Moscú, 9 de marzo de I89O.
En cuanto a Sajalín nos equivocamos los dos, pero usted probablemente más que yo. Yo voy seguro por completo, de que mi viaje no hará un aporte valioso ni a la literatura, ni a la ciencia: no alcanzarán para eso ni los conocimientos, ni el tiempo, ni las pretensiones. No tengo los planes de Humboldt1, ni incluso los de Kennan2. Quiero escribir siquiera unas 100-200 páginas, y pagarle un poquito con eso a mi medicina, ante la que, como le es sabido, soy un cerdo. Acaso, no sabré escribir nada, pero de todas formas el viaje no pierde para mí su aroma; leyendo, mirando a los lados y oyendo, averiguaré y aprenderé mucho. Yo aún no fui pero, gracias a esos libritos que leí ahora por necesidad, averigüé mucho de lo que debe conocer cualquiera bajo la pena de 40 latigazos, y que tuve la descortesía de no conocer antes. Además, supongo, el viaje -es un trabajo incesante por medio año, físico y mental, y para mí eso es necesario, ya que soy un jojól3, y ya empecé a tener pereza. Hay que domarse. Sea mi viaje una nadería, una terquedad, un capricho, pero piense un poco y dígame, ¿qué perderé si voy? ¿Tiempo? ¿Dinero? ¿Voy a experimentar privaciones? Mi tiempo no vale nada, dinero de todas formas nunca tengo, en lo que respecta a las privaciones, pues a caballo voy a ir unos 25-30 días, no más, y todo el tiempo restante lo pasaré sentado en la cubierta del barco o en la habitación, y lo voy a bombardear con cartas incesantemente. Sea que el viaje no me dará exactamente nada pero, ¿acaso, de todas formas, en todo el viaje no habrá unos 2-3 días, que voy a recordar toda la vida con éxtasis o con amargura? Y demás y demás. Así pues, muy señor mío. Todo esto es no convincente, pero es que y usted escribe tan no convincente. Por ejemplo, usted escribe que Sajalín no es necesario a nadie y no le interesa a nadie. ¿Cómo si eso fuera correcto? Sajalín puede no ser necesario ni interesar sólo a una sociedad, que no envía a ésta miles de hombres y no gasta en ésta millones. Después de Australia en el pasado y de Cayena, Sajalín -es el único lugar, donde se puede estudiar la colonización de los delincuentes; en ésta está interesada toda Europa, ¿y nosotros no lo necesitamos? No hace más de 25-30 años atrás, los mismos nuestros, los hombres rusos, al investigar Sajalín, realizaron unas hazañas asombrosas4, por las que se puede idolatrar al hombre; y eso no lo necesitamos, no sabemos, qué clase de hombres eran, y sólo estamos sentados entre cuatro paredes, y nos quejamos de que Dios creó mal al hombre. Sajalín -es un lugar de sufrimientos insoportables, para los que sólo suele ser apto el hombre libre y el no libre. Los que trabajan cerca o en éste, resolvieron tareas terribles, decisivas, y las resuelven ahora. Lamento que yo no soy un sentimental, pues si no, diría que a los lugares como Sajalín deberíamos ir por adoración, como los turcos van a la Meca; y los marineros y los carceleros deben contemplar Sajalín en particular, como los militares Sevastópol. Por los libros que leí y leo, se ve que pudrimos en las cárceles a millones de hombres, que los pudrimos en vano, sin deliberación, bárbaramente; empujamos a los hombres con grilletes bajo el frío, por decenas de miles de vérstas, los contagiamos de sífilis, los pervertimos, procreamos delincuentes, y todo eso se lo atribuimos a los celadores de narices rojas. Ahora toda la Europa ilustrada sabe que los culpables no son los celadores, sino nosotros todos, pero no estamos para ese asunto, eso no es interesante. Los célebres años sesenta no hicieron nada por los enfermos y los reclusos, violando de ese modo el mismo mandamiento principal de la civilización cristiana. En nuestro tiempo por los enfermos se hace algo, pero por los reclusos nada; el estudio de las cárceles no interesa en absoluto a nuestros juristas. No, le aseguro, Sajalín es necesario e interesante, y se debe lamentar sólo que voy yo allá, y no algún otro que entienda más del asunto, y esté más capacitado para despertar el interés de la sociedad. Yo, personalmente, voy por naderías.
En lo que respecta a mi carta sobre Pleschéev, pues le escribí a usted, que yo provocaba disgusto entre mis amigos jóvenes con mi ociosidad, y en mi justificación le escribí que, a despecho de mi ociosidad hice, de todas formas, más que mis amigos, que no hacen exactamente nada. Yo siquiera leí la Antología marina y estuve donde Gálkin, y ellos nada. Eso es todo, al parecer5.
Tenemos grandiosos desórdenes estudiantiles. Empezaron en la Academia Petróvskaya, donde la jefatura prohibió llevar señoritas a los apartamentos públicos, sospechando en las últimas no sólo prostitución, sino y política. De la Academia pasó a la universidad, donde ahora los estudiosos, rodeados por Héctores y Aquiles fuertemente apertrechados con caballos y picas, demandan lo siguiente:
En lo que respecta a mi carta sobre Pleschéev, pues le escribí a usted, que yo provocaba disgusto entre mis amigos jóvenes con mi ociosidad, y en mi justificación le escribí que, a despecho de mi ociosidad hice, de todas formas, más que mis amigos, que no hacen exactamente nada. Yo siquiera leí la Antología marina y estuve donde Gálkin, y ellos nada. Eso es todo, al parecer5.
Tenemos grandiosos desórdenes estudiantiles. Empezaron en la Academia Petróvskaya, donde la jefatura prohibió llevar señoritas a los apartamentos públicos, sospechando en las últimas no sólo prostitución, sino y política. De la Academia pasó a la universidad, donde ahora los estudiosos, rodeados por Héctores y Aquiles fuertemente apertrechados con caballos y picas, demandan lo siguiente:
1) Autonomía absoluta de las universidades.
2) Libertad de enseñanza absoluta.
3) Acceso libre a las universidades sin distinción de culto, nacionalidad, sexo y posición social.
4) Aceptación de los judíos en las universidades sin ningunas limitaciones y en igualdad de derecho con los restantes estudiantes.
5) Libertad de reunión y reconocimiento de las corporaciones estudiantiles.
6) Institución de un jurado universitario y estudiantil.
7) Eliminación de la función policíaca de las inspecciones.
8) Disminución de la cuota de estudio.
2) Libertad de enseñanza absoluta.
3) Acceso libre a las universidades sin distinción de culto, nacionalidad, sexo y posición social.
4) Aceptación de los judíos en las universidades sin ningunas limitaciones y en igualdad de derecho con los restantes estudiantes.
5) Libertad de reunión y reconocimiento de las corporaciones estudiantiles.
6) Institución de un jurado universitario y estudiantil.
7) Eliminación de la función policíaca de las inspecciones.
8) Disminución de la cuota de estudio.
Esto lo he copiado de las proclamas con ciertas reducciones. Pienso que el fuego arde con más fuerza en la turba de judíos y de ese sexo, que ansía entrar a la universidad, estando preparado para ésta 5 veces peor que los hombres; y los hombres están preparados ruinmente, y estudian en la universidad, con raras excepciones, vilmente.
Le envié a usted: Krashenínnikov6, Jvostóv7 y Davídov8, el Archivo ruso (79. III) y la Lectura en la sociedad de arqueología (75. 1 y 2).
De Jvostóv y Davídov dígnese a enviarme la parte siguiente, si la tiene; y del Archivo ruso necesito no el III tomo, sino el V, de 1879. Los libros restantes se los enviaré mañana o pasado mañana.
A Gay9 lo compadezco con toda el alma, pero en vano se mata así. La sífilis se cura ahora a la perfección y es curable, -eso sin dudas.
Con los libros10 mándeme mi vodevil La boda11. Nada más. Venga a ver la pieza de Máslov12.
Que esté saludable y próspero. En su vejez yo creo tan gustosamente como en la cuarta dimensión. En primer lugar, usted aún no es un viejo, piensa y trabaja por diez, y su modo de pensar lejos no es senil; en segundo, enfermedades, excepto la migraña, no tiene ninguna, y eso yo estoy dispuesto a jurarlo; y en tercero, la vejez es mala sólo en los viejos malos y pesada en los pesados, y usted es un hombre bueno y no pesado. Y en cuarto, la diferencia entre la juventud y la vejez es bastante relativa y condicional. Y tras esto permita, por estimación a su persona, lanzarme a un abismo profundo y romperme la cabeza.
Una vez le escribí sobre Ostróvskii. Estuvo en casa de nuevo. ¿Qué decirle?
¡Vaya a Feodósia! El tiempo está maravilloso.
1Alejandro Humboldt, por invitación del gobierno zarista, arriba a Siberia en 1829 para investigar la geología y la geografía de la región.
2George Kennan, periodista norteamericano, visita en 1886 las cárceles siberianas y conversa con los deportados políticos. Posteriormente, describe la situación de éstos en unas crónicas publicadas en Estados Unidos (The Century Illustrated Monthly Magazine, 1888) y prohibidas en Rusia, que llegan a San Petersburgo por vía ilegal.
3Jojól (expresión familiar, anticuada, jocosa), ucraniano.
4Chejov lee sobre éstas en el libro Las hazañas de los oficiales marinos rusos en el extremo Oriente de Rusia. 1849-1855 (SPb., 1878), del almirante Guennádii Nievielskói, donde se describen las expediciones de N.V. Bousse, N.K. Bóshniak y otros.
5En San Petersburgo, Chejov trabaja asimismo con intención de prepararse para el viaje. El 17 de febrero de 1890 escribe a Alexéi Suvórin: “Pleschéev me escribió que todos mis amigos y conocidos petersburgueses están enojados conmigo porque yo, al parecer, me escondía de ellos”.
6Stepán Krashenínnikov (1711-1755), científico, académico de la Academia de ciencias de Petersburgo, explorador de la península de Kamchátka, en el Océano Pacífico.
7Nikolai Jvostóv (1776-1809), oficial marino.
8Gavriíl Davídov (1784-1809), viajero, teniente de la flota imperial.
9Bogdán Gay (de apellido Gayman), jefe de la sección extranjera del periódico Tiempo nuevo, de Alexéi Suvórin.
10Por estos días Chejov pide prestado libros a Alexéi Suvórin con vistas al viaje a Sajalín.
11Chejov entrega el manuscrito del vodevil La boda a Alexánder Yúzhin y éste, casualmente, lo pone dentro de un libro que devuelve a Alexéi Suvórin.
12El seductor sevillano, pieza de Alexéi Máslov (“Biézhetskii”) estrenada en el Teatro Máli de Moscú el 9 de abril de 1890.
Imagen: Isaac Levitan, March, 1895.
Le envié a usted: Krashenínnikov6, Jvostóv7 y Davídov8, el Archivo ruso (79. III) y la Lectura en la sociedad de arqueología (75. 1 y 2).
De Jvostóv y Davídov dígnese a enviarme la parte siguiente, si la tiene; y del Archivo ruso necesito no el III tomo, sino el V, de 1879. Los libros restantes se los enviaré mañana o pasado mañana.
A Gay9 lo compadezco con toda el alma, pero en vano se mata así. La sífilis se cura ahora a la perfección y es curable, -eso sin dudas.
Con los libros10 mándeme mi vodevil La boda11. Nada más. Venga a ver la pieza de Máslov12.
Que esté saludable y próspero. En su vejez yo creo tan gustosamente como en la cuarta dimensión. En primer lugar, usted aún no es un viejo, piensa y trabaja por diez, y su modo de pensar lejos no es senil; en segundo, enfermedades, excepto la migraña, no tiene ninguna, y eso yo estoy dispuesto a jurarlo; y en tercero, la vejez es mala sólo en los viejos malos y pesada en los pesados, y usted es un hombre bueno y no pesado. Y en cuarto, la diferencia entre la juventud y la vejez es bastante relativa y condicional. Y tras esto permita, por estimación a su persona, lanzarme a un abismo profundo y romperme la cabeza.
Suyo, A. Chejov.
Una vez le escribí sobre Ostróvskii. Estuvo en casa de nuevo. ¿Qué decirle?
¡Vaya a Feodósia! El tiempo está maravilloso.
1Alejandro Humboldt, por invitación del gobierno zarista, arriba a Siberia en 1829 para investigar la geología y la geografía de la región.
2George Kennan, periodista norteamericano, visita en 1886 las cárceles siberianas y conversa con los deportados políticos. Posteriormente, describe la situación de éstos en unas crónicas publicadas en Estados Unidos (The Century Illustrated Monthly Magazine, 1888) y prohibidas en Rusia, que llegan a San Petersburgo por vía ilegal.
3Jojól (expresión familiar, anticuada, jocosa), ucraniano.
4Chejov lee sobre éstas en el libro Las hazañas de los oficiales marinos rusos en el extremo Oriente de Rusia. 1849-1855 (SPb., 1878), del almirante Guennádii Nievielskói, donde se describen las expediciones de N.V. Bousse, N.K. Bóshniak y otros.
5En San Petersburgo, Chejov trabaja asimismo con intención de prepararse para el viaje. El 17 de febrero de 1890 escribe a Alexéi Suvórin: “Pleschéev me escribió que todos mis amigos y conocidos petersburgueses están enojados conmigo porque yo, al parecer, me escondía de ellos”.
6Stepán Krashenínnikov (1711-1755), científico, académico de la Academia de ciencias de Petersburgo, explorador de la península de Kamchátka, en el Océano Pacífico.
7Nikolai Jvostóv (1776-1809), oficial marino.
8Gavriíl Davídov (1784-1809), viajero, teniente de la flota imperial.
9Bogdán Gay (de apellido Gayman), jefe de la sección extranjera del periódico Tiempo nuevo, de Alexéi Suvórin.
10Por estos días Chejov pide prestado libros a Alexéi Suvórin con vistas al viaje a Sajalín.
11Chejov entrega el manuscrito del vodevil La boda a Alexánder Yúzhin y éste, casualmente, lo pone dentro de un libro que devuelve a Alexéi Suvórin.
12El seductor sevillano, pieza de Alexéi Máslov (“Biézhetskii”) estrenada en el Teatro Máli de Moscú el 9 de abril de 1890.
Imagen: Isaac Levitan, March, 1895.