jueves, 20 de diciembre de 2007

Novísimo epistolario1


¿Qué es una carta? La carta es uno de los medios de intercambio de ideas y sentimientos, pero ya que muy a menudo las cartas son escritas por personas sin ideas ni sentimientos, esta definición no es del todo exacta. Tendremos que detenernos en la definición dada por un instruido funcionario de correos: “Una carta es tal nombre sustantivo, sin el cual los funcionarios de correo estarían fuera de plantilla, y los timbres de correo no serían vendibles”. Las cartas son abiertas y cerradas. Las últimas deben ser deselladas con todo cuidado, y después de la lectura repetida, minuciosa de lo sellado, para que sobre el destinatario no pueda haber duda. Las cartas ajenas leerlas, en general, no se recomienda, aunque, por lo demás, el bien del prójimo supone esa lectura. Los padres, las esposas y los mayores que se preocupan por nuestra moral, forma de pensar y pureza de convicciones, deben leer las cartas ajenas. Las cartas es menester escribirlas con claridad y raciocinio. La amabilidad, la deferencia y la modestia en las expresiones sirven de adorno a toda carta; en las cartas a los mayores es menester, además de esto, guiarse por la tabla de rangos, anteponiendo al nombre del destinatario su título completo, por ejemplo: “¡Su excelencia, padre y benefactor, Iván Ivánovich! La ilustre atención vuestra, y demás....”
Los literatos, los artistas y los escritores no tienen rangos ni títulos, y por eso las cartas a esas personas empiezan con el sencillo: ¡E. sr.!

Modelos de cartas:
Al jefe. ¡Su excelencia, muy padre mío y benefactor! Me atrevo a informar a su excelencia con toda deferencia, que el ayudante de contable Pieresiékin, estando ayer en el bautizo de Chertobolótov, expresó reiteradamente la idea sobre la necesidad de pintura de los pisos de la dirección, la compra de un tapete nuevo para las mesas, y demás. Aunque en esa idea no hay nada pernicioso, no se puede no advertir en ésta cierta insatisfacción con el orden existente. ¡Lástima que entre nosotros hay aún personas que, por ligereza, no pueden valorar el bienestar recibido de su excelencia! ¡¿Qué quieren ellos y qué les hace falta?! No entiendo y deploro... ¡Su excelencia! Los beneficios, en los que usted es infatigable, no tienen número, pero culmine su excelencia su beneficio, y expulse de nuestro medio a las personas que, por sí mismas, se pierden y arrastran a las otras a la perdición... Reciba su excelencia, y demás... Su devocionario, Semión Gnúsnov.
PS. Me atrevo a recordar a su excelencia sobre el puesto de ayudante de contable, que usted se dignó a prometer a mi sobrino Kapitón. Una persona no instruida, pero deferente y sobria.
Al subordinado. Hace tres días, al ofrecerme a mí y a mi esposa los chanclos, tú estabas en la corriente de aire y, como dicen, te resfriaste, por cuya razón no te presentas en el servicio. Por esa negligencia con tu salud te anuncio una severa amonestación...
Carta amorosa. ¡Muy señora mía, María Ereméevna! Teniendo una extrema necesidad de dinero, tengo el honor de pedir su mano y su corazón. En caso de algún tipo de duda, adjunto a ésta un certificado policial de conducta. Amándola, M. Tprunóv.
Amistosa. ¡Amable Vásia! ¿No puedes tú, hijito, darme prestado hasta mañana cinco rublos? Tuyo, Ipojóndrikov. (Responder se debe así: “No puedo”.)
De negocio. ¡Su excelencia, princesa Miliktrísa Kirbítievna! Me atrevo a recordar a su excelencia con toda deferencia, sobre la deudita de cartas con monto de 1 r. 12 k., que tuve el honor de ganarle a su excelencia hace tres años en casa de Bieloiédov, y que hasta ahora no tuve aún el honor de cobrar. En espera, y demás...Zilionopúpov.
Nociva y nefasta. ¡Su excelencia! Ayer supe casualmente, que las condecoraciones que recibí hacia año nuevo se las debo no a mis méritos personales, sino a mi esposa. Mi servicio con usted, por supuesto, es ya imposible, y le ruego sobre el traslado. Reciba la aseveración de mi desprecio hacia usted, y demás. Fulano de tal.
Injuriosa. ¡E. sr.! ¡Usted es un reseñista!
Carta al literato. ¡E. sr! Aunque yo no lo conozco, no puedo, por amor al prójimo, y apiadándome sinceramente de usted (por todas las apariencias, usted es un hombre capaz), no dirigirme a usted con un buen consejo: ¡abandone su perniciosa ocupación! Uno de sus benévolos. (La firma se debe evitar debido a la posibilidad de compromiso.)

1En sus memorias, Lázariev Gruzínskii recuerda: “A Chejov le gustaba comprar libros antiguos y curiosidades, como los ‘epistolarios’… Sobre uno de los ‘epistolarios’ mi memoria conservó esta escena. Una vez, en Bábkino o en Miélijovo, un día gris, en que los cristales de las ventanas se ponían nublados con los torrentes de lluvia, Chejov sacó cierto epistolario, y me lo empezó a leer a mí y a Iván Pávlovich, de visita en el pueblo. Leía él con mucha gracia, y las cartas eran casi todas tal frenético disparate, que todos no podíamos no reírnos, y el aburrimiento, provocado por el día gris, se alejó de nosotros” (Chejov en las memorias de sus contemporáneos, pags. 153-154)

Título original: Noveishii pismovnik, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 48, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Vincent Van Gogh, Cartero Roulin.