jueves, 17 de enero de 2008

Carta a un vecino científico


Aldea Buñuelos comidos.
Querido Vecino:

Maxím… (olvidé cómo por el patronímico, ¡discúlpeme generosamente!) Discúlpeme y perdóneme a mí, un viejo vejestorio y un alma humana absurda, porque me atrevo a molestarlo con mi mezquino balbuceo epistolario. Pues ya pasó todo un año, desde que usted se dignó a instalarse en nuestra parte del mundo, en vecindad conmigo, un hombrecito lastimero, y yo aún no lo conozco, y usted a mí, una libélula mezquina, no me conoce. Permítame pues, precioso vecino, siquiera mediante estos avejentados jeroglíficos, conocerlo, estrechar mentalmente su mano científica, y felicitarlo con la llegada desde San Petersburgo a nuestro continente demérito, poblado por mujíks y gente campesina, o sea, por elemento plebeyo. Hace tiempo que buscaba una ocasión para conocerlo, ansiaba, porque la ciencia, en cierto género, es nuestra madre carnal, lo mismo que como la civilización, y por eso estimo de corazón a esos hombres, cuyos célebres nombre y título, coronados por una aureola de gloria popular, laureles, címbalos, órdenes, bandas y atestaciones, truenan como el trueno y el rayo por todas partes del mundo universal, de todo lo visible e invisible, o sea, sublunar. Yo quiero ardientemente a los astrónomos, los poetas, los metafísicos, los docentes-privados, los químicos y los otros sacerdotes de la ciencia, a los cuales usted se incorpora a través de sus hechos inteligentes y las ramas de la ciencia, o sea, los productos y los frutos. Dicen que usted publicó muchos libros durante su sentada intelectual con los tubos, los termómetros y los montones de libros extranjeros con dibujos seductores. Hace poco pasó por mis posesiones mezquinas, por mis ruinas arruinadas, el pontifex maximus1 local, el padre Guerásim, y con su fanatismo particular amonestó y censuró sus pensamientos e ideas, respecto a la procedencia del hombre y otros fenómenos del mundo visible, y se rebeló y acaloró contra su esfera intelectual y horizonte de pensamiento, cubierto de astros y aerolitos. Yo no convengo con el p. Guerásim respecto a sus ideas mentales, porque vivo y me alimento sólo de la ciencia, que la Providencia ha dado al género humano para la extracción, de las entrañas del mundo visible e invisible, de metales preciosos, metaloides y brillantes, pero de todas formas perdóneme a mí, padrecito, a un insecto apenas visible, si me atrevo a refutar a lo vejete algunas de sus ideas, respecto a la esencia de la naturaleza. El p. Guerásim me informó que usted, parece, escribió una composición, en la que se dignó a exponer ideas no muy sustanciales sobre los hombres y su estado primigenio, y su modo de vida antediluviano. Usted se dignó a escribir, que el hombre proviene de las tribus de monos macacos y orangutanes, y por el estilo. Perdóneme a mí, un viejecito, pero yo con usted, respecto a este punto importante, no convengo, y le puedo poner una coma. Ya que si el hombre, el amo del mundo, la más inteligente de las sustancias respiratorias, procediera del mono estúpido e ignorante, pues tendría una cola y una voz rústica. Si nosotros procediéramos de los monos, pues ahora los gitanos nos llevarían de exhibición por las ciudades, y nos pagaríamos dinero el uno al otro por la exhibición, bailando por orden del gitano o sentados tras las rejas, en la casa de fieras. ¿Acaso estamos cubiertos alrededor de lana? ¿Acaso no llevamos vestimentas de las que carecen los monos? ¿Acaso amaríamos y no despreciaríamos a la mujer si ésta, siquiera un poquito, oliera a ese mono, que vemos cada martes donde el Decano de la nobleza? Si nuestros procreadores procedieran del mono, pues no los enterrarían en un cementerio cristiano; mi tatarabuelo Ambrósii por ejemplo, que vivió en tiempos de Maricastaña en el reinado polaco, fue sepultado no como un mono, sino junto al abate católico Joaquín Shosták, cuyos apuntes sobre el clima moderado y el consumo inmoderado de bebidas alcohólicas es conservado aún, hasta ahora, por mi hermano Iván (el Mayor). Abate significa pope católico. Discúlpeme a mí, un ignaro, por que me inmiscuyo en sus asuntos científicos, y comento a mi parecer avejentado, y le impongo mis rústicas y ciertas chapuceras ideas, que a los científicos y los hombres civilizados más pronto se le alojan en el vientre, que en la cabeza. No puedo callar y no soporto, cuando los científicos razonan no correcto en su mente, y no puedo no objetarle a usted. El p. Guerásim me informó, que usted razona no correcto sobre la luna, o sea, sobre la selénica, que nos sustituye al sol en las horas de tiniebla y oscuridad, cuando los hombres duermen, y usted pasa electricidad de un lugar a otro y fantasea. No se ría del viejo porque escribe tan tontamente. Usted escribe que en la luna, o sea en la selénica, viven y habitan hombres y tribus. Eso no puede ser nunca, porque si los hombres vivieran en la luna, pues nos taparían su luz mágica y hechicera con sus casas y pastizales fértiles. Sin la lluviecita los hombres no pueden vivir, y la lluvia va hacia abajo a la tierra, y no hacia arriba a la luna. Los hombres que vivieran en la luna, caerían abajo a la tierra, y eso no sucede. Las suciedades y las lavaduras, se derramarían sobre nuestro continente desde la luna poblada. ¿Pueden acaso vivir los hombres en la luna, si ésta existe sólo de noche y desaparece de día? Y los gobiernos no pueden permitir vivir en la luna, porque en ésta, con razón de la distancia lejana e inaccesibilidad, se puede esconderse de las obligaciones muy fácilmente. Usted se equivocó un poquito. Usted escribió y publicó en su composición inteligente, como me dijo el p. Guerásim, como que en el astro más grandioso, en el sol, hay manchitas negras. Eso no puede ser, porque eso no puede ser nunca. ¿Cómo pudo ver manchas en el sol, si el sol no se puede mirar con los simples ojos humanos, y para qué en éste va a haber manchas, si sin éstas se puede arreglarse? ¿De qué cuerpo húmedo están hechas esas mismas manchas, si no se queman? ¿Puede ser que en su opinión, incluso viven peces en el sol? Discúlpeme a mí, un estramonio venenoso, que tan tontamente he gracejado. ¡Yo soy terriblemente fiel a la ciencia! El rublo de esta vela de siglo diecinueve, no tiene ningún precio para mí, la ciencia lo oscureció ante mis ojos con sus alas ulteriores. Todo descubrimiento me desgarra, como un clavito en la espalda. Aunque soy un ignorante y un terrateniente de antaño, y de todas formas un viejo granuja, me dedico a la ciencia y a los descubrimientos, que hago con mis propias manos, y lleno mi cabezota absurda, mi cráneo rústico con ideas y completos de conocimientos grandiosos. La mátushka naturaleza, es un libro que se debe leer y ver. Yo hice muchos descubrimientos con mi propia mente, tales descubrimientos, que aún ningún reformador ha inventado. Diré sin jactancia, que no soy de los últimos respecto a la instrucción, alcanzada con callos y no con la riqueza de los padres, o sea, del padre y la madre o los suegros, que a menudo destruyen a sus niños mediante la riqueza, el lujo y las viviendas de seis pisos con esclavos y timbres eléctricos. He aquí lo que mi mente groshera2 descubrió. Yo descubrí que nuestro gran, fogoso, radiante, clámide sol, en el día de la Pascua sag., por la mañana temprano, juega atractiva y pintorescamente con colores de diversos colores y produce, con su centelleo maravilloso, una impresión juguetona. Otro descubrimiento. ¿Por qué en invierno el día es corto y la noche es larga, y en verano al revés? El día en invierno es corto porque, semejante a todos los restantes objetos visibles e invisibles, se comprime con el frío, y porque el sol se pone temprano; y la noche, con la escalada de los candiles y los faroles, se ensancha, ya que se calienta. Después yo descubrí aún, que los perros en primavera comen hierba, semejante a las ovejas, y que el café para las personas pletóricas es nocivo, porque produce en la cabeza vueltas de cabeza, y en los ojos visión nublada, y por el estilo restante. Muchos descubrimientos hice yo además de éstos, aunque no tengo atestaciones ni testimonios. Venga a verme por el camino vecinal, por Dios. Descubriremos algo juntos, nos dedicaremos a la literatura, y usted me enseñará a mí, un basurita, los cálculos diversos.
Yo hace poco leí en un Científico francés, que el morro leonino no se parece en nada a la faz humana, como piensan los científicos. En cuanto a eso hablaremos. Venga, hágame la bondad. Venga siquiera mañana, por ejemplo. Nosotros ahora comemos lo de cuaresma, pero para usted vamos a preparar de carne y de leche. Mi hija Natáshenka le rogó a usted, que traiga consigo algunos libros inteligentes. Ella es mi émancipée3, todos para ella son unos imbéciles, sólo ella es la inteligente. La juventud ahora, le diré, se da a conocer. ¡Dios les dé! Dentro de una semana, llegará a mi casa mi hermano Iván (el Mayor), un hombre bueno pero, dicho sea entre nos, un Borbón, y no le gustan las ciencias. Esta carta se la debe entregar a usted mi despensero Trofím, exactamente, a las 8 de la noche. Y si la lleva más tarde, pues péguele por la mejilla, a lo profesoral, no hay por qué andar con ceremonias con esa tribu. Si la entrega más tarde, pues significa que el anatema pasó por la taberna. La costumbre de ir a ver a los vecinos no ha sido inventada por nosotros, y no terminará con nosotros, y por eso venga con seguridad con las máquinas y los libros. Yo mismo iría a verlo, pero soy muy confundido y no me alcanza la valentía. Discúlpeme a mí, un granuja, por la molestia.
Queda respetuoso de usted, de las Tropas del Dónskii suboficial de nobles retirado, su vecino

Vasílii Semi-Bulátov.

1Pontifex maximus, sacerdote superior.
2Groshera, de grosh, antigua moneda rusa, igual a ½ kopek.
3Émanciper, emancipar.

Título original: Pismo k uchonomu sosiedu, publicado por primera vez en la revista Striekoza, 1880, Nº 10, con el título Carta del terrateniente del Don, Stepán Vladímirovich N, al vecino científico, dr. Friedrich, con la firma: “…v.”.
Imagen: Ivan Kramskoy, Portrait of the Actor Vasily Samoilov, 1881.