Súmi, 11 de mayo de 1888.
¡Saludos, buenísimo Nikolai Alexándrovich!
Le escribo desde una lejanía cálida y verde, donde ya me instalé junto a mi familia. Vivo en una hacienda cerca de Súmi, en la orilla alta del río Psiol (afluente del Dniéper). El río es ancho y profundo, hay tantos peces en éste que, si soltáramos aquí a su barbudo Timoféi, pues se pondría rabioso y olvidaría, que alguna vez sirvió al conde Stróganov1.
Alrededor, en las barracas blancas, viven los jojóles. Un pueblo saciado, divertido, conversador, ingenioso. Los mujíks aquí no venden ni la mantequilla, ni la leche, ni los huevos, sino se lo comen todo ellos mismos –buena señal. Mendigos no hay. Borrachos no vi aún, y la maldición se oye muy rara vez, y eso en forma más o menos artística. Los terratenientes-dueños, en cuya casa almuerzo, son gente buena y divertida.
Lamento mucho, que usted casi todo el verano se quedará huérfano. Estar solo en la casa de campo es aburrido, en particular si alrededor no hay conocidos que sean simpáticos. Alquílese una bonna-francesita de 25-26 años (...) Eso es bueno para la salud. Y cuando vayan a verlo Dalkévich2 y Bilíbin3 (...)
¿Monta acaso usted en bote? Excelente gimnasia. Yo monto en bote diariamente, y cada vez me convenzo más y más, de que el trabajo con los remos entrena los músculos de los brazos y el torso, en parte de las piernas y el cuello, y que de esa forma esa gimnasia se acerca a la general. Con El sátiro y la ninfa4 me ocurrió un casus enojoso. Aún antes de su venida a Moscú, me tomó el libro un encuadernador (que trabaja para el instituto de mi hermano); lo tomó, se dio a la bebida y me lo entregó sólo en la semana de Tomás. A leerlo yo no alcancé, aunque mucho quería criticarlo un poco a usted. Leí la novela en el periódico; recuerdo al mercader, a Akulína, a la diabólica Ekaterina, al abogado, a Panteléi, recuerdo el nudo y el desenlace, pero el conocimiento de los personajes y el contenido de la novela no es suficiente para atreverse a tener un juicio5. Las personas de la novela están vivas, pero es que para una novela eso no es suficiente. Es necesario aun saber, cómo se las arregló usted con la arquitectura. En general, me interesan mucho sus cosas grandes, y las leo con gran curiosidad. Stúkin y Jrustálnikov6, en mi opinión, es una cosa muy buena, mucho mejor que esas novelas que hornean las mujeres, Machtet7 y demás. Stúkin es mejor que Los esclavos de Barantzévich8... Su principal virtud en las cosas grandes –la ausencia de pretensión y el excelente lenguaje coloquial. El principal defecto –a usted le gusta repetirse, y en cada cosa grande los Panteléis y las Katerinas hablan tanto de eso y lo mismo, que el lector se fatiga un poco. Después, aun una virtud: mientras más sencilla es la fábula, tanto mejor, y sus fábulas son sencillas, vitales y no rebuscadas. En su lugar yo escribiría una novela pequeña sobre la vida de los mercaderes, al estilo de Ostróvskii9; describiría un amor ordinario y la vida familiar sin malvados ni ángeles, sin abogados ni diabólicas; tomaría como sujeto la vida regular, llana, ordinaria, como es ésta en la realidad, y representaría la “dicha del mercader”, como Pomialóvskii10 representó la pequeño burguesa. La vida del hombre comerciante ruso es más objetiva, útil, inteligente y típica, que la vida de los quejosos y los engreídos que dibujan Albóv11, Barantzévich, Murávlin12, y demás. No obstante, hablé demasiado. Que esté saludable. Una reverencia a los suyos... Escriba.
Suyo, A. Chejov.
1¿Serguei Stróganov, conde, hombre de estado, arqueólogo, gobernador de Moscú?
6Stúkin y Jrustálnikov (SPb., 1886), novela de N.A. Léikin, que éste envía a Chejov el 28 de abril de 1888 con una dedicatoria.
7Grigórii Machtet, escritor, periodista, poeta ocasional, autor de Las brujas y El judío, entre otros cuentos.
8Kazimír Barantzévich, escritor.
9Alexánder Ostróvskii, célebre dramaturgo, retratista de la burocracia, autor de La novia pobre y La tormenta, entre otras obras.
10Nikolai Pomialóvskii, escritor realista, autor de La dicha burgueza y Mólotov, entre otros relatos.
11Mijaíl Albóv, escritor realista, autor de La calle ignota y Cómo ardió la leña, entre otros cuentos.
12Dmítri Golítzin (de seudónimo “Murávlin”), príncipe, escritor, autor de Los rublos y Acerca del amor, entre otras novelas.