Moscú, 21 de abril de 1890.
Adiós, hijito. Me voy hoy. Estación Yaroslávskaya, a las 8 de la noc. Los Chejovs, Kuvshínnikovs y Levitán me acompañan hasta la Trinidad1. Lo invitan a usted2. Le deseo todo lo bueno.
1Monasterio de La Trinidad, en Sérguiev, primera parada del tren que va desde Moscú por la vía férrea Yaroslávskaya.
2En una carta a su esposa, Alexánder Liénskii refiere: “Encontré en la mesa una esquela de Chejov, que había pasado a despedirse, ya que se marcha hoy a su viaje por la vía Yaroslávskaya. Fui a acompañarlo a la estación. Sofía Petróvna, Levitán, Dmítrii Pávlovich y muchos otros lo acompañaban asimismo. Algunos, incluido Sofía Petróvna, Levitán lo acompañaron hasta La Trinidad. Me propusieron, pero yo rehusé” (Cuestiones de literatura, 1985, Nº 1, p. 173).
En su Alrededor de Chejov, Mijaíl Chejov recuerda: “En abril lo acompañamos cuando se marchó a Yaroslávl. En la estación se reunió toda nuestra familia y los conocidos; además, D.P. Kuvshínnikov le colgó por encima del hombro una botella de cognac con una funda de piel especial, con la orden estricta de beberla sólo en las orillas del Océano Pacífico (lo que Chejov cumplió después con exactitud)” (cap. VIII, pag. 217).
Años después, Mijaíl Chejov escribirá a sus parientes el 25 de marzo de 1932: “Recuerdo cómo todos lo acompañamos cuando se marchó a Sajalín. Era la primavera temprana, retrasada… Aún no había verdor, por las tardes era fresco… Era una tarde clara. Estuvimos parados, cambiando de pie, sentíamos que aún había algo por decir, no hallábamos palabras que decir; y luego la llamada, la despedida apresurada, la subida al tren, el silbido y Antón se marchó. Yo me sentía tan triste y quería tanto quedarme solo, que dejé a los míos en la estación y me encaminé a pie a la casa. Las calles ya estaban desiertas, pero estaba claro, y allí donde se ponía el sol se enrojecía aún, tras la Torre Sujarióva, el crepúsculo vespertino” (Lecturas chejovianas en Yalta, M., 1973, pag. 171).
Adiós, hijito. Me voy hoy. Estación Yaroslávskaya, a las 8 de la noc. Los Chejovs, Kuvshínnikovs y Levitán me acompañan hasta la Trinidad1. Lo invitan a usted2. Le deseo todo lo bueno.
Suyo, A. Chejov.
1Monasterio de La Trinidad, en Sérguiev, primera parada del tren que va desde Moscú por la vía férrea Yaroslávskaya.
2En una carta a su esposa, Alexánder Liénskii refiere: “Encontré en la mesa una esquela de Chejov, que había pasado a despedirse, ya que se marcha hoy a su viaje por la vía Yaroslávskaya. Fui a acompañarlo a la estación. Sofía Petróvna, Levitán, Dmítrii Pávlovich y muchos otros lo acompañaban asimismo. Algunos, incluido Sofía Petróvna, Levitán lo acompañaron hasta La Trinidad. Me propusieron, pero yo rehusé” (Cuestiones de literatura, 1985, Nº 1, p. 173).
En su Alrededor de Chejov, Mijaíl Chejov recuerda: “En abril lo acompañamos cuando se marchó a Yaroslávl. En la estación se reunió toda nuestra familia y los conocidos; además, D.P. Kuvshínnikov le colgó por encima del hombro una botella de cognac con una funda de piel especial, con la orden estricta de beberla sólo en las orillas del Océano Pacífico (lo que Chejov cumplió después con exactitud)” (cap. VIII, pag. 217).
Años después, Mijaíl Chejov escribirá a sus parientes el 25 de marzo de 1932: “Recuerdo cómo todos lo acompañamos cuando se marchó a Sajalín. Era la primavera temprana, retrasada… Aún no había verdor, por las tardes era fresco… Era una tarde clara. Estuvimos parados, cambiando de pie, sentíamos que aún había algo por decir, no hallábamos palabras que decir; y luego la llamada, la despedida apresurada, la subida al tren, el silbido y Antón se marchó. Yo me sentía tan triste y quería tanto quedarme solo, que dejé a los míos en la estación y me encaminé a pie a la casa. Las calles ya estaban desiertas, pero estaba claro, y allí donde se ponía el sol se enrojecía aún, tras la Torre Sujarióva, el crepúsculo vespertino” (Lecturas chejovianas en Yalta, M., 1973, pag. 171).
Imagen: Lionel Walden, Los muelles de Cardiff, 1894.