viernes, 23 de noviembre de 2007

En el cementerio


"¿Dónde están ahora sus sutilezas y distingos,
sus argucias, subterfugios y artimañas?"
Hamlet

-Señores, se levantó el viento y ya empieza a oscurecer. ¿Si nos largamos a las buenas, sin chistar?
El viento se paseó por la hojarasca amarillenta de los viejos abedules, y desde las hojas nos cayó una granizada de gotas gruesas. Uno de nosotros se resbaló en la tierra barrosa y, para no caerse, se agarró de una gran cruz gris.
-“Consejero titular1 y caballero Yegór Griaznorúkov…” –leyó. –Yo conocí a este señor… Quería a la esposa, llevaba la Stanisláv, no leía nada… Su estómago cocinaba puntualmente… ¿En qué no es vida? No hacía falta, al parecer, ni morirse, pero ay, un hecho lo borró… El pobre cayó víctima de su poder de observación. Una vez estaba espiando, y le dieron tal golpe en la cabeza con la puerta, que le dio una conmoción cerebral (tenía cerebro), y se murió. Y bajo este monumento hay un hombre que desde los pañales odió los versos, los epigramas… Como en burla, todo su monumento está cubierto de versos… ¡Alguien viene!
Con nosotros se emparejó un hombre con un paletó usado y una fisonomía afeitada, azulada-púrpura. En el sobaco llevaba media botella, del bolsillo asomaba un envoltorio con un embutido.
-¿Dónde está aquí la tumba de Múshkin? –nos preguntó con voz ronca.
Lo llevamos a la tumba del actor Múshkin, fallecido unos dos años antes.
-¿Es funcionario? –le preguntamos.
-No, actor… Ahora es difícil distinguir al actor del funcionario de consistorio. Ustedes han notado eso justamente… Es característico, aunque para el funcionario no es del todo halagüeño…
Encontramos a duras penas la tumba del actor Múshkin. Ésta se había secado, cubierto de cizaña y perdido la imagen de tumba… Una crucecita barata, combada y cubierta de verdín, de musgo ennegrecido por el frío, nos miraba con tristeza anciana, como si estuviera enferma.
-“al olvidable amigo Múshkin”… -leímos.
El tiempo había borrado la partícula “in” y corregido la calumnia humana.
-Los actores y los gaceteros recolectaron para su monumento y… se lo bebieron, hijitos… -suspiró el actor, haciendo una reverencia hasta la tierra y tocando con las rodillas y el gorro la tierra mojada.
-¿O sea, cómo pues se lo bebieron?
-Muy sencillo. Recolectaron el dinero, publicaron sobre eso en los periódicos, y se lo bebieron… Esto no lo digo por condenar, sino así… ¡A la salud, ángeles! Para ustedes a la salud, y para él a la memoria eterna.
-La bebida da mala salud, y la memoria eterna es una tristeza. Dios nos dé memoria temporal, y en cuanto a la eterna, ¡qué pues!
-Eso ustedes justamente. Múshkin era pues conocido, detrás de su féretro llevaron unas diez coronas, ¡y lo olvidaron! Quienes lo querían, esos lo olvidaron, y a quienes les hizo mal, esos lo recuerdan. Yo, por ejemplo, no lo voy a olvidar por los siglos de los siglos, porque excepto mal, no vi más nada de él. No lo quiero al finado.
-¿Qué mal le hizo pues?
-Un mal grande, -suspiró el actor, y por su rostro se extendió una expresión de ofensa amarga. –Fue para mí un malvado y un bandido, el reino celestial para él. Mirándolo y oyéndolo, ingresé a los actores. Me sacó con su arte de la casa paterna, me sedujo con su vanidad artística, me prometió mucho, y me dio lágrimas y pena… ¡Es amarga la suerte del actor! Perdí la juventud, la sobriedad y la imagen de Dios… Por el alma ni un grosh, los tacones torcidos, el pantalón a cuadros y con flecos, y la faz como roída por los perros… En la cabeza el librepensamiento y la sinrazón… ¡Me quitó hasta la fe, mi malvado! Bueno si hubiera talento, pero así, me perdí por menos de un grosh… Hace frío, honrados señores… ¿No desean? Para todos alcanza… Brrr… ¡Bebamos por el descanso! Aunque no lo quiero, aunque esté muerto, lo tengo sólo a él en el mundo, solo como un dedo. Por última vez me veo con él… Los doctores me dijeron que voy a morir pronto por el alcoholismo, así que vine a despedirme. Hay que perdonar a los enemigos.
Dejamos al actor platicar con el muerto Múshkin y seguimos adelante. Empezó a helar una lluvia fría, menuda.
En el recodo hacia la alameda principal, sembrado de cascajos, encontramos una procesión funeraria. Cuatro mozos de cuerda, con cinturones blancos de calicó y botas fangosas cubiertas de hojarasca, llevaban un féretro marrón. Se hacía oscuro y se apuraban, tropezando y meciendo las andas…
-Hace sólo dos horas que paseamos por aquí, y ya es el tercero que nos pasan por delante… ¿A la casa, señores?

1Consejero titular, rango de 9na clase, desde 1845 concede título de nobleza, anteriormente se podía recibir desde la 14va clase.

Título original: Na kladbische, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 40, con la firma: "A. Chejonté".
Imagen: Caspar David Friedrich, The Graveyard Gate.