domingo, 6 de enero de 2008

El alemán agradecido


Yo conocí a un alemán agradecido.
Por primera vez lo encontré en Francfort del Maine. Caminaba por la Dummstrasse y llevaba un monito. En su rostro estaban escritos el hambre, el amor a la patria y la sumisión al destino. Cantaba de modo lastimero, y el monito bailaba. Yo me apiadé de ellos y le di un tálero.
-¡Oh, le agradezco! –me dijo el alemán, apretando el tálero contra el pecho. -¡Le agradezco! ¡Hasta la tumba no olvidaré su limosna!
Por segunda vez encontré a este alemán en Francfort del Oder. Caminaba por la Eselstrasse y vendía salchichas fritas. Al divisarme se le saltaron las lágrimas, levantó los ojos al cielo y dijo:
-¡Oh, le agradezco, mein herr! ¡Yo nunca olvidaré ese tálero, con el que usted me salvó del hambre a mí y a mi difunto monito! ¡Su tálero entonces nos dio confort!
Por tercera vez lo encontré en Rusia (in diesem Russland). Aquí enseñaba a los niños rusos lenguas antiguas, trigonometría y teoría de la música. En el tiempo libre de clases, se había buscado un puesto de director ferroviario.
-¡Oh, yo lo recuerdo a usted! –me dijo, estrechando mi mano. -¡Todos los hombres rusos no son buenos hombres, pero usted es una excepción! ¡Yo no quiero a los rusos, pero a usted y a su tálero los voy a recordar hasta la tumba!
Más con él no me encontré.

Título original: Priznatielnii niemietz, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 40, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Asher Brown Durand, Gouverneur Kemble, 1853.