Petersburgo, 14 de enero de 1891.
Estoy fatigado, como una bailarina después de cinco actos y ocho escenas. Los almuerzos, las cartas a las que da pereza responder, las pláticas y toda clase de tonterías. Ahora hay que ir a almorzar a la isla Vasílievskii, y me aburro, y hay que trabajar. Viviré aún tres días, veré, si el ballet va a continuar, pues me iré a la casa o a donde Iván, en Súdorog1.
Me rodea la atmósfera densa de un sentimiento malicioso, en extremo indefinido e incomprensible para mí. Me alimentan con almuerzos y me cantan ditirambos triviales, y al mismo tiempo están dispuestos a comerme. ¿Por qué? El diablo sabe. Si yo me suicidara, pues le daría con eso un gran gusto a nueve de diez amigos y admiradores míos. ¡Y cuán mezquino expresan su sentimiento mezquino! Buriénin me injuria en un folletín2, aunque en ningún lugar se acostumbra a injuriar en un periódico a sus propios colaboradores; Máslov (Biézhetskii) no va a casa de los Suvórin a almorzar; Scheglóv cuenta todos los chismes que corren sobre mí, y demás. Todo esto es terriblemente estúpido y aburrido. No son personas, sino una suerte de roña.
Di con las huellas de Dríshka. Vive en la misma casa donde yo. Mañana me veré con ella.
Mis Chiquillos3 salieron en una segunda edición.
Por este hecho recibí 100 rub.
Estoy saludable. Me acuesto tarde...
Con Suvórin hablé de ti: tú donde él no vas a servir –esa es mi voluntad. Él simpatiza contigo terriblemente, y está enamorado de Kundásova.
Una reverencia a Lidia Yegórovna Miziukóva4. Espero de ella los programas5. Dile que no coma harina y que evite a Levitán. Un mejor admirador que yo, ella no encontrará ni en el pensamiento, ni en el mundo superior.
Vino Scheglóv.
Ayer vino Grigoróvich; me besó largo tiempo, mintió, y me rogó todo el tiempo contarle de las japonesas.
Vino Iráklii6. Hay que hablar con él, y el teléfono se malogró.
Reverencio a todos.
Estoy fatigado, como una bailarina después de cinco actos y ocho escenas. Los almuerzos, las cartas a las que da pereza responder, las pláticas y toda clase de tonterías. Ahora hay que ir a almorzar a la isla Vasílievskii, y me aburro, y hay que trabajar. Viviré aún tres días, veré, si el ballet va a continuar, pues me iré a la casa o a donde Iván, en Súdorog1.
Me rodea la atmósfera densa de un sentimiento malicioso, en extremo indefinido e incomprensible para mí. Me alimentan con almuerzos y me cantan ditirambos triviales, y al mismo tiempo están dispuestos a comerme. ¿Por qué? El diablo sabe. Si yo me suicidara, pues le daría con eso un gran gusto a nueve de diez amigos y admiradores míos. ¡Y cuán mezquino expresan su sentimiento mezquino! Buriénin me injuria en un folletín2, aunque en ningún lugar se acostumbra a injuriar en un periódico a sus propios colaboradores; Máslov (Biézhetskii) no va a casa de los Suvórin a almorzar; Scheglóv cuenta todos los chismes que corren sobre mí, y demás. Todo esto es terriblemente estúpido y aburrido. No son personas, sino una suerte de roña.
Di con las huellas de Dríshka. Vive en la misma casa donde yo. Mañana me veré con ella.
Mis Chiquillos3 salieron en una segunda edición.
Por este hecho recibí 100 rub.
Estoy saludable. Me acuesto tarde...
Con Suvórin hablé de ti: tú donde él no vas a servir –esa es mi voluntad. Él simpatiza contigo terriblemente, y está enamorado de Kundásova.
Una reverencia a Lidia Yegórovna Miziukóva4. Espero de ella los programas5. Dile que no coma harina y que evite a Levitán. Un mejor admirador que yo, ella no encontrará ni en el pensamiento, ni en el mundo superior.
Vino Scheglóv.
Ayer vino Grigoróvich; me besó largo tiempo, mintió, y me rogó todo el tiempo contarle de las japonesas.
Vino Iráklii6. Hay que hablar con él, y el teléfono se malogró.
Reverencio a todos.
Tuyo, A. Chejov.
1En Súdogda, cerca de donde Iván Chejov trabaja como maestro en una fábrica de vidrio.
2Víctor Buriénin escribe en su folletín Crónicas críticas, de Tiempo nuevo, que “los sres. Uspiénskiis, Koroliénkos, Chejovs y demás empiezan a secarse”, y agrega en alusión directa a Chejov: “Semejantes talentos medianos pierden el hábito de observar la vida circundante, y corren adonde los lleve el viento, a Siberia, allende Siberia, a Vladivostók, a Sajalín...” (1891, Nº 5341, 11 de enero).
3Los chiquillos, libro de cuentos de Chejov.
4Lidia Mizínova.
5Programas para las escuelas de Sajalín.
6Iráklii, monje, sacerdote principal de la isla Sajalín, buriato.
Imagen: Peter Nilus, Paris Town Scene, XX.