jueves, 24 de enero de 2008

El idilio, ¡ay y ah!


-¡Mi tío es una excelente persona! –me dijo más de una vez, el sobrino pobre y único heredero del capitán Naciéchkin, Grísha. –Yo lo quiero con toda el alma… ¡Vamos a verlo, hijito! ¡Él se va a alegrar mucho!
Y las lágrimas brotaban de los ojos de Grísha, cuando hablaba del tío. ¡En su honor, hay que decir que él no se avergonzaba de esas lágrimas benignas, y que lloraba en público! Yo atendí a sus ruegos, y hace una semana fui a ver al capitán. Cuando entré al recibidor y eché una mirada a la sala, vi un cuadro conmovedor. En una gran butaca, en medio de la sala, estaba sentado un capitán viejecito, delgado, que tomaba té. Ante él, sobre una rodilla, estaba Grísha, que revolvía su té con la cucharita tiernamente.
Alrededor del cuello rojizo del viejecito, se enroscaba la bonita mano de la novia de Grísha… El sobrino pobre y la novia discutían, sobre quién de ellos besaría más rápido al tío, y no escatimaban besos para el viejecito.
-¡Y ahora bésense ustedes mismos, herederos! -balbuceaba Naciéchkin, ahogado de dicha…
Entre estas tres criaturas existía una relación envidiable. Yo, hombre cruel, me moría de dicha y envidia mirándolos…
-¡Sí! –decía Naciéchkin. –Puedo decir: ¡viví en mi vida! Dios le dé a cada uno. ¡Sólo de esturiones, cuántos me comí! ¡Un horror! Por ejemplo, tomar siquiera ese esturión, que nos comimos en Skopín… ¡Hum! Y ahora se me hace la boca agua…
-¡Cuente! ¡Cuente! –dijo la novia.
-Llego yo a Skopín con mis miles, niñitos, y derecho… hum… a ver a Ríkov1… al señor Ríkov. ¡Un hombre…uh! ¡Un señor de oro! ¡Un gentleman! Como a un pariente me recibió… Qué necesidad, parecería, tenía él y… ¡como a un pariente! ¡Por Dios! Me atiborró de café…Después del café fiambre… La mesa… Sobre la mesa venta al copeo y vino… Un esturión… de una esquina a la otra… Langostas… caviar. ¡Un restaurante!
Yo entré a la sala e interrumpí a Naciéchkin. Eso fue exactamente el día, cuando en Moscú se recibió la primera noticia telegráfica, de que el banco de Skopín había quebrado2.
-¡A los niñitos disfruto! –me dijo Naciéchkin tras los primeros saludos y, dirigiéndose a los niñitos, continuó en tono jactancioso: -Y una sociedad noble… Jefes de rango, clérigos… monjes jerarcas, hierofantes… Después de cada copita, pasas por la bendición… Él mismo lleno de órdenes… Al general le empinó la nariz… Nos comimos el esturión… Sirvieron otro… Nos lo comimos… Después, sopa de acipenser… faisanes…
-En su lugar, yo ahora tendría hipo, y sufriría de pirosis con esos esturiones, y usted se jacta… -dije. -¿Perdió usted mucho con Ríkov?
-¿Por qué perdió?
-¿Cómo por qué? ¡Pero si el banco quebró!
-¡Bromas! Una vieja canción… Y antes me asustaron…
-¿Así, usted aún lo ignora? ¡Padrecito! ¡Serapión Yegórich! Pero si eso… eso… eso… ¡Lea!
Yo me busqué en el bolsillo y saqué de ahí el periódico. Naciéchkin se puso los lentes y, sonriendo con desconfianza, se dispuso a leer. Mientras más leía, más pálida y alargada se hacía su fisonomía.
-¡Que… que… queeebró! –empezó a vociferar y a temblar con todos los miembros. -¡Pobre cabecita mía!
Grísha se sonrojó, leyó el periódico, palideció… Su mano trémula se extendió hacia el gorro… La novia se empezó a sacudir...
-¡Señores! ¿Pero es posible que ustedes, sólo ahora se enteraron de esto? Pero si de esto toda Moscú habla. ¡Señores! ¡Cálmense!
Una hora después, estaba yo parado solo-solito ante el capitán, y lo consolaba:
-¡Basta, Serapión Yegórich! ¿Bueno, y qué? El dinero se perdió, pero quedaron los niñitos.
-Eso es verdad… El dinero es vanidad… Los niñitos… Eso es cierto.
¡Pero ay! A la semana me encontré con Grísha.
-¡Vaya a ver, padrecito, a su tío! –me dirigí a él. -¿Por qué no va a verlo? ¡Abandonó al viejo por completo!
-¡Y que se vaya al diablo! ¡Me hace mucha falta, diablo viejo! ¡Imbécil! ¡No pudo encontrar otro banco!
-Vaya de todas formas. ¡Pues es su tío!
-¿Él? ¡Ja-ja!.. ¿Usted se ríe? ¿De dónde sacó eso? ¡Él es primo segundo de mi madrastra! ¡El agua décima de la jalea! ¡Para nuestro cerrajero un primo herrero!
-¡Pero mándele siquiera a la novia!
-¡Sí! ¡El diablo lo empujó, a enseñarle el periódico antes de la boda! ¡No pudo esperar hasta la boda con sus noticias!.. Ahora ella me vira la jeta. ¡También pues, con la hogaza del tío, se quedó con la boca abierta! Imbécil diabólica… Está desilusionada ahora.
Así, sin desearlo yo mismo, destruí el estrecho trío… ¡el envidiable trío!

1Iván Ríkov, director del Banco de Skopín, ciudad pequeña de la región Riazánskaya, al suroeste de Moscú.
2Primera noticia sobre la bancarrota del Banco de Skopín, publicada en el periódico El correo ruso el 30 de octubre de 1882.

Título original: Idilia-uvi i ax, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1882, Nº 51, con la firma: “Antosha Chejonté”.
Imagen: Edgar Degas, Henri de Gas and His Neice Lucie de Gas, 1878.