domingo, 13 de enero de 2008

El signo de los tiempos


En una sala de papel tapiz celeste se declaraban el amor.
Un joven de apariencia agradable estaba con una rodilla hincada ante una muchacha, y juraba.
-¡Vivir sin usted, yo no puedo, mi querida! ¡Se lo juro! –se sofocaba. -¡Desde el momento en que la vi, perdí la calma! Querida mía, dígame... dígame... ¿Si o no?
La muchacha abrió la boca para responder, pero en ese momento apareció en la puerta la cabeza de su hermano.
-¡Lilly, un minuto! –dijo el hermano.
-¿Qué quieres? –preguntó Lilly, saliendo hacia el hermano.
-Disculpa, mi querida, que los molesté, pero... yo soy tu hermano, y mi obligación sagrada es prevenirte... Sé muy cuidadosa con ese señor. Muérdete la lengua... Cuídate de decir algo de más.
-¡Pero él me hace una propuesta!
-Eso es asunto tuyo... Declárate a él, cásate con él, pero por Dios, sé cuidadosa... Yo conozco a ese sujeto... ¡Es un canalla de marca mayor! Ahora mismo te denuncia, si hay algo...
-Merci, Max... ¡Y yo no sabía!
La muchacha regresó a la sala. Le respondió al joven “sí”, se besó con él, se abrazó, juró, pero fue cuidadosa: habló sólo de amor.

Título original: Znamenie vremeni, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 43, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Pierre Renoir, Baile en el campo, 1883.