sábado, 29 de diciembre de 2007

El hombre (Un poco de filosofía)


Un alto, esbelto trigueño, joven, aunque ya lo suficiente fogueado, con un frac negro y una corbata blanca como la nieve, estaba parado en la puerta y, no sin tristeza, miraba a la sala llena de luces cegadoras y parejas danzantes.
“¡Es penoso y aburrido ser hombre! –pensaba. –El hombre es esclavo no sólo de las pasiones, sino también de su prójimo. ¡Sí, esclavo! Yo soy esclavo de esta multitud abigarrada, divertida, que me paga con que no me advierte. Su voluntad, sus mínimos caprichos me paralizan de pies y manos, como la boa paraliza al conejo con su mirada. ¡Al trabajo yo no le temo, me alegro de servir, pero ser servicial es repulsivo1! Y en particular, ¿para qué estoy yo aquí? ¿A qué sirvo? ¡¡Este eterno lidiar con las flores, con el champagne, que me saca de paso, con las damas y sus helados... es insufrible!! ¡No, eres terrible, suerte del hombre! ¡¡Oh, qué feliz seré cuando deje de ser hombre!!”
No sé, hasta dónde hubiera pensado aún el joven pesimista, si no se le hubiera acercado una muchacha de notable belleza. El rostro de la bella joven ardía de rubor y emanaba decisión. Ésta se pasó el guante por su frente marmórea, y dijo con una voz que resonó como una melodía:
-¡Hombre2, déme agua!
El hombre puso cara respetuosa, saltó del puesto y echó a correr.

1Cita incorrecta de La amargura del ingenio, comedia de Alexánder Griboyédov.
2Cheloviék, hombre, persona, criado, fámulo, mozo.

Título original: Cheloviek, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1886, Nº 52, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Boris Kustodiev, Portrait of the Painter Ivan Bilibin, 1901.