Shílka, bajo Górbitza, 10 de junio de 1890.
¡Saludos, buenísimo Nikolai Alexándrovich! Le escribo ésta acercándome a Górbitza, uno de los pueblos cosacos en la orilla del Shílka, un afluente del Amúr. ¡He aquí a dónde vine a parar! Navego por el Amúr.
Desde Irkútsk le envié una carta. ¿La recibió acaso? Desde ese tiempo pasó más de una semana, durante la que navegué por el Baikál y recorrí el Zabaikál. El Baikál es asombroso, y no en vano los siberianos lo llaman no lago, sino mar. El agua es sumamente transparente, de modo que se ve a través de ésta como a través del aire; su color es de un azul turquesa tierno, agradable a la vista. Las orillas son montañosas, cubiertas de bosques; alrededor la caza es lóbrega, sin esperanza. Abundancia de osos, cebellinas, cabras salvajes y toda suerte de cosas salvajes, que se dedican a vivir en la taiga y morderse las unas a las otras. Viví en las orillas del Baikál dos días.
Cuando navegué era silencioso y caluroso.
El Zabaikál es magnífico. Es una mezcla de Suiza, el Don y Finlandia.
Recorrí a caballo más de 4 000 vérstas. El viaje fue favorable por completo. Todo el tiempo estuve saludable, y de todo el equipaje perdí sólo el cortaplumas. Dé Dios a cada uno viajar así. El camino es totalmente seguro, y todos esos cuentos de prófugos, asaltos nocturnos y demás, no son otra cosa que cuentos infantiles, leyendas de antaño. El revólver es una cosa totalmente superflua. Ahora estoy en un camarote de primera clase y me siento en Europa. Tengo un estado de ánimo, como si hubiera aprobado un examen.
El silbato. Es Górbitza. Bueno, hasta pronto, que esté saludable, próspero. Si alcanzo, echaré esta carta al buzón, si no, pues esperaré hasta el pueblo cosaco Pokróvskaya, donde estaré mañana. El correo del Amúr sale rara vez, apenas 3 veces al mes.
Un saludo a Praskóvia Nikíforovna y a Fédia.
Desde Irkútsk le envié una carta. ¿La recibió acaso? Desde ese tiempo pasó más de una semana, durante la que navegué por el Baikál y recorrí el Zabaikál. El Baikál es asombroso, y no en vano los siberianos lo llaman no lago, sino mar. El agua es sumamente transparente, de modo que se ve a través de ésta como a través del aire; su color es de un azul turquesa tierno, agradable a la vista. Las orillas son montañosas, cubiertas de bosques; alrededor la caza es lóbrega, sin esperanza. Abundancia de osos, cebellinas, cabras salvajes y toda suerte de cosas salvajes, que se dedican a vivir en la taiga y morderse las unas a las otras. Viví en las orillas del Baikál dos días.
Cuando navegué era silencioso y caluroso.
El Zabaikál es magnífico. Es una mezcla de Suiza, el Don y Finlandia.
Recorrí a caballo más de 4 000 vérstas. El viaje fue favorable por completo. Todo el tiempo estuve saludable, y de todo el equipaje perdí sólo el cortaplumas. Dé Dios a cada uno viajar así. El camino es totalmente seguro, y todos esos cuentos de prófugos, asaltos nocturnos y demás, no son otra cosa que cuentos infantiles, leyendas de antaño. El revólver es una cosa totalmente superflua. Ahora estoy en un camarote de primera clase y me siento en Europa. Tengo un estado de ánimo, como si hubiera aprobado un examen.
El silbato. Es Górbitza. Bueno, hasta pronto, que esté saludable, próspero. Si alcanzo, echaré esta carta al buzón, si no, pues esperaré hasta el pueblo cosaco Pokróvskaya, donde estaré mañana. El correo del Amúr sale rara vez, apenas 3 veces al mes.
Un saludo a Praskóvia Nikíforovna y a Fédia.
Suyo, A. Chejov.
Las orillas del Shílka son bonitas, como un decorado, ¡pero ay!, se siente algo opresivo por este despoblado continuo. Como un nido sin pájaros.
Imagen: Río Amur.