Ya que el tema de este artículo constituye un secreto masculino, y exige una seria tensión mental de la que muchas damas no son capaces, pues ruego a los padres, los maridos, los inspectores policiacos y demás, observar que las damas y las señoritas no lean este artículo. Esta guía no es el fruto de una mente única, pero constituye la quintaesencia de todos los oráculos, los fisonomistas y los cabalistas existentes, de las pláticas longevas con los maridos expertos y con los propietarios competentes de los talleres de moda.
Introducción. La vida familiar tiene muchos lados buenos. Si no fuera por ésta, las hijas vivirían toda la vida colgadas del cuello de los padres, y muchos músicos estarían sentados sin pan, ya que entonces no habría bodas. La medicina enseña que los solteros, comúnmente, mueren locos, y que los casados mueren sin alcanzar a volverse locos. Al soltero le anuda la corbata la sirvienta, y al casado la mujer. El matrimonio es bueno también por su carácter accesible. Casarse pueden los ricos, los pobres, los ciegos, los jóvenes, los viejos, los saludables, los enfermos, los rusos, los chinos… La excepción la constituyen sólo los insensatos y los locos, y los imbéciles, los estúpidos y los bestias pueden casarse cuanto les plazca.
Guía I. Al cortejar a una señorita, presta atención ante todo a la apariencia, ya que por la apariencia se reconoce el carácter de la persona. En la apariencia distingue: el color del cabello y de los ojos, la estatura, el andar y las señas personales. Por el color del cabello las mujeres se dividen en rubias, trigueñas, castañas y demás. Las rubias son comúnmente de buenas costumbres, modestas, sentimentales, aman al papásha y a la mamásha, lloran con las novelas y se apiadan de los animales. De carácter son rectilíneas, de convicciones extrictamente conservadoras, no están de parte de la letra yat1. Hacia los amores ajenos tienen una actitud sensitiva, pero en su amor personal son frías como los peces. En el instante más patético, la rubia puede bostezar y decir: “¡No te olvides de mandar mañana por el calicó!” Al casarse se amargan, engordan y marchitan pronto. Son fecundas, amantes de su prole y lloronas. A los maridos no les perdonan la infidelidad, pero ellas mismas los engañan gustosas. Las esposas-rubias son comúnmente místicas, sospechosas y se consideran mártires. Las trigueñas no son tan juiciosas como las rubias. Son traviesas, inconstantes, caprichosas, iracundas, se pelean a menudo con las mamáshas y les dan bofetadas a las sirvientas. Empiezan a “no prestar atención” a los hombres viles ya desde los 12 años, estudian mal, odian a las damas de clase, aman las novelas, además, se pasan las descripciones de la naturaleza y leen las declaraciones de amor unas cinco veces. Son ardientes, apasionadas y aman con frenesí, rompiéndose la cabeza, sofocándose… La esposa-trigueña es toda una inquisición. Por una parte, una pasión que a los diablos les da náuseas, por la otra los caprichos, los vestidos, la lógica descuidada, el gañido, el chillido… A la infidelidad de los hombres se resignan pronto, pagándoles con la misma moneda. Las castañas no se alejan de las rubias y no se acercan a las trigueñas. Constituyen algo medio entre éstas y las otras. Se consideran trigueñas. Las pelirrojas son astutas, falsas, malas, crueles… El amor sin crueldad no lo entienden. Comúnmente, están muy bien formadas, y tienen por todo el cuerpo una excelente piel rosada. Dicen que los diablos y los silvanos se casan, obligatoriamente, con las pelirrojas. Donde hay falsedad, ahí hay cobardía y poco coraje. Es suficiente gritarle bien a una pelirroja (“¡Te voy a…!”), para que se enrolle como un bollito y empiece a besarte. No olvides que Mesalina y Nana eran pelirrojas. El peinado en la elección de la mujer, tiene también no poco significado. Los cabellos bien peinados, alisados, con una raya blanca significan simpleza, deseo limitado… Ese peinado lo llevan más a menudo las costureras, las tenderas y las hijas de los mercaderes. Un mechón de cabellos cortado, soltado sobre la frente, significa menudez vanidosa, mente limitada y lascivia. Con ese mechón intentan, comúnmente, cubrirse la frente estrecha… El moño, y en general los ornamentos con cabellos ajenos, hablan de falta de gusto, ausencia de fantasía y de que la mamásha se inmiscuyó en el peinado. Los cabellos peinados de atrás para adelante, suponen en la mujer el deseo de gustar no sólo por delante, sino también por detrás. Ese peinado, si no culmina en una pesada torre babilónica, significa gusto y ligereza de costumbres. Los cabellos rizados hablan de una natura traviesa y artística. El peinado descuidado, desgreñado supone duda o indolencia espiritual. Bajo los cabellos cortados se esconde el modo de pensar. Si la mujer es canosa o calva, y al mismo tiempo desea casarse, pues eso significa que tiene mucho dinero. Mientras menos horquillas en el peinado, más inventiva es la mujer, y más probable es que no tenga cabellos ajenos. Ahora sobre el color de los ojos. Los ojos azules lánguidos significan fidelidad, humildad y docilidad. Los azules saltones los tienen, más a menudo, las mujeres-tahúres y las vendidas. Los ojos negros significan pasión, iracundia y crueldad. Advierte que las mujeres inteligentes rara vez tienen ojos negros. Grises los tienen las currutacas, las risueñas y las tontitas. Los castaños suponen amor por el chisme y envidia de los vestidos ajenos. De estatura escoge la mediana. Las mujeres altas son groseras y pegan fuerte, y las pequeñas, en la mayoría de los casos, son alborotadoras y les gusta chillar, arañarse y soltar pullas. A las jorobadas evítalas: esas son malas y zahirientes. El andar apurado, con miradas atrás, habla de veleidad y ligereza. El andar perezoso lo tienen las mujeres cuyo corazón ya está ocupado, ahí no podrás almorzar. El andar de pato, con contoneo y meneo del polizón, es un signo de bondad, humildad y a veces de estupidez. El andar orgulloso, de cisne, lo tienen esas damas y las queridas. Mientras más arrogante el andar, más, significa, viejo y rico el querido. Ese mismo andar, en las señoritas, significa presunción y limitación. Si la señora no anda, sino nada como una pava, pues voltea los pértigos: te va a alimentar, consolar, pero seguro te va a poner bajo la bota. Las señas personales no son numerosas. Los hoyuelos en las mejillas significan coquetería, pecados pequeños y bondad. Los hoyuelos en las mejillas y los ojos entornados prometen mucho, pero no para el platónico. Los bigotitos hablan de esterilidad. Las uñas largas las tienen las perezosas. Las cejas juntas significan que dicha señora será una madre severa, y una suegra rabiosa. Las pecas se advierten más a menudo en las diablitas pelirrojas, las esclavas y las tontitas. Las señoritas rollizas y ensaimadas, de mejillas infladas y manos rojas son inocentes, en la palabra "más" tienen cuatro faltas, pero en cambio aprenden rápido a hornear sabrosas empanadas, y a coserle al marido chalecos de terciopelo.
Guía II. No se puede casarse sin dote. Casarse sin dote, es lo mismo que la miel sin cuchara, que Shmul sin patillas y que las botas sin suelas. El amor es por sí mismo, la dote es por sí misma. Pide de una vez 200 000. Tras aturdir con la cifra, empieza a regatear, hacer melindres, remolonear. La dote tómala, obligatoriamente, antes de la boda. No aceptes endosos, cupones, acciones, y cada billete de cien rublos pálpalo, huélelo y examínalo a la luz, ya que no es raro el caso de los padres que dan dinero falso por sus hijas. Además del dinero, regatea más dinero para ti. La mujer, incluso la mala, debe traer consigo: a) bastantes muebles y un piano de cola; b) un colchón de plumas de cisne y tres cobijas: de seda, de lana y de papel; c)dos sacos de piel, uno para las fiestas, otro para el corriente; d) bastante vajilla de té, de cocina y de comida; e) 18 camisas del mejor lienzo holandés, con guarnición; 6 blusas del mismo lienzo con guarnición de encaje; 6 blusas de nanzú; 6 pares de pantalones del mismo lienzo, y tantos pares de muselina inglesa; 6 faldas de madapolán con entredós y ribetes; un peignoir2 de la mejor batista-victoria; 4 semi-peignoir de batista-victoria; 6 pares de pantalones de lienzo. Sábanas, fundas, cofias, medias, faldas de bombasí, ligas, manteles, pañuelos y demás deben haber en la cantidad suficiente. Examina todo eso tú mismo, cuéntalo, y lo que falte, exígelo de inmediato. Ropa blanca infantil no tomes, ya que existe un indicio: hay ropa blanca, no hay hijos, hay hijos, no hay ropa blanca; f) en lugar de vestidos, cuyo talle cambia pronto, exige piezas de tela; g) sin la plata de mesa no te cases.
Tras casarte sé con la mujer severo y justo, no la dejes olvidarse, y ante cada mal entendido, dile: “¡No olvides que yo te hice feliz!”
1Yat, nombre de una letra del antiguo alfabeto ruso, que cae en desuso.
2Peignoir, bata, peinador.
Título original: Rukovodstvo dlya zhelayuschij zhenitsia, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 44, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Introducción. La vida familiar tiene muchos lados buenos. Si no fuera por ésta, las hijas vivirían toda la vida colgadas del cuello de los padres, y muchos músicos estarían sentados sin pan, ya que entonces no habría bodas. La medicina enseña que los solteros, comúnmente, mueren locos, y que los casados mueren sin alcanzar a volverse locos. Al soltero le anuda la corbata la sirvienta, y al casado la mujer. El matrimonio es bueno también por su carácter accesible. Casarse pueden los ricos, los pobres, los ciegos, los jóvenes, los viejos, los saludables, los enfermos, los rusos, los chinos… La excepción la constituyen sólo los insensatos y los locos, y los imbéciles, los estúpidos y los bestias pueden casarse cuanto les plazca.
Guía I. Al cortejar a una señorita, presta atención ante todo a la apariencia, ya que por la apariencia se reconoce el carácter de la persona. En la apariencia distingue: el color del cabello y de los ojos, la estatura, el andar y las señas personales. Por el color del cabello las mujeres se dividen en rubias, trigueñas, castañas y demás. Las rubias son comúnmente de buenas costumbres, modestas, sentimentales, aman al papásha y a la mamásha, lloran con las novelas y se apiadan de los animales. De carácter son rectilíneas, de convicciones extrictamente conservadoras, no están de parte de la letra yat1. Hacia los amores ajenos tienen una actitud sensitiva, pero en su amor personal son frías como los peces. En el instante más patético, la rubia puede bostezar y decir: “¡No te olvides de mandar mañana por el calicó!” Al casarse se amargan, engordan y marchitan pronto. Son fecundas, amantes de su prole y lloronas. A los maridos no les perdonan la infidelidad, pero ellas mismas los engañan gustosas. Las esposas-rubias son comúnmente místicas, sospechosas y se consideran mártires. Las trigueñas no son tan juiciosas como las rubias. Son traviesas, inconstantes, caprichosas, iracundas, se pelean a menudo con las mamáshas y les dan bofetadas a las sirvientas. Empiezan a “no prestar atención” a los hombres viles ya desde los 12 años, estudian mal, odian a las damas de clase, aman las novelas, además, se pasan las descripciones de la naturaleza y leen las declaraciones de amor unas cinco veces. Son ardientes, apasionadas y aman con frenesí, rompiéndose la cabeza, sofocándose… La esposa-trigueña es toda una inquisición. Por una parte, una pasión que a los diablos les da náuseas, por la otra los caprichos, los vestidos, la lógica descuidada, el gañido, el chillido… A la infidelidad de los hombres se resignan pronto, pagándoles con la misma moneda. Las castañas no se alejan de las rubias y no se acercan a las trigueñas. Constituyen algo medio entre éstas y las otras. Se consideran trigueñas. Las pelirrojas son astutas, falsas, malas, crueles… El amor sin crueldad no lo entienden. Comúnmente, están muy bien formadas, y tienen por todo el cuerpo una excelente piel rosada. Dicen que los diablos y los silvanos se casan, obligatoriamente, con las pelirrojas. Donde hay falsedad, ahí hay cobardía y poco coraje. Es suficiente gritarle bien a una pelirroja (“¡Te voy a…!”), para que se enrolle como un bollito y empiece a besarte. No olvides que Mesalina y Nana eran pelirrojas. El peinado en la elección de la mujer, tiene también no poco significado. Los cabellos bien peinados, alisados, con una raya blanca significan simpleza, deseo limitado… Ese peinado lo llevan más a menudo las costureras, las tenderas y las hijas de los mercaderes. Un mechón de cabellos cortado, soltado sobre la frente, significa menudez vanidosa, mente limitada y lascivia. Con ese mechón intentan, comúnmente, cubrirse la frente estrecha… El moño, y en general los ornamentos con cabellos ajenos, hablan de falta de gusto, ausencia de fantasía y de que la mamásha se inmiscuyó en el peinado. Los cabellos peinados de atrás para adelante, suponen en la mujer el deseo de gustar no sólo por delante, sino también por detrás. Ese peinado, si no culmina en una pesada torre babilónica, significa gusto y ligereza de costumbres. Los cabellos rizados hablan de una natura traviesa y artística. El peinado descuidado, desgreñado supone duda o indolencia espiritual. Bajo los cabellos cortados se esconde el modo de pensar. Si la mujer es canosa o calva, y al mismo tiempo desea casarse, pues eso significa que tiene mucho dinero. Mientras menos horquillas en el peinado, más inventiva es la mujer, y más probable es que no tenga cabellos ajenos. Ahora sobre el color de los ojos. Los ojos azules lánguidos significan fidelidad, humildad y docilidad. Los azules saltones los tienen, más a menudo, las mujeres-tahúres y las vendidas. Los ojos negros significan pasión, iracundia y crueldad. Advierte que las mujeres inteligentes rara vez tienen ojos negros. Grises los tienen las currutacas, las risueñas y las tontitas. Los castaños suponen amor por el chisme y envidia de los vestidos ajenos. De estatura escoge la mediana. Las mujeres altas son groseras y pegan fuerte, y las pequeñas, en la mayoría de los casos, son alborotadoras y les gusta chillar, arañarse y soltar pullas. A las jorobadas evítalas: esas son malas y zahirientes. El andar apurado, con miradas atrás, habla de veleidad y ligereza. El andar perezoso lo tienen las mujeres cuyo corazón ya está ocupado, ahí no podrás almorzar. El andar de pato, con contoneo y meneo del polizón, es un signo de bondad, humildad y a veces de estupidez. El andar orgulloso, de cisne, lo tienen esas damas y las queridas. Mientras más arrogante el andar, más, significa, viejo y rico el querido. Ese mismo andar, en las señoritas, significa presunción y limitación. Si la señora no anda, sino nada como una pava, pues voltea los pértigos: te va a alimentar, consolar, pero seguro te va a poner bajo la bota. Las señas personales no son numerosas. Los hoyuelos en las mejillas significan coquetería, pecados pequeños y bondad. Los hoyuelos en las mejillas y los ojos entornados prometen mucho, pero no para el platónico. Los bigotitos hablan de esterilidad. Las uñas largas las tienen las perezosas. Las cejas juntas significan que dicha señora será una madre severa, y una suegra rabiosa. Las pecas se advierten más a menudo en las diablitas pelirrojas, las esclavas y las tontitas. Las señoritas rollizas y ensaimadas, de mejillas infladas y manos rojas son inocentes, en la palabra "más" tienen cuatro faltas, pero en cambio aprenden rápido a hornear sabrosas empanadas, y a coserle al marido chalecos de terciopelo.
Guía II. No se puede casarse sin dote. Casarse sin dote, es lo mismo que la miel sin cuchara, que Shmul sin patillas y que las botas sin suelas. El amor es por sí mismo, la dote es por sí misma. Pide de una vez 200 000. Tras aturdir con la cifra, empieza a regatear, hacer melindres, remolonear. La dote tómala, obligatoriamente, antes de la boda. No aceptes endosos, cupones, acciones, y cada billete de cien rublos pálpalo, huélelo y examínalo a la luz, ya que no es raro el caso de los padres que dan dinero falso por sus hijas. Además del dinero, regatea más dinero para ti. La mujer, incluso la mala, debe traer consigo: a) bastantes muebles y un piano de cola; b) un colchón de plumas de cisne y tres cobijas: de seda, de lana y de papel; c)dos sacos de piel, uno para las fiestas, otro para el corriente; d) bastante vajilla de té, de cocina y de comida; e) 18 camisas del mejor lienzo holandés, con guarnición; 6 blusas del mismo lienzo con guarnición de encaje; 6 blusas de nanzú; 6 pares de pantalones del mismo lienzo, y tantos pares de muselina inglesa; 6 faldas de madapolán con entredós y ribetes; un peignoir2 de la mejor batista-victoria; 4 semi-peignoir de batista-victoria; 6 pares de pantalones de lienzo. Sábanas, fundas, cofias, medias, faldas de bombasí, ligas, manteles, pañuelos y demás deben haber en la cantidad suficiente. Examina todo eso tú mismo, cuéntalo, y lo que falte, exígelo de inmediato. Ropa blanca infantil no tomes, ya que existe un indicio: hay ropa blanca, no hay hijos, hay hijos, no hay ropa blanca; f) en lugar de vestidos, cuyo talle cambia pronto, exige piezas de tela; g) sin la plata de mesa no te cases.
Tras casarte sé con la mujer severo y justo, no la dejes olvidarse, y ante cada mal entendido, dile: “¡No olvides que yo te hice feliz!”
1Yat, nombre de una letra del antiguo alfabeto ruso, que cae en desuso.
2Peignoir, bata, peinador.
Título original: Rukovodstvo dlya zhelayuschij zhenitsia, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 44, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: John Singer Sargent, The Misses Vickers, 1884.