Su estructura anatómica está por debajo de toda crítica. Cuando algún respetable padre de familia ve la imagen de una mujer au naturel, siempre se encoge con aprensión y escupe al costado. Tener semejantes imágenes a la vista, y no en la mesa o en el bolsillo, se considera un mauvais ton2. El hombre es mucho más bello que la mujer. Por muy fibroso, peludo y barroso que sea él, por muy rojiza que sea su nariz y estrecha su frente, siempre mira la belleza femenina con indulgencia, y se casa no de otra forma, que después de una elección severa. No hay un Quasimodo3 que no esté profundamente convencido, de que su pareja puede ser sólo una mujer bonita.
Un teniente retirado, que despojó a la suegra y se exhibía en los botines de su mujer, aseguraba que si el hombre procedía del mono, pues al principio procedió de ese animal la mujer, y después ya el hombre. El consejero titular Sliúnkin, a quien la esposa le escondía el vodka, decía a menudo: “El insecto más zahiriente del mundo es el sexo femenino”.
La mente de las mujeres no sirve para nada. Ésta tiene los cabellos largos, pero la mente corta, y en los hombres es al revés. Con la mujer no se puede hablar ni de política, ni del estado del curso, ni de los tributarios4. Al mismo tiempo que un alumno de gimnasio de III grado ya resuelve problemas mundiales, y los registradores colegiados estudian el libro de las 30 000 palabras extranjeras5, las mujeres inteligentes y adultas hablan sólo de moda y de militares.
La lógica de las mujeres se convirtió en proverbio. Cuando algún consejero provincial Anafiémskii o guarda de departamento Doroféi, entablan conversación sobre Bismarck6 o la bondad de las ciencias, es un placer escucharlos: es agradable y conmovedor; pero cuando la esposa de alguien, ante la carencia de otros temas, empieza a hablar de los niños o de la ebriedad del esposo, qué esposo se contendrá para no exclamar: “¡Empezó a tarantear la taranta! ¡Bueno, qué lógica pues, señor, perdóname por pecador!” De estudiar las ciencias la mujer no es capaz. Eso se evidencia ya sólo por el hecho, de que para ella no se crean centros de estudio. Los hombres, incluso el idiota y el cretino, pueden no sólo estudiar las ciencias, sino incluso ocupar cátedras, pero la mujer: ¡nulidad es su nombre! Ella no inventa manuales para la venta, no lee ponencias ni largos discursos académicos, no hace viajes de comisión científica a cuenta pública, y no aplica las tesis en el extranjero. ¡Es horriblemente subdesarrollada! De talentos creativos ella, ni una gota. No sólo lo grande y lo genial, sino incluso lo trivial y lo chantajista es escrito por los hombres, y a ella le ha sido dado por naturaleza sólo la capacidad de voltear las empanadas hechas por los hombres, y hacer de éstas papillotes.
Es viciosa e inmoral. De ella parte el principio de todos los males. En un libro antiguo se dice: “Mulier est malleus, per quem diabolus mollit et malleat universum mundum7". Cuando al diablo le viene el deseo de armar alguna vileza o enredo, siempre intenta actuar a través de las mujeres. Recuerden que la guerra de Troya estalló por la bella Elena, Mesalina desvió del camino de la verdad a más de un cordero... Gógol dice que los funcionarios aceptan sobornos sólo, porque sus esposas los empujan a eso. Eso es totalmente cierto. Beben, pierden al wint, y en Amalia los funcionarios se gastan sólo el salario... Los bienes de los empresarios, los contratistas públicos y los secretarios de las instituciones lucrativas siempre están registrados a nombre de las esposas. La mujer es disoluta hasta lo imposible. Cada señora rica está siempre rodeada de decenas de jóvenes, ansiosos de ingresar de alfonsos con ella. ¡Pobres jóvenes!
A la patria la mujer no le trae ningún bien. Ella no va a la guerra, no copia papeles, no construye vías férreas, y al esconderle a su esposo la garrafita de vodka, contribuye a la disminución de la recaudación de accisas.
En resumen, es pícara, habladora, trivial, falsa, hipócrita, codiciosa, inepta, frívola, mala... Sólo una cosa es simpática en ella, y precisamente que trae al mundo a tales gentiles, graciosas y terriblemente inteligentes almitas como los hombres... Por esa virtud, le perdonaremos todos sus pecados. Seamos con ella magnánimos todos, incluso las cocottes con chaquetas y esos señores, a los que les pegan por la jeta con los candelabros en los clubes.
1Artículo satírico escrito con motivo del libro Sobre las mujeres. Ideas viejas y nuevas, publicado bajo el seudónimo Signo de interrogación (-?-) en febrero de 1886, en San Petersburgo. Konstantín Skalkóvskii, el autor del libro, es colaborador permanente del periódico Tiempo nuevo, y tenido por un “conocedor del corazón humano y de las mujeres”.
2Mauvais ton, mal tono, malas maneras, trato grosero.
3Quasimodo, jorobado, hombre de cuerpo deforme, personaje de Nuestra Señora de París, novela de Víctor Hugo.
4En la prensa rusa se debate la cuestión sobre los derechos de los campesinos-propietarios en los gobiernos occidentales y bielorusos, que pagan tributo a los terratenientes por el arriendo de la tierra.
5Diccionario explicativo de las palabras extranjeras que entraron en uso en la lengua rusa, con indicación de sus raíces, de I.F. Bourdon y A.D. Michelson (M., 1881).
6En la prensa europea se discute sobre la oposición del Reichstag a los proyectos de ley del canciller Otto Bismarck, como la restricción de la publicidad en los asuntos judiciales, la ley “sobre los socialistas”, y otros.
7“Mulier est malleus, per quem diabolus mollit et malleat universum mundum".
Título original: O zhenshinaj, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1886, Nº 17, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Édouard Manet, Olympia, 1863.
La mente de las mujeres no sirve para nada. Ésta tiene los cabellos largos, pero la mente corta, y en los hombres es al revés. Con la mujer no se puede hablar ni de política, ni del estado del curso, ni de los tributarios4. Al mismo tiempo que un alumno de gimnasio de III grado ya resuelve problemas mundiales, y los registradores colegiados estudian el libro de las 30 000 palabras extranjeras5, las mujeres inteligentes y adultas hablan sólo de moda y de militares.
La lógica de las mujeres se convirtió en proverbio. Cuando algún consejero provincial Anafiémskii o guarda de departamento Doroféi, entablan conversación sobre Bismarck6 o la bondad de las ciencias, es un placer escucharlos: es agradable y conmovedor; pero cuando la esposa de alguien, ante la carencia de otros temas, empieza a hablar de los niños o de la ebriedad del esposo, qué esposo se contendrá para no exclamar: “¡Empezó a tarantear la taranta! ¡Bueno, qué lógica pues, señor, perdóname por pecador!” De estudiar las ciencias la mujer no es capaz. Eso se evidencia ya sólo por el hecho, de que para ella no se crean centros de estudio. Los hombres, incluso el idiota y el cretino, pueden no sólo estudiar las ciencias, sino incluso ocupar cátedras, pero la mujer: ¡nulidad es su nombre! Ella no inventa manuales para la venta, no lee ponencias ni largos discursos académicos, no hace viajes de comisión científica a cuenta pública, y no aplica las tesis en el extranjero. ¡Es horriblemente subdesarrollada! De talentos creativos ella, ni una gota. No sólo lo grande y lo genial, sino incluso lo trivial y lo chantajista es escrito por los hombres, y a ella le ha sido dado por naturaleza sólo la capacidad de voltear las empanadas hechas por los hombres, y hacer de éstas papillotes.
Es viciosa e inmoral. De ella parte el principio de todos los males. En un libro antiguo se dice: “Mulier est malleus, per quem diabolus mollit et malleat universum mundum7". Cuando al diablo le viene el deseo de armar alguna vileza o enredo, siempre intenta actuar a través de las mujeres. Recuerden que la guerra de Troya estalló por la bella Elena, Mesalina desvió del camino de la verdad a más de un cordero... Gógol dice que los funcionarios aceptan sobornos sólo, porque sus esposas los empujan a eso. Eso es totalmente cierto. Beben, pierden al wint, y en Amalia los funcionarios se gastan sólo el salario... Los bienes de los empresarios, los contratistas públicos y los secretarios de las instituciones lucrativas siempre están registrados a nombre de las esposas. La mujer es disoluta hasta lo imposible. Cada señora rica está siempre rodeada de decenas de jóvenes, ansiosos de ingresar de alfonsos con ella. ¡Pobres jóvenes!
A la patria la mujer no le trae ningún bien. Ella no va a la guerra, no copia papeles, no construye vías férreas, y al esconderle a su esposo la garrafita de vodka, contribuye a la disminución de la recaudación de accisas.
En resumen, es pícara, habladora, trivial, falsa, hipócrita, codiciosa, inepta, frívola, mala... Sólo una cosa es simpática en ella, y precisamente que trae al mundo a tales gentiles, graciosas y terriblemente inteligentes almitas como los hombres... Por esa virtud, le perdonaremos todos sus pecados. Seamos con ella magnánimos todos, incluso las cocottes con chaquetas y esos señores, a los que les pegan por la jeta con los candelabros en los clubes.
1Artículo satírico escrito con motivo del libro Sobre las mujeres. Ideas viejas y nuevas, publicado bajo el seudónimo Signo de interrogación (-?-) en febrero de 1886, en San Petersburgo. Konstantín Skalkóvskii, el autor del libro, es colaborador permanente del periódico Tiempo nuevo, y tenido por un “conocedor del corazón humano y de las mujeres”.
2Mauvais ton, mal tono, malas maneras, trato grosero.
3Quasimodo, jorobado, hombre de cuerpo deforme, personaje de Nuestra Señora de París, novela de Víctor Hugo.
4En la prensa rusa se debate la cuestión sobre los derechos de los campesinos-propietarios en los gobiernos occidentales y bielorusos, que pagan tributo a los terratenientes por el arriendo de la tierra.
5Diccionario explicativo de las palabras extranjeras que entraron en uso en la lengua rusa, con indicación de sus raíces, de I.F. Bourdon y A.D. Michelson (M., 1881).
6En la prensa europea se discute sobre la oposición del Reichstag a los proyectos de ley del canciller Otto Bismarck, como la restricción de la publicidad en los asuntos judiciales, la ley “sobre los socialistas”, y otros.
7“Mulier est malleus, per quem diabolus mollit et malleat universum mundum".
Título original: O zhenshinaj, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1886, Nº 17, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Édouard Manet, Olympia, 1863.