domingo, 2 de diciembre de 2007

Chejov a I.L. Leóntiev-Scheglóv


Moscú, 16 de marzo de 1890.

¡Saludos, gentil Jean, cuántos inviernos, cuántos veranos! Mi pobre musa, por voluntad del destino caprichoso, se puso los lentes azules y, tras arrojar la lira, se dedica a la etnografía y la geología... ¡Han sido olvidados los sonidos dulces1, la gloria... todo, todo ha sido olvidado! He aquí por qué en tanto tiempo no le escribí, amigo y mi antiguo colega (digo antiguo porque yo ahora no soy un literato, sino un sajaliniano).
¿Cómo vive, cómo se siente? ¿En qué estado están sus nervios, piezas, abuela? Escríbame siquiera una línea con su letra trágica y no me abandone... ¡En abril pues me voy, y nos veremos apenas antes de enero!
Mi ruta de viaje es esta: Nízhnii, Perm, Tiumén, Tomsk, Irkútsk, Srétiensk, hacia abajo por el Amúr hasta Nikoláevsk, dos meses en Sajalín, Nagasaki, Shangai2, Hanoi, Manila, Singapur, Madrás, Colombo (en Ceilán), Aden, Puerto-Saida, Constantinopla, Odesa, Moscú, Peter, calle de la Iglesia.
Si en Sajalín no me comen los osos y los forzados3, si no muero de los tifones en Japón y de calor en Aden, pues regresaré en diciembre y me dormiré en los laureles, en espera de la vejez y sin hacer exactamente nada. ¿No quiere acaso ir juntos? Vamos a devorar acipenseres en el Amúr y a tragar ostras en Di Castri, grasosas, inmensas, como no conocen en Europa; compraremos en Sajalín pieles de osos para las pellizas a 4 r. por pieza, en Japón agarraremos gonorrea japonesa y en la India escribiremos el cuento o vodevil exótico ¡Ay los trópicos!, o Turista a la fuerza, o Capitán por natura, o El albatros teatral, y por el estilo. ¡Vayamos!
Escríbame ein wenig4. Que esté saludable, reverencie a su hospitalaria y cordial esposa, y reciba un saludo de corazón de toda mi familia

Suyo, A. Chejov.

1Reminiscencia del poema El poeta y el vulgo, de Alexánder Púshkin (1828).
2Chejov no alcanza a visitar el Japón y la China debido a una epidemia de cólera que se desata en ambos países durante su viaje.
3En su Del pasado lejano, María Chejova observa: “La opinión pública rusa conocía entonces de Siberia, el Lejano oriente y Sajalín muy poco. Pensaban por ejemplo así: la Siberia es inmensa, está desierta, hay mucha tierra fértil, en invierno hay heladas terribles; Siberia es el lugar de destierro de los revolucionarios y las personas no confiables políticamente para el gobierno zarista” (cap. VII, pag. 89).
4Ein wenig, un poco.

Imagen: Constantin Korovin, Winter, 1894.