jueves, 3 de enero de 2008

En el vagón (Tiroteo de plática)


-Vecino, ¿un puro, no se le ofrece?
-Merci... ¡Excelente puro! ¿A cuánto la decena?
-En verdad no sé, pero pienso que son de los caros... ¡habaneros pues! Después de la botella de Le Perdri que recién me tomé en la estación, y después de las anchoas, no está mal prender este puro. ¡Puf!
-¡Qué dije macizo tiene usted!
-Msí... ¡Trescientos rublos! Ahora, sabe, no estaría mal, después de este puro, tomar vino del Rin... Schloss-Johannisberg, ¿o qué?, número ochenta y cinco y medio, de a diez rublos... ¿Ah? O tinto... De los tintos, yo tomo Clos de Vougeot vie seco, es posible, Clos du Roi Corton... Por lo demás, si ya tomar bourgogne, pues no otra cosa que el Chambertain número treinta y ocho tres cuartos. De los bourgogne, es el más sano...
-Disculpe, por favor, por la pregunta indiscreta: ¿usted, probablemente, pertenece a los grandes terratenientes locales o... es banquero?
-¡No, qué banquero! Yo soy vigilante de depósito en la aduana de W-i...

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-Mi esposa lee Las novedades y el Tiempo nuevo, y yo prefiero los periódicos moscovitas. Por las mañanas leo los periódicos, y por las noches mando a alguna de mis hijas a leer en voz alta La antigüedad rusa o El heraldo de Europa. Confieso, que no soy un aficionado de las revistas gruesas, se las doy a leer a los conocidos, yo me obsequio más con las ilustraciones... Leo El campo, El universal, bueno, por supuesto, y las humorísticas...
-¿Es posible que usted está suscrito a todos esos periódicos y revistas? ¿Probablemente, usted posee una biblioteca?
-No, yo soy receptor en la oficina de correos...

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-Por supuesto, el método hípico, como medio de transporte, nunca podrá compararse con la vía férrea, pero los caballos, padrecito, son una cosa buena...Enganchas así unas cinco-seis tróikas, las llenas de mujeres, y ¡eh, caballos, mis caballos, corran más rápido que el halcón! ¡Vas, y sólo sueltan chispas! Unas treinta vérstas corres, y después atrás... Mejor placer no se puede inventar, sobre todo en invierno... Hubo, sabe, una ocasión... Mando yo una vez a los hombres a enganchar diez tróikas... había visita en mi casa...
-Culpable... ¿probablemente, usted tiene su propio establo de caballos?
-No, yo soy jefe de bomberos...

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-Yo no soy avaricioso, no me gusta el dinero... ¡tfú con éste! Sufrí mucho por el asqueroso, pero de todas formas lo dije y lo voy a decir: ¡el dinero es una cosa buena! Bueno, qué puede ser más agradable, que cuando estás parado así, frente a frente con un habitante, y de pronto sientes en la palma de la mano cierto, así decir, roce de papel... Así te corren chispas por las venas, cuando sientes el papel en el puño...
-¿Usted, probablemente, es doctor?
-¡Dios me salve! Yo soy policía rural...

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-¡Conductor! ¡¿Dónde me encuentro?! ¡¿En qué sociedad?! ¡¿En qué siglo vivo?!
-¿Y usted mismo, quién es?
-Maestro de oficio, zapatero Yegórov...

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-¡Diga lo que diga, es penoso nuestro trabajo de escritor! (Suspiro majestuoso.) No en vano el collega Nekrásov dijo, que en nuestro destino hay algo fatal... Es verdad, cobramos mucho dinero, nos conocen en todas partes... nuestra suerte es la gloria, pero... todo eso es vanidad... La gloria, según expresión de uno de mis colegas, es un parche chillón en los sucios harapos del cantor... Es tan penoso y difícil que, me cree, la otra vez agarraría, y cambiaría la gloria, el dinero y todo por la suerte del labriego...
-¿Y usted, dónde se digna a escribir?
-Escribo en El rayo artículos sobre cuestión europea...

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-Mi esposo se iba cada sábado a casa del ministro, y yo me quedaba sola... De pronto, uno de los sábados, vienen de parte del conde Fiquinne y me preguntan por mi esposo. “¡Nos hace falta sea como sea! ¡Siquiera sáquelo de abajo de la tierra, pero dénos a su esposo!” Tales, por Dios... ¿De dónde, digo, les sacaré a mi esposo? Ahora él está con el ministro, de ahí seguro pasará por donde la princesa Jrónskaya-Zapiáta...
-A-a-h... Señora, ¿su esposo, en qué ministerio se digna a servir?
-Él por la línea de los peluqueros... En las peluquerías...

Título original: V vagone (Razgovornaya pierestrielka), publicado por primera vez en la revista Oskolkii, 1885, Nº 30, con la firma: “A. Chejonté”.
Imagen: Abraham Solomon, Viajeros de primera clase, el encuentro, XIX.