Irkútsk, 6 de junio de 1890.
Saludos, gentil mamá, Iván, Másha y Mísha, y todos, estoy pues con ustedes...
En la última carta grande les escribí, que las montañas alrededor de Krasnoyársk se parecen a la cadena Doniétskii, pero eso no es verdad; cuando las miré desde la calle, pues vi que éstas, como paredes elevadas, rodean la ciudad, y recordé vivamente el Cáucaso. Y cuando antes del anochecer, saliendo de la ciudad, navegué por el Eniséi, pues vi en la otra orilla unas montañas ya totalmente caucasianas, tan brumosas, de ensueño... El Eniséi es un río ancho, rápido, ágil; es bello, mejor que el Volga. Y la balsa a través de éste es notable, instalada astutamente, navega contra la corriente; sobre la instalación de esta cosa les contaré en casa. Así, las montañas y el Eniséi –es lo primero original y novedoso que encontré en Siberia. Y las montañas y el Eniséi me regalaron tales impresiones, que me recompensaron con creces por todas las volteretas sufridas, que me obligaron a decirle a Levitán estúpido, porque cometió la tontería de no venir conmigo.
Desde Krasnoyársk hasta Irkútsk se extiende continua la taiga. El bosque no es más alto que el de Sokólniki, pero en cambio ningún cochero sabe dónde termina. Final a la región no se ve. Se extiende por cientos de vérstas. Qué y quién hay en la taiga, nadie lo sabe, y sólo en invierno sucede, que vienen a través de la taiga desde el lejano norte, en busca de pan, ciertos hombres sobre ciervos. Cuando subes a la montaña y miras adelante y abajo, pues ves delante una montaña, tras ésta otra montaña, después otra montaña, por los costados montañas también –y todo eso cubierto de bosques tupidos. Incluso sientes espanto. Eso es lo segundo original y novedoso...
Desde Krasnoyársk empezaron el calor y el polvo. Un calor terrible. La pelliza y el gorro están bien guardados. Polvo en la boca, en la nariz, tras el cuello -¡tfú! Nos acercamos a Irkútsk –hay que navegar a través del Angará en tabla (o sea en almadía). Como a propósito, como en burla, se levanta un viento fortísimo... Yo y mis compañeros de viaje militares, que llevamos 10 días soñando con el baño, el almuerzo y el sueño, estamos parados en la orilla y palidecemos ante la idea de que tendremos que pernoctar no en Irkútsk, sino en el pueblo. La tabla de ningún modo puede acercarse... Estamos parados otra hora y, -¡oh cielo!- la tabla hace un esfuerzo y se acerca a la orilla. ¡Bravo, estamos en el baño, cenamos y dormimos! ¡Ah, qué dulce es darse vapor, comer y dormir!
Irkútsk es una ciudad excelente. Totalmente intelectual. Teatro, museos, jardín urbano con música, buenos hoteles... No hay vallas deformes, letreros absurdos y solares con leyendas de que no está permitido detenerse. Está la taberna Taganróg. El azúcar a 24 kóp., las cédrides a 6 kóp. la libra.
Para mi gran aflicción, no encontré cartas de ustedes. Todo lo escrito por ustedes antes del 6 de mayo lo hubiera recibido en Irkútsk, si hubieran escrito. Envié a Suvórin un telegrama –no hay respuesta.
Ahora sobre las fuentes de extracción del vil metal. Cuando se necesite dinero, pues escríbanle a Alexánder (o telegrafíenle) que vaya a la librería de Tiempo nuevo y cobre mis honorarios literarios. Eso en primer lugar. En segundo, envíen la carta adjunta, tras leerla previamente1; la carta envíenla en agosto y la cuenta consérvenla.
A Alexánder le escribí.
No dejen pasar mi boleto ganador.
¿Escribí acaso a Mísha que yo, al parecer, regresaré a casa a través de América? Que no se apresure a Japón.
Estoy vivo y saludable. El dinero está entero. El café lo escondí para Sajalín. Tomo un té excelente, tras el cual siento una agradable excitación. Veo a los chinos. Bondadoso y no estúpido pueblo. En el banco siberiano me dieron el dinero al instante, me recibieron amablemente, me brindaron cigarrillos y me invitaron a la casa de campo. Hay una excelente confitería, pero todo es infernalmente caro. Las aceras son de madera.
Ayer por la noche hice una excursión por la ciudad con los oficiales. Oí cómo alguien, seis veces, gritó “auxilio” largamente. Debe ser, que estrangulaban a alguien. Fueron a buscar, pero no encontraron a nadie.
El 17 de junio2 celebren misa, y el 29 festejen3 lo más solemne posible; estaré mentalmente presente con ustedes, y ustedes beban a mi salud. Una reverencia a papásha, los Lintvarióv, Jamais, Semáshechko, Ivaniénko y Mariúska. Bueno, quédense saludables, que Dios los guarde. Intenten no olvidar a su inquilino que extraña.
En la última carta grande les escribí, que las montañas alrededor de Krasnoyársk se parecen a la cadena Doniétskii, pero eso no es verdad; cuando las miré desde la calle, pues vi que éstas, como paredes elevadas, rodean la ciudad, y recordé vivamente el Cáucaso. Y cuando antes del anochecer, saliendo de la ciudad, navegué por el Eniséi, pues vi en la otra orilla unas montañas ya totalmente caucasianas, tan brumosas, de ensueño... El Eniséi es un río ancho, rápido, ágil; es bello, mejor que el Volga. Y la balsa a través de éste es notable, instalada astutamente, navega contra la corriente; sobre la instalación de esta cosa les contaré en casa. Así, las montañas y el Eniséi –es lo primero original y novedoso que encontré en Siberia. Y las montañas y el Eniséi me regalaron tales impresiones, que me recompensaron con creces por todas las volteretas sufridas, que me obligaron a decirle a Levitán estúpido, porque cometió la tontería de no venir conmigo.
Desde Krasnoyársk hasta Irkútsk se extiende continua la taiga. El bosque no es más alto que el de Sokólniki, pero en cambio ningún cochero sabe dónde termina. Final a la región no se ve. Se extiende por cientos de vérstas. Qué y quién hay en la taiga, nadie lo sabe, y sólo en invierno sucede, que vienen a través de la taiga desde el lejano norte, en busca de pan, ciertos hombres sobre ciervos. Cuando subes a la montaña y miras adelante y abajo, pues ves delante una montaña, tras ésta otra montaña, después otra montaña, por los costados montañas también –y todo eso cubierto de bosques tupidos. Incluso sientes espanto. Eso es lo segundo original y novedoso...
Desde Krasnoyársk empezaron el calor y el polvo. Un calor terrible. La pelliza y el gorro están bien guardados. Polvo en la boca, en la nariz, tras el cuello -¡tfú! Nos acercamos a Irkútsk –hay que navegar a través del Angará en tabla (o sea en almadía). Como a propósito, como en burla, se levanta un viento fortísimo... Yo y mis compañeros de viaje militares, que llevamos 10 días soñando con el baño, el almuerzo y el sueño, estamos parados en la orilla y palidecemos ante la idea de que tendremos que pernoctar no en Irkútsk, sino en el pueblo. La tabla de ningún modo puede acercarse... Estamos parados otra hora y, -¡oh cielo!- la tabla hace un esfuerzo y se acerca a la orilla. ¡Bravo, estamos en el baño, cenamos y dormimos! ¡Ah, qué dulce es darse vapor, comer y dormir!
Irkútsk es una ciudad excelente. Totalmente intelectual. Teatro, museos, jardín urbano con música, buenos hoteles... No hay vallas deformes, letreros absurdos y solares con leyendas de que no está permitido detenerse. Está la taberna Taganróg. El azúcar a 24 kóp., las cédrides a 6 kóp. la libra.
Para mi gran aflicción, no encontré cartas de ustedes. Todo lo escrito por ustedes antes del 6 de mayo lo hubiera recibido en Irkútsk, si hubieran escrito. Envié a Suvórin un telegrama –no hay respuesta.
Ahora sobre las fuentes de extracción del vil metal. Cuando se necesite dinero, pues escríbanle a Alexánder (o telegrafíenle) que vaya a la librería de Tiempo nuevo y cobre mis honorarios literarios. Eso en primer lugar. En segundo, envíen la carta adjunta, tras leerla previamente1; la carta envíenla en agosto y la cuenta consérvenla.
A Alexánder le escribí.
No dejen pasar mi boleto ganador.
¿Escribí acaso a Mísha que yo, al parecer, regresaré a casa a través de América? Que no se apresure a Japón.
Estoy vivo y saludable. El dinero está entero. El café lo escondí para Sajalín. Tomo un té excelente, tras el cual siento una agradable excitación. Veo a los chinos. Bondadoso y no estúpido pueblo. En el banco siberiano me dieron el dinero al instante, me recibieron amablemente, me brindaron cigarrillos y me invitaron a la casa de campo. Hay una excelente confitería, pero todo es infernalmente caro. Las aceras son de madera.
Ayer por la noche hice una excursión por la ciudad con los oficiales. Oí cómo alguien, seis veces, gritó “auxilio” largamente. Debe ser, que estrangulaban a alguien. Fueron a buscar, pero no encontraron a nadie.
El 17 de junio2 celebren misa, y el 29 festejen3 lo más solemne posible; estaré mentalmente presente con ustedes, y ustedes beban a mi salud. Una reverencia a papásha, los Lintvarióv, Jamais, Semáshechko, Ivaniénko y Mariúska. Bueno, quédense saludables, que Dios los guarde. Intenten no olvidar a su inquilino que extraña.
A. Chejov.
¡Todo se me arruga, ensucia, rompe! Parezco un rufián.
Pieles, probablemente, no llevaré. No sé dónde las venden, y preguntar me da pereza.
En Irkútsk hay birlochos con resortes. Éste es mejor que Ekaterinburgo y Tomsk. Totalmente Europa.
Para el camino es necesario tomar no menos de dos almohadas grandes y con seguridad de fundas oscuras.
¿Qué hace Iván? ¿Adónde fue? ¿Estuvo acaso en el sur?
De Irkútsk voy al Baikál. Mis compañeros de viaje se disponen a vomitar.
Las botas grandes se gastaron y se pusieron más holgadas. Los talones ya no me duelen.
Encargué para mañana alforfón. En el camino recordé el requesón y empecé a comerlo en las estaciones con leche.
¿Recibieron acaso mis cartas abiertas desde las ciudades menores? Cuídenlas: por éstas voy a juzgar la velocidad del correo. Y el correo local no se apura.
1Según María Chejova, se trata de una carta dirigida a Iván Kondrátiev, secretario de la Sociedad de escritores dramáticos y compositores de ópera rusos.
2Aniversario de la muerte de Nikolai Chejov, hermano del escritor.
3Día onomástico de Pável Chejov, padre del escritor.
Imagen: Ivan Shishkin, Lejanías boscosas, 1881.