noviembre de 2007

El consejo


La puerta más ordinaria, de dormitorio. Está hecha de madera, pintada con una pintura blanca ordinaria, cuelga de unos ganchos simples, pero... ¿por qué es tan imponente? ¡Así exhala Olimpo! Al otro lado de la puerta está sentado... por lo demás, eso no es asunto nuestro.
De este lado están parados dos hombres que razonan:
Merci!
-Eso para usted, para la leche de los niños. Por sus trabajos, Maxím Ivánich. Pues tres años se alarga el asunto, no es broma... Disculpe, que es poco... ¡Procure sólo, padrecito! (Pausa.) Yo quisiera, benefactor, agradecerle a Porfírii Semiónich... Él es mi principal benefactor, y de él, más que todo, depende mi asunto... Obsequiarle, como un presente, no molestaría... unos doscientos, trescientos...
-¿A él... cientos? ¿Qué le pasa? ¡Pero usted se quemó, pariente! ¡Persígnese! Porfírii Semiónich no es así, para...
-¿No lo acepta? Lástima... Yo pues de alma, Maxím Ivánich... Esto no es ningún soborno... Esto es un presente, con pureza de alma... por los trabajos excesivos... Yo pues no soy insensible, entiendo su trabajo... ¿Quién ahora, por un salario, se hecha tal peso sobre sí? Hum... Así pues... Esto no es un soborno sino, así decir, un donativo legal...
-¡No, eso es imposible! ¡Él es tal hombre... tal hombre!
-¡Yo lo conozco, Maxím Ivánich! ¡Un hombre excelente! Y tiene un corazón super bondadoso, un alma filantrópica... humanista... Un cariño así... Te mira, y toda tu psicología te la revuelve... Yo rezo por él día y noche... ¡Sólo que el asunto pues, se alarga mucho tiempo! Bueno, y eso no es nada... Y por todas esas virtudes quisiera agradecerle a él... Unos trescientos rublos, por ejemplo...
-No lo va a aceptar... ¡Su naturaleza es otra! ¡La severidad! Y no se le acerque... Trabaja, se molesta, no duerme por las noches, y respecto a la gratitud u otra cosa, ni-ni... Unas reglas así. Y así decir, ¿para qué le hace falta a él su dinero? ¡Él mismo es millonario!
-Qué lástima... ¡Y yo quería tanto mostrarle a él mis sentimientos! (En voz baja) Y además, mi asunto se movería... ¡Pues tres años se alarga, padrecito! ¡Tres años! (En voz alta.) No sé, ni cómo proceder... Caí en el desánimo, benefactor mío... ¡Ayúdeme, padrecito! (Pausa.) Unos trescientos yo puedo... Eso seguro. Siquiera en este momento...
-Hum... Sí... ¿Cómo hacer pues? (Pausa.) Yo a usted, mire qué le aconsejo. Si ya desea agradecerle a él por el beneficio y la molestia, pues... permítame, yo le voy a decir... Informar... Yo a él puedo aconsejarle...
-¡Por favor, padrecito! (Pausa prolongada.)
-Merci... Él lo va a apreciar... Sólo que usted, no trescientos rublos... Con ese dinero sarnoso no se le acerque... Para él eso es cero, una nulidad... un gas... Usted déle mil...
-¡Dos mil! –dice alguien al otro lado de la puerta.
La cortina cae. ¡Pero que nadie piense mal de esto!

Título original: Soviet, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 7, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Ivan Kramskoy, Mina Moiseyev, Study, 1882.