Valentín Petróvich Pierediérkin, un joven de apariencia agradable, se puso el frac y las botas de charol, de punteras estrechas, punzantes, se armó del chapeau-claque1 y, conteniendo apenas la agitación, fue a ver a la princesa Viéra Zapískina...
¡Ah, qué lástima que ustedes no conocen a la princesa Viéra! Es una criatura graciosa, adorable, con unos ojos azul cielo dóciles y unos rizos sedosos, ondulados.
Las olas marinas se rompen contra las rocas, pero contra las olas de sus rizos, por el contrario, se rompe y deshace en polvo cualquier roca... Hay que ser un estúpido insensible para tenerse en pie ante su sonrisa, ante las flexiones con que respira su busto de miniatura, como esculpido. ¡Ah, qué clase de cerdo impasible hay que ser, para no sentirse en la cúspide de la beatitud cuando ella habla, ríe y muestra sus dientes cegadoramente blancos!
Recibieron a Pierediérkin...
Éste se sentó frente a la princesa y, falleciendo de agitación, empezó:
-Princesa, ¿puede usted escucharme?
-¡Oh sí!
-Princesa... perdone, yo no sé con qué empezar... Para usted, esto es tan inesperado... Improvisado... Usted se va a enojar...
Mientras él metía la mano en el bolsillo y sacaba un pañuelo para limpiarse el sudor, la princesa sonreía con gentileza y lo miraba de modo inquisitivo.
-¡Princesa! –continuó él. –Desde que la vi, en mi alma... surgió un deseo irresistible... Ese deseo no me deja tranquilo día y noche, y... y si no se realiza, yo... yo seré un infeliz.
La princesa, pensativa, bajó los ojos. Pierediérkin calló un poco y continuó:
-Usted, por supuesto, se va a asombrar... usted está por encima de todo lo terrenal, pero... para mí, usted es la más apropiada...
Sobrevino un silencio.
-Además –suspiró Pierediérkin, -de que mi posesión colinda con la suya... yo soy rico...
-Pero... ¿de qué se trata? –preguntó quedo la princesa.
-¿De qué se trata? ¡Princesa! –rompió a hablar Pierediérkin de modo ardiente, levantándose. –Le suplico, no me rechace... No destruya mis planes con su rechazo. ¡Querida mía, permítame hacerle una propuesta!
Valentín Petróvich se sentó con rapidez, se inclinó hacia la princesa y susurró:
-¡Una propuesta ventajosa en grado sumo!.. ¡Nosotros, en un año, vamos a vender un millón de puds2 de tocino! ¡Vamos a construir, en nuestras posesiones contiguas, una fábrica de tocino en comandita!
La princesa pensó un poco y dijo:
-Con gusto...
Y la lectora que esperaba un final melodramático puede calmarse.
1Chapeau-claque, cilindro, sombrero plegable con resortes.
2Pud, antigua medida rusa de peso igual a 16, 3 kg.
Título original: Predlozhenie, publicado por primera vez en la revista Svierchok, 1886, Nº 41, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Toulouse-Lautrec, The Englishman at the "Mouling Rouge", 1892.
¡Ah, qué lástima que ustedes no conocen a la princesa Viéra! Es una criatura graciosa, adorable, con unos ojos azul cielo dóciles y unos rizos sedosos, ondulados.
Las olas marinas se rompen contra las rocas, pero contra las olas de sus rizos, por el contrario, se rompe y deshace en polvo cualquier roca... Hay que ser un estúpido insensible para tenerse en pie ante su sonrisa, ante las flexiones con que respira su busto de miniatura, como esculpido. ¡Ah, qué clase de cerdo impasible hay que ser, para no sentirse en la cúspide de la beatitud cuando ella habla, ríe y muestra sus dientes cegadoramente blancos!
Recibieron a Pierediérkin...
Éste se sentó frente a la princesa y, falleciendo de agitación, empezó:
-Princesa, ¿puede usted escucharme?
-¡Oh sí!
-Princesa... perdone, yo no sé con qué empezar... Para usted, esto es tan inesperado... Improvisado... Usted se va a enojar...
Mientras él metía la mano en el bolsillo y sacaba un pañuelo para limpiarse el sudor, la princesa sonreía con gentileza y lo miraba de modo inquisitivo.
-¡Princesa! –continuó él. –Desde que la vi, en mi alma... surgió un deseo irresistible... Ese deseo no me deja tranquilo día y noche, y... y si no se realiza, yo... yo seré un infeliz.
La princesa, pensativa, bajó los ojos. Pierediérkin calló un poco y continuó:
-Usted, por supuesto, se va a asombrar... usted está por encima de todo lo terrenal, pero... para mí, usted es la más apropiada...
Sobrevino un silencio.
-Además –suspiró Pierediérkin, -de que mi posesión colinda con la suya... yo soy rico...
-Pero... ¿de qué se trata? –preguntó quedo la princesa.
-¿De qué se trata? ¡Princesa! –rompió a hablar Pierediérkin de modo ardiente, levantándose. –Le suplico, no me rechace... No destruya mis planes con su rechazo. ¡Querida mía, permítame hacerle una propuesta!
Valentín Petróvich se sentó con rapidez, se inclinó hacia la princesa y susurró:
-¡Una propuesta ventajosa en grado sumo!.. ¡Nosotros, en un año, vamos a vender un millón de puds2 de tocino! ¡Vamos a construir, en nuestras posesiones contiguas, una fábrica de tocino en comandita!
La princesa pensó un poco y dijo:
-Con gusto...
Y la lectora que esperaba un final melodramático puede calmarse.
1Chapeau-claque, cilindro, sombrero plegable con resortes.
2Pud, antigua medida rusa de peso igual a 16, 3 kg.
Título original: Predlozhenie, publicado por primera vez en la revista Svierchok, 1886, Nº 41, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Toulouse-Lautrec, The Englishman at the "Mouling Rouge", 1892.