miércoles, 2 de enero de 2008

Chejov a G.M. Chejov


Moscú, 29 de diciembre de 1890.

Gracias, querido mío, a ti y a todos los tuyos por la memoria de mí. En Odesa recibí una carta de tu papá, y tras la llegada a Moscú una tuya. No respondí hasta ahora a ambos porque me molestan terriblemente. Viene, viene, viene a verme sin cesar todo título de gente que conversa sin cesar. Yo ahora me parezco a tu papá, a quien sólo le basta tomar la pluma o el libro, para que a la tienda entre algún monje locuaz u hombre ilustre, que tiene deseos de soltar la lengua.
Bueno, estoy vivo y saludable; al regresar encontré a todos en casa saludables. Pensaba que el viaje nos obligaría a contraer deudas, pero Dios nos liberó de eso. Todo resultó tan favorable, como si yo no hubiera viajado. Es notable que en todo el tiempo de mi viaje de ocho meses, plagado de carencias inevitables, ni una vez estuve enfermo, y que de las cosas perdí sólo un cuchillito.
Contarte sobre mi viaje es tan difícil, como contar las hojas de un árbol. Para eso es necesario unas cuantas noches. Viajé a través de toda Siberia, recorrí a caballo 4500 vérstas, viví en Sajalín 3 meses y 3 días1, después regresé en un barco de la Flota voluntaria. Estuve en Hong-Kong, en Singapur, en la isla Ceilán, vi la montaña del Sinaí, estuve en Puerto-Saida, vi las islas del Archipiélago, de donde nos abastecen de aceituna, vino santorino y griegos narizones que, hablando a propósito, en todo el mundo, excepto en Taganróg, son considerados unos grandes estafadores e ignorantes; vi Constantinopla. Tuve ocasión por el camino de experimentar balanceo, toda clase de monzones y norestes, pero al mareo no soy propenso, y durante el balanceo fuerte comía con tanto apetito como en la calma.
Misha cuenta de ti muchas cosas buenas. Me alegro por ti francamente. Me alegro y por Volodia. ¿Se hizo más alto que tú de estatura? Eso no está bien. Cuando él sea metropolitano, pues a los diáconos bajitos les será difícil ponerle la mitra por encima.
Cuando me vea con P.I. Chaikóvskii le preguntaré por ti. ¿Qué hizo donde ustedes en Taganróg? ¿Estuvo acaso en vuestra casa? En Peter y en Moscú él constituye ahora la celebridad Nº 2. El número primero se considera Liév Tolstoi, y yo el Nº 877.
Me enviaron de regalo de la i. Corfú un barrilito de vino santorino. No será dicho por ofensa, ¡qué vino tan repugnante! Me desacostumbré a éste.
Escríbeme una carta con más detalle, sin compasión del estómago ni del papel. Échate unas tres páginas.
En primavera o en verano estaré en Taganróg.
Al tío, la tía, el seminario, a ambas muchachitas y a Irínushka una reverencia profundísima y miles de deseos cordiales. Que estés saludable, dichoso y seas sabio, y lo principal, bueno.
Toda la familia te reverencia.

Tuyo, A.Chejov.

1En La isla Sajalín, Chejov escribe: “Cuando echaron el ancla a las nueve de la noche, en la orilla ardía en grandes hogueras, en cinco lugares, la taiga de Sajalín. A través de la tiniebla y el humo, que se extendía por el mar, no veía el puerto ni los edificios, sólo podía discernir las lucecitas opacas de los puestos, dos de éstas rojas. El cuadro terrible, compuesto toscamente de tinieblas, siluetas de montañas, humo, llamas y chispas de fuego parecía fantástico. En el plano izquierdo ardían unas hogueras monstruosas, arriba de éstas las montañas, tras las montañas se elevaba a lo alto del cielo el resplandor purpúreo de los incendios lejanos; parecía como si ardiera todo Sajalín. A la derecha, como una masa densa y pesada, se destacaba en el mar el cabo Jonker, parecido al Ayu-Dag de Crimea; en su cima, un faro alumbraba vivamente, y abajo, en el agua, entre nosotros y la orilla, había tres arrecifes picudos, los Tres hermanos. Y todo bajo el humo, como en el infierno” (cap. II).

Imagen: Vasili Surikov, Vista de Moscú, XIX.