miércoles, 30 de enero de 2008

Los temperamentos (Según las últimas conclusiones de la ciencia)


El sanguíneo. Todas las impresiones repercuten en él de modo ligero y rápido: de aquí, dice Hufeland1, procede la ligereza… En la juventud es un bebé y un spitzbube2. Le dice groserías a los maestros, no se pela, no se afeita, usa lentes y mancha las paredes. Estudia mal, pero termina los cursos. No obedece a los padres. Cuando es rico es un petimetre, siendo ya pobre vive como un cerdo. Duerme hasta las doce, se acuesta a una hora indefinida. Escribe con faltas. La naturaleza lo trajo al mundo sólo para el amor: sólo a eso se dedica, a amar. Nunca está en contra de chupar hasta la pérdida del sentido; tras embriagarse por la noche hasta los diablitos verdes, se levanta por la mañana animado, con una pesadez en la cabeza apenas notable, sin necesitar de la “similia similibus curantur3. Se casa sin intención. Lucha con la suegra eternamente. Se pelea con la parentela. Miente a lo loco. Ama terriblemente los escándalos y los espectáculos aficionados. En la orquesta es el primer violín. Siendo ligero, es liberal. O nunca lee nada en absoluto, o lee con pasión. Le gustan los periódicos, y él mismo no está en contra de ser un poco periodista. El buzón de correo de las revistas humorísticas ha sido inventado, exclusivamente, para los sanguíneos. Es constante en su inscontancia. En el servicio es un funcionario de encargos especiales, o algo semejante. En el gimnasio enseña literatura. Rara vez sirve hasta consejero civil activo; si sirve hasta eso, se hace flemático y a veces colérico. Los granujas, los bribones y los tunantes son sanguíneos. Dormir en una habitación con un sanguíneo no se recomienda: cuenta chistes toda la noche, y si no hay chistes censura a los allegados o miente. Muere de enfermedad de los órganos de digestión y de extenuación prematura.
La mujer-sanguínea es la mujer más tolerable, si no es estúpida.
El colérico. Bilioso y de rostro amarillento-grisáceo. La nariz un poco torcida, y los ojos le dan vueltas en las órbitas, como los lobos hambrientos en la jaula estrecha. Irritable. Por la picada de una pulga o el pinchazo de un alfiler, está dispuesto a hacer trizas todo el mundo. Cuando habla salpica y muestra sus dientes café o muy blancos. Está profundamente convencido, de que en invierno “sabe el diablo qué frío hace”, y en verano “sabe el diablo qué calor hace…”. Cambia de cocinera cada semana. Al almorzar se siente muy mal, porque todo está refrito, resalado… En su mayor parte es soltero, y si está casado, pues encierra a la mujer bajo llave. Es celoso hasta el diablo. No entiende las bromas. No puede soportar todo. Lee los periódicos sólo para injuriar a los periodistas. Ya en el vientre de la madre, estaba convencido de que todos los periódicos mienten. Como marido y amigo es imposible, como subordinado apenas es pensable, como jefe es insoportable y bastante indeseable. No raras veces, por desgracia, es pedagogo: enseña matemática y lengua griega. Dormir con él en una habitación no lo aconsejo: tose toda la noche, gargajea y maldice en voz alta a las pulgas. Al oír por la noche el canto de los gatos o los gallos, tose y, con una voz trémula, manda al lacayo al tejado a agarrar y, sea como sea, ahorcar al cantor. Muere de tuberculosis o enfermedad del hígado.
La mujer-colérica es un diablo en falda, un cocodrilo.
El flemático. Es un hombre gentil (hablo, se entiende, no del inglés, sino del flemático ruso). El aspecto más ordinario, grosero. Siempre está serio, porque le da pereza reírse. Come cuando sea y lo que sea; no bebe, porque le teme a la apoplejía, duerme 20 horas al día. Miembro seguro de todas las comisiones, asambleas y reuniones urgentes posibles, en las que no entiende nada, dormita sin escrúpulo de conciencia y espera el final con paciencia. Se casa a los 30 años con la ayuda de los tíos y las tías. Es el hombre más cómodo para el casamiento: conviene con todo, no murmura entre dientes y es complaciente. A la mujer la llama almita. Le gusta el cerdo con rábano, las canoras, todo lo amarguito y friecito. La frase “Vanitas vanitatum et omnia vanitas4 (Tontería de tonterías, todo es una tontería) fue inventada por un flemático. Se enferma sólo entonces, cuando lo eligen para jurado. Al divisar a una mujer gorda, grazna, mueve los dedos e intenta sonreír. Se suscribe a la Niva5 y se enfada, por que en ésta no colorean los cuadritos y no escriben nada cómico. Considera a los escritores las personas más inteligentes y, al mismo tiempo, más perniciosas. Lamenta que no zurran a sus hijos en el gimnasio, y él mismo no está en contra de cortarlos. En el servicio es dichoso. En la orquesta es el contrabajo, el fagote, el trombón. En el teatro es el cajero, el lacayo, el apuntador y a veces, pour manger6, el actor. Muere de parálisis o hidropesía.
La mujer-flemática es la alemana llorona, de ojos saltones, gorda, granujosa, ensaimada. Parecida a un saco de harina. Nace para hacerse suegra con el tiempo. Ser suegra es su ideal.
El melancólico. Los ojos grises-azules, dispuestos a lagrimear. En la frente y junto a la nariz las arrugas. La boca un poco torcida. Los dientes negros. Propenso a la hipocondría. Siempre se queja de la punzada de hambre, la punzada en el costado y la mala digestión. La ocupación preferida: pararse frente al espejo y examinar su lengua flácida. Piensa que es débil de pecho y nervioso, y por eso toma a diario, en lugar de té, decoct, y en lugar de vodka, elixir vital. Asegura a sus allegados, con pesar y lágrimas en la voz, que las gotas de lauroceraso y de valeriana ya no le ayudan… Supone que no molestaría tomar un purgante una vez a la semana. Hace tiempo ya que decidió que los doctores no lo entienden. Los curanderos, las curanderas, los cuchicheros, los enfermeros borrachos, a veces las comadronas, son sus primeros bienechores. Se pone la pelliza en septiembre, se la quita en mayo. Sospecha que cada perro tiene rabia, y desde que su amigo le informó, que el gato está en condición de ahorcar a una persona dormida, ve en los gatos a los enemigos implacables de la humanidad. El testamento espiritual hace tiempo ya que lo tiene preparado. Jura y rejura que no bebe nada. Rara vez toma cerveza caliente. Se casa con la huérfana. A la suegra, si la tiene, la llama la señora más hermosa y sabia; escucha sus sermones callado, ladeando la cabeza; besar sus manos rollizas, sudorosas, olorosas a pepino en salmuera lo considera su más sagrada obligación. Mantiene una activa correspondencia con los tíos, las tías, la madrina y los amigos de la infancia. No lee los periódicos. Leyó alguna vez Las noticias moscovitas7 pero al sentir, durante la lectura de ese periódico, pesadez, palpitación y una nebulosa en los ojos, lo dejó. Lee calladito a Debay8 y a Jozan9. Durante la peste del sauce ayunó cinco veces. Sufre de lagrimeo y pesadillas. En el servicio no es dichoso en particular: más allá de ayudante de jefe de despacho no llega. Le gusta la Luchínushka10. En la orquesta es la flauta y el violonchelo. Suspira día y noche, y por eso dormir con él en una habitación no lo aconsejo. Presiente los diluvios, los terremotos, la guerra, la caída definitiva de la moralidad y su propia muerte de alguna enfermedad terrible. Muere de una lesión de corazón, de la cura de una curandera y a menudo de hipocondría.
La mujer-melancólica es el ser más insoportable, inquieto. Como mujer conduce al embrutecimiento, la desolación y el suicidio. Sólo es buena en que no es difícil librarse de ella: dele dinero y mándela a peregrinar.
El colérico-melancólico. En sus días juveniles era sanguíneo. Un gato negro cruzó corriendo el camino, el diablo le pegó en la nuca, y se hizo colérico-melancólico. Hablo del conocidísimo, inmortalísimo vecino de la redacción de El espectador11. El noventa y nueve por ciento de los eslavófilos son colérico-melancólicos. El poeta no reconocido, el pater patrie12 no reconocido, el Júpiter y Demóstenes no reconocido… y demás. El marido cornudo. En general, cualquier voceador, pero no fuerte.

1Christoph Wilhelm Hufeland (1762-1836), médico alemán célebre, director del Hospital de Berlín, autor de La macrobiótica o el arte de prolongar la vida humana, entre otros libros.
2Spitzbube, bribón.
3Similia similibus curantur”, lo similar cura lo similar.
4Vanitas vanitatum et omnia vanitas”, vanidad de vanidades todo es vanidad.
5Níva, revista literaria y de la vida moderna ilustrada.
6Pour manger, para comer.
7Las noticias moscovitas, periódico de la Universidad de Moscú, cuyos redactores son Mijaíl Katkóv, periodista apologista del gobierno y Pável Leóntiev, profesor de literatura griega.
8Auguste Debay, médico francés, autor de la Historia natural del hombre y la mujer e Historia de las monstruosidades humanas, entre otros libros.
9Jozan
10Luchínushka (vulgarismo), alabado, motete que se canta en las iglesias ortodoxas en alabanza del Santísimo Sacramento.
11El espectador, revista literaria y humorística ilustrada, fundada y editada por Vsiévolod Davídov, dueño de una tipografía.
12Pater patrie, padre de la patria.

Título original: Temperamenti, publicado por primera vez en la revista Zritiel, 1881, Nº 5, con la firma: “Antósha Ch***”.
Imagen: John Singer Sargent, Study for Two Heads for Boston Mural 'The Prophets'Oil on cardboard, 1882.