viernes, 4 de abril de 2008

El arbolito


El árbol de la suerte, alto, siempre verde, cubierto por los bienes de la vida... De arriba a abajo cuelgan las carreras, los sucesos dichosos, los partidos apropiados, las ganancias, las higas con nueces, las bofetadas en la nariz, y demás. Alrededor del árbol se aglomeran los niños adultos. La suerte les reparte regalos...
-¿Niños, quién de ustedes desea una mercader rica? –pregunta ésta, bajando de una rama una mercader de mejillas rosadas, cubierta de la cabeza a los pies de perlas y brillantes... -¡Dos casas en la Pliushíja, tres tiendas de chatarra, una taberna y doscientos mil en efectivo! ¿Quién la quiere?
-¡A mí!¡A mí! –se extienden hacia la mercader cientos de manos. -¡A mí una mercader!
-No se aglomeren, niños, y no se alboroten... Todos serán complacidos... La mercader, que se la lleve el joven esculapio1. Un hombre que se ha dedicado a la ciencia, y apuntado entre los benefactores de la humanidad, no se las puede arreglar sin un par de caballos, unos buenos muebles, y demás. ¡Toma, querido doctor! De nada... ¡Bueno, ahora la siguiente sorpresa! ¡Un puesto en la vía férrea Chujlómo-Poshejónskii! Diez mil de salario, tantos de premio, tres horas de trabajo al mes, un apartamento de trece habitaciones, y demás... ¿Quién lo quiere? ¿Tú, Kólia? ¡Toma, querido! Sigue... ¡Un puesto de ama de llaves con el solitario barón Schmaus! ¡Ah, no tiren así, mesdames! ¡Tengan paciencia!.. ¡La siguiente! ¡Una muchacha joven, bonita, hija de padres pobres, pero nobles! ¡De dote ni un grosh, pero en cambio una natura honrada, sensible, poética! ¿Quién la quiere? (Pausa.) ¿Nadie?
-¡Yo la tomaría, pero no tengo qué darle de comer! –se oye desde una esquina la voz del poeta.
-¿Así, nadie la quiere?
-Es posible, vamos, yo la tomo... Que así sea ya... –dice un pequeño viejecito con gota, que sirve en la consistoría eclesiástica. –Es posible...
-¡Un pañuelo de nariz de la Zórina2! ¿Quién lo quiere?
-¡Ah!.. ¡A mí!¡A mí!.. ¡Ah! ¡Me aplastaron el pie! ¡A mí!
-¡La siguiente sorpresa! Una lujosa biblioteca que contiene todas las obras de Kant, Schopenhauer, Goethe, todos los autores rusos y extranjeros, un montón de infolios antiguos, y demás... ¿Quién la quiere?
-¡Yo! –dice el buquinista Svinopásov. -¡Deme!
Svinopásov toma la biblioteca, escoge para sí El oráculo, La oniromancia, El epistolario, El libro de cabecera de los solteros... lo restante lo arroja al suelo...
-¡La siguiente! ¡Un retrato de Okréitz3!
Se oye una risa ruidosa...
-Démelo a mí... –dice el dueño del museo Winkler4. –Me servirá...
-¡Sigue! Un lujoso marco del premio de El campo (pausa). ¿Nadie lo quiere? En ese caso sigue... ¡Unas botas rotas!
Las botas le tocan al artista... Al final de todo, el arbolito es saqueado y el público se dispersa... Junto al arbolito se queda sólo el colaborador de revistas humorísticas...
-¿Y a mí qué? –pregunta éste a la suerte. –Todos recibieron un regalo, y a mí ni siquiera algo. ¡Esto es una puercada de tu parte!
-Se lo llevaron todo, no quedó nada... Quedó, por lo demás, sólo una higa con nuez... ¿La quieres?
-No me hace falta... A mí ya me cansaron esas higas con nueces... Las cajas de ciertas redacciones moscovitas están llenas de ese bien. ¿No hay nada más sustancioso?
-Toma estos marcos...
-Ya tengo de esos...
-Aquí hay un bridón, unas riendas... Aquí una cruz roja, si quieres... Un dolor de muela... Unas costuras sentadas... Un mes en la cárcel por difamación...
-Ya tengo todo eso...
-Un soldadito de plomo, si quieres... Una carta del norte...
El humorista deja de la mano y se va a casita, con la esperanza del arbolito del año que viene.

1Chejov escribe a Nikolai Léikin el 9 de mayo de 1885: “…tengo tan poco dinero, que me da vergüenza mirarme los bolsillos. ¿Casarme con una mercader rica, o qué? Me voy a casar con una mercader gorda, y voy a editar una revista gruesa”.
2V.V. Zórina, cantante muy aficionada a las romanzas gitanas.
3Stanisláv Okréitz, redactor de El rayo, revista conservadora.
4Museo de figuras de cera de V. Winkler, museo detoda clase de tonterías de los países del Viejo y Nuevo mundo”, en opinión de Chejov.

Título original: Yolka, publicado por primera vez en la revista Razvliechenia, 1884, Nº 50, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Árbol de navidad.