miércoles, 12 de diciembre de 2007

Chejov a los Chejov


Maríinsk, 25 de mayo de 1890.

La primavera empieza; el campo verdece, los árboles se desabotonan, cantan los cuclillos e incluso los ruiseñores. Hoy hizo una mañana hermosa, pero a las 10 sopló un viento frío y empezó a llover. Hasta Tomsk fue la llanura, después de Tomsk fueron los bosques, los barrancos y demás.
Mi pobre maleta la dejé en Tomsk, deportada por su inmensidad, y en su lugar compré por 16 r. (¡) una suerte de disparate, que se extiende servilmente en el fondo del coche. Se pueden jactar ahora dondequiera de que tenemos carruaje. En Tomsk compré por 130 rub. una carretela con capota plegable y demás pero, por supuesto, sin resorte, ya que Siberia no reconoce el resorte. Asiento no tiene, el fondo es plano, grande, se puede extender uno de cuerpo entero. Ahora viajar es muy cómodo; no temo ni al viento, ni a la lluvia. Sólo espero que el eje se rompa, ya que el camino es repulsivo. Mis navegaciones no tienen fin: por la mañana navegué dos veces, y por la noche tendré que navegar 4 vérstas. Estoy vivo y totalmente saludable.
Que estén saludables.

Vuestro, Antoine.

Imagen: Ivan Shishkin, Mast-Tree Grove, 1898.