martes, 27 de noviembre de 2007

El eclipse de luna (De la vida provinciana)


Circular
Nº 1032
El 22 de septiembre, a las diez de la noche, tiene lugar un eclipse del planeta luna. Ya que semejante fenómeno de la naturaleza no sólo no es censurable, sino incluso es aleccionador, en el sentido de que incluso los planetas obedecen a menudo a las leyes de la naturaleza, pues a modo de incentivo le propongo a usted, su excelencia, tomar la disposición del encendido por esa noche, en su distrito, de todos los faroles de calle, para que la oscuridad nocturna no impida a las personas de autoridad y pobladores contemplar ese eclipse, y asimismo le ruego, muy señor mío, observar con severidad que en las calles no haya con este motivo tumultos, gritos de júbilo y demás. Sobre las personas que interpreten tergiversadamente este fenómeno de la naturaleza, si tales resultan (lo que yo, por lo demás, conociendo el sentido común de los habitantes, no espero), ruego informarme.

Gnilodúshin.
Fielmente: Secretario Triasúnov.

En respuesta a la relación de su excelencia Nº 1032, tengo el honor de declarar que en mi distrito faroles de calle no hay, y por eso el eclipse del planeta luna se produjo con una completa oscuridad del aire, pero, a pesar de esto, a muchos éste les fue visible con la pertinente claridad. Violaciones del silencio y sosiego público, al igual que interpretaciones tergiversadas y expresiones de disgusto no hubo, excepto la ocasión cuando el maestro doméstico, hijo del diácono Amfilójii Bab-el-Mandeb, a la pregunta de un habitante, de en qué estribaba la causa de ese oscurecimiento del planeta luna, empezó a inculcar una larga interpretación, claramente tendiente a la destrucción del concepto del sentido común. En qué estribaba su interpretación yo no entendí, ya que él, explicando según los temas de la ciencia, empleó en sus palabras muchas expresiones extranjeras.

Ukúsi-Kalanchévskii.

En respuesta a la relación de su excelencia Nº 1032, tengo el honor de informar que, en el distrito confiado a mí, eclipse de luna no hubo, aunque, por lo demás, se produjo en el cielo cierto fenómeno de la naturaleza, que estribaba en el oscurecimiento de la luz lunar, pero si hubo ese eclipse, fidedignamente, no lo puedo decir. Faroles de calle, tras una minuciosa pesquisa, resultaron haber en mi distrito sólo tres que, tras el lavado de los cristales y la limpieza de los interiores, fueron encendidos, pero todas estas medidas no tuvieron el pertinente provecho, ya que el mencionado oscurecimiento se produjo entonces, cuando los faroles, a causa de la sopladura del viento y la penetración por los cristales rotos, se apagaron y, por consiguiente, no pudieron despejar la mencionada por su excelencia en su relación oscuridad. Tumultos no hubo, ya que todos los habitantes dormían, con excepción del escribano del consejo estatal, Iván Áveliev, que estaba sentado en la valla y, mirando por el puño el oscurecimiento, sonreía con doble sentido y decía: “Por mí, como si no hubiera luna por completo... ¡No me importa!” Y cuando yo le observé que esas palabras eran ligeras, él declaró con insolencia: “¿Y tú, murrio, por qué intercedes por la luna? ¿Acaso fuiste a felicitarla por la fiesta?” Además, agregó una expresión inmoral, en el sentido de la palabrota popular, de lo que tengo el honor de informar.

Glotálov.

Fiel al original:
El hombre sin bazo.

Título original: Zatmenie luni, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 39, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Harald Sohlberg, Night.