jueves, 22 de noviembre de 2007

El canutillo1


El sacristán Otlukávin está parado en el coro y tiene, entre sus dedos gruesos estirados, un cabito de pluma de ganso. Su frente pequeña se cubrió de arrugas, en su nariz bailan manchas de todos los colores, empezando por el rosado y terminando por el azul oscuro. Ante él, sobre la cubierta rojiza del Triodium2 sagrado, yacen dos papeles. En uno de éstos está escrito “a la salud”, en el otro “por el descanso”3, y bajo ambos títulos una serie de nombres… Junto al coro está parada una viejecita pequeña, con un rostro preocupado y un morral a la espalda. Está pensativa.
-¿Luego a quién? –pregunta el sacristán, rascándose detrás de la oreja con pereza. –Pronto mendiga, piensa, que no tengo tiempo. Ahora voy a leer Las horas4.
-Ahora padrecito… Bueno, escribe… “A la salud” de los siervos de Dios: Andréi y Dária con la prole… Mítrii, de nuevo Andréi, Antíp, María…
-Espera, no rápido… No corres detrás de una liebre, tienes tiempo.
-¿Escribiste María? Bueno, ahora Kiríll, Gordéi, Guerásim, el niño recién fallecido, Panteléi… ¿Apuntaste al difunto Panteléi?
-Espera… ¿Panteléi se murió?
-Se murió… -suspira la vieja.
-Entonces, ¿cómo pues me mandas a apuntarlo en “a la salud”? –se enfada el sacristán tachando a Panteléi, y pasándolo al otro papelito. –Mira también todavía… Tú habla con sentido, y no me confundas. ¿A quién más en “por el descanso”?
-¿En “por el descanso”? Ahora… espera… Bueno, escribe… Iván, Avdótia, más Dária, Yegór… Apunta… al soldado Zájar… Desde que se fue al servicio hace cuatro años, desde ese tiempo no se oye de él…
-Por lo tanto, ¿se murió?
-¡Y quién sabe pues! Puede que se murió, y puede que esté vivo… Tú escribe…
-¿A dónde pues lo voy a apuntar? Si, digamos, se murió, pues en “por el descanso”, si está vivo, pues en “a la salud”… ¡Entiende a tu prójimo!
-¡Hum!.. Tú, queridito, apúntalo en los dos apuntes, y allá se verá. Y además, a él le da lo mismo cómo lo apuntes: un hombre disoluto… perdido… ¿Lo apuntaste? Ahora en “por el descanso” a Mark, Lievóntii, Arína… bueno, y a Kuzmá con Anna… a Fedósia, la enferma...
-¿A Fedósia la enferma en “por el descanso” pues? ¡Tiú!
-¿Eso a mí en “por el descanso” pues? ¿Te chiflaste, o qué?
-¡Tfú! ¡Tú, troncho, me enredaste! No me morí todavía, así y dilo, que no me morí, y no hay por qué meterse en “por el descanso”! ¡Me confundes aquí! Dígnate pues ahora a tachar con una cruz a Fedósia, y a escribirla en otro lugar… ¡me manchaste todo el papel! Bueno, escucha, te voy a leer… “A la salud” de Andréi, Dária con la prole, de nuevo Andréi, Antíp, María, Kiríll, Guer… el niño recién fallecido… Espera, ¿cómo cayó pues este Guerásim aquí? Recién fallecido, ¡y de pronto en “a la salud”! ¡No, me enredaste mendiga! ¡Ve con Dios, me enredaste por completo!
El sacristán mueve la cabeza, tacha a Guerásim y lo pasa a la sección de “por el descanso”.
-¡Escucha! “A la salud” de María, Kiríll, el soldado Zájar… ¿A quién más?
-¿A Avdótia, la apuntaste?
-A Avdótia? Hum… Avdótia… Evdokía… -el sacristán reexamina ambos papelitos. –Recuerdo que la apunté, y ahora el diablo sabe… no la encuentras de ningún modo… ¡Aquí está! ¡En “Por el descanso” está apuntada!
-¿A Avdótia en “por el descanso” pues? –se asombra la vieja. –¡Todavía no hace un año que se casó, y tú ya le llamas a la muerte!.. Tú mismo, amoroso, te confundes y te enfureces conmigo. Tú escribe con súplica, y si tienes rabia en el corazón, pues el demonio se alegra. Eso a ti el demonio te ronda y te confunde…
-Espera, no me molestes…
El sacristán frunce el ceño y, tras pensar un poco, tacha con lentitud a Avdótia en la hojita de “por el descanso”. La pluma, en la letra “d”, chirría y hace un borrón grande. El sacristán se confunde y se rasca la nuca.
-Avdótia, por lo tanto, fuera de aquí… -farfulla con turbación, -y apuntarla allá… ¿Así? Espera… Si a ella allá, pues va a ser en “a la salud”, y si aquí, pues en “por el descanso”… ¡Me enredó por completo la mujer! Y a éste militar, Zájar, todavía lo encontré aquí… El diablo lo trajo… ¡No entiendo nada! Hay que de nuevo…
El sacristán se trepa al armario pequeño y saca de ahí una ochava de papel limpio.
-Saca a Zájar, si es así… -dice la vieja. –Que vaya con Dios ya, sácalo…
-¡Cállate!
El sacristán moja la pluma con lentitud y copia los nombres de ambos papelitos en una hojita nueva.
-Los voy a apuntar en bloque, -dice, -y tú llévaselo al padre diácono… Deja que el diácono entienda quién está vivo aquí, quién está muerto; él estudió en el seminario, y yo de estos mismos asuntos… aunque me mates, no entiendo nada.
La vieja toma el papelito, entrega al sacristán un kópek y medio antiguo, y va a pasitrote hacia el altar.

1Canutillo, hilo de oro o de plata rizado para bordar; (expresión familiar), ocupación pesada, extensa, con demoras.
2Triodium sagrado, libro de Oficio divino ortodoxo que incluye los cánticos y las plegarias desde la Pascua hasta la cuaresma de Pedro.
3“A la salud”, “por el descanso”, preces por los vivos, preces por los difuntos en la iglesia ortodoxa rusa.
4Las horas canónicas, los siete oficios diurnos y los tres nocturnos que conforman el Oficio Divino.

Título original: Kanitiel, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 17, con la firma: "A. Chejonté".
Imagen: Vasily Surikov, Portrait of a Monk.