miércoles, 26 de diciembre de 2007

Chejov a I.L. Leóntiev-Scheglóv


Moscú, 10 de diciembre de 1890.

¡Saludos, gentil Jean! Por voluntad del destino la estrella errante volvió de nuevo a vuestra constelación. ¡De nuevo estoy en Moscú y le escribo! Una vez más saludos.
A describir mi viaje y estancia en Sajalín no empezaré, ya que la descripción, incluso la más breve, saldría por carta ilimitadamente larga. Sólo diré que estoy satisfecho hasta el mismo cuello, saciado y maravillado hasta tal grado, que no quiero nada más, y no me ofendería si me agarrara una parálisis o la disentería me llevara al otro mundo. Puedo decir: ¡viví! Va por mí. Estuve en el infierno, que me parece Sajalín, y en el paraíso, o sea en la isla Ceilán1. ¡Qué mariposas, bichos, qué moscas, cucarachas!
El viaje, en particular a través de Siberia, parece una penosa, larga enfermedad; es penoso viajar, viajar y viajar, ¡pero en cambio son ligeros y airosos los recuerdos de todo lo vivido!
En Sajalín viví 3 meses y 3 días. Sobre los resultados de mis trabajos sajalinianos le informaré al encuentro, y ahora vamos a hablar de los hechos corrientes. ¿Es verdad acaso que Pleschéev recibió una herencia de dos millones? ¿Cómo está su salud y qué escribe usted, y cuáles son sus planes literarios? Se divorció de la abuela y del lado petersburgués... Lo felicito por la nueva era... Dios le dé en la nueva vivienda toda clase de bienestar.
Todo el tiempo estuve saludable; en el Archipiélago mismo, donde tuvimos tormenta y sopló el frío nordeste, me resfrié: ahora toso, me sueno la nariz infinitamente y siento bochorno por las noches. Hay que curarse.
Los míos irradian de alegría.
¡Ah, ángel mío, si supiera qué fieras gentiles traje conmigo de la India! Son –unas mangostas, del tamaño de un gatito de edad madura, unas fieras muy divertidas y vivarachas. Sus cualidades: el arrojo, la curiosidad y el apego al hombre. Salen al combate con la serpiente de cascabel y vencen siempre, no temen a nadie y a nada; respecto a la curiosidad, pues en la habitación no hay un solo hatillo y petate que ellas no deshagan; al encontrarse con alguien, antes que todo, se meten a mirar en los bolsillos: ¿qué hay ahí? Cuando se quedan solas en la habitación, empiezan a llorar. En verdad, vale la pena venir desde Petersburgo para verlas.
Voy a verme con la tía2. Que esté saludable.
En Petersburgo estaré, debe ser, no antes de año nuevo. A su esposa mi saludo de alma.

Suyo, A. Chejov.

La familia reverencia.

1En su Alrededor de Chejov, Mijaíl Chejov recuerda: “El tercer hecho, su baño en el Océano Índico. De la popa del barco soltaron un cabo. Antón Pávlovich se tiró de cabeza al agua con la nave a toda marcha, y tuvo que agarrarse de ese cabo. Cuando ya estaba en el agua, vio con sus propios ojos a unos peces-pilotos y a un tiburón que se acercaba (Gúsiev). Por todas estas peripecias fue condecorado después en la isla Ceilán, en ese paraíso terrenal. Aquí, bajo los mismos trópicos, en un bosque de palmeras, en un ambiente puramente mágico, fabuloso, recibió la declaración de amor de una india hermosa” (cap. VIII, pag. 226).
2Fedósia Dolzhénko (Morózova de nacimiento), hermana de Evguénia Chejova (madre de Chejov).

Imagen: Sergei Shishko, Winter Morning, XX.