martes, 22 de enero de 2008

Futilezas


Un déspota ruso, cierto conde Rubiétz-Otkachálov, se jactaba terriblemente de la antigüedad de su estirpe, y probaba que su estirpe pertenecía a las más antiguas... No satisfecho con los datos históricos y con todo lo que sabía de sus antepasados, desenterró de algún lugar dos retratos viejos, arrinconados, que mostraban a un hombre y a una mujer, y bajo uno mandó a escribir “Adán Rubiétz-Otkachálov”, y bajo el otro “Eva Rubiétz-Otkachálova”...

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A otro conde, elevado a la dignidad de conde por sus méritos personales, le preguntaron por qué en su carroza no había escudo.
-Y porque –respondió –mi carroza es mucho más vieja que mi condado...

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El administrador de las posesiones de un hacendado, le informó a su señor que los vecinos cazaban en sus tierras, y le pidió permiso para no permitir más semejante arbitrariedad...
-¡Déjalo, hermano! –dejó de la mano el hacendado. –Me es mucho más agradable tener amigos, que liebres.

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Un juez de paz muy distraído, pero amante de dar consejos paternales, le preguntó una vez a un ladrón que juzgaba:
-¿Cómo fue que usted se decidió al robo?
-¡Por el hambre, su excelencia! ¡El hambre pues, corre al lobo del bosque!
-¡En vano, él debe trabajar! –observó el juez con severidad.

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El fiscal del juzgado del distrito, al reconocer en uno de los acusados a su compañero de escuela, le preguntó entre tanto ¿si no sabía él qué fue de sus restantes compañeros?
-Excepto usted y yo, todos están en compañías de arrestados –respondió el acusado.

Título original: Fintifliushki, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 22, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Valentin Serov, Portrait of Prince Vladimir Golitsyn, 1906.